Capítulo 144-El Héroe de los Pies Ligeros
"Canta, oh diosa, la cólera del pélida Aquiles, cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos". La Ilíada.
El Salón de las Historias, en algún lugar del Cosmos...
Hístor y Artemisa se encontraban en la dimensión de bolsillo del primero, leyendo tranquilamente algunos de los miles de libros que tenía allí mientras música de Beethoven se reproducía en su tocadiscos.
—Oye Hístor, ¿Por qué esta versión de la Ilíada es diferente a la que yo conozco? —preguntó Artemisa, arqueando una ceja.
—Esa es la original, la que yo escribí —reveló con una ligera sonrisa.
—¿De verdad?
—Sí, nunca te lo conté, pero cuando vivía en el mundo humano, me di cuenta de que los humanos alteraron alteraron mi Ilíada. Si tuviera que adivinar, fueron los aqueos seguidores de Aquiles.
—Ah, ya me imagino los motivos —mencionó la Diosa, con una mueca de desagrado.
—Muchos actos horribles que realizó Aquiles fueron borrados de allí por sus "fans". En la guerra de Troya, los verdaderos héroes fueron Diomedes, Odiseo, Pentesilea y Héctor. Aquiles era un imbécil con una madre que le infló el ego desde pequeño, se creía casi como un Dios. Violó a sus esclavas y también a varios esclavos, mató a niños troyanos sin piedad y era un deshonroso con sus enemigos. Únicamente fue alabado como "héroe", debido a su fuerza y a sus contribuciones contra los troyanos.
—Si me lo preguntas, él término "héroe griego" está muy mal usado por los humanos.
—Sí, la gran mayoría de ellos ni siquiera podrían considerarse "héroes". Además de los que ya mencioné, los únicos que también podrían considerarse así serían tu alumna Atalanta, Hipólita, Orión, Damasén, Perseo y Heracles.
—Parte de eso tuvo culpa mi padre, les dio bastante fama a aquellos que compartían sus desquiciados ideales y visión del mundo.
—Al menos esta Epopeya servirá para que la gente pueda conocer como son muchos de ellos en realidad, sobre todo Aquiles. Después de me encargaré de borrar esa copia barata con la que los humanos reemplazaron mi obra.
—Sí, por favor ¿y podrías borrar también esta parte de mi pelea con Hera? —exigió mostrándole el párrafo con un puchero—. ¿Qué es esto de "Artemisa huyó llorando, como la paloma que perseguida por el gavilán vuela a refugiarse en el hueco de excavada roca"?
—Pues fue lo que ocurrió, te recuerdo que yo estuve allí —respondió con una sonrisa pícara—. Incluso cuando nos conocimos tuve que consolarte después de que te pusieras a llorar otra vez al recordarlo.
—Quiero hacerte llorar ahora —Artemisa se lanzó sobre Hístor, estando encima de él en el sofá—. Tengamos un duelo y si logras vencerme... te daré una recompensa.
—Si eso quieres, no me contendré en lo más mínimo.
Bangkok, Tailandia...
Aquiles estaba impactado por lo que estaba sucediendo, por primera vez en mucho tiempo alguien había conseguido herirlo en su talón y más aún, quien lo había hecho, era la persona a la que más despreciaba, un asesino "cobarde" que mataba siempre por la espalda, un ninja que desde su punto de vista no era lo suficientemente "hombre" como para luchar sus batallas de frente. Eso no hizo otra cosa que lastimar su enorme ego.
Desde pequeño, su madre Tetis le dijo que iba a ser alguien inigualable por encima de todos los griegos y demás "bárbaros" que vivían más allá de su nación, ya que Aquiles tenía sangre divina y si se esforzaba lo suficiente, podría ascender como un Dios al Olimpo, donde todos se inclinarían ante él. El orgullo de Aquiles al igual que con muchos otros después de él, fue lo que lo llevó a senderos oscuros.
Creyéndose por encima del resto, en su mente tenía el derecho de acostarse con quien quisiera y de matar a quien quisiera. Y ni siquiera las enseñanzas de Quirón en su juventud pudieron encaminarlo por un mejor sendero, el Sabio Centauro lo consideró su mayor fracaso como maestro.
Y así vivió Aquiles, únicamente queriendo complacer su hedonismo y orgullo. Cuando quería tener relaciones, violaba a mujeres y a sus esclavos por igual, si alguien se metía en su camino, lo mataba.
Ahora que alguien a quien consideraba inferior le estuviera tantos problemas, no hacía más que molestarlo como nunca se había enfadado desde la Guerra de Troya, cuando se enfrentó al príncipe Héctor.
—¡Horohorohorohoror! ¡Bien hecho, Kotarō, así se hace! —le animó Morgana desde las gradas—. ¡Te daré la recompensa que quieras si ganas! ¡Incluso podremos tener sexo toda la noche!
—¡Cierra la puta boca! ¡Que perra más escandalosa! —gritó Kotarō, con varias venas marcadas en el rostro.
—¿Y luego yo soy la tóxica? —comentó Locusta, divertida.
https://youtu.be/H5x6lZHK_hs
—Basta de juegos —dijo Aquiles, con una mirada vacía—. Te mataré, maldito bárbaro.
Aquiles saltó lo más alto que pudo, queriendo aplastar a Kotarō con su lanza. El Shinobi Demoníaco lo esquivó, pero al onda expansiva de su caída lo empujó hasta las paredes del estadio, donde por poco su cuello fue atravesado por aquel hombre rubio, terminando por un corte ligeramente profundo que sanó de inmediato con la Taumaturgia Curativa, tomando sus distancias de él de inmediato, pero Aquiles no quería dejarlo escapar.
Su velocidad se había reducido visiblemente debido a la herida en su talón y también por el veneno de serpiente que Kotarō puso en el kunai con el que le hirió, pero sus patrones de ataques anteriores habían desaparecido por completo. Su estilo de combate perdió por completo la gracia que le caracterizaba, pasando a ser los ataques de un salvaje total, lo que lo hacía mucho más impredecible para el Shinobi.
—Ahora sí que está molesto —señaló Locusta—. Cuando el ego de Aquiles es destruido, se vuelve igual o peor que los Berserkers de los territorios nórdicos de mi época.
—Sí, cuando Aquiles se enteró de la muerte de su esclavo Patroclo a manos de Héctor, no le bastó con matarlo, también arrastró su cuerpo con su carruaje durante días —mencionó Paracelsus, asqueado—. Hubiera matado al padre de Héctor de no ser por la intervención de Ayax el Grande.
—¡Aún puedes ganar Kotarō! —exclamó Morgana a todo pulmón.
Aquiles materializó un escudo plateado en su mano izquierda, para sorpresa del Shinobi, el escudo fue lanzando hacia él, estando unido al mango por una gruesa cadena que se extendía indefiniblemente. El de los Pies Ligeros cambió nuevamente su forma de atacar, pasando de su lanza a su escudo, disparándolo hacia su oponente y regresándolo hacia él como un yo-yo mortal. Un solo golpe de su escudo sería lo suficiente como para dejarlo en un estado crítico.
—¿Sorprendido? Este escudo es otro de mis Legendarium junto mi armadura y lanza, todo hecho por el Dios Hefesto —reveló Aquiles con una sonrisa sádica—. Y puedo hacer mucho más que esto.
Su escudo regresó a su estado natural, Kotarō escuchó un sonido similar al de engranajes moviéndose y cuando quiso darse cuenta, dos cañones negros salieron de allí, disparando una llamarada de fuego que calcinó la mitad del estadio de football.
Para la fortuna del Shinobi de cabello blanco, este salió de entre las llamas de un salto, completamente intacto.
—Idiota, mi Aura Elemental Nata es de la Fuego, ese tipo de ataques ya no me hacen ningún daño desde hace mucho —dijo Kotarō, frunciendo el ceño, procediendo a hacer sus gestos manuales nuevamente—. Fuma Ichizoku no Ninjutsu: Shirohebi no Senkō (Ninjutsu del Clan Fuma: Destello de las Serpientes Blancas)
Cuatro serpientes hechas enteramente de un Maná blanco salieron disparadas desde el aura de Kotarō, sus ojos brillaban de un intenso rojo y emitían un ruidoso siseo característico de ellas. En su soberbia, Aquiles pensó en recibirlo de frente, confiando en que más nada de lo que pudiera hacer su oponente podría dañarlo, pero estaba completamente equivocado.
Las cuatro serpientes le explotaron en la cara, desatando un resplandor junto a un estallido sónico que obligó a los demás Generales Tiránicos a cubrirse los oídos.
Aquiles quien lo recibió de lleno, quedó completamente ciego y sordo temporalmente, la oportunidad perfecta que estaba esperando Kotarō, haciendo gestos manuales diferentes a los del Ninjutsu.
—Doton: Hebi no I (Liberación de Tierra: Estómago de Serpiente)
Una enorme serpiente de roca emergió del suelo, tragándose a Aquiles y enroscándose sobre sí misma para aplastarlo entre el enorme peso de la tierra que la componía.
—Oh, es un Conjuro de Tierra bastante bueno —mencionó Paracelsus, con una pequeña sonrisa.
—Por supuesto que lo es, mi amado Kotarō no solo domina el Ninjutsu del Clan Fuma, sino también varios elementos de la Taumaturgia Elemental —remarcó Morgana, orgullosa—. Es un guerrero sumamente versátil que sabe adaptarse a cualquier situación. Hmmmm... me pregunto si será igual de bueno en la cama.
—Tus comentarios sexuales sobran, Morgana —dijo Asvatthama, con una mueca de asco.
—No creo que pueda escapar de allí, esta técnica es tan poderosa que incluso fue capaz de sellar en su interior a Onis —pensó Kotarō, frunciendo el ceño.
Sin embargo, sus pensamientos fueron erróneos, ya que la monstruosa invocación elemental fue destruida desde su interior. Aquiles salió con su armadura completa, su casco le daba un aspecto mucho más demoníaco y tenía lo que parecían ser propulsores en la espalda, junto con ruedas en sus botas.
—¡Mierda! —gritó Kotarō, previendo lo inevitable.
Un sentimiento de muerte lo invadió, Aquiles se volvió más rápido que antes, compensando la herida en su talón con todas las herramientas de su armadura. Kotaro no pudo evitar el ataque, solo cambiar su objetivo para evitar morir inmediatamente, quedándose con un enorme agujero en su costado izquierdo como consecuencia, seguido de un golpe con el asta de la lanza de Aquiles que le destrozó toda la caja torácica y los estrelló nuevamente contra las paredes del estadio.
—¡Hahahahahaha! ¡¿Qué piensas ahora, maldito ninja de mierda?! ¡Esto es lo que puede hacer un verdadero héroe! ¡Hahahahahaha! —gritó Aquiles entre risas lunáticas—. ¡Sal de una vez para que pueda matarte! ¡No puedo esperar para poder violar a esa Hada! ¡Todo este mundo me pertenecerá, como el Dios que se supone que soy!
—Tch, es peor de lo que pensé —dijo Brynhildr, con repulsión.
—Sí, tal vez debí matarlo el día que lo recluté —comentó Atila, divertido mientras seguía fumando su pipa.
—Su majestad, si Aquiles gana, no me va a importar esa Cadena de Mando que hicieron, yo mismo me encargaré de matarlo —declaró el Cid Campeador, frunciendo el ceño.
—Kotarō aún no ha perdido, esto está lejos de acabar —aseguró Morgana, tornándose seria por primera vez en todo el combate.
—Su única oportunidad sería que lo atrapara otra vez en una técnica ilusoria como la de hace rato; puede que Aquiles sea egocéntrico, pero no es tonto. No volverá a caer tan fácil —expuso Asvatthama.
https://youtu.be/KUsKDnbCmxo
El Shinobi Demoníaco se levantó con dificultad del suelo, limpiándose los restos de sangre que le quedaron en la boca tras vomitarla, todo su cuerpo le dolía como nunca lo había hecho, ni siquiera en su primera vida experimentó un dolor tan grande como el de ahora, a pesar de haber sanado todas sus heridas con la Taumaturgia Curativa.
—No puedo usar los Clones de Sombra por los momentos o ya sabrá lo que haré después de eso —pensó tratando de mantener la cabeza fría—. Se ha vuelto más rápido que mis gestos manuales, no podría hacer un Jutsu de Sustitución si fallo, ¿Qué debería hacer?... Hmpf, supongo que solo será arriesgarlo todo para que caiga en mi trampa. Ese es mi mejor talento después de todo, ser un mentiroso y cobarde.
Mirando directamente a Aquiles, le sonrió de forma macabra e hizo como si estuviera a punto de lanzar otro Ninjutsu.
—¡No te dejaré! —exclamó Aquiles, lanzándose a matarlo antes de que Kotarō pudiera hacer el Kuji-Kiri.
—Tarde, excusa de héroe —musitó Kotaro, sacando de su manga dos amuletos de papel impregnados de su Maná—. Kichiyose no Jutsu (Técnica de Invocación).
Kotarō invocó un oso panda de gran tamaño, el cual absorbió el impacto de la lanza de Aquiles casi en su totalidad, permitiendo antes de ser destruido que Kotarō invocara a su segundo Shikigami, una serpiente de cascabel de veinte metros, con brillantes escamas de color azul.
La serpiente empezó a sonar su cola, creando en Aquiles los síntomas de un síncope antes del desmayo. Sus movimientos se volvieron torpes, como si todo el mundo a su alrededor no parara de dar vueltas.
—Puede que no sea tan fuerte como tú, físicamente hablando, pero las ilusiones del Clan Fuma son más poderosas que cualquier otra cosa que hayas enfrentado en tu patética región —declaró Kotarō, con sadismo—. No solo engañan a los cinco sentidos, sino también a la mente misma, alterando la percepción de la realidad de quien la experimenta. Héroe de los Pies Ligeros, bienvenido a mi mundo de pesadillas.
El final de este combate se veía claramente, en esos momentos donde Kotarō planeaba romper mentalmente a Aquiles, recordó aquella que intentó matar a Morgana le Fay, pero terminó siguiéndola incuestionablemente.
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