Capítulo 10-Viaje a París
"No estamos en un viaje para salvar al mundo sino para salvarnos a nosotros mismos. Pero al hacer eso salvas al mundo. La influencia de una personal vital vitaliza". Joseph Campbell.
A las ocho de la mañana, todo el equipo Fahrenheit 451 se reunió en la Mesa Redonda por órdenes de Kira, ya que había un cambio de planes de última hora.
Kira Pavlichenko fue la última en llegar, cargaba entre sus manos su tableta con la información de la misión que tenían entre manos.
—¿Y Siegfried? —preguntó al no verlo allí.
—Debe de seguir dormido, se pasó un poco con los tragos anoche —dijo Dwayne, tomándose un ibuprofeno para el dolor de cabeza producto de la resaca.
—Mierda —murmuró con una ligera mueca—. Bueno, no importa, le diremos los detalles en el jet. Sé que les dije que iríamos a Japón, pero el presidente de Francia nos requiere en París de forma urgente. Calíope, la información, por favor.
—Por supuesto, agente Pavlichenko —dijo la I.A, con una dulce sonrisa—. Los incendios en Paris han aumentado un cuarenta y cinco por ciento en toda la ciudad en los últimos días, varios edificios históricos, gubernamentales y barrios de vivienda han sido reducidos a escombros y cenizas. En total van cincuenta muertes y ciento setenta y dos heridos. Se cree que esto se debe a una Leyenda, debido a los supuestos avistamientos de una figura misteriosa rodeada de llamas rondando por la noche en los lugares afectados antes de que se incendien.
—Japón puede esperar por los momentos, no podemos permitirnos que siga muriendo más gente inocente en Paris por una Leyenda que parece estar únicamente interesada en destruir y destruir —declaró Kira, con una mirada seria—. Tomen sus cosas, porque partimos en una hora. Jane, ve a buscar a Siegfried en su dormitorio y dile que tenemos que viajar.
—Entendido, agente Pavlichenko.
Jane fue hasta uno de los dormitorios de la sede de Fahrenheit 451, debido a que muchos de sus miembros no eran ciudadanos estadounidenses, se adaptaron habitaciones del edificio para que fueran sus cuartos temporales. El lugar en donde se quedaba Siegfried era una habitación modesta, con poco más que una cama, con una mesita de noche al lado con un vaso de agua y algunas aspirinas que le dio Dwayne para la resaca y al fondo un armario con espejo para guardar la ropa que le vayan consiguiendo.
La psicóloga buscó por todo el dormitorio, pero curiosamente no encontró a Siegfried por ninguna parte.
—¿Siegfried? ¿Estás aquí, Siegfried? —le llamó mirando por los lados.
De la nada, una mano salió entre los colchones de la cama, sacándole a Jane un grito agudo de terror que se escuchó por todo el edificio, extrañando a los agentes de Fahrenheit. Resulta que se trataba de Siegfried, quien salió de los colchones con solo un mono deportivo negro puesto, dejando ver su cuerpo musculoso y lleno de las cicatrices que le quedaron de su batalla contra Fafnir, junto a otra que estaba tanto en su espalda como en su pecho.
—Gaooooo... ah, es usted, Lady Lewis, espero que esté teniendo una próspera mañana —dijo Siegfried, en medio de un bostezo—. ¿Se encuentra bien? Parece como si hubiera visto la Cacería Salvaje.
—A-ah, no es nada, solo que me sorprendiste, Siegfried —respondió con sus piernas temblandos como las de un gallo por el susto—. ¿Por qué duermes entre dos colchones?
—¿La gente de esta época no lo hace? —preguntó cabizbajo, arqueando una ceja.
—Creo que no —respondió con una ligera mueca.
—Oh, ya veo... bueno, es un poco vergonzoso —confesó un poco ruborizado mientras se rascaba la mejilla.
—¡Jajajajaja! ¡Que no te de pena! —exclamó entre risas, habiéndole pasado el susto inicial por las raras costumbres de su nuevo compañero—. Deberías ver como me pongo al dormir, cualquiera diría que me caí de un sexto piso, jajaja.
—Entiendo..., pasando a otro punto, ¿me perdí de algo en la reunión? —preguntó.
—Sí, tenemos que viajar a París, Francia, hay una Leyenda que está causando estragos la ciudad.
Siegfried asintió y nada más con chasquear los dedos, ya tenía toda su armadura puesta y su espada.
—¡Wow! Eso sí que es eficiencia —mencionó Jane, impresionada.
—Según Hístor, este es nuestro Vestuario de Batalla, la vestimenta con la que fuimos invocados al mundo nuevamente —explicó—. Se regenera sola con el tiempo y podemos invocarlo y deshacerlo siempre que queramos.
—Ese Dios si que pensó en todo —comentó.
Después de buscar a Siegfried, Jane fue junto con Hades hasta el laboratorio del Dr. Von Stromheim para buscar su equipo nuevo. Dicho laboratorio contaba con varios robots asistentes, los cuales eran controlados por Calíope. El doctor alemán le entregó a Jane unos lentes de diseño futurista, con armazón de un metal negro bastante ligero y de color morado.
—¡Tachán! ¡Los llamo Lentes de Pre-Visión! —exclamó con emoción—. Al decir el comando de voz: "activar pre-visión", estos bebés le permitirán ver las cosas en cámara lenta al igual que el fenómeno conocido como taquipsiquia, lo cual junto con sus dotes mentales y entrenamiento, le serán de gran utilidad, doctora. Además de que también contarán con visión infrarroja y de rayos X como el joven Hades.
—¡Genial! Gracias, doctor, son superlindos y combinan con mi estilo —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
—Y en cuanto a usted, joven Hades, le tengo algo igual de bueno.
Uno de los robots asistentes del Dr. Von Stromheim le entregó un maletín de metal, del cual sacó un rifle de francotirador de 1, 45 metros de largo, de color verde oscuro y con la hache de Hades pintada.
—Este bebé lleva por nombre Deadshot, es el mejor rifle que podrás tener en tu vida —declaró—. Es superligero, pero resistente. Sus balas también son más rápidas y mucho más poderosas que las de un francotirador ordinario, ya les he probado y pude partir un árbol limpiamente a la mitad.
Hades tomó el rifle y lo probó. Era ligero como decía el doctor y suave con el agarre; con sus ojos biónicos pudo ver todos los demás detalles del arma y allí supo, que era el rifle ideal para él.
—Gracias, doctor, sin duda es un rifle óptimo para las misiones —dijo con voz monótona, mientras esbozaba momentáneamente una sonrisa.
—Aún no he podido crear algo más "especial", por lo que durante los siguientes días estaré aquí en el laboratorio trabajando junto con Calíope —mencionó tomando un sorbo de una taza de café que tenía en la mesa.
—No se preocupe doctor, tómese su tiempo para seguir desarrollando esos bebés —dijo Jane, despidiéndose junto a Hades.
Por los pasillos de la sede, Jane decidió hacerle una pregunta a Hades, la cual posiblemente le incomodaría.
—Hades, tú no posees emociones, ¿verdad? —soltó de forma directa.
Hades la miró de reojo con algo de indiferencia. Para Jane, la única persona que igualaba en frialdad a Hades era Kira.
—Eso es correcto, Dra. Lewis, carezco de las emociones normales que tendría un ser humano normal —confesó como si nada—. No siento odio, tristeza, miedo, felicidad, envidia, nada de nada. Dichas emociones son innecesarias para un supersoldado como yo, ya que esas emociones son poco lógicas.
—Yo pienso que las emociones son necesarias, Hades, después de todo... puede que seas un superhumano, pero sigues siendo un ser humano —replicó con algo de lástima por su compañero.
—No le encuentro la lógica a ese argumento —dijo Hades, arqueando una ceja.
—Me refiero, a pesar de tus mejoras, tu mente sigue siendo en su mayoría la de un ser humano, ¿no? —aclaró.
Hades se detuvo a pensar por unos segundos su respuesta.
—Eso es correcto también, solamente el noventa por ciento de mi cerebro es orgánico, pero todo rastro de emoción fue borrado de mí —aseguró con las manos detras de la espalda—. Alguien como yo, no necesita de ellas.
Jane sacó una libreta de su chaqueta, en donde anotó todo lo que había dicho Hades. Sabía que no era muy ético analizar psicológicamente a sus compañeros de equipo, pero no podía evitarlo. Con solo verlos, sabía que su equipo tenía muchas cosas que decir y varios demonios internos, sobre todo Kira, Siegfried y Ryoma. Por lo que quería tener todo listo para cuando decidan ir con ella para conversar.
En otra parte de la sede de Fahrenheit 451, Kira estaba en el Taller Taumatúrgico de Alastor Thorn, en donde el Mago concentraba grandes cantidades de Maná para poder craftear los artefactos mágicos que el equipo necesitaría. Era una habitación ancha, casi completamente oscura de no ser por varios círculos ocultistas en las paredes, suelos y techos que brillaban de un intenso color anaranjado. También contaba con lo que parecía ser un laboratorio de química con varios tubos de ensayo y destiladores, estantes repletos de libros y cajas de madera con seguro y un escritorio que era donde trabajaba Alastor con varias herramientas.
El Mago inglés le entregó a la mujer rusa lo que parecía ser una pistola magnum eagle 44, con varios diseños rúnicos y alquimistas inscritos.
—Fue lo mejor que pude crear con los materiales que tengo, pero le puedo asegurar, agente Pavlichenko, que cumplirá el trabajo —dijo Alastor, con una sonrisa orgullosa.
Kira tomó el arma entre sus manos, tomándose el tiempo para sentirla.
—Tiene mayor potencia que una magnum verdadera y sus balas están cargadas al máximo con Maná —explicó—. Incluso si tiene que dispararle al mismísimo Heracles, esa arma será capaz de hacerle un agujero en el cuerpo.
Kira rápidamente hizo girar el arma en su mano derecha y en menos de un segundo ya estaba apuntando a la cabeza de Alastor, cosa que lo sobresaltó del miedo.
—Servirá —dijo con una sonrisa siniestra, similar a la de un demonio—. La llamaré... Zhnets Dush (Segadora de Almas). Muchas gracias, Alastor —Kira guardó el arma en su funda y se retiró del Taller del inglés.
—Esa perra está loca —pensó Alastor, sintiendo su corazón en la garganta por el susto.
Con todo su equipo ya listo, todo el equipo tomó el jet que los llevaría hasta París.
Durante el vuelo, Siegfried se la pasó mirando las nubes por la ventana. Mientras estaba en sus oscuros pensamientos, algo lo hizo volver a la realidad y era que Min-seon Ryu le estaba tocando los cuernos. Desde hace rato que quería hacerlo.
—¿Quién te puso los cuernos? —preguntó con algo de humor.
—Fafnir —respondió sin pensarlo mucho, pensando que lo decía de forma literal.
—Pobrecito —dijo acariciándole la cabeza, cosa que no hizo más que extrañar a Siegfried.
—Creo que hay mensaje oculto que no entendí —dijo Siegfried para sus adentros.
En uno de los asientos más apartados del avión, Dwayne le estaba contando a Jane sobre el pasado de Siegfried y sobre su frágil estado mental.
—Lloró el resto de la noche hasta que lo dejé en el dormitorio, y en el camino por accidente chocó de hombros con una mujer y al verla a los ojos cayó al suelo muerto de miedo, la llamó "Brynhildr" —relató cabizbajo— ¿Qué piensa doctora?
—Que es peor de lo que pensé y si te soy sincera, es... difícil saber como sentirse —confesó cruzada de brazos—. El Siegfried que vemos ahora es muy diferente al que tú me contaste. Parecieran dos personas distintas. Se ve tan tranquilo, pero por dentro... debe estar sufriendo constantemente por la culpa y aunque Min-seon no se percate, él se siente incómodo con su cercanía.
—Realmente no me interesa lo que Siegfried hizo en su pasado, me interesa lo que hará ahora —declaró Dwayne, con seriedad—. Alguien que siente ese nivel de arrepentimiento no debería sufrir más.
—¿En serio lo piensas? —inquirió.
—¿Has escuchado hablar de la historia del apostol Pablo? —comentó recordando las veces que fue a la iglesia con Jeff McFarlane—. Antes de ser un apostol de Jesús de Nazareth, fue un asesino de cristianos. Sin embargo, se arrepintió de todos sus pecados y se volvió en un mejor hombre. Incluso un asesino puede cambiar. Incluso alguien como Siegfried puede tener una segunda oportunidad.
—En eso tienes un buen punto —musitó viendo hacia la ventana.
—¡Ah!
Casi todos en el jet voltearon ver por el pequeño grito de asombro de Siegfried. El Asesino de Dragones se asomó a ver a Ryoma, quien estaba jugando un videojuego de samuráis en su tableta para no aburrirse durante el vuelo.
—¡Fantástico! ¡Es como una especie de simulación de combate! —exclamó fascinado—. No solo pone a prueba nuestra velocidad de reacción y las habilidades cognitivas, sino que también es un gran entrenamiento para la inteligencia estratégica.
—¡Quítate de encima, kusoda! (pedazo de mierda) —reclamó Ryoma, empujando a Siegfried de una patada.
—Oye, Ryoma, no hace falta ser así —reprendió Dwayne, ayudando a Siegfried a levantarse.
—Pregúntame si me importa —replicó sacándole el dedo medio.
—Está bien, Dwayne, fue mi culpa —dijo Siegfried, esbozando una ligera sonrisa—. Me emocioné demasiado.
—Pero-
Un sonido de tintineo llamó la atención de todos, Kira había lanzando una moneda al aire y la atrapó en su mano.
—Siegfried, ¿Cara ó Cruz? —preguntó mirando al caballero pelirrojo.
—¿"Cara ó Cruz"? —dijo arqueando una ceja confundido.
—Son los lados de una moneda —explicó Dwayne.
—Ohhhh, bueno, ehm... ¿cruz? —escogió alzándose de hombros.
Kira abrió su mano, revelando que había salido cruz.
—Ryoma, discúlpate con Siegfried —ordenó con un tono de voz frío, pero autoritario.
Ryoma estaba a punto de objetar, pero al ver la mirada gélida que Kira le dió decidió mejor no buscar una discusión ella.
—Lamento haberte empujado —dijo resignado, con una mueca de asco.
—Acepto vuestras disculpas, joven Ryoma —replicó Siegfried, con una ligera sonrisa mientras hacía una reverencia ante el chico.
—Vaya, ni siquiera nota que parece no decirlo en serio —pensó Kira, ligeramente sorprendida.
Con el asunto resuelto, Dwayne y Siegfried volvieron a sus asientos. Fuera de aquel incidente, el resto del vuelo fue tranquilo, aunque el caballero pelirrojo tuvo que escuchar a Min-seon comentarle sobre los manwhas de romance que leía. Lo único que pudo hacer fue asentir, a pesar de que no estaba entendiendo nada de lo que le decía.
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