Capítulo 91-El Dios de la Fortaleza
"Una determinación invencible puede lograr casi cualquier cosa, y en esto radica la gran distinción entre los grandes hombres y los comunes". Thomas Fuller.
Oeste de la India, año 2050...
Todo mundo conoce a los denominados "héroes griegos". Entre ellos están, El Rey de Atenas, Teseo; La Cazadora Imparable, Atalanta; El Gigante Cazador, Orión; El Campeón de los Dioses, Perseo o Aquiles, El Héroe de los Pies Ligeros. Pero de entre todos ellos, solo uno pudo alzarse en la cima del Olimpo como un verdadero Dios.
¿Fue acaso por sus hazañas superhumanas?
¡NO!
¿Fue por su linaje divino?
¡NO!
¿O fue acaso por la generosidad de otros Dioses?
¡¡¡NO NO y NO!!!
En toda la historia del Panteón Griego, él es el único héroe digno de alabanzas, forjó su propio camino valiéndose de su fuerza, su familia, amigos y de las memorias de sus fallecidos hijos y esposa. El Dios de la Fortaleza, de la Justicia, el Honor y la Protección, aquel que ante la Diosa Hera declaró: "algún día derrotaré a Zeus y los liberaré de este tirano". Ese fue Heracles, el más noble y el más fuerte de entre todos los héroes de Grecia. Quien liberó al Panteón Griego de una tiranía de miles de años, coronando a su hermana Atenea, como nueva gobernante e iniciando un periodo de paz que ha perdurado hasta el día de hoy.
Ahora él estaba parado ante el Séptimo Avatar de Visnú, Rama, tras haber recibido uno de sus ataques más poderosos mediante su Astra. Sin embargo, Heracles estaba imperturbable, pese a las heridas que adornaban su cuerpo, aquella sonrisa llena de emoción y jovialidad seguía ahí, su espíritu de lucha seguía desbordándose en forma de chispas celestes por todo su cuerpo.
—¡Yeaaahhhhh! ¡Me duele como el infierno! ¡Ese fue un excelente ataque, Ramaaaaa! —gritó con euforia.
—Imposible... ni siquiera Ravana se pudo mantener de pie tras recibir ese ataque —pensó Rama, frunciendo el ceño.
—Prepárate... ¡porque ahora iré con toda mi fuerza! —declaró sanando sus heridas rápidamente mediante su Taumaturgia Curativa, aunque al ser heridas de un Astra, este proceso tardaba un poco más.
Rama empezó a recitar los mantras para lanzar su Chakram otra vez, pero en menos de un parpadeo, Heracles ya estaba cerca de él, teniendo que bloquear una patada alta suya que le terminó partiendo el brazo derecho donde tenía el Astra. El Semi-Dios griego tomó el Chakram y lo lanzó lejos, golpeando a Rama con una serie de golpes y patadas bajas con una precisión milimétrica a sus puntos vitales, imposibilitándole un contraataque.
—¡Ira, Sfyrí pou Trypáei tous Ouranoús! (Hera, Martillo que Perfora los Cielos)
Heracles lanzó un golpe directo, haciendo girar su golpe a alta velocidad para potenciarlo con la fuerza de rotación, conectándolo de lleno. Rama salió disparado como cohete, tenía una herida profundo que de milagro no atravesó por completo gracias a su resistencia divina, pero los vómitos de sangre no se hicieron esperar, de nuevo estaba contra la espada y la pared.
—Por los Dioses, ¿Cuánto más puede aguantar este monstruo? —pensó Rama, recuperándose de su herida casi mortal mediante su propia Taumaturgia Curativa.
—No me quiero ni imaginar a todos los desafíos a los que te tuviste que enfrentar como Semi-Dios y como un Dios completo para obtener esa fuerza —comentó Rama, volviéndose a poner de pie.
—Hice una promesa a unas mujeres que respeto hace tiempo, de que me volvería el más fuerte de toda Grecia para derrotar al maldito asqueroso de Zeus —relató mientras hacía tronar sus puños—. Y así seguí, Panteón tras Panteón, desafiando a los más fuertes Dioses que me encontré en mi camino y aprendiendo también de los mejores. Karttikeya, Jibril, Nezha, Quetzalcóatl, ¡todos ellos me ayudaron a forjar mi camino parar llegar hasta donde estoy ahora!
—Bien, aún me quedan suficientes fuerzas como para seguir —dijo Rama, con una ligera sonrisa para luego invocar un escudo de plata y un garrote hindú con púas—. Te derrotaré, yo a ti te derrotaré... ¡por mi orgullo, por Sita, por todos los que me ayudaron en mi epopeya, como honorable Séptimo Avatar del Dios Visnú, esta será mi victoria!
—¡Por mi familia y amigos, por el infinito amor a las artes marciales, por mi orgullo como uno de los Dioses del Olimpo, esta será mi victoria! —gritó Heracles de regreso, siendo rodeado por su intensa aura eléctrica.
Rama arremetió contra Heracles aprovechándose de su gran velocidad, evitando sus golpes y atacando justo cuando los lanzaba para apuntar a sus puntos vitales desprotegidos.
No solo eso, sino que el escudo que ahora portaba era especial, ya que usaba la misma fuerza de rotación que usó Heracles hace poco para desviar sus golpes, dándole así a Rama otra apertura para conectarle un poderoso golpe con su garrote a Heracles en todo el rostro, pero lo único que consiguió fue romperle la nariz y hacer que sonría más.
Heracles contraatacó con una patada directa en el estómago que arrastró a Rama diez metros. El Séptimo Avatar de Visnú se colocó de inmediato en una postura baja con su escudo al frente.
—¡Paayarokinesis X Erokinesis: Vinaash ke Devata ka Krodh! (Pirokinesis X Aerokinesis: Ira del Dios de la Destrucción)
—¡Ilektrokínisi: Aspída Chilíon kataigídon! (Electrokinesis: Escudo de las Mil Tromenta) —conjuró Heracles, viendo venir el poderoso golpe.
Rama fue rodeado completamente por un fuego divino y combinándolo con el elemento viento para obtener una velocidad abismal, convirtiéndose en un objeto imparable contra el escudo inamovible de Heracles, el cual estaba hecho de su Aura Elemental de Electricidad, la cual el propio Rama podía testificar que estaba a al par con la de Arjuna, otro usuario de esta misma aura que conoció en el Reino de los Devas. ¿Qué pasara cuando la lanza que todo lo atraviesa se enfrente al escudo que todo lo detiene? La respuesta es sencilla, ambos ceden.
Al chocar los dos conjuros, los dos héroes antiguos salieron volando por los aires, dándose una dura caída contra el suelo.
—¡Yeeeaaaaahhhhh! ¡Hay que hacerlo otra vez, hay que hacerlo otra vez! —gritó Heracles casi de forma infantil
—Preferiría no volver a intentarlo hasta otra reencarnación —bromeó Rama, a pesar de lo adolorido que se encontraba.
Ambos oponentes se pusieron de pie nuevamente, tomándose unos segundos tras tomar sus posturas en lo que lo único que hacían era mirarse fijamente en silencio, mientras el viento soplaba en el terreno que había dejado un desastre con su destructiva lucha.
—¿Cuál será mi siguiente movimiento? ¿Un golpe directo? ¿Un Chop? ¿Una patada o rodillazo? ¿Tal vez un cabezazo? —analizaba Heracles para sus adentros, queriendo medir sin margen de error su siguiente movimiento. Había luchado con todas sus fuerzas desde el principio para así no descuidarse ante Rama, quien era un oponente formidable—. Si vuelve a usar otro Astra, ahora ya sé cómo contrarrestarlo, es ahora o nunca, usaré mis dos conjuros más poderosos cuando la situación lo amerite.
—Tengo una oportunidad, el todo por el todo para poder ganar, no sé cuánto Maná pueda seguir usando para poder sanarme, cada herida que me hace sería una muerte instantánea para cualquier otro —pensó Rama, frunciendo el ceño—. Si fallo... mis posibilidades de victoria serán casi cero.
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Sin pensarlo ya dos veces, Rama silbó a los cuatro vientos y el Chakram que Heracles había lanzado a varios kilómetros de distancia venían regresando hacia. El Semi-Dios griego quiso evitarlo, pero Rama fue mucho más rápido.
—¡Edikinesis: Vah Talavaar Jisane Svarg ko Vibhaajit kar Diya! (Adeikinesis: La Espada que Partió los Cielos)
Rama conjuró una espada de vacío de proporciones titánicas, lanzando un corte que le provocó un corte profundo a Heracles y cortó cerca de trescientos kilómetros del terreno donde peleaban, generando una fisura cuya profundad era incierta. Heracles escupió sangre y su pecho se convirtió en una fuente roja, no pudo evitar que Rama recuperar su Chakram, por lo que se apresuró a sanar dicha herida y a preparar su contraataque ante esta situación tan adversa.
—¡Om Namah Shivaaya. Shivaaya Namaha Om. Shivaaya Namah Om. Shivaaya namaha om, namaha Shivaaya. Shambho Shankara namah Shivaaya. Girijaa Shankara namah Shivaaya. Shambho Shankara namah Shivaaya. Girijaa Shankara namah Shivaaya. Shambho Shankara namah Shivaaya! —mientras más se extienda el Mantra, más poderoso se volverá el Astra a cuestión a costa de una mayor energía del usuario.
—¡Ilektrokínisi: I Katastrofikí Kataigída tou Tyránnou tou Olýmpou! (Electrokinesis: Tormenta Destructora del Tirano del Olimpo)
Rama lanzó su gigantesco Chakram potenciado también con su Maná de fuego, mientras que Heracles lanzó literalmente un tornado al haber conjurado una temible tormenta eléctrica. Ambos ataques colisionaron, ninguno cedía al otro, toda la India estaba temblando ante el choque de los poderosos, llamando incluso la atención del Semi-Dios Arjuna, quien se encontraba en ese país defendiéndolo de la amenaza de Atila el Grande, pero al sentir el colosal poder de las dos Leyendas pensó que tendría que intervenir si esto seguía así.
Los dos ataques se nulificaron el uno al otro sin que haya un claro ganador, pero una fuerte lluvia torrencial cayó en el campo de combate producto de la Taumaturgia Elemental de Heracles. Rama no se iba a dar por vencido, por que volvió a concentrar su energía en el ataque y empezó a recitar nuevamente el mantra, pero gracias a la lluvia que llegó junto a su poderoso conjuro, Heracles tenía su carta de triunfo preparada.
—¡Ilektrokínisi. Anótato Xórki: O Vrychithmós tis Protogenoús Kataigídas Titánas! (Electrokinesis. Conjuro Supremo: Rugido del Titán Primigenio de la Tormenta) —conjuró con una sonrisa de oreja a oreja.
Rama abrió los ojos como platos, había perdido, con la tormenta eléctrica ya reinante por el conjuro anteriormente lanzado, el Conjuro Supremo se potenció aún más, cayendo sobre Rama lo equivalente a un millón de rayos de tormenta al mismo tiempo. Su cuerpo quedó casi por completo calcinado, sus brazos fueron reducidos a cenizas y su Astra cayó al suelo, si sanaba sus heridas con Taumaturgia Curativa, entonces se quedaría prácticamente sin nada de fuerzas y perdería de todas maneras.
Sin embargo, aquel Conjuro Supremo también le pasó factura a Heracles.
—Carajo... en serio debí haberle prestado más atención a Atenea y a Hera antes, hace tiempo que no necesitaba usar mi Conjuro Supremo —pensó sintiendo una jaqueca invadirle.
"Tienes cantidades de Maná absurdas por ser hijo de Zeus, pero malgastas demasiado, no tienes la precisión que otros más experimentados tenemos", fueron las palabras de Hera a Heracles en el tiempo en el que hicieron las paces. El uso excesivo de Maná era un defecto que Heracles tenía cuando todavía era un Semi-Dios y que eliminó al volverse un Dios completo, pero al regresar a aquel cuerpo, regresó al mal hábito debido a la diferencia en su cantidad de Maná y al uso de la Taumaturgia Curativa que gastaba el doble.
En aquel momento crítico en el que Rama se encontraba, un recuerdo vino a su mente, la noche en la que perdió a la mujer que más amaba en su vida. Tal y como Heracles dijo, mientras se tenga en mente nuestra razón para luchar, nos podremos levantar las veces que hagan falta.
—Heracles, ¿sabes lo que se siente perder a la persona que más amas? —preguntó Rama, cabizbajo mientras se regeneraba.
—Es un dolor que te sigue acompañando incluso después de la muerte o como Dios —respondió con cierta melancolía.
—Sí, pero a diferencia de ti, lo de Sita fue totalmente mi culpa.
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