Capítulo 99-El Sabio Rey de Israel
"En la tierra suceden cosas que son vanidad, pues hay hombres justos a quienes les va como si fueran malvados y hay malvados a quienes les va como si fueran justos. ¡Y yo digo que también esto es vanidad!" Eclesiastés 8:14
Antiguo Reino de Israel, 988 A.C...
Cuando Salomón nació, el Reino de Israel no afrontaba su mejor momento a causa de las acciones pasadas de su padre David. Desde su más temprana edad, era diferente a sus otros hermanos, ya que había nacido con un talento colosal para la Taumaturgia, únicamente igualado por la Bruja de los Argonautas, Medea, cientos de años antes de su nacimiento y el cual volvería a ser igualado casi un milenio después por otra Maga.
Pasó gran parte de su infancia estudiando los antiguos pergaminos de Taumaturgia que tenía en su palacio, descubriendo por si solo su Aura Elemental Nata de Fuego y dominando varios Elementos antes de los quince años.
Salomón pasó casi toda su infancia y adolescencia viendo a su padre enfermo y recluido en cama, era incapaz de recordar a David estando sano aunque sea un único día. Su única compañía fueron su madre Betsabé y los libros y sin embargo, aquel sentimiento de soledad lo persiguió desde pequeño.
Antes de la muerte de David, Salomón fue nombrado heredero al trono por encima de sus hermanos mayores, más que todo por obra de Betsabé y el profeta Natán. A los quince años, Salomón se había convertido en Rey de Israel, aunque sus comienzos fueron bastante caóticos, ya que él mismo tuvo que matar a varios hombres de su hermano mayor que se oponían él, dejando a su hermano para último.
Tras asegurarse de evitar cualquier intento de golpe de estado, el espíritu de Yahweh visitó a Salomón una noche, prometiéndole cumplir cualquier deseo que tenga. Salomón únicamente deseo sabiduría para pode dirigir al Reino de Israel y esto alegro a Yahweh, por lo que además de otorgarle un Don de Sabiduría, también le preparó otro regalo especial.
Una semana después, en su estudio, Salomón fue sorprendido por una visita divina. Era una mujer de rasgos faciales hebreos, de veintitantos años, su cabello era pelirrojo y largo, llegándole hasta casi la espalda baja y estaba adornado por una hoja de laurel, sus ojos eran dorados y su piel pálida. Llevaba un hermoso vestido blanco, adornado con joyería dorada y con gemas de rubí incrustadas, andaba descalza, llevaba consigo un arpa y sobre su cabeza había una aureola dorada.
—Saludos, Salomón, nuevo Rey de Israel —dijo con una voz dulce—. Soy la Mensajera de Dios, la Arcángel Gabriel.
—No quiero ser grosero, pero... pensé que eras un hombre —mencionó Salomón, arqueando una ceja.
—¿Quieres verme como dos anillos entrelazados con varios ojos, seis alas y una corona? ¿No, verdad? Nadie quiere ver esa apariencia, por eso todos los Ángeles decidimos tomar forma humana, incluso cuando le decíamos a los humanos "no temas", salían corriendo.
—¿Y entonces por qué decidiste parecer una mujer? —volvió a preguntar intrigado.
—Oh, eso es pura coquetería —respondió entre ligeras risas—. ¡En fin! He venido a entregarte algo sumamente valioso, para que así puedas proteger a Israel de lo que se aproxima.
—¿A qué se refiere, Srta. Gabriel?
—Uhmm... digamos que incluso en el Paraíso del Panteón Israelita, tenemos eso que ustedes llaman "ovejas negras". Mi hermano, Samael, después de convertirse en el mayor Soberano del Infierno, ha estado lanzando ataques a la Tierra para poder poder convertir a todos los humanos al lado oscuro. Varios intentos suyos han fracasado, pero tememos que los que se aproximan puedan ser peores que veces pasadas. Mi Padre y mi Madre se han alegrado mucho contigo, Salomón, y es por eso que han decidido encargarte la labor de enfrentar a los Demonios de Samael, para eso ellos han creado este regalo solo para ti.
Gabriel le hizo entrega de aquel anillo de oro con un rubí, junto con varias inscripciones en hebreo antiguo.
—Salomón, este es el Ars Goetia, un Arma Divina creada por Yahweh y Asera para doblegar a los Demonios, aquellos que captures responderán a tu llamado y obedecerán todas tus órdenes —explicó con una sonrisa—. Con esto, podrás reducir significativamente las fuerzas de Samael, Yahweh y Asherah confían plenamente en que usarás este poder para el bien.
—Me siento honrado, Srta. Gabriel, juro por todo mi honor y mi vida, que defenderé a Israel de la amenaza que se aproxima —declaró con una mirada determinada.
—Buena suerte, Rey Salomón, en nombre de todo el Paraíso, te bendigo —se despidió antes de desaparecer en un rayo de luz.
A partir de esa noche, comenzó la odisea de Salomón como uno de los primeros Cazadores de Demonios de la historia humana.
Tres días después, ocurrió un ataque a un pueblo cercano a Jerusalén, Salomón partió junto con sus tropas inmediatamente, encontrándose con varios demonios que estaban esparciendo el caos junto con varios brujos demoníacos.
Los maestro de la Cábala y soldados liderados por Salomón atacaron a los demonios menores y a los humanos que los acompañaban, mientras que el Rey de Israel iba directamente por los causantes de tanto daño.
Aquel joven de quince años estaba cara a cara con dos Príncipes del Infierno, Stolas, El Príncipe Búho y el otro tenía la apariencia de un hombre mayor, bastante musculoso, llevaba un taparrabos de color verde oscuro. Andaba montado sobre un lagarto de gran tamaño y en su hombro izquierdo estaba posado un águila. Era otro de los Príncipes, Agares, El de las Mil Lenguas.
—¿Qué ven mis ojos, Agares? Parece ser que este joven humano cree que puede darnos pelea —comentó Stolas, con una sonrisa burlona.
—Siempre pensé que los humanos estaban chiflados, pero no creí que tanto —comentó Agares, llevándose una mano a la barbilla.
—Hahahaha, "chiflados", que palabra más hilarante.
—¿Por qué lastiman a los humanos? ¿Qué les han hecho específicamente a ustedes? —interrogó Salomón, con tono serio.
Ambos Príncipes Infernales se miraron con intriga, tomándose su momento para responder.
—Un deber, tal vez —respondió Stolas, alzándose de hombros.
—Esto es una guerra, chico, ustedes matan Demonios sin pensar y nosotros matamos humanos sin pensar —respondió Agares, cruzado de brazos—. Vive con honor, muere con gloria. Ese es el sentido de la vida.
—¿Entonces nos matamos por una guerra que otros empezaron y quieren que nosotros la terminemos? Eso no tiene sentido —declaró Salomón, cabizbajo.
—En este mundo suceden cosas que no tienen sentido, joven, así es este mundo de piedra —comentó Stolas intrigado por el joven que tenía delante.
—Puede que este sea un mundo de piedra, pero aún así los detendré aquí y ahora para proteger a toda la gente de Israel —declaró Salomón, siendo rodeado por su aura de Maná.
—Stolas, recompensemos la valentía de este joven y luchemos con toda nuestra fuerza —dijo Agares con una ligera sonrisa.
—Justo estaba pensando lo mismo, mi buen amigo.
—¡Terrakinesis: Mundo de Piedra!
—¡Domain of Astros: Mars! (Dominio de los Astros: Marte)
—¡Catastrophe Bestiarum! (Catástrofe de las Bestias)
La Taumaturgia humana y demoníaca chocaron por primera vez en siglos, las tierras de Israel temblaron durante el enfrentamiento. Salomón fue reconocido por ambos Príncipes como un prodigio sin igual, pero debido a su falta de experiencia, todavía no podía ponerlos contra las cuerdas, por lo que sin más opciones usó su mejor arma, el Ars Goetia.
Por primera vez en el combate, Stolas y Agares sintieron miedo cuando unas cadenas escarlata emergieron del rubí en el anillo de Salomón, atrapándolos para luego absorberlos dentro de la gema. Este era el aterrador poder del Ars Goetia, todo Demonio que era atrapado por sus cadenas, era sometido por un Contrato de Esclavitud, teniendo que responder a todas las órdenes de su ahora nuevo invocador y Salomón era incluso capaz de usar los poderes de los Demonios que atrapaba con el Ars Goetia, pero estos estaban reducidos un cincuenta por ciento.
Tras su primera victoria contra las fuerzas de Samael, Salomón siguió entrenando su Taumaturgia y aprendiendo sobre los Demonios para los enfrentamientos que le deparaban.
En poco tiempo, fue sumando a más miembros de la Realeza del Infierno a sus tropas. Bael, Samigina, Amon, Barbatos, Paimon, Andrealphus, Bathin, así hasta tener a los setenta y dos Demonios que conformaban la Realeza del Infierno, aquellos que solo estaban por debajo de los Siete Soberanos del Infierno, Samael, Amón, Leviatán, Belfegor, Mammón, Beelzebub y Asmodeo.
En cada batalla contra aquellos Demonios de alto rango, Salomón se hacía más fuerte, logrando la cima del Dominio del Tiempo a los veinte años, se había vuelto el Mago más poderoso de su época.
Y como Rey, también fue reconocido por Israel y por otros reinos vecinos, llevó su nación a una de sus mayores eras de prosperidad, aumentando enormemente el comercio, creando hermosos templos que perdurarían por milenios y aumentando sus fuerzas militares hasta tal punto que nadie se atrevía a declararles la guerra.
Con todo Israel en paz, Salomón dedicó gran parte de su tiempo a seguir adquiriendo conocimientos, estudiando todo tipo de ciencias con ayuda de la Realeza del Infierno que ahora le servía.
—¡Fascinante, Stolas! Nunca pensé poder estudiar este fenómeno que llamas "agujero negro" —confesó jovial mientras tomaba notas de todo lo que veía mediante las proyecciones del Príncipe Búho.
—Hmpf, ustedes los humanos están sumamente atrasados en la astronomía, yo ya he estudiado el Cosmos desde hace tres mil años —comentó Stolas divertido.
—Su majestad, he terminado los planos para el próximo templo, pienso que será del agrado de la gente —informó Malphas, un Presidente del Infierno que tiene apariencia de un cuervo humanoide.
—¡Ah, es perfecto! Los embajadores de otros reinos se sentirán como en casa al ver esta mezcla de culturas —dijo con una sonrisa de entusiasmo para luego ver un reloj de arena que tenía en una mesita—. Oh por YHWH. Paimon, lamento que se nos haya pasado nuestra hora para filosofar.
—Hehehe, puedo esperar el tiempo que haga falta, su majestad —replicó aquella mujer Demonio con ropas reveladoras y joyería dorada—. Usted es el único humano que ha podido superarme en el arte de los debates filosóficos.
Hubo una buena parte de la Realiza del Infierno que siempre iba a decir con total orgullo, que el único humano que se había ganado su respeto fue Salomón. Pese a haber sido derrotados por él, el carácter único del Rey les llamó bastante la atención. No le importaba que fueran Demonios, para Salomón ellos eran igual de valiosos que sus soldados y Magos humanos, siempre recurría a ellos para aumentar su sabiduría y dominar aún más su Taumaturgia y nunca los trató como esclavos. Incluso en La Más Grande Epopeya, Salomón admitiría que aquellos Demonios fueron los únicos amigos verdaderos que tuvo en vida, pero entonces, ¿por qué al Rey de los Magos no le gustaba usar el Ars Goetia miles de años después?... Porque le recordaba a la vanidad que lo hizo caer.
Con el conocimiento que fue adquiriendo, Salomón miró a toda la creación y vio que todo estaba vacío, todo desaparecería, incluyéndolo a él. Entonces, ¿por qué vivía? ¿Para que se había esforzado tanto en ser un Rey y un Mago? Le tenía miedo a la muerte, por lo que cada día se esforzaba más y más en dejar un legado que perdurara durante milenios para nunca ser olvidado. Se rodeó de lujos y de mujeres, deseando disfrutar todos los placeres mundanos mientras pudiera. Llegó a tener setecientas esposas, todas de reinos vecinos y trescientas concubinas, acumuló gran fortuna con sus empresas y con la ayuda de la Realeza del Infierno, pero al final todo eso solo fue vanidad.
Al enfocarse tanto en ser recordado, Salomón olvidó lo que era vivir la vida, disfrutar cada pequeño momento e ir paso a paso. Fue esa misma vanidad lo que llevó a Israel a la ruina nuevamente.
La gente de Israel se llenó de tantos lujos materiales, que olvidaron las virtudes que realmente importaban y eso hizo que el reino entrara en decadencia.
Un ya anciano Salomón, no podía hacer nada para evitar el futuro que le deparaba a Israel, la separación total del Reino y posteriores conquistas, predicho incluso por sus Demonios con la capacidad de ver el futuro.
Antes de morir, escribió el Eclesiastés, un libro que formaría parte de la Biblia miles de años después. En él, explicó que el origen del sufrimiento proviene de la no aceptación de la mortalidad del ser humano y de lo finito de sus posesiones, del deseo ilógico de querer ser como Dios. Cuando el hombre se reconoce y se acepta, frente a Dios, como criatura finita y mortal, conquista la libertad de disfrutar de la vida y de sus dones sensacionales. Una lección que a Salomón le hubiera gustado entender cuando era más joven.
Estando en cama, en sus últimos momentos, los únicos que estuvieron a su lado fueron aquellos seres del averno que se volvieron su mayor compañía durante toda su vida. Los miembros de la Realeza del Infierno que se volvieron sus amigos, Stolas, Agares, Vassago, Bathin, Malphas, Paimon, Bael, Belial, Naberius, Astaroth y Gremory.
—Mi amigos... todos mis amigos, gracias por estar aquí —dijo Salomón con voz débil y mostrando una sonrisa con casi todos sus dientes ya caídos.
Al ver a quien consideraban un igual en ese estado, la Realeza del Infierno hizo algo que pensaron que era imposible: llorar.
—Descansa, Salomón, ya no tienes nada de qué preocuparte, pronto estarás en el Paraíso donde mereces estar —dijo Stolas, tomándolo de las manos.
El Rey Salomón murió a la edad de sesenta años, después de su muerte, el reino de Israel fue dividido debido a insurgencias internas y más nunca volvió a ser igual.
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