Capítulo XVIII. La misión de Jack
La misión de Jack
Agosto se fue volando de las hojas del calendario. Además de la inexplicable desaparición de Barclay y Cox no había mucho que comentar en Austen. La fecha del Festival Anual de la Mariposa Monarca estaba próxima y el pueblo se fue vistiendo de naranja para celebrar. Nicolás y Emma decidieron sacar del garaje, ya empolvado y desusado, el viejo columpio de madera en el que jugaron cuando eran niños. Lo arreglaron para Jack y lo colocaron otra vez en el viejo árbol frente a la casa morada.
A pesar de la insistencia de Emma la rutina de Nicolás no cambió demasiado: despertaba antes de las siete, casi siempre después de alguna pesadilla, tomaba un baño, se vestía y bajaba a desayunar con su familia. Después conducía a Vita hasta el lago, quedándose allí hasta que caía la tarde. A su regreso estacionaba a la Vespa frente a su casa, buscaba a Emma, que seguramente acompañaba a Hugo y resto de la banda, y pasaba el rato con ellos. Así, cuando Gino volvía a casa, pensaría que estuvo todo el día con ellos. Un viernes, aprovechando el buen clima, también enseñó a Emma a conducir a Vita.
—Es como un mal chiste o uno que no se terminó de contar —dijo Koki, especialmente molesto, viendo a Nicolás pararse en dos manos sobre el asiento de Vita para hacer reír a Emma.
—Ha-ha-hace dos días, y no porque sea yo-yo lo recuerde, aseguraste que lo único que sabe hacer Nicolás es hablar bien de sí mismo —le dijo Hugo—, y míralo, también sabe pararse sobre sus manos.
—Ya lo creo—intervino Max.
—Yo... —Koki negó con la cabeza. Los chicos habían detenido su ensayo al distraerse fácil con las risas de Emma.
—Si lo que te molesta de Nicolás es que pase tanto tiempo con Emma, invítala a salir —opinó Jayden—, pídele que sea tu chica y marca tu territorio
—Ya lo creo —intervino otra vez Max.
Si, una de las cosas que más molestaba a Koki de Nicolás era eso, pero había más. En opinión de Kiyoshi Kawamura, Nicolás Rossi era: arrogante, imprudente, insufrible y tan útil como un muñequito de pastel de bodas. En cualquier caso, el sentimiento de desagrado era mutuo, porque en opinión de Nicolás Rossi, Kiyoshi Kawamura era: malhumorado, soporífero, presumido y un aguafiestas. De hecho, para molestia de Koki, durante los últimos días Nicolás se dio a la tarea de aplaudir cada vez que él hablaba.
—Emma, Koki tiene una idea —anunció Hugo a su amiga para llamar la atención de esta.
—No, no... —negó Koki, nervioso.
Hugo le miró serio: —Deja que lo sepa.
Emma y Nicolás estacionaron a la Vespa y regresaron al garaje para escuchar la famosa idea de Koki:
—Cuenta —le dijo Emma, dándole toda su atención.
—Estaba pensando ¿que... —Koki tragó un poco de saliva— Bueno, el escenario debe estar en un lugar más adecuado.
Nicolás aplaudió: —Una nueva intervención de Koki. Celebremos.
—¡Nico! —lo regañó Emma.
—¿Qué? Casi no habla.
Koki le dirigió una mirada asesina.
—¿En dónde, Koki? —preguntó Emma.
—Junto a los juegos mecánicos —respondió Koki, todavía mirando a Nicolás—. Eso servirá para atraer a más personas.
Emma lo aprobó sin dudarlo y buscó en su bolsa la agenda del festival para hacer los cambios.
Por la noche, cuando sólo la luna lo iluminaba todo, Nicolás se recostó en la parte trasera de Lázaro, como acostumbraba últimamente. Emma también se acostumbró a acompañarlo. Lo positivo es que esto le obligó a dejar de llevar con él algún licor.
—Esta vez traje chocolate caliente —dijo ella una noche y él le ayudó a subir al pickup—. Es mejor que una bebida alcohólica, ¿a qué sí?
Esa noche Nicolás estaba especialmente inexpresivo y silencioso, tomó la taza con chocolate caliente y miró el cielo sin demostrar ganas de querer hablar.
—Lamento informarte que si no dices algo en menos de un minuto empezaré a hablar del Festival de la Mariposa Monarca por enésima vez —amenazó Emma y cogió la mano de Nicolás para poder ver el reloj de este. Así, empezó a contar los segundos hasta casi completar el minuto—: Cincuenta y nueve, cincuenta y ocho, cincuenta y siete...
La oscuridad era más fácil de sobrellevar con Emma a su lado, pensó Nicolás. La compañía de una amiga podía mejorar el humor de cualquiera, y si esa amiga era Emma hasta podía mejorar tu vida. Tenerle a su lado era como tener una linterna. Ella era un consuelo a tiempo.
—Diez, nueve, ocho —Emma acomodó su cabello—, siete, seis...
—¡Bien, tú ganas, hablaré! —exclamó antes de tener que escuchar una vez más la agenda del Festival de la Mariposa Monarca.
—¿Qué pasa? —quiso saber Emma acurrucándose junto a él.
—Que soy un estúpido —soltó—. A veces creo que despertaré de esta pesadilla, bajaré a la cocina y allí estará Pia, preparando su desayuno de dieta.
Nicolás suspiró. Emma no sabía qué decir. De vez en cuando comentaban anécdotas, pero la mayor parte del tiempo él la escuchaba hablar sobre cómo iban los preparativos del Festival. Sin embargo, algunos días, como este, él en verdad necesitaba hablar. Y aunque ella no supiera cómo consolarle, escuchaba, y para él eso era importante.
—Tengo que aceptar que nunca le dije cuánto la quería. Al menos no lo suficiente.
—Estoy segura de que ella lo sabía —Emma acarició la mano de su amigo.
—Siento que no le presté suficiente atención. Me da miedo olvidarla.
—¿Qué recuerdas que le gustara hacer?
—Ir a la playa —Nicolás sonrió—, comer... Pero no le gustaba cocinar a menos que utilizara el horno... Tarareaba sus canciones favoritas mientras conducía, y siempre, siempre hacía dietas que no necesitaba... No las necesitaba, Emma. Ella se veía igual de bien usando jeans o vestido.
—Pienso que sí le prestabas atención.
—Pero no la suficiente. Aunque... ¿qué importa ahora? —Nicolás daba la impresión de querer castigarse con sus palabras—. También me siento culpable de no conocer lo suficiente a Gino. Pero supongo que eso si lo puedo cambiar.
—Dale. Yo no tuve la oportunidad de conocer a mi mamá o a mi papá —suspiró ella, pensativa—. Mi abuela dijo que mi mamá murió la noche que yo nací y que mi papá se marchó de Austen siendo yo una bebé, y murió antes de que yo aprendiera a hablar —Emma miró a la nada, sintiendo tristeza—. Ni siquiera tengo una foto donde estemos juntos...
Él la consoló con la mirada queriendo poder hacer más. Ella le agradeció de igual forma. Para Nicolás era extraño, pero por alguna razón los ojos de Emma le parecían más profundos ahora.
—¡Bien, basta de cosas tristes! —anunció, cambiando de forma abrupta su ánimo—. ¡Llegó la hora de los chistes!
—No, no, no... —negó Emma.
—Anda, te toca.
—Pero no soy buena contando chistes —se justificó ella.
—Y más te vale que sea bueno —insistió él.
—Creo que recuerdo uno... —Emma buscó en sus memorias—. Lo contó Hugo en Alerta Naranja el año pasado. Es muy bueno.
—Te escucho.
Emma frotó sus manos para alejar al frío:
—Bien, está era una oruga, ¡No, espera!, eran... —Ella utilizó sus dedos para contar— dos orugas, si, dos orugas... ¡Oh, no, ya me acordé! Eran un pájaro y una oruga que se encontraron en un árbol y se saludaron...
—Ajá—exclamó Nicolás sin poder creer que Emma, hasta en un chiste, hablara de pájaros y orugas.
—¿O no se saludaron? —Ella ladeó su cabeza hacia un lado pensando—. ¡Oh, sí! ¡Si se saludaron! —recordó—. Platicaron y cuándo se despidieron el pájaro le dijo a la oruga: "Hey te veo en un mes".
Emma empezó a reír y Nicolás la miró queriendo saber qué parte del chiste se había perdido.
—¡Oh vamos, Nico! —Emma le dio una palmada amistosa—: El pájaro le dijo a la oruga: "Hey te veo en un mes".
—Ajá —dijo él sin comprender nada.
—UN MES —insistió ella y Nicolás frotó su frente—: Nicolás, las orugas tardan tres semanas en convertirse en Mariposas Monarca. O sea que cuando él pájaro regresó, ya no estaba la oruga sino...
Emma esperó a que esta vez Nicolás si comprendiera.
—¿Una mariposa?
—¡SI!—festejó ella y continúo riendo—. ¡Me encanta ese chiste!
—Sí, es bueno... —dijo él, riendo también pero de la risa de ella. Ahora estaba claro por qué Emma sólo hacía amistad con gente de la Reserva.
Cualquier chiste que Emma contara, si al final reía, seguro él reiría también. La risa de Emma se contagia.
—¡Acabo de recordar otro! —anunció.
—Ajá —Nicolás se acomodó mejor para escucharla.
—Este era un pato... ¿O era un pollo? ¡Espera, ya me acordé! Si era un pato...
Al otro día, en lugar de ir al lago, Nicolás acompañó a Gino a algunas diligencias. La idea era pasar tiempo con él, tal y como se lo prometió a sí mismo; y esto también tranquilizó a Gino, que aún le preocupa "la guerra interior" que enfrentaba su hijo. No obstante, su momento preferido del día era cuando se tumbaba en el platón de Lázaro en compañía de Emma.
—¿Sabes qué me molesta? —le preguntó una noche.
Ella acariciaba a Moshe, que esa vez quiso acompañarlos.
—¿Qué?
—El otoño. Odio el otoño.
—El otoño es hermoso, Nico.
Los dos prestaron atención a las hojas que caían sobre ellos.
—No lo es. El otoño es naturaleza muriendo y tú, siendo hippie, deberías odiarlo también.
—¿Hippie? —preguntó Emma, sonriendo—. ¿Aparento ser una hippie?
Nicolás la miró de reojo:
—Eres vegetariana y cada vez que platicamos... —Pensó bien lo que iba a decir—: hablas de la vida, de la naturaleza, de todo como...como...—vaciló—. ¡Como un hippie! Vamos, Emma, eres genial pero... rara. Muy rara.
Y aunque Nicolás asumió que ella se molestaría, como la vez que se refirió a las mariposas como los insectos más aburridos del mundo, ella se echó a reír:
—Sí. Supongo que a veces si parezco una hippie.
Nicolás cogió del aire una hoja anaranjada que iba a caer sobre ella y la observó detenidamente. Cualquiera hubiera pensado que pretendía leer el origen del universo en esta:
—¡A esto me refiero!—dijo indignado y le mostró la hoja a Emma—. Naturaleza muerta.
—La muerte es parte de la vida, Nico... Ya vendrá la primavera.
Él suspiró como si pretendiera alejar el otoño y ella, sin necesidad de preguntar, intentó deducir el por qué de su enemista con los arboles sin hojas, y el por qué de no esperar pronto la primavera. Los días de Nicolás Rossi después de morir su mamá eran lo suficiente tristes como para sumarles el apesadumbrado otoño.
—Huiré del otoño —dijo—. No quiero estar en Austen cuando las hojas caigan. Tampoco durante el invierno...
—Tampoco me gusta el frío... —dijo Emma, triste al imaginar a Nicolás marchándose—. Y también comprendo que extrañes el sol —titiritó para proveerse calor frotando una vez más sus manos.
Nicolás dedujo que la chica era friolenta.
—¿Tienes frío? —le preguntó y ella asintió. La noche era helada y ella olvidó traer con ella algún suéter—. Ven, acércate —le pidió y la atrajo hacia su pecho.
Emma castañeó los dientes: —Gracias.
Y a Dios gracias él no notó que se sonrojó.
—¿Mejor?
Nicolás la abrazó y ella volvió a asentir. Prefirió no responder, se sentía rara ¿Esto era peor que verlo en bóxers? Lo meditaría mas tarde.
—Me salvaste de morir congelada —dijo, no queriendo estar en silencio para no sentirse extraña.
—Ese soy yo, El súper suéter, ofreciendo el calor de mis brazos a las mujeres.
Así que lo hace con todas...
—¿Qué no vivías cerca de una playa?
—Sí. El mar, la arena... las diosas en bikini.
Emma arrugó su frente: —¿Las diosas en bikini?
—Morenas, rubias...
Emma hizo rodar sus ojos: —Por supuesto.
Este chico estaba acostumbrado a babear por mujeres que ganaran concursos de camisetas mojadas. Ella, "la hippie", era de escote modesto y prefería la ropa interior con dibujitos.
—Son tan atractivas que cuando están cerca de ti, sientes enloquecer —continuó recordando Nicolás—. Son ese tipo de mujeres que deseas tener aunque sea una noche y...
—Ya entendí—lo hizo callar Emma e intentó alejarse. Prefería el frio a sentir el cuerpo de Nicolás entrar en calor a causa de "las diosas en bikini".
Él no le permitió distanciarse. La contuvo con un sólo brazo y con el otro desprendió el listón que recogía aquel cabello rubio platinado.
—¡Oye! —se enfadó ella.
—Por otro lado...—dijo, intentando sonar interesante y buscando los ojos de ella, aunque estuviera molesta— está el tipo de mujeres que quieres conquistar. Esas que te enamoran todos los días, que te escuchan, que te animan... Esas que lugar de llamarte con un escote te miran... En verdad te miran.
Emma trató de acomodar su cabello con los dedos, disimulando no tener interés en las palabras del chico:
—¿Es este un momento romántico?—preguntó, nerviosa. Él se limitó a sonreír—. Quiero saberlo para no arruinarlo con algún comentario tonto.
—Eso es exactamente lo que acabas de hacer, Emma Appleton —dijo él, aún sonriendo—. Quizá yo tenía la intención de enamorarte y me cortaste las alas con ese comentario. Piénsalo. Eso no se hace, Emma —se quejó, teatral, y ella le miró guardar el listón en su bolsillo.
...
El chico de cabellos negros ondulados y ojos grises fugitivos despertó sudoroso y jadeante. Miró su reloj, este marcaba las cinco de la mañana. Otra pesadilla... Pero esta era diferente a las demás. Esta vez el ataúd tenía forma de teléfono.
Nicolás no consiguió conciliar el sueño otra vez. Esperó a que el reloj se detuviera en punto de las siete y despertó a su hermano con un almohadazo.
—Hora de levantarse —le llamó.
—¡No quiero ir! —chilló Jack, aún adormitado.
—No te estoy preguntando. Es el primer día de clases. No puedes faltar.
—¡Pero yo quiero trabajar en la tienda! —insistió Jack, escondiendo su cabeza entre dos almohadas.
Jack daba vueltas sobre su cama queriendo no abandonarle.
—Por la tarde. Ahora irás a la escuela.
Nicolás salió de su propia cama y sacó a Jack de la suya cogiéndole de los pies. Después de batallar durante unos minutos, consiguió meterlo al cuarto de baño y abrió la llave.
—¿Jack? —preguntó Betty, tocando la puerta. Su reloj también indicaba que era hora de despertar.
—¡Se está bañando, Betty!—respondió Nicolás, sosteniendo a Jack debajo del agua de la regadera, aún vistiendo ambos pijama.
Betty dudó que Jack saliera de la cama sin quejas.
—Está bien. Cuando termine bajen a desayunar.
—¡Gracias!— agradeció Nicolás desde el baño, dando vueltas a Jack para mojarlo completamente.
—¡Está bien! ¡Basta! ¡Ya!—repetía Jack—. Me rindo. Iré, pero si no me gusta trabajaré en El Italiano con Gino.
A Nicolás le conmovió verle hacer pucheros.
—No vamos a discutir eso ahora —contestó y le dejó solo para que terminara de bañarse.
Esperando su turno para tomar una ducha, Nicolás arregló la habitación. Antes no lo hacía. Cuando él y su hermano despertaban para ir a la escuela Pia se encargaba de limpiar todo mientras ellos desayunaban; y para asegurarse de tener tiempo suficiente para cocinar y limpiar, ella despertaba una hora antes que sus hijos. Hasta ahora lo valoraba Nicolás. Pequeños detalles eran ahora motivo de culpa y nostalgia. Él sabía que a Betty no le molestaría tender sus camas pero prefería ayudar.
—Betty preparó desayuno —indicó a Jack al salir este de la ducha—. Ve a comer, que cuando termine aquí te llevaré a la escuela
Aún con sueño, Jack bajó a desayunar. Era su primer día de clases en la Primaria de Austen y no se veía entusiasmado.
—Nico te llevará y también irá por ti, Piccolino —dijo Gino a su hijo cuando este se sentó a desayunar con él—. Al desocuparte podrás ir a la tienda con Betty y conmigo.
Jack continuó haciendo pucheros.
—Te gustará la escuela, es pequeña —le contó Betty, pero Jack continuó desanimado—. Conozco a tu maestra, es mi amiga. Le llamaré por teléfono y le pediré que esté pendiente de ti... si eso te hace sentir mejor.
—Estaré bien —respondió Jack, cabizbajo.
Gino y Betty observaban a Jack con preocupación. Era su primer día de clases en una escuela nueva, con nuevos compañeros y maestra.
Nicolás bajó rápidamente las escaleras y sin entrar a la cocina pidió a Jack salir ya para llevarle.
—¿No vas a desayunar? —le preguntó Betty desde la mesa.
—No tengo hambre, pero gracias. ¡Vamos Jack! ¡No quiero que llegues tarde!
—Adiós, papá. Adiós Betty —se despidió Jack, triste y salió del comedor arrastrando su mochila.
...
—¿Por qué no vienes? —le preguntó Jack cuando llegaron.
—Terminé la escuela hace un par de meses. Ahora me toca la universidad pero antes quiero vacaciones.
—¡Yo también quiero vacaciones! —exclamó Jack casi llorando.
—Cuando termines la escuela.
—¡Pero faltan muchos años!
—Entonces te recomiendo que entres ya para que puedas terminar lo antes posible.
Jack miró con rencor la escuela.
—Hagamos un trato —dijo Nicolás, sacando su billetera—. Yo estudié aquí y sé que la Primaria comparte patío con la Preparatoria. Haz que cuando regrese por ti una chica linda te acompañe y te daré veinte dólares.
La mirada de Jack se iluminó de nuevo. —¡Hecho!
Se despidieron con un golpe de puños y Jack entró a la escuela.
Nicolás no sentía la necesidad de conocer a alguna chica, sin embargo, como ya le había dado misiones similares a Jack en Ontiva, consideró que distraerse con ello le ayudaría a no sentirse tan fuera de lugar. Seguro de eso arrancó a Vita y la echó a andar camino al lago.
...
Entre más hojas secas veía a sus pies más odiaba el otoño. Nicolás estaba sentado en la orilla del lago cogiendo piedras pequeñas para arrojarlas una detras de otra al agua. Trataba de no pensar en nada mientras veía los circulos que formaba sobre el espejo del lago.
Cerró sus ojos e imaginó que no estaba ahí. Tal vez si lo deseaba con mucha suerte volvería a la noche anterior antes de escaparse al aeropuerto.
Sólo tal vez.
...
Cuando regresó por Jack a medio día fue recibido por él y Emma. ¿Emma?, se preguntó. Ella parecía estarlo esperando. Estacionó a Vita a un costado de ellos y miró a Jack pidiendo una respuesta.
—¿Qué? Nunca especificaste que la chica no podía ser Emma —se justificó Jack.
Emma miró de Jack a Nicolás.
—¿Pasa algo? —preguntó—. Jack dijo que querías hablar conmigo.
Nicolás soltó una risa y se prometió darle más de veinte dólares a Jack.
—Sí, eso creo —dijo, rascando con un movimiento ágil su nuca—. ¿Quieres ir... a comer algo?
Los ojos de Emma se abrieron un poco más de lo normal y bajó su mirada para observar con desconcertante atención sus zapatos.
—S-Sí... —dijo, acomodando su cabello detrás de su oreja— me gustaría... digo, si tú quieres.
Y miró a Nicolás esperando que le dijera que se trataba de una broma, pero eso no pasó.
—Nos topamos cuando visitó mi salón de clases para promocionar el Festival —contó Jack a Nicolás—. También me regaló un pase para asistir a una visita guiada en la Reserva.
—¿Cuándo? —preguntó Nicolás a Emma, disfrutando verle ruborizada porque la invitó a salir. Era evidente que no estaba acostumbrada a ir por ahí con algún chico.
—Hoy —dijo ella, parpadeando más de lo necesario e intentando recuperar el valor para verle directamente—. Los pases son para Betty y Jack pero tú también puedes asistir.
Diversión según Emma Appleton, dijo a sus adentros Nicolás conteniendo una risa: Visitar asilos de ancianos y pasear por una Reserva. Pero aceptó ir. Y como Betty fue por Jack, podían desviarse a su "cita" antes de partir a la Reserva.
—Vamos —le dijo acelerando a Vita.
—¿A dónde tienes pensado ir? —preguntó Emma, acomodándose en el asiento con él.
¿A dónde ir a comer con Emma?
—Tú conoces Austen mejor que yo. Propón algo.
—¿El café de la señora Dupont?
Nicolás asintió satisfecho. —El café de la señora Dupont suena bien.
Y como otros adolescentes salían de la Preparatoria, algunas chicas vieron sin disimulo e incredulidad a Emma "la rara" marcharse en una Vespa con un chico.
—¿Eres tan impopular que tus compañeras se sorprenden cuando te ven un chico guapo? —le preguntó Nicolás al salir del estacionamiento.
—¿Qué chico guapo?
—Ja. Ja.
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Un capítulo bastante tranquilo :O Aunque, espero, hayan puesto atención a algunos pequeños detalles ♥
¿Cómo va la relación de Nicolás y Emma?
En el siguiente capítulo conocerán a otra de las criaturas pintadas en los óleos de Yoshiko *música de suspenso* y esta nos permitirá saber más del mundo de La Mariposa Enjaulada ♥
Tengo muchas ganas de publicar ese capítulo.
Dibujo de Emma publicado en el grupo de Facebook Tatiana M. Alonzo -Libros, por Ayelén Caprini
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