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Capítulo 82-Después del Caos

"El hombre que más necesita vacaciones es aquel que acaba de tenerlas". Elbert Hubbard.

Habían pasado tres días desde el ataque de Atila el Grande a Lima, Perú, durante ese tiempo Fahrenheit 451 había colaborado en las operaciones de rescate de civiles que no pudieron haber sido evacuados a tiempo durante las primeras horas del ataque, pudiendo rescatar a más de un centenar de civiles que quedaron atrapados entre los escombros de la ciudad. 

El Presidente Agustín Cerro se vio envuelto en mucha polémica debido a sus tratos con Túpac Amaru y por ende, con Atila el Grande. El Tribunal Supremo de Justicia abrió una investigación de dichos acuerdos, pero las cosas no parecían ir a su favor. 

El pueblo peruano se había unido ante la tragedia, múltiples grupos de ayuda se unieron a la causa para ayudar a todos los damnificados del desastre, incluso la ONU y la Fundación Von Stromheim se habían unido para levantar a Lima de sus cenizas cual ave fénix.

Tras esos días de servicio y de duras batallas contra los esbirros del mal, el equipo Fahrenheit 451 decidió tener un día libre antes de regresar a Estados Unidos, por lo que fueron a pasar el día en la playa de Puerto de Máncora, en la Provincia de Talara. Era un lugar famoso gracias a su grandioso clima, que permitía varias actividades en sus playas, entre ellas el surf. Alquilaron una carpa con mesas y sillas, trajeron cavas llenas de hielo y cerveza, y por supuesto, radios de música.

—¡Bienvenidos a Puerto de Máncora, equipo! ¡Es hora de disfrutar! —exclamó Kira jovial, junto a varios aplausos y victoreos de sus amigos.

—¡Wow!... ¿Esta es una playa? Nunca había visto una desde tierra —confesó Siegfried, maravillado por el paisaje que tenía delante.

Parece un niño pequeño —pensaron todos sus compañeros al verlo.

—¡Siegfried, Siegfried! ¿Qué te parece una carrera nadando hasta ese viejo faro? —preguntó Min-seon, emocionada.

—Oh, ¿eso es un desafío, Lady Ryu? Pues lo acepto con gusto —respondió con una ligera sonrisa.

Siegfried se quitó la camisa, pero el desconcierto llegó cuando Siegfried se quitó los pantalones con ropa interior incluida. Las mujeres del equipo soltaron un grito de vergüenza mientras su rostros se ruborizaban y se cubrían los ojos, Sucre se quitó su sombrero de mosquetero para cubrirse los ojos y Ryoma cayó al suelo sintiendo arcadas.

—Tranquila Kira, tranquila, respira hondo —musitó la mujer rusa, mientras evitaba darse la vuelta junto a Min-seon.

La única que de cierta manera no podía apartar la mirada completamente era Jane.

—¿Y ahora qué les pasa? —preguntó Siegfried, arqueando una ceja.

—¡Eso te lo tendríamos que preguntar a ti! ¡¿Qué diablos te pasa?! ¡¿No sabes lo que son los trajes de baño?! —le gritó Alastor.

—¿Qué? ¿"Trajes de baño"? —volvió a preguntar aún más confundido.

—¿Qué son trajes de baño? —preguntó Souji.

—Por lo que tengo entendido son ropas que se usan para nadar como forma de ocio —explicó Sucre.

Pasado ese momento vergonzoso, el equipo le terminó comprando a las tres Leyendas sus trajes de baño, vistiendo todos los hombres del equipo unos bermudas con diseños coloridos de estilo tropical, únicamente Sucre llevaba una camisa blanca sin mangas ya que el quería quedarse en la carpa a leer un rato. Kira llevaba un bañador asimétrico negro de un tirante del lado izquierdo de su cuerpo para ocultar lo mejor posible las quemaduras del resto de su cuerpo, ya que le producían algo de pena el mostrarlas en público; Min-seon llevaba un traje triquini celeste que no dejaba nada a la imaginación y Jane llevaba un bikini deportivo de morado con negro.

—¡En sus marcas... ¿listos?... Fuera! —anunció Min-seon, empezando su carrera de natación junto a Siegfried, Souji, Dwayne y Ryoma.

En tierra, Kira le estaba terminando de poner protector solar a Jane en la carpa.

—Ese Legendarium que mencionó Souji parece bastante útil —mencionó Kira a Sucre, quien estaba a su lado leyendo—. ¿Puedes poner "si equis persona se mueve, su corazón se paraliza"?

—Por más que mi Legendarium parezca poderoso, mi Capitana, tiene sus inconvenientes —explicó Sucre, destapando una cerveza para beber—. Está ligado a mi sentido de la justicia y para mí, la justicia abarca a todos, ricos y pobres, políticos, mercaderes, militares, etc. Si yo aplico una ley con Reforma, se aplica para todo el mundo, aliados y enemigos, por lo que siempre tengo que pensarla bien cuando quiero usarla.

—Aún así fue de mucha utilidad contra esa tal Titania, pudiste neutralizar por completo todos sus poderes de Hada, eres una gran adición al equipo, Antonio —aseguró Jane, con una dulce sonrisa.

—También tengo que agradecerles a vosotros, por haberme ayudado a recuperar la fe en mi propia nación y en el sueño que dejé atrás —confesó dedicándole una sonrisa a ambas mujeres—. Si consigo el deseo de Hístor, entonces volveré a donde me quedé en el pasado y me aseguraré de darle a Venezuela y a los demás países de Sudamérica un mejor futuro.

—Pues entonces cuenta con todos nosotros para lograrlo —aseguró Kira, con una mirada que inspiraba confianza y respeto.

—Mi espada y mi mente estratega ahora estarán a vuestro servicio, Capitana Pavlichenko.

En las aguas de Puerto de Máncora, Hades Shelley flotaba tranquilamente boca arriba, sintiendo el sol y el agua tocar cada parte de su piel. Nunca antes había intentado tal cosa, ya que siempre vio las playas como algo "ilógico", pero ahora quería disfrutar al máximo aquella experiencia. No tan alejado de él, Alastor estaba buceando un poco más hondo, buscando caracolas y algunos corales que pudieran haber, ya que son objetos que se suelen usar para la Taumaturgia.

Al final, la competencia de natación la terminó ganando Siegfried, seguido de Dwayne y Min-seon, dejando en último lugar a Souji y Ryoma.

Tras la competencia, Min-seon se reunió con Kira y Jane para ir a comprar unos helados para todos en un puesto cercano. Mientras caminaban, la mujer coreana le dio un pequeño golpe con las caderas a la doctora, junto a una sonrisa juguetona.

—No podías apartar la mirada de Siegfried, picarona —mencionó con humor.

—¿E-Eh? B-Bueno... no podría negarlo, si hablamos del aspecto físico, me siento bastante atraída por el suyo —confesó con las mejillas ruborizadas.

—Es algo mutuo, aunque Siegfried trate de disimularlo, cuando te pusiste el bikini él te vio como si fueras el último filete del desierto —señaló Kira, con humor.

—¡¿Qué?! ¡No puedes estar hablando en serio Kira! —exclamó Jane, con el rostro aún más rojo.

—Fui una agente de anti-terrorismo, Jane, al igual que tú me volví experta en el lenguaje corporal —replicó alzándose de hombros—. Tanto Siegfried como Souji están coladitos por ustedes.

—Ah, es que los dos hemos estado saliendo —reveló Min-seon, como si nada.

—¡¿Disculpa?! —exclamaron Kira y Jane al unísono.

—¡Hehehehe! Sí, después de lo de Chicago empezamos a salir, fue algo reciente —explicó entre risas, rascándose la nuca—. Solo nos hemos besado, no hemos tenido muchas citas dado que ocurrió lo de Lima.

—Hmpf, es bueno saber que tienen mejor suerte en el amor que yo, si algún día se casan asegúrense de hacerme la dama de honor  —bromeó Kira.

—No te preocupes, Kira-sunbae, algún día encontrarás a la persona indicada para ti —aseguró Min-seon, sonriéndole a su jefa y amiga.

—Lo dudo, ¿alguien alguna vez se sentiría atraído por este cuerpo lleno de quemaduras? —inquirió con melancolía mientras pasaba su mano derecha por los lugares de su cuerpo que abarcaban sus cicatrices.

—¡No deberías decir eso de ti misma, Kira! —exclamó Jane, con un rostro serio—. Eres una persona maravillosa, inteligente, amable, una gran líder, empática y siempre te ves genial cuando estás peleando. La persona que se enamore de ti, te querrá por lo que eres, sin importar tus cicatrices.

—Jane-nim tiene razón, y te lo digo como alguien que también tiene las cicatrices de su pasado —agregó Min-seon, con una sonrisa cálida—. Sin importar tus cicatrices, porque hay que ser honestas, de las tres tienes el mejor cuerpazo.

—N-No hacía falta mencionar ese último detalle —musitó ligeramente sonrojada y desviando la mirada.

—Mentira no es, tienes más pecho que yo —replicó Jane.

—¡Sí, pero no tienen que decírmelo en la cara! —exclamó apenada, sacándole un par de risas a sus amigas.

En la carpa de playa, los hombres del equipo hicieron un brindis con sus bebidas (Ryoma era el único que tomaba refresco), Dwayne sacó varias frituras de su mochila repartiéndolas entre todos.

—Esto es lo que necesitábamos después de estos días infernales —comentó Ryoma, después de un largo trago a su bebida fría—. Eso fue peor que lo de Kioto.

—La ciudad tardará lo suyo en recuperarse, uno de los mayores problemas será retirar el cadáver de aquel Gigante —mencionó Hades mientras comía unas frituras.

—Haré unas llamadas a la Sociedad de Magos, su tribu debe saber que fue utilizado por Atila el Grande y esa Hada —comentó Alastor, despreocupado—. Al menos así podrán darle un entierro digno según sus costumbres, es una víctima al igual que Lima.

—Es un gesto bastante noble, Sir Thorn —dijo Siegfried, dándole un trago a su cerveza.

—Sí, es lo mínimo que puedo hacer —confesó alzándose de hombros, para luego ver a las tres Leyendas que ahora los acompañaban—. ¿Saben? Nunca me agradaron los villanos, varios tratan de dar lástima contando sus trágicos pasados y luego ves a idiotas en internet diciendo "que los villanos tenían razón", cuando solo quieren justificar sus malas acciones. Siegfried, Souji... cuando los conocí pensé que solo eran imbéciles que querían hacer lo mismo, pero me he dado cuenta de que no lo son, nunca trataron de justificarse, se han esforzado por ser mejores personas. Y el Sr. Sucre me ha mostrado que no podía seguir odiando a todas las Leyendas por igual, porque no todas son malas personas. La verdad, me alegro que los tres se hayan unido al equipo.

—Gracias, Sir Thorn, su amistad significa mucho para mí —declaró Siegfried, con una ligera sonrisa.

—¡Hehehehe! ¡Nunca pensé que te sincerarías así, Alastor-dono! —exclamó Souji jovial.

—Es un gran hombre, Sr. Thorn, me hubiera gustado contar con un guerrero como tú entre mis filas —comentó Sucre, dándole un par de palmadas en el hombro.

Dwayne Milestone sonrió al ver la escena, podía ver claramente como el equipo nunca había estado tan unido como ahora.

—¡Larga vida a Fahrenheit 451! —exclamó con jovialidad.

—¡Larga vida! —exclamaron los demás al unísono, brindando para el futuro éxito en las demás misiones.

Las mujeres llegaron, con montones de helado para comer entre todos, disfrutando de aquel pequeño descanso después de duras batallas.




Palacio de Atila el Grande, Bangkok, Tailandia...

https://youtu.be/hccpZfM_g7k

En los aposentos de Atila el Grande, los gemidos de placer de Titania resonaban por todo su palacio donde residían él y el resto de los Generales Tiránicos. La Reina de las Hadas estaba completamente desnuda, en cuatro mientras Atila llenaba de placer su interior con cada movimiento de caderas suyo. El cuerpo del Hada estaba lleno de mordidas y rasguños producto del coito que habían estado teniendo. Cuando ambos llegaron al clímax, Atila el Grande le dio un último beso, mordiéndole el labio inferior hasta hacerlo sangrar.

El Rey de los Hunos la dejó tirada en la cama, tenía un asunto que atender con las últimas investigaciones de Paracelsus, por lo que materializó su armadura y abandonó sus aposentos. La Reina de las Hadas se quedó recostada en la cama, respirando pesado con ambas manos en el vientre, no tenía prisa por vestirse, pudor era una palabra que no conocía.

De entre las sombras, apareció Fūma Kotarō, el Shinobi Demoníaco. Se acercó a la cama y se arrodilló ante ella.

—¿Cuánto tiempo más seguirá con este juego? —preguntó con una ligera mueca—. Me parece denigrante.

—¿Ohhh? ¿Acaso te da pena ver coger a tu Reina, querido Kotarō? —preguntó la mujer Hada, con picardía.

—Por favor, un cuerpo desangrándose me produciría más placer que su cuerpo desnudo —respondió con indiferencia—. Tengo información importante que compartir, mis Rappas han encontrado al hombre que ha estado buscando. ¿Cómo deberíamos proceder? No es una Leyenda cualquiera.

—Envía a Lancelot du Lac por él, no le ganará, pero al menos veré que tan fuerte se ha vuelto desde que empezó La Más Grande Epopeya —ordenó con una sonrisa siniestra y una mirada lujuriosa, comenzando a jugar consigo misma, soltando más gemidos de placer—. ¡Ahhh! ¡No puedo esperar por volver a verlo, debe seguir igual de guapo que hace dos mil años!

—Ahhhh... a veces me arrepiento de no estar sirviendo a Atila —dijo Kotarō, con un suspiro de desagrado.

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