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Capítulo 36-Rota

"No es una guerra fácil de ganar, pero si algo merece la pena ganar, es esto. Piénsalo. Piensa en salvarte a ti mismo. Tú parte espiritual. La parte de tus entrañas, tú parte mágica y ebria. Sálvala". Charles Bukowski.

Después de salvar a Japón del Shinsengumi y de Oda Nobunaga, el equipo Fahrenheit 451 había regresado a Quántico, Virginia, para así recuperarse de sus heridas y entrenar para sus futuros desafíos.

Durante una fría noche, Siegfried se encontraba inquieto en su cama, la misma pesadilla de siempre no le permitía dormir lo suficiente. Tras despertarse sobresaltado, se movía constantemente metido entre los colchones, tratando de volverse a dormir, pero le era imposible, por lo que se levantó, tomó una sudadera negra que le compró Dwayne junto a unos zapatos deportivos rojos y salió de la sede de Fahrenheit para ir a caminar un rato, según la doctora Jane Lewis, era una buena forma de despejar la mente y relajarse.

https://youtu.be/5oWeW8A35o8

Las calles de Quántico eran bastante solitarias a la medianoche, no habían autos y los únicos seres además de Siegfried que andaban por allí eran animales nocturnos, como mapaches o búhos, ratas, perros y gatos callejeros, entre otros. Siegfried chasqueó la lengua al ver el cielo nocturno, el cual estaba completamente nublado, como si se acercara una tormenta, por lo que no podía ver las estrellas como él quería. Extrañaba bastante el cielo nocturno de su época, el cual solía ver con sus padres y tiempo después con Kriemhild, pero en el mundo moderno, todo el cielo estaba tan contaminado que no podía verlo en todo su esplendor como antes. 

Giró la vista y se encontró con un mirlo, posado en una parada de autobuses.

—¿Cómo es la vida en este mundo moderno? —preguntó por mera curiosidad, buscando conversación con quien sea.

—Es divertido picotear al primer humano que esté cerca —le respondió el mirlo, mientras limpiaba sus alas.

—Es bueno saber que ustedes no han cambiado mucho desde mi época —comentó con las manos en los bolsillos de su sudadera.

—Ahora que me doy cuenta, cómo puedes entender lo que digo? —preguntó el mirlo, viendo a Siegfried con curiosidad.

—Soy Siegfried, nieto de Odín, quien poseía dos cuervos llamados Hugin y Munin que le contaban los secretos y todo lo que ocurría alrededor del mundo —explicó—. Heredé su capacidad de hablar con las aves, aunque él podía hablar con el resto de animales. 

—Ahhhh, entonces tú eres de esas Leyendas de las que hablan en las noticias, algunos amigos me han hablado de ustedes —mencionó el mirlo, posándose en su hombro.

—Eso es correcto, estoy al servicio de Fahrenheit 451 —dijo Siegfried, acariciándolo con delicadeza en la cabeza.

—¿"Fahrenheit 451"?... uhm, los he visto paseando por el lugar antes, de hecho creo que una de tus compañeras pasó por aquí hace un par de horas —comentó.

—¿Qué? ¿A cuál de ellas viste? —preguntó arqueando una ceja.

—Obviamente no sé sus nombres, pero era una mujer rubia con algunos mechones celestes y de ojos verdes, la verdad daba bastante miedo —reveló para sorpresa de Siegfried—. ¿Siquiera es humana? Los humanos normales no suelen causarme tantos escalofríos como esa mujer.

Está hablando de Kira, pero... ¿Qué haría ella a estas horas de la noche? —pensó Siegfried, siendo invadido por la duda y la curiosidad.

—¿Viste a dónde se fue? Me gustaría que me llevaras hasta ella —pidió.

—Claro, conozco esta zona tan bien como mis plumas —aseguró el mirlo, alzando vuelo para guiar a Siegfried.

Siegfried siguió al mirlo durante media hora hasta llegar a lo que parecía ser un bar de mala muerte a las afueras de la ciudad. El Asesino de Dragones realmente no podía entender por qué Kira estaría en un lugar como ese totalmente sola, por lo que entró para saber. 

El lugar era mucho menos cuidado que el Paisley Park al que Dwayne suele llevarlo a beber cerveza, todo tenía un ambiente mucho más depresivo y por pura intuición podía saber que el lugar estaba lleno de matones de poca monta y delincuentes. Al fondo del bar estaba Kira, cabizbaja y metida en su rincón, bebiendo un vaso de vodka con la botella al lado. Tres hombres con traje de motociclista se le acercaron, Siegfried se mantuvo apartado, intervendrá cuando las cosas se salgan de control.

—Una lindura como tú no debería estar aquí sola bebiendo, ¿Qué te parece si te acompañamos un rato? —dijo uno de los hombres, con intenciones lascivas.

—No estoy de humor, lárguense —respondió Kira, con una mirada sombría. Si bien no lo mostraba, estaba claro de que estaba medio ebria.

—Ohhh, ¿por qué tan fría, bebé? —preguntó el segundo hombre, poniéndole una mano en el muslo izquierdo.

Kira le partió tres dedos al hombre y luego le estampó la cara contra mesa. Uno de los hombres trató de golpear, pero ella desvió el golpe, partiéndole su botella de vodka en la cabeza y al último lo dejó inconsciente con un golpe de revés.

—Capitana Pavlichenko.

Por puro instinto, Kira golpeó al otro hombre que apareció a sus espaldas, pero al impactar su puño contra su rostro, únicamente sintió algo de dolor. Al fijarse mejor, se dió cuenta de que acababa de golpear a Siegfried y no pudo evitar poner una expresión de vergüenza, con sus ojos llorosos.

—Capitana Pavlichenko, ¿está bien? —preguntó preocupado.

Kira no respondió, únicamente salió corriendo destrozando el piso de madera en el que estaba parada, Siegfried la siguió, yendo a la misma velocidad que ella. Si una persona los viera ahora, diría que estaba viendo a dos autos de fórmula uno.

—¡Capitana Pavlichenko, espere! —exclamó Siegfried.

—¡¡¡NO!!! ¡Lárgate! ¡De todas las personas, tú eres la que menos debía de saberlo! —le gritó de regreso entre lágrimas.

Siegfried no se dió por vencido, podía verlo claramente en los ojos de su capitana, estaba sufriendo por demonios del pasado al igual que él y aprendió de parte de sus amigos a nunca dejar solo a alguien así. Aceleró aún más y logró adelantar a Kira, poniéndose delante de ella; la mujer rusa no se dió cuenta a tiempo y chocó de frente contra el pecho de Siegfried, cayendo al suelo de trasero.

—¡Lárgate! ¡Lárgate! ¡Lárgate! —le gritó con los ojos inundados en lágrimas mientras le tiraba piedras—. ¡¿Por qué TÚ tenías que descubrirlo?! ¡Te odio! ¡Déjame sola, no quiero verte!

El Asesino de Dragones se arrodilló ante Kira, con la cabeza hacia abajo en señal de respeto, como un caballero que se arrodilla ante su rey.

—¿Qué tiene, mi honorable capitana? ¿Cuál es su dolor? —preguntó con voz suave y tono compasivo—. Por favor, permítale a este tonto caballero entender las causas de sus lágrimas. Mi alma llora al verte así, por eso, quiero ayudarte a afrontar tu dolor.

—No... no lo entenderías —replicó desviando la mirada avergonzada.

—Pues hágame entender, pero sepa que no la dejaré sola nunca —declaró Siegfried, con tono decidido—. Aunque sea solo un tonto e inútil caballero bajo sus servicios, comparta sus penas conmigo para aliviar su dolor.

Había algo en esas palabras que le dieron justo en su gélido corazón, Kira no podía saber qué era ese "algo", pero realmente estaba cansada de aquel círculo vicioso en el que había entrado después de lo ocurrido en Moscú.

—Solo... ¡solo deseo romperme! —confesó recostándose en el suelo mientras lloraba desconsoladamente.

https://youtu.be/DNROfYjvnyc

Kira terminó contándole a Siegfried lo que ocurrió hace cinco años en Rusia, la traición de Leon Pichushkin, su tortura y como no pudo salvar a ninguno de sus antiguos camaradas.

—Desde entonces, me empecé a alcoholizar sin parar... con la esperanza de romperme lo suficiente para que nunca más me vuelvan a enviar a otra misión, pero el mundo sigue en un caos absoluto y no paran de ponerme ese peso en los hombros —relató secándose las lágrimas, sentada al lado de Siegfried en medio de la acera—. Constantemente... tengo miedo de que... me vuelvan a traicionar y entonces vuelva a pasar lo mismo que pasó antes. Soy una inútil, Siegfried.

—Para mí no es una inútil, Capitana Pavlichenko, ha demostrado su valor múltiples veces en el campo de batalla —replicó Siegfried, con una ligera sonrisa—. ¿Acaso pondrían a una inútil a cargo de los humanos modernos más fuertes? ¿Acaso pondrían a una inútil a cargo de un espadachín que ataca a la velocidad de la luz o de un hombre que puede transformarse en dragón?

—Nadie sabe que soy una borracha traumada —dijo ocultando su rostro entre sus rodillas—. No... no soy una líder capaz, no merezco liderarlos en La Más Grande Epopeya.

—Dwayne sin duda es casi tan fuerte como usted, y tiene un gran don de liderazgo, sin embargo, tiene un corazón tan enorme que no puede ser objetivo y eso lo ha llevado a entrar en conflicto con Sir Thorn; Lady Ryu también es muy fuerte, pero no posee las cualidades de una líder; Sir Hades es todo lo contrario a Dwayne, es demasiado frío y "lógico", podría llegar a poner al equipo en juego si la situación lo amerita; Sir Thorn es bastante listo, tiene un gran talento con la Taumaturgia, pero su enorme orgullo lo ciega bastante; Lady Lewis es una mujer bondadosa, de gran corazón y que siempre está dispuesta a ayudar a todos sus compañeros de equipo, pero al igual que Lady Ryu, no es una líder; el joven Ryoma es un gran guerrero, valiente, leal y con un potencial gigantesco, pero aún es muy inmaduro, no está listo para una responsabilidad como la suya —expuso con sabiduría, tras haber analizado durante días a todos sus compañeros de equipo, mientras le daba unas palmadas en la espalda a Kira.

—Básicamente dices que solo soy la líder por puro descarte —señaló Kira, levantando la mirada con una mueca.

—Capitana Pavlichenko, yo no pido una líder perfecta, solo busco una líder capaz y eso es lo que usted es —aseguró mirándola a los ojos, pese a todas las horribles visiones que eso implicaba hacer—. De todos los capitanes, comandantes o generales de ejércitos enteros que conocí o con los que luché, ninguno era igual que usted, Capitana Pavlichenko. Incluso si usted me pide que me enfrente al mismísimo mundo, mi espada siempre estará a sus servicios. Y le puedo asegurar que el resto del equipo opina lo mismo, muchas veces, Dwayne me ha dicho lo mucho que la admira por sus logros y por cómo ha dirigido el equipo.

—Eso no cambia nada, Siegfried, yo... no paro de quebrarme y las pesadillas... todavía continúan —confesó, cubriéndose la mitad del rostro con la mano.

—Sé lo que se siente, yo también estoy cargando con los demonios del pasado —reveló, cabizbajo—. En mi época, maté a mucha gente inocente cegado por la soberbia y la vanagloria y también... y también... fui cómplice de la violación de una mujer. Hasta el día de hoy, aquellos demonios me siguen atormentado. Entiendo a la perfección que no puedas dormir a causa de las pesadillas. Sin embargo, algo que también he aprendido al llegar aquí es que no debes luchar contra esos demonios del pasado usted sola, siempre puede confiar en su equipo. No es un pecado confiar en la gente solo porque otros nos hayan traicionado, eso solo la detendrá de poder sanar sus heridas.

—Mira estas cicatrices, ¿crees que alguna vez tendrán cura? —inquirió pasando sus dedos por sus quemaduras.

Siegfried se quitó su sudadera, mostrando la enorme cicatriz que cubría todo su pecho.

—Esta cicatriz es un constante recordatorio de todo lo malo que hice y también... es una esperanza de mi deseo, el deseo de poder hacer lo correcto aunque se una sola vez —declaró con una mano sobre su corazón.

Kira no tenía palabras, había visto muchas cicatrices en su vida, pero nunca una como esa. Era una estocada perfecta en el corazón, que desgarró por completo la carne, nadie hubiera sobrevivido a eso, ni siquiera Siegfried. Pasó su atención de regreso a sus cicatrices, estaba harta de seguir bebiendo, no era más que un consuelo temporal, ya que al final, las pesadillas siempre volvían a ella. Desde hace años que fue atrapada en este círculo vicioso, era hora de salir de él de una vez por todas. Se levantó de la acera, guardando sus manos en los bolsillos.

—Vámonos, Siegfried —ordenó mirándolo con una ligera sonrisa—. Gracias... por haberme escuchado.

—Solo cumplo con mi deber como un caballero a sus servicios —replicó al levantarse, para luego hacer una reverencia ante Kira.

Kira y Siegfried volvieron juntos a la sede Fahrenheit 451. Sentían que ahora eran capaces de seguir durmiendo ya que habían soltado las cosas que los atormentaban.

A la mañana siguiente, Kira andaba por los pasillos de la sede, andando con unos lentes oscuros y con una terrible resaca, producto de su borrachera. Durante su camino, se encontró con Min-seon.

—¡Hola Kira-sunbae! —saludó con jovialidad.

—Ah, hola Min-seon, por favor, no grites muchos, me duele la cabeza —mencionó con una ligera mueca.

—¿Por eso los lentes de sol? —preguntó por curiosidad.

—No, los lentes son por esto, larga historia —respondió mostrando que tenía los ojos hinchados de todo lo que lloró anoche, lo que le dejó una expresión algo cómica, por lo que Min-seon apenas pudo contener su risa—. ¿Trataste de reírte? —interrogó con una sonrisa siniestra.

—N-no, ¿Cómo cree jefecita chula? —respondió con una sonrisa nerviosa.

—Min-seon... ¿Tú...? ¿No estás interesada en volverte la líder de Fahrenheit? —soltó de la nada, volviendo a ponerse los lentes.

—¡Hahahaha! ¡Buena broma, Kira-sunbae! —exclamó entre risas—. Yo no podría dirigir el equipo como usted lo hace, usted es como... ¡Una vaca alfa! ¡Mooo mooo!

—¡¿No tenías un mejor ejemplo?! ¡¿Qué diablos es una vaca alfa?! —exclamó sintiéndose ofendida.

—Lo que quiero decir es... nunca sería tan buena líder como lo es usted, Kira-sunbae —aseguró dándole un pequeño toque en la frente.

Las dos mujeres se despidieron y tomaron rumbos diferentes, Min-seon iba a comprarse algún postre en una panadería cercana, mientras que Kira fue a ver a la doctora Jane Lewis, quien se encontraba en su oficina.

—Soy una alcohólica y tengo pesadillas de cuando me torturaron hace cinco años en Rusia —dijo nada más entrar.

—De acuerdo, tome asiento, agente Pavlichenko —indicó Jane con calma y tranquilidad. Ella ya había previsto que alguna situación similar podría llegar a presentarse.

Kira le tomó de ambas manos, estando de rodillas con la cabeza baja.

—Solo te pido una cosa... no me traiciones nunca. Si llegas a usar todo lo que te voy a contar en mi contra... te mataré... realmente voy a matarte —declaró mostrando una mirada más temerosa que intimidante.

—Nunca lo haría —aseguró Jane, con una dulce sonrisa.

Kira respiró hondo y se sentó enfrente de Jane, empezando a relatar su historia desde el principio.

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