Capítulo 140-La Familia Ryu
"No eliges a tu familia. Son un regalo de Dios para ti, como tú lo eres para ellos". Desmond Tutu.
Bronx, Nueva York...
Aprovechando los días de descanso, varios de los miembros de Fahrenheit 451 tomaron caminos distintos. Hades y Jeanne decidieron ir juntos a una feria que estaría en Baltimore durante la semana; Alastor regresó a Inglaterra para reunirse con algunos colegas Magos y buscar más libros con los cuales pulir sus habilidades; Sucre decidió quedarse en la sede para leer sus libros, junto a un buen café que la agente Chacín le mandó desde Venezuela; el Dr. Von Stromheim y Calíope fueron a visitar al esposo del doctor en Alemania; Kira también se quedó en la sede, queriendo ver un maratón de películas de terror que tenía pendiente.
Dwayne invitó a Siegfried y a Jane a pasar el fin de semana en el Bronx, para que conozcan a su madre, llevándolos al departamento que él le pagaba.
—¡Hola mamá!
Dwayne entró al departamento con la copia de la llave que tenía, encontrándose con su madre, una mujer de ya setenta años en la sala viendo la tele.
—¡Dwayne, pequeño perro negro hijo de puta! ¡Ven aquí y dale un abrazo a tu madre! —exclamó la mujer, levantándose para abrazar a su hijo—. Awwww, ese es mi negro.
—Mamá, te quiero presentar a dos grandes amigos del trabajo, la doctora Jane Lewis y su novio, mi hermano, Siegfried.
—Es un placer conocerla, Sra. Milestone, su hijo nos ha hablado mucho de usted.
—Ha criado a un extraordinario guerrero, no pediría mejor hermano de armas que él —declaró Siegfried, con una sonrisa orgullosa.
—Oh, no fue fácil, pero al final este muchacho logró convertirse en un hombre Dios. Gracias por ser sus amigos. Vienen justo a tiempo, iba a cocinar mi famosa lasaña y ustedes los veo muy flacos.
—¿De verdad? —musitó Siegfried, viendo su cuerpo con una ceja arqueada, sacándole una risa a sus amigos.
Seúl, Corea del Sur, al día siguiente...
https://youtu.be/mwfzThFvt7s
Al otro lado del mundo, Min-seon decidió dar el siguiente paso en su relación con Souji, presentarle a su familia. El día anterior les avisó por teléfono que iría a Seúl y que les presentaría a su actual novio.
En el taxi, Souji movía la pierna de arriba a abajo con ansiedad.
—No recuerdo haberte visto tan nervioso antes, querido —comentó Min-seon, divertida—. Tranquilo, puede que ellos sean mafiosos, pero te prometo que son un amor de personas.
—No es eso lo que me preocupa, realmente quiero agradarles, pero... no estoy tan seguro —confesó cabizbajo—. Soy una Leyenda y en el pasado, hice cosas horribles, no quiero que piensen mal de ti por mí.
—Oye, mírame —Min-seon le tomó de las mejillas—. Eres una persona extraordinaria, Okita Souji, las cosas que hiciste quedaron en el pasado, porque lo único que has hecho ha sido ayudarnos a todos nosotros. Eres un gran amigo y un gran novio, jamás me arrepentiría de haberme enamorado de ti.
Souji sonrió y acarició las manos de Min-seon con ternura.
—Gracias, Min-seon, yo tampoco me arrepiento de haberme enamorado de ti. Te amo.
—Yo también te amo, mi pulguita —dijo con voz melosa, rozando su nariz con la del espadachín.
Finalmente llegaron a la casa en la que Min-seon había sido criada por la familia Ryu, la ama de llaves les abrió la puerta y les ayudó con su equipaje.
—¡Estoy en casa!
El primero en recibirlos fue un joven menor de veinticinco años, de cabello negro corto, ojos azul grisáceo, de físico marcado y una altura de 1,87 metros. Vestía una camisa blanca manga cortas de algodón, junto a un jean negro y zapatos deportivos.
—¡Cuanto tiempo, Nuna! —saludó el chico, con un cordial abrazo.
(Nota del autor: "Nuna" o "Nunim", es un honorífico coreano usado por hombres para referirse a hermanas mayores).
—También te extrañé mucho, hermanito —dijo Min-seon correspondiendo el abrazo—. Souji, él es mi hermano menor del que te hablé, Sun-ji Ryu. Sun-ji, él es mi novio, Okita Souji.
—Es un honor conocerte, Sun-ji —Souji hizo una pequeña reverencia ante él.
—¿Qué? ¿Este es tu novio? —preguntó con tono burlón—. Te mereces algo mejor.
—¡Sun-ji, no seas grosero!
—Se lo decía a él —replicó mirando a su hermana con picardía.
—Escuché a mi palomita regresar a casa.
Del segundo piso de la casa, bajaron Kwang-sung Ryu y Min-ji Ryu, los dos padres de Min-seon.
—¡Papi, mami! —Min-seon fue a abrazarlos, levantándolos unos cuantos centímetros del suelo por la emoción.
—No has perdido la forma ni un poco, cariño —mencionó su madre, acariciando su mejilla con ternura—. No nos hemos perdido ni una sola aparición tuya en televisión desde que te fuiste a Estados Unidos.
—No sabes lo orgulloso que estamos de ti, has puesto el nombre de la familia en alto —declaró su padre, jovial.
—¡Awww, gracias! Me ha ido bastante bien y he hecho grandes amigos en los últimos meses —Min-seon le hizo una pequeña seña a Souji para que se acercara—. Les quiero presentar a mi novio y compañero de equipo, Okita Souji.
—Es un honor conocerlos al fin —Souji hizo una reverencia ante ellos como muestra de respeto—. Min-seon estaba ansiosa por verlos y yo igual, he escuchado maravillas de ustedes.
—A tí también te hemos visto en televisión, Okita-nim, gracias por cuidar de nuestra hija en sus misiones —dijo Min-ji, con una dulce sonrisa.
—Sí, muchas gracias.
Souji lo notó al instante gracias a su instinto, no parecía agradarle a Kwang-sung a diferencia de Min-ji y podía sentir su sed de sangre.
—Vayamos a la mesa, el almuerzo ya está listo —pidió Min-ji, tomando a su hija de las manos—. Oh, cariño, ahora es que lo noto, no estás usando tus guantes.
—Sí, trato de dejarlos, estoy en terapia para tratar mi misofobia. Aún me sigue dando grima la suciedad, pero ya no siento que necesite mis guantes.
—Me alegra escuchar eso, mi palomita, has dado un buen paso —dijo Kwang-sung, acariciando el cabello de su hija, medio alborotándoselo.
—¡Jejeje! Todo fue gracias a mis amigos, ellos me inspiraron a volverme más fuerte —aseguró entre pequeñas risas.
—Pues dile a tus amigos, que si alguna vez necesitan un favor, la familia Ryu moverá cielo y tierra para cumplirlo.
Los cinco se sentaron en la mesa a almorzar, Sun-ji tenía sus audífonos puestos y hacía movimientos con las manos mientras comía, como si estuviera tocando la batería.
—Okita-nim, ¿nos puedes hablar un poco sobre tí? —preguntó Min-ji con tono amistoso—. Quisiéramos saber más del hombre que enamoró a nuestra hija. Ella... solía asustar a todos los chicos de su preparatoria por su enorme fuerza, hasta temía que se quedara soltera de por vida.
—¡Mamá! —reclamó Min-seon, ligeramente sonrojada.
—Hahaha, bueno, si hablamos de fuerza física ella me sigue superando por mucho —confesó rascándose la mejilla con pena—. Ehm... bueno, como ya sabrán, yo soy una Leyenda, fui el capitán de la primera división del Shinsengumi en el siglo XIX.
—¿Hablas de esos locos que tomaron Tokio?
—Papá —soltó Min-seon, sabiendo cómo era su padre
—Está bien, Min-seon —aseguró Souji, sonriendo despreocupadamente—. Deserté del Shinsengumi en su momento, no me parecía correcto lo que hacían y decidí unirme a Fahrenheit 451, algo de lo que no me arrepiento, pude conocer a mis más grandes amigos y también conocí a Min-seon. No me ha ido nada mal.
—Eso es muy dulce, Okita-nim, ¿y qué quisieras hacer cuando termine La Más Grande Epopeya?
—Oh, eso lo he estado hablando con Min-seon. Pensamos en empezar a vivir juntos en Japón o en Corea, ya que ambos queríamos abrir un dojo de artes marciales. Aunque también me gustaría poder dedicarme al rakugo —confesó divertido—. Me han dicho que cuento buenos chistes.
—Es cierto, Souji es un excelente comediante, seguro se volvería muy famoso —mencionó Min-seon, dedicándole una sonrisa a su amado.
Durante toda la conversación, la mirada de Kwang-sung hacia Souji no cambiaba en lo más mínimo. Su hostilidad era evidente para el antiguo capitán del Shinsengumi.
Souji continuó respondiendo las preguntas que le hacía Min-ji Ryu con naturalidad, contando algunas anécdotas de su época y de las experiencias que había vivido junto a Fahrenheit 451.
—Has vivido bastante cosas, Okita-nim, ya veo de dónde sacaste tu sabiduría —reconoció Min-ji—. Pocas personas tienen el valor de dejar algo importante para ellos por ya no considerarlo justo. Y gracias por ayudar a nuestra hija en todo lo que has podido.
—No hace falta agradecerme, Ryu-san, para mí ha sido un placer.
—Min-seon, ayúdame con los platos y los cubiertos, yo traeré el pastel.
—Claro mamá.
Los tres hombres se quedaron solos, Sun-ji seguía en su propio mundo con sus audífonos.
—Vayamos al grano, no me agradas —declaró Kwang-sung, con una mirada filosa hacia Souji—. Soy el primero en admitir que yo no soy un santo, soy un mafioso y jamás me verás negarlo. Pero Min-seon fue una de las cosas más hermosas y dulces que me llegaron en la vida, junto a mi otro hijo. La he visto en su momento más oscuro, la he apoyado en cumplir todos sus sueños. Ella es sagrada para mí y es por eso que considero que no eres alguien digno de estar con mi hija.
—Eso usted no lo decide, Ryu-dono —replicó con firmeza.
—¡¿Acaso lo decides tú?! —interrogó golpeando la mesa.
—No, eso lo decide Min-seon —Souji miró al hombre a los ojos, en su mirada no había ni un solo rastro de duda, solo una completa sinceridad—. Cualquiera tiene derecho a que le guste, es una mujer fuerte, decidida, valiente, honesta, leal y un sin fin de cosas. Pero solo ella puede decidir quién es digno de ser su pareja. Si un día Min-seon decide que yo no soy esa persona, lo aceptaré, sin drama ni lloriqueos; al final, lo único que quiero es que ella sea feliz, sea conmigo o sin mí. Ryu-dono, me da igual si me acepta o no, aquí la única que importa es Min-seon.
—Hmpf, tienes más coraje de lo que pensé, Okita Souji. Al menos no mientes sobre lo mucho que te importa mi hija, por ahora, lo dejaré pasar. Pero si le llegas a romperle el corazón, yo mismo haré que te castren.
—Gracias por la advertencia, Ryu-dono, la tendré en cuenta.
—¡Aquí está! El mejor pastel de chocolate que pudimos conseguir para esta ocasión —anunció Min-ji, volviendo a la mesa junto a Min-seon para servir el pastel—. ¿De qué estaban hablando?
—Papá estaba amenazando al novio de Nuna —respondió Sun-ji Ryu, con un poco de malicia.
—¡Kwang-sung!
—¡Papá!
—¡Sun-ji!
—Lo siento, no compras mi silencio —el joven se limitó a alzarse de hombros.
—¡Hahahaha! No pasa nada —aseguró Souji, negando con diversión—. Me parece bastante admirable que un padre se preocupe tanto por su hija que incluso llegue a amenazar a una Leyenda. Pocos tienen ese nivel.
—Aún así habrá menos pastel para tí —dijo Min-ji, haciendo que su esposo pusiera una cara de tragedia.
El resto del día pasó sin más discusiones, en donde Okita Souji pudo conectar más con la familia de Min-seon, sintiéndose mucho más cercana a ella.
Los dos decidieron pasar la noche en esa misma casa, durmiendo en la vieja habitación de Min-seon, la cual era mucho más espaciosa de lo que Souji se esperaba, era casi más grande que la sala.
Eran ya diez de la noche, la pajera estaba completamente desnuda en la cama, Min-seon se encontraba sentada en el regazo de Souji mientras este último besaba su cuello lentamente, haciéndola soltar suspiros de satisfacción.
—Min-seon —musitó.
—¿Sí?
—Estoy muy feliz con mi vida ahora mismo, nunca creí que un espadachín como yo pudiera sentirse tan pleno. Pero gracias a tí, no me imagino viviendo otra vida que no sea esta. Te amo, Min-seon, hasta que me sea posible, te seguiré amando con todo mi corazón.
El corazón de Min-seon se aceleró a mil por hora y un resplandor se podía ver a sus ojos. Inmediatamente ella se abalanzó sobre Souji, tumbándolo en la cama.
—También te amo, Souji. No sé hasta dónde nos llevará el destino, pero sin importar los desafíos, siempre estaré a tu lado. Souji, ¿quieres casarte conmigo, cuando acabe La Más Grande Epopeya?
Souji parpadeó varias veces, incrédulo.
—¿En serio?
—Sí, no quiero pasar el resto de mi vida con alguien que no seas tú.
—Entonces mi respuesta es sí, ¡seré tu esposo, Min-seon!
Los ojos de la mujer coreana brillaron con un amor puro, para acto seguido besarlo con una pasión desenfrenada, empezando su acto de amor esa noche, mientras sentía el corazón de su contrario latir con fuerza por el otro. El amor que ambos sentían, pronto les abriría más puertas en esta Gran Epopeya.
En la mañana siguiente, el teléfono de Souji sonó, despertándolo.
—Mhmmm... Von Stromheim-sensei, son las seis de la mañana.
—Lo siento, joven Souji, pero... hay una noticia que debe saber, llegó recientemente a la Fundación Von Stromheim.
El sueño se le pasó por completo a Souji, una vez que escuchó lo que había ocurrido en Japón, decidiendo que tenía que ir inmediatamente para allá.
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