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Capítulo XIV. El cumpleaños de Nicolás

El cumpleaños de Nicolás

Cuando los chicos se fueron Nicolás y Emma se quedaron solos en el garaje, y buscando un tema de conversación estaban cuando el distante, pero escandaloso sonido de Lázaro avisó que Gino, Betty y Jack llegaban.

—Gino Rossi, a usted lo estaba buscando —saludó Emma desde el otro lado de la calle y corrió hasta Gino cuando este bajó de Lázaro.

—¡Farfalla, que gusto verte! —saludó el otro.

—Gino, hoy me recordaron que usted toca en un grupo musical.

—¿Es cierto, papá? —preguntó inquieto Nicolás, de pie frente a Gino.

—Si bueno, eh... Es realmente una tontería que tenemos con los muchachos —respondió Gino un poco avergonzado.

—¿Los muchachos? —preguntó Nicolás incrédulo.

—Tu papá se refiere a Yago Almanza y demás amigos suyos que frecuentan el bar de La Pulga. Juntos "Los muchachos" suman doscientos cincuenta años —rió Betty.

—Aún si sumaran quinientos deben participar el día del festival. Por favor, Gino —rogó Emma—. En Austen su música gusta mucho.

—¿Qué clase de música tocan? —preguntó Nicolás.

—Flamenco —dijo Gino, como si fuera obvio.

—¿Flamenco? —repitieron todos en coro.

—Sí, Yago Almanza nació en Andalucía. Tocamos flamenco mezclado con rock.

Nicolás tardó en ordenar sus pensamientos después de escuchar eso.

—¿Flamenco mezclado con rock?

—Sí, y no somos tan malos —Gino se sonrojó—. En el peor de los casos lo hacemos para divertirnos. Tocamos todos los jueves en el bar de Yago.

—¡Mi papá es músico! —celebró Jack simulando tocar una guitarra.

—Por favor, Gino, convence a todos de tocar en el festival. Tienen casi un mes para prepararse. Sé que lo harán muy bien —suplicó Emma al abochornado Gino.

Farfalla, somos principiantes —respondió tímidamente Gino.

—Claro que no. Los principiantes no son parte de una banda y no saben tocar instrumentos—objetó Emma, repitiendo lo que escuchó decir a Jayden.

—Está bien, me convenciste a mí. Ahora espero convencer a los muchachos.

—¡Gracias, Gino! —agradeció Emma y lo abrazó.

—Nicola, por favor ayuda a Betty a entrar eso —dijo Gino a su hijo y señaló unas cajas que trajo de la tienda—. Yo hablaré con Emma sobre este asunto.

Nicolás hizo lo que le pidió su padre y él y Jack caminaron hacia la casa. Antes de seguirlos, Betty le susurró algo al oído a Gino.

—Sí, eso haré —dijo él.

—Te veo al rato —dijo Betty a Emma.

Emma no comprendió por qué en un rato se vería con Betty..

Farfalla, hoy es cumpleaños de Nicolás —explicó Gino y ella se sintió mal por no recordarlo—, y a pesar de lo que le sucedió a su madre —Gino tropezó con sus palabras—: Nosotros queremos que sea un día especial. Le vamos a dar una sorpresa. Ven a la casa más tarde, cenaremos e intentaremos pasarla bien. Además de ti, invité a Yago y a Margueritte. Y como tampoco queremos incomodar a Nicola con extraños, dile a Debbie que ella también venga.

Emma no lo decepcionó.

***

Después de pasar el día en Café Paris, el negocio que tenía junto a Margueritte Dupont, Debbie llegó a casa y subió a saludar a Emma:

—¿Emma? —preguntó y tocó la puerta.

—Está abierto —contestó ella y la abuela entró.

—¡Hoy tres niños se inscribieron en el concurso de disfraces! —contó, emocionada—. Entre ellos Jack, el hijo de Gino Rossi.

—Estamos avanzando —sonrió Emma, esperanzada. Ella organizaba un concurso de disfraces para el festival.

—¿Qué haces? —preguntó Debbie al notar que su nieta empacaba un obsequio.

—Es un regalo para Nico —respondió Emma.

—¿Le vas a regalar algo? Vaya. Ya sabía yo que llevarle un pastel e invitarlo a cenar daría buenos resultados.

Emma se ruborizó pero se defendió:

—No es lo que tú crees. Hoy es su cumpleaños y Gino nos invitó a las dos a una cena.

—¿Una cena? Me encanta la idea ¿Y qué le vamos a regalar? Me refiero a lo que estás empacando.

—Como si no me conocieras —dijo Emma.

Debbie observó cada cosa dentro de la habitación de su nieta:

—Mariposas Monarca por toda tu habitación —suspiró—. En afiches, en lámparas, en tus cuadernos... y ahora hasta las regalas en llaveros —Dijo al mirar el obsequio que empacaba Emma—. Si la reencarnación es posible, te convertirás en una de esas mariposas, Emma.

—Me encanta la idea, aunque sólo viviría nueve meses.

—¿Por qué no te gustan animales más normales como los perros o los peces?

—Dos cosas: Primero, tengo un gato—interrumpió Emma señalando a Moshe, que dormía sobre la cama—, y me dan pánico los perros. Segundo, las mariposas no son animales, son...

—Insectos. Lo sé, lo sé... He escuchado mucho sobre mariposas, créeme —Emma sonrió—. Pensé que el tema que más conocería en mi vida sería sobre el centro militar donde trabajó tu padre, pero llegaste tú con tus mariposas. En una hora nos encontraremos en el vestíbulo para ir a casa de Gino, ¿de acuerdo?

—Vale.

En punto de las ocho de la noche, las dos tocaron la puerta de la casa de los Rossi. Yago Almanza llegó antes y esperaba a Emma con emoción. Al verla entrar hizo resonar su voz agitanada en toda la casa:

—Me ha fardao' Gino que nos invitaste a participar en el Festival de la Mariposa Monarca —dijo denodado y sacó uno de sus habanos.

—Por favor, señor Almanza, dígame que le gusta la idea —Emma le rogó que aceptara.

—¡Olé tía, la idea me encanta! —celebró Yago.

Los demás en la sala le pidieron que bajara la voz porque Nicolás podría escucharlo. Aún así, ya que estaba frente a una de las organizadoras del festival, Yago continuó platicando con Emma, aunque esta vez susurrando:

—Mira que la idea me mola tanto que ya me he fumao' dos habanos.

—No se van a arrepentir, señor Almanza, sé que tendrán mucho éxito en el festival.

—¿Señor Almanza? Eso es muy pesao'. Dime Yago.

—Gracias por su entusiasmo.

—Igualmente es un gusto, niña de las dos lunas.

—¿Niña de las dos lunas? —preguntó Emma sin comprender. Aunque recordó que no era la primera vez que Yago le llamaba de esa manera.

—Si habéis nacio' el ocho de abril de mil novecientos noventa y cinco, yo, la pulga, a ojo de buen cubero, esa noche vi dos lunas en el cielo.

—Si nací esa noche —dijo Emma, atenuando su voz, esperando que Yago añadier algo más, pero no lo hizo. 

Todos caminaron hasta la mesa y cada uno tomó su lugar. En Austen, además de las Mariposas Monarca, vivían personajes celebres. Yago Almanza era uno de los más notorios, un hombre ya entrado en años que apodaban la pulga por lo bajito que es. "La Pulga" estaba ebria esa noche que imaginó ver dos lunas en el cielo, dijeron todos en Austen y nadie le creyó.

Margueritte Dupont, que también acababa de llegar a la casa de los Rossi, contrastaba con el resto de invitados. La pintoresca Sra. Dupont, de cabello rubio cenizo y nariz respingada, era conocida como la mujer más cuentista del pueblo a pesar de su elegancia.

Ya con todos los comensales sentados en la mesa, Gino subió a avisarle a Nicolás que era hora de bajar a cenar.

Cuando Nicolás bajó las escaleras Betty apagó las luces, y mientras el cumpleañero trataba de adivinar si se había quemado algún fusible, Betty las volvió a encender y todos al unísono gritaron:

—¡SORPRESA!

Nicolás estaba realmente sorprendido, más al ver a Yago Almanza y a la colorida señora Dupont en su casa. Se sentó en la mesa y Betty, con ayuda de Emma, sirvieron a todos la cena.

—¡Comida italienne! Ejes el ítalo más vanidoso que conozco, Gino Rossi —exclamó con buen humor Margueritte Dupont.

—¡Brindo por eso! —aplaudió Gino y levantó una copa de vino.

—¡También brindemos por el Rincón Europeo! —agregó Yago.

"Y por el Rincón Europeo". Nicolás los escuchó con especial atención.

—¿Desde cuándo existe el Rincón Europeo? —preguntó agradecido por la sorpresa.

—¡Yo os contaré! —indicó Yago—: Descubriréis que apasionao' del paisaje de mi Andalucía yo fui el curro que levantó ese callejón. Fui su amo y señor durante muchos años, peo' una tarde, que estaba yo petao' y a dos velas, conocí al buen Gino y decidí venderle una parte. Encantado lo hice. Me agradó la idea de compartir ese callejón con un buen italiano.

—¿Petado y a dos velas? —preguntó Emma.

—Cansao' y sin dinero —explicó Yago un poco azorado y todos rieron.

—¿Y cómo llego Francia al callejón? —preguntó Jack.

—Vuestro padre y yo cargamos con el muerto un par de años. Pero Margueritte, aquí presente, me amenazó con armar la de San Quintín si no lo vendía una parte también y eso hice.

—Le dije que si no aceptaba vendejme una pajte de la calleja le diría a todos sobre su romance con una Mme del pueblo —añadió la señora Dupont.

—Y lo hiciste a pesar de que si te vendí, Margueritte. ¡Vaya marrón que me comí por tu culpa! —le reclamó Yago.

Nicolás rió.

Eso fue hace ya tanto tiempo y aún sigues jeclamándome —criticó Margueritte y continúo contando la historia del callejón mientras enrollaba un poco de pasta en su tenedor—: Yo me abujía demasiado atendiendo sola Café Paris. Por eso le pedí a mi amiga Debbie compañía. Déboga es mi socia —terminó de contar.

—También somos amigas desde hace muchos años y eso es más importante —dijo a todos Debbie.

—A pesaj del tiempo y el hogipilante olor a vodka, Debbie. Hemos sopojtado buenos y malos jatos en esa calleja —señaló Margueritte mirando a Yago, y aunque éste quiso defenderse del horripilante olor a vodka...

—Y fue entonces cuando todos en Austen empezaron a llamar al callejón "El Rincón Europeo"—concluyó Gino, evitando otra discusión entre sus amigos.

Gino levantó otra vez su copa de vino y Yago y Margueritte lo acompañaron.

—Hombre, pero en los años que llevó en el callejón nunca vi un mogollón de personas como ayer —contó Yago—, y pensé que Gino estaba ofreciendo todo en su tienda a dos por uno hasta que estuve al loro viendo lo que en verdad acontecía.

—¿Y qué acontecía? —preguntó Emma.

Todos en la mesa lo sabían menos ella. Sobre todo Nicolás que prefería cambiar de tema.

—¡La gente quería conocer al gilipollas que asaltó Bribón! —respondió Yago y todos en la mesa, excepto Nicolás y Emma, rieron.

Emma se sintió culpable por no poder ayudar a Nicolás.

Todos comieron hasta quedar muy satisfechos. Gino Rossi había cocinado , Stracotto al Barolo y Orecchiette con Nobizas. Y de postre, Tiramisú.

—¿Un poco más de carne? —preguntó Nicolás a Emma aprovechando que él se sirvió su tercer pedazo.

—Soy vegetariana, Nico —le recordó ella—, pero acepto un poco más de pasta.

—Toda una hippie —dijo él.

—¿Una qué?

—Nada, nada.

Yago Almanza, con su voz grave y áspera, contó muchas historias. A veces era interrumpido por Margueritte Dupont, que también relató a detalle algunos de sus romances.

Jack se aburrió con tanta historia vetusta y se quedó dormido. Los demás entregaron a Nicolás obsequios y él los abrió frente a todos.

—Nico, te llaman —le dijo Betty con teléfono en mano en lo que él decía adiós a los invitados.

Nicolás corrió a buscar el teléfono. ¿Quién le estará llamando tan tarde?, se preguntó.

—Al fin logro comunicarme contigo. No tienes idea de cómo te he extrañado a ti y al comelón de Jack.

—Nelly —sonrió y se dejó caer en el sofá más cercano.

—No creías que iba a terminar el día sin que te felicitara.

—Gracias.

Nicolás sintió un nudo en la garganta.

—Feliz Cumpleaños, amor. Ya dieciocho. Vaya si no has crecido. Aún recuerdo cuando te cambiaba los pañales...

—Que bochorno, Nelly. No vuelvas a repetir eso... ¿Qué cuentas de nuevo?

—Todo bien. En realidad hay muy poco que contar. Me ha venido a bien la rutina.

La conversación telefónica con Nelly fue larga. Nelly solicitó a Nicolás contar a detalle qué tal era la vida en Austen.

—...y ya sabes que cuando quieran visitarme no duden en venir con maletas tipo: "Me quedaré mucho tiempo"—insistió en recordar—. Al colgar, tu padre te dará mi obsequio. Espero que te guste y dejes en paz a ese pobre mapache —dijo y finalmente se despidieron.

Gino esperó a que Nicolás terminara su inacabable llamada telefónica, y tal como lo había indicado Nelly, le entregó a su hijo el obsequio que ella envió:

—Nelly siempre tan detallista —destacó Gino.

Nicolás abrió el pequeño regalo envuelto en papel brillante y para su sorpresa era otro iPod.

Gino se sentó junto a su hijo en uno de los sillones de la sala de estar. Ya era tarde pero quería hablar:

—Sé que aún es pronto para preguntártelo pero, ¿cómo te has sentido aquí? ¿Estás contento? —quiso saber.

—Sí, papá.

Nicolás miró con nostalgia el iPod, el otro había sido un obsequio de Pía.

—¿Jack y tú necesitan algo?

—No necesitamos pedirte nada, Gino, tú ya lo tienes listo antes de que lo hagamos. Créeme.

Gino sonrió.

Nicola, sé lo que sientes por la muerte de tu madre, la culpa y todo lo demás que Nelly me platicó —Nicolás suspiró al saber de que su padre estaba enterado de todo—.Y sólo quiero decirte algo, pues no quiero que te angustie más ese tema: Tú no tuviste la culpa. Tu abuelo, Paolo Rossi, solía decir que la vida es un plan perfecto del cielo.

—Gracias por tus palabras —agradeció Nicolás, evitando llorar.

Buscando algún tema de conversación que pudiera considerarse interesante, Gino empezó a contar a su hijo pormenores de su vida en Bari que él desconocía. Gino siempre fue un hombre afanoso en el trabajo, aunque nunca lo suficiente, según los Esposito. Trabajó de taxista, repartidor de pizzas, panadero, mecánico y finalmente mercadero. Conoció a Betty una tarde cuando regresaba de Ontiva, después de visitar a sus hijos. La dulce Betty era una mujer sencilla como él, aunque su historia era un poco triste. La desafortunada mujer no podía tener hijos y por esa razón la abandonó su esposo. Después de un par de mal entendidos, su familia también le dio la espalda y fue entonces cuando conoció a Gino.

—Ahora le pone más atención a Jack que a mí —señaló Gino—. Por eso no dudo en que lo cuidará como a un hijo.

***

La misma sensación de miedo y angustia despertó a Nicolás esa madrugada. Esta vez en la pesadilla, además de no poder contestar el teléfono, escuchó la voz de Pia rogándole que por favor no se marchara sin avisarle. Nicolás no sabía cuándo terminaría tanto desconsuelo. Se sentía solo. Salió de su cama y una vez más se acercó a la ventana. Lázaro estaba estacionado frente al garaje. Tuvo una idea y salió de la casa. Era muy tarde para ir al lago, por lo que subió a la parte trasera del Chevrolet 1950 para pensar.

Al otro lado de la calle, recostada sobre su ventana, estaba Emma, que tampoco podía dormir. Ella no tenía pesadillas, pero si la enorme responsabilidad de ser parte de la organización del festival. Solía tener insomnio durante la época de exámenes escolares, y el hecho de aproximarse la fecha del festival, la ponía en zozobra. Vio a Nicolás subir en la parte trasera de Lázaro. Lo pensó un par de minutos y después de tomar una manta de su cama salió por su ventana, utilizando su árbol como apoyo. Había frio esa noche, temblando caminó hasta el viejo pickup.

—Hay frio —dijo a Nicolás y le ofreció la manta. Él no supo qué decir—. No te estoy acosando, tampoco puedo dormir —aseguró ella.

Nicolás aludió el comentario de Emma a la pasada sospecha suya de que ella pudiera estar ilusionada con él. Le sonrió y tomó la manta:

—Quédate si quieres —dijo, indicándole sentarse junto a él.

No esperaba ser tan bien recibida. Emma miró hacía su ventana y, cómo si esperara la aprobación de su casa, lo pensó un momento antes de aceptar; y como no tenía nada mejor que hacer subió en Lázaro para recostarse junto a Nicolás. Ambos se cubrieron con la manta y contemplaron el cielo estrellado.

—Tú obsequio fue mi favorito —dijo Nicolás sacando de su bolsillo el llavero que Emma le regaló.

—Mentiroso, es el más sencillo —recordó Emma. La señora Dupont le había regalado camisas a Nicolás, Betty chocolates y Yago licor.

—Ya antes me regalaron camisas, licor y chocolates. Por cierto, a Gino le molestó que Yago me regalara licor —contó Nicolás—. Pero es la primera vez que me obsequian Mariposas Monarca en un llavero.

—Quise que fuera especial —contestó Emma, su tono de voz exageradamente romántico.

—¿Por qué? —preguntó Nicolás con mucho interés, tomando nota del sarcasmo.

—Ya sabes, con eso de que quiero estar contigo...—Ella suspiró teatralmente.

Nada peor que una mujer dolida. Nicolás rio tan alto que quizá despertó a alguien. Le divirtió que ella no olvidara aquel mal rato.

—¡Ya olvídalo, Emma! —reclamó, riendo.

—Enamorada de ti, qué imaginación la tuya —volvió a echarle en cara ella.

Emma aún resentía su dignidad herida.

—Cuánto endiosamiento el mío al asegurar eso.

—Cuando llegaste a mi casa con ese pastel, pensé en ofrecerte un lugar a ti y otro a tu ego—respondió ella, burlándose de él.

—Deberías estimular mi autoestima sin reírte, Emma Appleton.

—Me gusta reír —contestó ella.

En respuesta al comentario de que le gusta reír, Nicolás contó un par de chistes con los que consiguió que Emma llorara de la risa. Justo en ese momento, los tulipanes que Gino Rossi tenía olvidados en su jardín, florecieron. Sin embargo, nadie fue testigo de eso. Un par de gotas de lluvia cayeron sobre el rostro de Nicolás, pero cuando Emma paró de reír, y se secó las alegres lágrimas, el buen clima continuó.

Nicolás no tenía la menor idea de que las historias que una vez contó a esos tres psicólogos sobre una niña con poderes mágicos, no eran tan descabelladas después de todo.

—Necesito pedirte un favor —dijo él, una vez terminó la hora de los chistes.

Ella notó seriedad en la voz de él.

—Si puedo ayudarte lo haré.

Emma observó a Nicolás esperando.

—Necesito pasar algún tiempo solo —admitió él y ella imaginó que se debía a Pia—. Encontré el lugar perfecto para hacerlo. Sólo necesito que cuando Gino te pregunte dónde estuve todo el día, le digas que contigo.

—No entiendo.

—Promete que lo harás.

¿Otra vez eran amigos o el chico no tenía a quién más recurrir además de ella? Emma no lo sabía pero no vio que fuera a encubrir algo malo.

—Bien.

Estuvieron casi dos horas en la parte trasera de Lázaro y, para su sorpresa, pasándola bien. Decidieron comentar los romances que vivió Margueritte Dupont en Paris, él desde la perspectiva masculina y ella desde la femenina; y tras no ponerse de acuerdo en por qué la Sra. Dupont nunca se casó, Emma bostezó y se despidieron.

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El Rincón Europeo está inspirado en Plaza Fontabella, un centro comercial ubicado en Ciudad de Guatemala :) Es como un callejón largo que tiene negocios de diversidad cultural. 

Confesión: Me cuesta mucho atreverme a leer sus comentarios con este libro, siendo el caso que es el primero que escribí, pues me siento más expuesta...  Quizá porque el tipo de narrador es omnisciente. Si ven errores gramaticales, o cosas demasiado ¿poéticas? sean benevolentes :( Únicamente le di una repasada antes de publicarlo y está escrito desde 2012. Fue mi primera experiencia escribiendo.

Se vienen muchas cosas, en los siguientes descubriremos qué hay detrás de Austen :)

Pregunta, ¿por qué creen que llamé Austen al pueblo?

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