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Capítulo XV. Un ratón en la habitación

Un capítulo interesante... (/ - \)

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Un ratón en la habitación


Aunque el llavero que le regaló Emma fue el obsequio favorito de Nicolás, el que más aprovechó fue el licor cortesía de Yago Almanza. Afortunadamente Gino creía que su hijo pasaba el día con su vecina, porque de haber estado al tanto de la verdad las cosas se complicarían aún más para Nicolás.

—¿Entonces no está contigo? —preguntó Jack a Emma. El pequeño llevaba una hora esperando a su hermano.

—Para serte sincera no... —Emma también estaba preocupada—. Él me pidió que lo encubriera pero... No sé porque acepté —Ahora no sabía qué hacer—. Si le pasa algo será mi culpa.

—¡Odio que haga esto! —Jack pateó una piedra.

—¿Suele desaparecer sin que nadie sepa dónde está?

—Los viernes y sábados suele ir a fiestas, pero hoy es jueves —se quejó Jack—. Yo tendría que saber dónde está.

Emma y Jack continuaron esperando a Nicolás.

Como ya no le quedaba ni una sola gota del vino que le regaló Yago, Nicolás visitó al Rincón Europeo para comprarle algo más fuerte. No obstante, La pulga se negó a venderle otra cosa; porque, según la pulga, él no se perdonaría enviciar al hijo de su amigo. Por lo que Nicolás abandonó el bar con más botellas de vino. Eso serviría por ahora.

Empezó a anochecer, era hora de volver a casa. Arrancó a Vita y la condujo hasta la calle Magnolias.

—¡Es él! —gritó Jack cuando lo vio llegar.

Emma, que acompañaba a Jack, apenas podía creer lo que veían sus ojos verdes. Nicolás al bajar de Vita tuvo que sostenerse para no caerse.

El chico estaba ebrio.

—¡Estás borracho! —le reclamó.

—Buenas noches, Emma —dijo él en tono acusador—. Primero el saludo, después el sermón.

—¡Pero qué ejemplo le das a tu hermano!

—Jack, no me mires —pidió Nicolás.

Jack se cubrió los ojos.

—Será mejor que mi papá tampoco te mire, Nico —dijo el pequeño.

A pesar de estar alcoholizado en un punto antes de olvidar su nombre, Nicolás sabía que el enano tenía razón. No sabía qué haría Gino de mirarlo en ese estado, pero tampoco quería averiguarlo.

—Tengo una misión para ti, Jack.

—¿De cuánto estamos hablando?

—Diez dólares —dijo a su hermano.

—¡Hecho! Yo no te vi.

—¿Le vas a pagar diez dólares a tu hermano menor para que solape tu borrachera? —le preguntó Emma, molesta.

—Es cierto, eso está mal—reconoció Nicolás un poco avergonzado. Emma respiró un poco más tranquila—. Jack, te daré otros veinte dólares, pero también debes distraer a Gino para que yo pueda entrar a la casa.

—¡Hecho!

—¡Nico! —chilló Emma—. Se supone que TÚ eres el ejemplo a seguir de Jack.

Nicolás dudó:

—Jack, ¿soy tú ejemplo a seguir?

—Eso creo —dijo dubitativo el pequeño.

—Mal hecho. A partir de ahora tu ejemplo a seguir será Emma.

—De acuerdo.

—¡Gino no merece esto! —dijo Emma con indignación.

Nicolás sabía que esa hippie loca lleva la razón esta vez.

—Jack, debes distraer a Gino cueste lo que cueste. Él no debe verme —indicó Nicolás a su hermano.

—¿Qué tal si todo sale mal y Gino te ve? Entonces sabrá que le mentiste y que además involucraste a Jack.

—Y que tú también le mentiste —le reprochó Nicolás, arqueando una ceja.

—¿QUÉ? —exclamó Emma, molesta y se puso de pie frente a Nicolás, señalándolo con un dedo acusador—. ¡Yo te encubrí porque tú me lo pediste!

—Gracias, pero eso te hace cómplice, así que... ¿qué propones, Emma?

Gino no pensaría que su hijo se emborrachó junto a Emma, pero sí que ella le ayudó a engañarlo. Emma se arrepintió de haber aceptado ayudar a Nicolás y poner en riesgo su reputación de buena vecina. No le quedaba más que ser parte del plan.

—Vendrás conmigo —dijo, molesta—. Te ayudaré a bajar la borrachera y cuando estés sobrio, volverás a casa.

¿Desde cuándo Emma tenía una hermana gemela? Nicolás no lo sabía pero veía a dos hippies con el cabello platinado frente a él. Pero lo que ella estaba proponiendo parecía tener sentido, aunque sin duda era un pretexto para estar a solas con él.

—Ya escuchaste a Emma, Jack —indicó Nicolás—. Tu misión cambió. Debes distraer a Gino hasta que yo pueda regresar.

—¡Hecho!

Betty en cualquier momento terminaría de preparar la cena y les pediría bajar a comer. Jack se apresuró a regresar a la casa para cumplir su misión.

Emma, con la ayuda de su hermana gemela, ayudó a Nicolás a esconderse en la casa morada de la esquina.

—Mi abuela no tarda en llegar —dijo, ayudando a Nicolás a caminar—, tengo que esconderte.

Un adorno de porcelana, una lámpara y un florero y sabrá Dios que más, fue todo lo que Nicolás dejó caer al tratar de llegar a la habitación de Emma. ¡Pero qué casa tan bonita!, se dijo. Debbie tenía una hermosa colección de ocho muñequitos de porcelana, que ahora eran siete gracias a él.

—Siéntate en este sofá —le pidió Emma al entrar a su habitación—. Iré a recoger tu tiradero.

Emma parecía preocupada pero decidida, se dijo Nicolás. Ninguna chica permitiría la presencia de un chico en su habitación a no ser que pretendiera algo más que platicar. Por lo que se puso de pie y se sacó la ropa para esperarla.

El viejo Mustang convertible 1965, propiedad de Margueritte Dupont, llegó en punto de las siete de la noche a la calle Magnolias. Ella y Debbie Miller eran las dueñas de Café Paris. Debbie no tenía vehículo propio, pero su amiga Margueritte la llevaba y traía por el pueblo.

Justo en el momento que Emma terminaba de acomodar todo, Debbie abrió la puerta:

—¡No lo vas a creer —saludó, colocando su abrigo en el perchero—, otros tres niños se inscribieron hoy!

—¡Qué buena noticia! —celebró Emma, nerviosa y Debbie lo notó. Emma no era buena mentirosa. 

—¿Sucede algo?

Debbie terminó de curzar el vestibulo y saludó a Emma. 

—Nada nuevo. Ya sabes... —Emma limpió el sudor de sus manos en su pantalón— los acostumbrados nervios antes del festival.

Y Nicolás ebrio.

—Todo saldrá bien —Le animó—. Ven, te prepararé un té para que podamos descansar ambas.

Emma nunca había ocultado nada a su abuela y se sintió culpable, pero si decía la verdad sobre Nicolás, Debbie no dudaría en decirle a Gino; y aunque decirle a Gino era lo correcto, Nicolás merecía tener la oportunidad de recapacitar. Pensando en eso, Emma acompañó a su abuela hasta la cocina e hizo una pregunta inesperada:

—¿Qué crees que ayudará a quitar una borrachera?

—¿Qué clase de pregunta es esa, Emma? —preguntó Debbie a regañadientes. 

Fuera de las cuatro paredes del bar de Yago Almanza, en Austen jamás se hablaba de embriaguez. Emma titubeó:

—Es que... el amigo de un amigo que vive en otra ciudad quiere saber.

Tragó saliva y esperó a que Debbie le creyera.

—Tu padre era un hombre de experiencias mundanas. No lo juzgues —Debbie disculpó a Daniel—. Una vez lo escuché decir que un café muy cargado es bueno para eso.

—Un café muy cargado —repitió Emma para no olvidarlo.

—Subiré a mi habitación a sacarme estos zapatos. Por favor dile al amigo de tu amigo que sea prudente.

—Sí...

"Un café muy cargado", al quedarse sola en la cocina, Emma sacó de un cajón un poco de café y llenó con agua una tetera para ponerla a hervir. Cuando terminó de preparar todo, cogió con cuidado la taza caliente y se dirigió a su habitación. Estando allí, con esfuerzo abrió la puerta, la taza le permitió utilizar una sola mano, y se sobresaltó al mirar a su vecino en bóxers.

—¡AH! —gritó, dejando caer la taza.

Oh, Madre tierra, no estoy preparada para esto.

—¡¿Qué fue eso, Emma?! —gritó Debbie, asustada, y salió a toda prisa al corredor.

Emma se apresuró a entrar a la habitación y cerró con llave la puerta. Nicolás intentó decir algo pero ella le tapó la boca.

—¡Estoy bien! Creí ver un ratón —dijo para tranquilizar a su abuela.

—Bien... —Debbie dudó pero Emma jamás mentía—. Avísame si necesitas algo.

—Sí... —La voz de Emma temblaba—. gracias.

Cuando la puerta de la habitación vecina se cerró, Emma levantó otra vez su dedo acusador frente a Nicolás:

—¿Se puede saber por qué te desvestiste? —le siseó. 

"Está nerviosa. Nunca en su vida había visto a un chico en bóxers", pensó Nicolás e intentó hablar, pero no podía porque Emma aún le tapaba la boca...

—Tienes que prometerme que no harás ningún escándalo. Si mi abuela sabe que estás aquí, ebrio y semidesnudo, nos matará a ambos.

La gemela de Emma ya no estaba, pero asumiendo que ella aún querría estar con él, Nicolás la tomó de la cintura; y Emma, en su intento de querer soltarse, terminó cayendo al piso alfombrado junto a él. Una lámpara también cayó en el acto.

—¡¿Emma?! —preguntó otra vez Debbie.

—¡Moshe está persiguiendo al ratón! —respondió Emma intentando ponerse de pie.

El gato ni siquiera estaba en la habitación, pero eso calmó a Debbie.

—¡Suéltame! —exigió a Nicolás en voz baja.

—¿Para qué me trajiste aquí si no es para esto? —preguntó el otro, ebrio y confundido.

Después de un par de cachetadas, Emma consiguió sacarse al chico de encima.

—¡Eres de lo peor! —advirtió—. ¡No volveré a ayudarte!

Otra vez había equivocado las cosas. Su vecina, además de no estar enamorada de él, tampoco quería pasar el rato. Esto era demasiado humillante para Nicolás Rossi, que se puso de pie y pasó sus manos sobre su cara tratando de recordar si 2+2 es igual a 4 o 22.

—¡Bien! —gritó, tropezando—. Ve y dile la verdad a Gino. No me ayudes. Odio que me tengan lastima.

Buscó su ropa pero no la encontró.

—Eres un mal ejemplo para Jack —lo regañó Emma—. Sé que es difícil enfrentar una perdida pero tu hermano te necesita. Debes ser fuerte por él.

—¿Y quién es fuerte por mi? —Él la miró, resentido—. Tú no sabes nada de nada, Emma. Tú duermes tranquila por las noches. Tú madre no te visita en pesadillas para culparte...

Nicolás se dejó caer.

¿De qué estaba hablando el chico? Emma no tenía idea ¿Cómo podía sentirse culpable? Sin saber qué decir, Emma cogió un enorme oso de peluche que tenía en una repisa y se lo aventó a Nicolás.

—Cúbrete con eso —pidió—. Iré a preparar más café.

Nicolás, sosteniendo al oso contra su cuerpo, se sentó sobre el viejo sofá de Emma.

Emma salió de la habitación y bajó una vez más a la cocina a preparar la infusión. ¿Qué pasaba por la cabeza de Nicolás Rossi cuando dijo eso? ¿Por qué el chico se sentía culpable por la muerte de su madre? ¿Qué se sentirá no poder dormir por las noches a causa de frecuentes pesadillas? Emma no tenía respuestas, pero quería ayudar.

Cuando volvió a la habitación, encontró a Nicolás cabeceando. Se acercó a él y le entregó la taza con café.

—Debes beber esto.

Él obedeció sin preguntar que contenía la taza. Inmediatamente escupió:

—¡Veneno!

—¡Claro que no! Es café.

—Odio el café.

Igorándolo, Emma lo obligó a beber todo. Tenía que bajar la borrachera. 

Después de la cena Emma verificó que Debbie durmiera. Nicolás tenía que volver a su casa de acuerdo al plan y ella debía ayudar. Sin embargo, el chico se había quedado dormido. ¿Ahora qué? Nicolás Rossi no podía pasar la noche ahí. Emma salió al techo de la casa a través de su ventana y bajó al jardín apoyándose en su árbol. Sigilosamente caminó hacía la casa de enfrente y, para su sorpresa, Jack salía de esta y corrió hasta ella. 

—Justo iba a buscarte ¿Cómo está Nico?

—Dormido —dijo Emma con una mueca—. No puede quedarse allá. Yo...

—No va a despertar —negó Jack, tragando un poco de saliva—. Créeme, he intentando despertarlo en medio de una borrachera.

Sólo eso faltaba, pensó Emma. ¿El chico tendría que pasar la noche en su habitación? Ella negó con la cabeza.

—¿Qué tal te fue con Gino? —preguntó.

Jack sonrió y dejó escapar un poco de aire: —Misión cumplida, cree que Nicolás te invito a salir.

Emma hizo otra mueca, se cruzó de brazos y pidió a Jack regresar a su casa.

Ella nunca se había metido en un lio como este, pero como decidió ayudar tendría que tomarlo con buena cara. Cuando regresó a su habitación Emma buscó una manta para cubrir a Nicolás. También colocó sobre él al oso de peluche y se recostó sobre su cama. Moshe entró por la ventana minutos después. Ella se disculpó por el intruso en su sofá. El gato, molesto por la invasión, se acurrucó en la cama.

...

Nicolás Rossi abrió los ojos durante la madrugada, no sabía dónde estaba pero no le importó. Se puso de pie y dejó caer la manta y al oso de peluche tras esta. Aún soñoliento, palpó todo a su alrededor; y cuando por fin sintió la suavidad de una tibia cama, se recostó. El agradable olor a manzana verde lo tenía embelesado. 

—¡AH! —gritó Emma cuando abrió los ojos por la mañana y vio al chico semidesnudo en la cama con ella. Demasiado cerca de ella. 

Dio un brinco y, en el revuelo: el gato salió volando de la cama, aterrizó en el piso y se quejó con un maullido. A este paso Moshe y Nicolás no tendrían una buena relación nunca.

—¿Todo bien, Emma? —preguntó Debbie desde su habitación.

Emma intento calmarse.

—¡Otra vez el ratón! —tranquilizó a Debbie.

—¡Hoy iré a la tienda de Gino a comprar trampas para roedores!

—¡Buena idea! —agradeció mirando con indignación a Nicolás. A continuación, buscó la mirada molesta de Moshe—. Lo siento—dijo apenada, pero el gato bufó molesto.

A pesar de repetir su nombre una y otra vez, Nicolás Rossi ni se movió. Estaba profundamente dormido. Emma se sentó en la cama y saltó sobre él hasta conseguir despertarlo.

Esta tenía que ser otra pesadilla, porque cuando abrió los ojos vio enormes Mariposas Monarcas a su alrededor. En afiches, en dibujo y hasta colgando en algún lugar del cielo. Mariposas por todos lados. Todo en ese lugar era de colores brillantes y molestos a los ojos. Poco a poco la imagen se fue volviendo más clara y Nicolás se dio cuenta de que estaba en una extraña habitación, y sólo la habitación de una persona podía tener tantas Mariposas Monarca.

—Emma... —dijo en un bostezo.

—Buenos días, amorcito —dijo ella en tono burlón.

Cuando Nicolás la miró advirtió la evidente molestia:

—Veo que la pasamos bien —dijo con una risita al notar la cama tan desordenada.

Emma cogió de nuevo al oso de peluche y lo golpeó.

—¡Ouch! ¿Nunca te dijeron que la resaca se respeta? —se quejó él.

Una vez Emma se tranquilizó, Nicolás se vistió y salió de la casa utilizando el método de ella. El árbol. 

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Le voy a publicar hoy mismo (en un momento) el siguiente capítulo para que conozcan mejor a la villana de esta historia. ¿Leyeron Reginam? Les advierto que es peor que Eleanor. Su maldad equivale a la de Eleanor multiplicada x 1000, y este capítulo les dará una vaga idea de su nivel de poder. 

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