Capítulo 60-Un Misterio en La Más Grande Epopeya
"Lo imposible no puede haber sucedido; por tanto, lo imposible tiene que ser posible, a pesar de las apariencias". Agatha Christie.
Jane se encontraba en una cafetería de Quántico, comprando un panecillo para comenzar bien su mañana, tendría un reunión con el resto del equipo en donde escogerán a su próximo objetivo en La Más Grande Epopeya, también se hablaba de enviarla a ella, al Dr. Von Stromheim, a Alastor y a Siegfried para entablar conversación con las dos Leyendas que se habían adueñado de países enteros, Alejandro Magno y David, para así tratar de conseguir alianzas poderosas con otras Leyendas.
Cuando salió de la cafetería, fue interceptada por un joven de veinte años, de cabello pelirrojo y rizado, que andaba en silla de ruedas y vestía con una camisa con un logo de una banda de rock y pantalones grises.
—Disculpe, usted es Jane Lewis de Fahrenheit 451 ¿verdad? —dijo el chico, con algo de ansiedad.
—Así es, ¿qué necesitas? —preguntó con una sonrisa mientras le daba un mordisco a su panecillo.
—Me llamo Kevin Keller, ella es mi amiga, Stacey Cooper —Kevin le mostró a Jane una foto en su teléfono, de una chica de su misma edad, de cabello castaño largo y ojos marrones, vistiendo un estilo de ropa rockera—. Desapareció hace una semana.
—Lo siento, ya no trabajo para el FBI, pero con gusto te daré el número de unos colegas que se especializan en ese tipo de casos, me deben un favor —aseguró.
—En realidad, Dra. Lewis... creo que esto tiene que ver con las Leyendas —reveló el joven para desconcierto de la mujer de ojos morados—. Verá, Stacey fue a ver a su novio en Chicago, su novio es un guitarrista medianamente conocido por el norte. Iba a estar en Chicago unas semanas y Stacey fue a pasar el fin de semana con él, pero no ha vuelto desde entonces. Pensé que... no sé, tal vez simplemente quería dejar la universidad para estar con él, así que fuí a ver a sus padres para saber de ella y entonces, supe que algo andaba mal. Sus padres... no recordaban a su hija, como si nunca hubiera existido, incluso cuando les mostré su foto, no la reconocieron de ningún lado.
Para Jane también era algo antinatural, ningún padre sería capaz de olvidar a su hijo como si nada.
—Entiendo, hablaré con mi equipo sobre esto y no te preocupes, Kevin, llegaremos al fondo de esto —aseguró Jane, con una sonrisa rebosante en confianza.
—Gracias, Dra. Lewis —musitó Kevin, sonriendo esperanzado.
En la Mesa Redonda de la sede de Fahrenheit 451, todos los agentes estaban viendo un mapa de todo el mundo, con las ubicaciones de todas las Leyendas conocidas hasta la fecha, decidiendo su próxima misión, pero la reunión fue interrumpida por la repentina llegada de Jane.
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—Llegas tarde, Jane —señaló Kira, arqueando una ceja.
—Una disculpa Kira, pero parece que tenemos un nuevo misterio en nuestras manos, Calíope y yo hemos encontrado un montón de casos relacionados —explicó Jane, mostrando con la ayuda de Calíope una proyección holográfica de un mapa de los Estados Unidos, con varias equis marcadas en distintas ciudades de varios estados—. En los últimos meses, veinte mujeres han desaparecido, lo más extraño de estos casos es que la policía descubrió que todos los familiares de las desaparecidas no recordaban tener ningún parentesco con ellas, sus desapariciones fueron reportadas más tarde por amigos cercanos o parejas, pero ningún familiar con vínculos sanguíneos podía siquiera recordar alguna vivencia con ellas. Todos los reportes de la policía están en sus Relojes Proxie.
—Eso es... extraño, ¿será el Legendarium de alguna Leyenda que esté provocando esto? —se preguntaba Min-seon, con una mano en la barbilla.
—Alastor, ¿un Mago puede hacer algo así? —preguntó Kira, cruzada de brazos.
—Lo dudo, por lo que veo en todos los reportes, ninguna de las familias tuvo contacto con alguien sospechoso, hasta los mejores Magos Mentalistas tienen límites en cuanto a rango de efecto —explicó echándole un ojo a los reportes mediante su reloj—. Además, he trabajado en casos de Magos asesinos seriales antes y ellos tienen Modus Operandis mucho más cautelosos y menos llamativos que estos para evitar ser detectados.
—Entonces es oficial, parece que tenemos a una Leyenda asesino en serie —dijo Dwayne, intrigado.
—Jane, análisis —ordenó Kira, entrecruzando los dedos.
—La gran mayoría de asesinos en serie son hombre blancos entre veinte a treinta años, estamos hablando de una persona con una completa falta de empatía que desarrolló un Legendarium que borra las memorias de sus víctimas de todos sus familiares, es cruel, pero todas sus víctimas parecen ser de oportunidad —explicó mostrando las fotos de un hotel de cinco pisos en el centro de Chicago—. Según unos amigos de la policía de Chicago, el último lugar en donde las treinta mujeres fueron vistas por última vez, fue el Hotel Overlord, ese debe ser su lugar de cacería.
—Entonces parece que tendremos que desviarnos un poco de nuestros próximos objetivos —mencionó Hades.
—No tenemos opción, debido a la naturaleza de este Legendarium, es posible que haya más víctimas que no hayan sido reportadas —remarcó Jane, frunciendo el ceño.
—De ser así, no perdamos más el tiempo y vayamos a ejecutar justicia en Chicago por las víctimas y las familias —dijo Souji, con una mirada seria.
Con todo decidido, el equipo Fahrenheit 451 tomó todo el equipo necesario para ir a la ciudad de los vientos. Dwayne y Min-seon tomaron los guanteletes y piernas robóticas que el Dr. Von Stromheim les hizo durante su estancia en Japón, los cuales había reparado y que les pidió que siguieran probando para la recolección de más datos para el proyecto que venía preparando.
En su jet privado, llegaron a Chicago para la tarde, mirando desde el otro lado de la calle al Hotel Overlord con ropas de civil normales para no llamar mucho la atención. El Hotel Overlord tenía una apariencia clásica del siglo XX, de cinco pisos y pintura azul grisácea, con varias ventanas que daban hacia las habitaciones.
—A lo largo de la historia, casi todos los asesinos en serie han sido estadounidenses o al menos de los que se tiene más registro —comentó Jane, mientras se quitaba sus gafas de sol—. En el mundo amarillista del periodismo estadounidense, se ha glorificado más a los asesinos en serie y las víctimas han sido dejadas más de lado, porque es lo que vende las historias, el gore, el morbo, la tragedia. Si las historias de su nombre, son lo que les brindan sus poderes a las Leyendas, podríamos estar lidiando con alguien igual de peligroso que el Shinsengumi o Barbanegra.
—Siegfried, ¿detectas algo? —preguntó Dwayne, con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—No detecto nada con mi Clarividencia, pero... ese lugar no me gusta —respondió con una mueca de desagrado—. Huele demasiado a sangre, como si todo ese hotel fuera un campo de batalla después de una sangrienta guerra.
—Concuerdo con Siegfried-dono, ese lugar es asqueroso —agregó Souji, con sus dedos en la nariz para evitar seguir oliendo—. Siento que me enfermaré si paso mucho tiempo allí.
—El Hotel Overlord fue fundado en la década de 1990, según los registros —informó Calíope, mostrándose en los Relojes Proxie en un viejo estudio victoriano y vestida como Sherlock Holmes mientras fumaba una pipa que expulsaba burbujas de jabón—. A la largo de su historia, han ocurrido una serie de tragedias, suicidios en 1999, 2001, 2005 y 2008, así como un doble homicidio en 2016. Los más grandes fanáticos de los sobrenatural señalan al Hotel Overlord como otro de los muchos hoteles embrujados que se encuentran a lo largo y ancho de Estados Unidos.
—Nos adentraremos a la boca del lobo —remarcó Hades, cruzado de brazos.
—Hemos enfrentado un montón de cosas ya, un maldito asesino en serie no debería de ser un problema para nosotros —dijo Ryoma, con una sonrisa soberbia.
El equipo se miró determinado e ingresaron al Hotel Overlord, donde todo parecía normal al igual que el exterior, los pisos y las paredes eran totalmente blancos, con una larga alfombra roja que conducía desde la entrada hasta la recepción del vestíbulo, hecho de madera de roble pulida con mármol. Estaba atendido por una mujer de baja estatura, de cabello negro atado en una de caballo y con traje formal de oficina.
Siegfried la analizó con su Clarividencia, pero no encontró nada raro en ella, era una humana totalmente normal, por lo que hablaron con ella para poder reservar habitaciones ya en la noche seguir investigando el hotel y sus alrededores en busca de alguna pista de la Leyenda. Kira, Min-seon y Jane estarían en la misma habitación; el resto de parejas serían Siegfried y Ryoma en otra, Dwayne y Hades, Ryoma y Alastor.
En la habitación de Siegfried y Souji, el caballero pelirrojo estaba sentado en su cama, observando con su Clarividencia todo el edificio, de arriba a abajo.
—Además de nosotros, estamos otras quince personas, ocho hombres y siete mujeres —informó—, pero no detecto nada anormal proveniente del hotel, revisé la azotea, cada habitación y hasta el sótano. Lo cual es extraño, ¿por qué este lugar huele tanto a sangre si parece tan normal?
—Tal vez simplemente tenga su escondite en otro lugar apartado del hotel —sugirió Souji, mientras hojeaba su manga, para luego tirarlo a la cama—. Vayamos a patrullar los pasillos, no sirvo para estar quieto en una sola habitación.
—Yo te sigo, Souji.
Mientras las dos Leyendas recorrían, las mujeres de Fahrenheit 451 se instalaban en sus habitaciones, dejando sus maletas con ropa y tomando el equipo necesario para investigar.
—Jane-nim, ¿cómo fue tu "cita" con Siegfried? —preguntó Min-seon por curiosidad, sonriendo con picardía.
—El pobre sigue teniendo una baja autoestima, creo que... aún no se siente merecedor de una vida feliz —respondió suspirando—. Algunas veces me pregunto si... esto que siento realmente es enamoramiento o lástima.
—Dale tiempo, a nosotras las personas rotas, nos toma un tiempo volver a vernos de una mejor manera al espejo, lo digo por experiencia —mencionó Kira, mientras guardaba su magnum mágica en su funda.
—Y sin embargo, has avanzado, Kira —dijo Jane, con una sonrisa—. No solo te has esforzado en dejar atrás tu adicción al alcohol, sino que también te has abierto más al resto del equipo.
—¡Eso es verdad, Kira-sunbae! Cuando te conocí no eras tan conversadora como ahora —dijo Min-seon.
—No fue un proceso fácil, pero valía la pena tratar de salir del hoyo en el que me encontraba y todo fue gracias a Siegfried quien me animó a ello —remarcó soltando una pequeña risa—. Así como él fue un apoyo para mí y no paró de perseguirme hasta que estuviera bien, tú tampoco puedes rendirte con él, Jane.
—Gracias, Kira —musitó Jane aliviada.
Sin que Fahrenheit 451 se diera cuenta, alguien ya los estaba observando desde la sombras.
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Aquella persona se encontraba en una habitación casi por completo a oscuras, de no ser por el brillo de los monitores que tenía delante de él, desde donde vigilaba a todos los residentes del Hotel Overlord, incluidos a los miembros de Fahrenheit 451. Era un hombre estadounidense de cuarenta años, de cabello negro corto, bigote pronunciado y con ojos rojos. Portaba un sombrero bombín, junto a un elegante traje negro con blanco característico del siglo XIX. Aquel hombre no era otro, sino uno de los primeros asesinos en serie de Estados Unidos, H.H Holmes.
—Entonces ellos son los famosos Fahrenheit 451 que han causado tanto revuelo en las noticias, ¿eh? —dijo con una mano en la barbilla—. Bien, que comience el juego.
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