Capítulo 89-Las Razones para Luchar
"La gente extraordinaria sobrevive bajo las circunstancias más terribles". Robertson Davies.
Oeste de la India, 2050 D.C...
El feroz combate entre Heracles y Rama continuaba, El Séptimo Avatar de Visnú había curado las heridas que había recibido en capítulos anteriores mediante su Taumaturgia Curativa, pero no había podido remontar en el combate. La abrumadora fuerza bruta de Heracles, sumada a su enorme conocimiento en las artes marciales le resultaba una muralla gigantesca que incluso para una Leyenda como él, le era difícil cruzar.
Por su parte, Heracles estaba disfrutando de aquel combate como nunca antes lo había hecho, extrañaba estar en aquel cuerpo mortal combatiendo en el mundo de los mortales donde nació. Era la primera vez en milenios que tenía que usar todos sus trucos para poder ganar, cuando veía a Rama, se imaginaba un tigre más grande que cualquier otro gigante al que se haya enfrentado antes.
El poderoso Semi-Dios griego atacó constantemente a Rama con Golpes Chop como los del Karate tradicional en horizontal, el Avatar los esquivaba sin parar, sabía que bloquearlos sería peor sabiendo la fuerza que tenía su oponente. Rama se deslizó en un parpadeo a un costado de Heracles, logrando hacerle un corte profundo en el hombro derecho que expulsó sangre de forma preocupante.
Con una extremidad de su oponente temporalmente incapacitada, Rama utilizó su Astra para atacar con varias esferas hechas de rayos eléctricas de Maná, dicha técnica no paraba de perseguir a Heracles e incluso el más ligero roce le causaba quemaduras en su cuerpo resistente ya de por sí a la electricidad por su propia Taumaturgia Elemental.
—¡Dos pueden jugar a ese juego! —exclamó con una sonrisa de emoción neurótica—. ¡Ilektrokínisi: Ionikí Trochiá! (Electrokinesis: Órbita Iónica)
Heracles conjuró también esferas de rayos, manipulándolas mediante el movimiento de sus dedos índice para así destruir la anterior técnica de Rama, liberándose de una enorme molestia.
—¡Paayarokinesis: Yuddhakshetr ka Ujaad! (Pirokinesis: Desolación del Campo de Batalla) —conjuró rápidamente para no darle tiempo a responder.
El campo de batalla en menos de un segundo a otro se transformó en parte del Naraka, todo se prendió fuego y de la tierra surgieron centenares de jabalinas ardientes que buscaban empalar al griego.
—¡Ydatokínisi: Theía Manía tou Poseidóna! (Aquakinesis: Furia Divina de Poseidón)
Reaccionando más rápido, Heracles creó una construcción elemental de agua gigantesca de su tío, El Tirano de los Mares, Poseidón, con la cual golpeó el campo de batalla, extinguiendo el anterior conjuro de Rama para luego acortar distancias con él.
—¡Ívi, Fýsima sto Pnévma! (Hebe, Golpe al Espíritu) —gritó con su espíritu de lucha rebosante.
Rama se bloqueó en el último segundo, pero cuando parecía que el golpe de Heracles iba a impactar, se detuvo de repente, pero esto solo era parte de su técnica. Aquel golpe seguía el principio del Golpe de Una Pulgada, por lo que al concretarse la técnica, Rama sintió como si un meteorito le hubiera impactado de lleno, saliendo disparado tras un boom sónico con su brazo derecho roto, teniendo que curarlo lo más rápido posible.
—¡Yeaaaaahhhh! ¡Así se hace, Rama! ¡Estás luchando como ningún otro guerrero mortal que haya visto! —exclamó Heracles, con éxtasis—. ¡Levántate, levántate! ¡Continuemos hasta estar satisfechos! ¡Si necesitas fuerzas para continuar, entonces solamente recuerda las razones por las que luchas!
—¿"Las razones por las que lucho"? —inquirió cabizbajo.
—¡Yeaaahhhhh! ¡Mientras recuerdes tus convicciones para luchar, entonces podrás levantarte las veces que hagan falta! —gritó con una emoción y júbilo contagiosos—. ¡¿No quieres cumplir tu deseo?! ¡Entonces exprime hasta la última gota de poder que tienes! ¡Después de todo, tú y yo siempre estuvimos destinados a encontrarnos aquí!
—¡Hahahahahaha! Hermano mío, tu espíritu de lucha es muy ruidoso, pero tu pasión por el combate es algo admirable, me recuerdas a mi viejo amigo Hánuman —comentó Rama, recuperando su jovialidad del principio. El Séptimo Avatar de Visnú recordó aquel día en el que perdió a Sita y su alma se inundó en el dolor, deseaba con todas sus fuerzas el volver a verla y pedirle perdón por lo ocurrido—. Tienes razón, Heracles, ambos estamos aquí para poder cumplir nuestras más profundas ambiciones, ¡quien no esté dispuesto a calcinar su alma hasta que esta se consuma, nunca podrá ver sus sueños hechos realidad! ¡Quien gane o pierda no importa, demos todo de nosotros en este combate!
—¡Siiiiii! ¡Ese es el espíritu, Rama! —gritó Heracles, levantándole el pulgar a su oponente.
—Sí, esto es lo que estaba esperando desde hace mucho, ¡una nueva aventura, nuevos rivales! ¡La Más Grande Epopeya es mi décimo cuarto trabajo! —pensó Heracles, con una inmensa alegría inundándolo en esos momentos—. Rama, Séptimo Avatar de Visnú... ¡eres jodidamente fuerte!
Rama soltó un fuerte silbido al aire y de un portal en el cielo, emergió el antiguo Vímana que alguna vez le perteneció a Ravana, tras haberlo derrotado, Rama se lo quedó como un trofeo de guerra.
De un solo salto, el gran héroe hindú se subió encima de él, desapareciendo su espada e invocando el arco Pinaka, el legendario arco del Dios Shiva que Rama obtuvo junto a otros Astras en su vida anterior. Con esta nueva arma, una lluvia de flechas de fuego fueron lanzadas contra Heracles, quien corrió lo más rápido que pudo para evitar los constantes disparos de Rama.
—¡Creo que necesito algo de ayuda por aquí! —exclamó sudando frío durante su huida—. ¡Oye Yolao, cuando quieras!
Un grito de guerra se escuchó en el campo de batalla, al igual que con el Vímana de Rama, del cielo apareció un joven de rasgos griegos de veinte años, de cabello castaño y ojos ámbar, su físico era bastante musculoso para su corta edad, portaba una armadura de bronce de diseño griego junto a una capa de color rojo. Estaba conduciendo un carruaje griego de combate tirado por dos caballos que eran capaces de ir por los cielos. Aquel joven, era Yolao, el inseparable sobrino de Heracles, incluso miles de años después, regresó a su lado en La Más Grande Epopeya como un Legendarium, pilotando su carruaje. En toda la antigua Grecia, él fue el único que podía realizar tal hazaña debido a la enorme fuerza de agarre con la que nació, siendo capaz desde pequeño de convertir el grafito en diamante nada más con apretarlo entre sus dos manos.
—¡Tío Heracles, súbase rápido!
Heracles tomó de la mano a Yolao, subiéndose a su carruaje e invocando otra de sus armas más características además de su garrote, el arco.
—¿Veneno? ¿Acaso sus flechas están envenenadas? —pensó Rama, frunciendo el ceño al poder sentir el veneno gracias a sus sentidos divinos.
—¡Ilektrokínisi: Keravnoí Kynódontes! (Colmillo del Relámpago) —conjuró creando flechas hechas de Maná eléctrico.
Una batalla aérea comenzó en los cielos de la India, Rama podía pilotar el Vímana únicamente con su mente, Yolao demostraba su maestría en el carruaje, esquivando los continuos ataques del Avatar y permitiéndole a tu tío atacar sin muchos problemas.
https://youtu.be/LoffFWhvtZc
—Edikinesis: Svarg ke Devata ka Domen (Adeikinesis: Dominio del Dios de los Cielos) —conjuró Rama, creando otro Círculo de Maná, esta vez de color grisáceo.
Por primera vez en el combate, Heracles puso una expresión de extremo terror.
—¡Yolao, maniobras evasivas, rápido! —advirtió frunciendo el ceño.
—¡Sí, señor! —exclamó Yolao.
El carruaje se movió por todo el cielo de la India, recibiendo ligeros cortes de ataques que eran totalmente invisibles para la vista de ambos héroes griegos.
—¡¿Qué está sucediendo, tío?! —exclamó Yolao, anonadado.
—Es el Elemento Vacío, la Derivación Elemental más difícil de controlar de todas —explicó tratando de trazar una estrategia—. En Grecia, los únicos que conocí que eran capaces de usarlo eran Hera, Quirón y Porfirión. Ni siquiera el bastardo de mi padre era capaz de usarlo. Lo peor de este Elemento, es que a diferencia del Viento, este es completamente imperceptible, soy incapaz de predecir sus ataques con ese elemento. Lo derribaré rápido para evitar que vuelva a usar un conjuro así, ¡Ilektrokínisi: Geráki pou Ypsónetai Stous Ouranoús tou Olýmpou! (Electrokinesis: Halcón que Surca los Cielos del Olimpo)
Heracles creó una flecha hecha de rayos, concentrando una gran cantidad de Maná para luego dispararla, convirtiéndola en un colosal halcón que voló hacia Rama a la velocidad de la luz, el Avatar estaba consciente de que recibir ese ataque significaría su derrota inmediata, pero no lo iba a permitir por nada en el mundo.
—¡Om Gum Ganapataye Namaha!
Con aquel mantra, Rama desató el poder de su arco, disparando una flecha escarlata que tomó la apariencia de una construcción de Maná del Dios Hindú Ganesha. Ambos ataques colisionaron, generando una explosión cegadora que despejó los cielos en los que estaba luchando por completo.
Rama se aprovechó de esto para conectar otro de sus conjuros del Vacío contra el carruaje de Heracles, haciendo que se estrechen en la tierra, dejando un cráter de diez metros de profundad.
—¡Yolao! —exclamó Heracles, cargando a su sobrino en brazos, tenía un brazo roto y sangraba por la frente.
—Lo siento, tío Heracles, no pude serle de gran ayuda —dijo Yolao, debilitado tras la caída.
—Lo hiciste bien, muchacho, siempre será un honor contar contigo en mis aventuras —aseguró Heracles, dedicándole una sonrisa paternal al chico—. Descansa, te lo ganaste.
Heracles hizo desaparecer su carruaje y a Yolao, saliendo del cráter para encarar a Rama, quien se bajo de su Vímana.
—¿Por qué no usaste tus flechas que están envenenadas contra mi? El más mínimo corte con ellas me podría haber matado en poco tiempo, ya que se puede deducir que ese veneno es eficaz incluso contra divinidades —interrogó Rama.
—No sería honorable ganar contra ti usando el veneno de la Hidra de Lerna, estas flechas solo las uso contra gente despreciable a la cual no respeto en lo más mínimo —respondió haciendo desaparecer también sus flechas y su arco.
—¡Hahahahahaha! Como se esperaba del más grande héroe de Grecia —comentó Rama, entre risas joviales.
—¡Bah!... No me llames héroe, yo no me considero un héroe... la gran mayoría de cosas que hice fueron por beneficio personal más que por un altruismo puro y sincero —declaró rascándose la nuca con algo de pena.
—Eso no importa, tu corazón es el de una persona bondadosa y tu honor supera al de muchos otros guerreros contra los que combatí en la guerra contra Ravana —replicó Rama, con sinceridad—. Me alegro de estar teniendo esta gloriosa lucha contra ti en estos momentos, eres más que digno para ser mi oponente.
—Lo mismo digo —replicó Heracles, poniéndose en guardia para continuar con el duelo.
Rama comenzó a entonar cánticos hinduistas, haciendo que sus flechas y su arco brillaran de un dorado divino. Las flechas de Rama se convirtieron en disparos de luz divina, Heracles concentró todas sus fuerzas en sus piernas para poder evitar los tiros de su oponente, esperando el momento indicado para poder acercarse, pero era complicado dada la velocidad de los disparos y a la precisión divina de Rama.
—¡Ilektrokínisi: Eíkosi Spíthes! (Electrokinesis: Veinte Chispazos) —conjuró, volviéndose más rápido que las flechas y cuando estuvo a pocos metros de Rama, junto sus dos manos y empezó a girar a gran velocidad para cargar la fuerza cinética—. ¡Ívi, Gigantoktóno sfyrí! (Hebe, Martillo Matagigantes)
Heracles logró a conectarle a Rama un golpe de martillo cargado, que lo estrelló contra la tierra y generando otro gran terremoto. Pero sin perder el tiempo, Rama conjuró para poder crear un torbellino de fuego que por poco atrapa a Heracles de no ser porque se apartó a tiempo.
El Séptimo Avatar de Visnú se levantó de un solo salto, deshaciendo su arco y en su lugar, invocando un chakram, un arma arrojadiza en forma de disco capaz de decapitar a un ser humano de forma limpia y precisa. Rama empezó a hacer girar el disco en sus manos, siendo rodeado nuevamente por esa aura divina.
—¡Om Namah Shivaaya. Shivaaya namaha om. Shivaaya namah om!
El chakram fue rodeado también por aquella aura dorada y creció de tamaño, pudiendo abarcar fácilmente un pueblo entero. Rama lo lanzó hacia el Semi-Dios Griego, quien con una sonrisa de oreja a oreja, decide recibir el ataque de frente.
—¡Ilektrokínisi: Vrychithmós Olýmpou! (Electrokinesis: Rugido del Olimpo)
El Semi-Dios griego generó una creación elemental de Maná de todos los Dioses del Olimpo, menos Zeus, atacando todos juntos al Astra de Rama, resultando en otra explosión de proporciones bíblicas, incluso obligando al Avatar a enterrar sus manos en la tierra para evitar salir volando por los aires.
Cuando la nube de polvo y ceniza se disipó, Heracles tenía varias heridas alrededor de su cuerpo, principalmente quemaduras de tercer y cuarto grado, pero aún seguía manteniéndose de pie con aquella sonrisa imborrable en la cara.
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