Capítulo X. Tempura
Voy a dejarme morir, me cansé de tenerte sólo en sueños.
Estoy en el suelo agonizando y mi verdugo es mi propio silencio.
Tengo miedo de confesarte que deseo ser esclavo de la misericordia de tus labios.
Antes de caer al abismo en el que me sepultarán vivo, quiero que sepas lo que agonizando grita el lado izquierdo de mi pecho: Te amo, te amo, te amo.
—¡Kiyoshi, tu padre necesita que ayudes en la cocina! —gritó Naoko desde la puerta.
Le molestaba ver a su hijo en el jardín escribiendo y tocando la guitarra, perdiendo el tiempo con una vulgar canción o inútil poema. A él le correspondía continuar con la tradición familiar encargándose a tiempo completo de Tempura.
—¿Saldrás hoy con tus amigos? —preguntó con un tono instigador Naoko cuando su hijo se acercó.
—Sí, más tarde pasará Hugo por mí —respondió Koki, cortante. Intentaría no disentir con ella, pero como ya conocía a su madre, se preparó mentalmente para otra acalorada discusión.
—Ayer cuando vino a buscarte le hice algunas preguntas y me confirmó que la casa en la que ensayan pertenece a la familia Appleton.
Naoko rechinó los dientes.
—¿Y qué con eso? —devolvió Koki, molesto. Su madre había cruzado el límite al interrogar a Hugo.
Naoko enrojeció ante el desafío:
—¿Y qué con eso? ¿Cómo si de una tontería se tratara? Te prohíbo, escúchame bien, Kiyoshi —repitió, airada—. Te prohíbo que vuelvas a la casa de la familia Appleton.
—No, mamá —desafió Koki—. Lo dices como si fuera a buscar amigos y no es así. Yo voy allá para ensayar con la banda. Mi trato es con Hugo, Max y Jayden... A los Appleton ni siquiera les hablo —respondió, como si lo último que dijo le pesara más que cualquier cosa.
Miyu al escuchar la discusión se acercó:
—Naoko, tienes que confiar en Kiyoshi —dijo.
—Confío en él, pero se trata de los Appleton ¡Los Appleton!
—¡Ya te dije que ni siquiera les dirijo la palabra, mamá! —insistió Koki—. Y ese hombre... Daniel. No vive allí.
—¡Qué va a vivir allí! ¡Es un cobarde! ¡Siempre lo fue! —vociferó Naoko y tomó asiento. No soportaba hablar de Daniel Appleton—. ¡Después de desgraciarnos la vida huyó como el oportunista que siempre fue!
Quizá había llegado lejos con ese comentario, consideró Koki. Naoko no estaba acostumbrada a tener un hijo altanero. Miró a su madre y pidió perdón por exasperarse. A ella le afectaba hablar de los Appleton. Koki se sintió culpable por herir a su mamá e intentó explicarse:
—Mamá, no ensayaremos todo el tiempo allá. El papá de Hugo está construyendo un sótano en su casa. Pronto tendremos un lugar propio.
—De eso también quería hablarte —dijo Naoko, seria—. Sabes que a tu padre no le gusta eso de la música, Kiyoshi.
Molesto, Koki se puso de pie y caminó hacia al otro lado de la habitación. Prefería callar a responder otra vez con altivez.
—Ve a ayudar a tu padre, Kiyoshi —le pidió Miyu.
Koki asintió y dejó a su madre a solas con Miyu. Miyu se sentó junto a Naoko:
—A mí no me preocupa que Kiyoshi vaya a la casa de los Appleton más que tu actitud, Naoko —dijo—. Sólo date cuenta de lo que has hecho con tu familia. No pueden ni asomarse a la calle. Tú nunca permitiste que Kiyoshi fuera a la escuela, tuvo que educarse en Tempura. Al tal Hugo lo conoció porque el chico colabora aquí cerca en la Reserva. Tu hijo no tiene más amigos que él y los otros dos que también están en la banda. Además de ellos, únicamente nos trata a nosotros que somos adultos y a Nana que es una niña. Naoko, lo has sobreprotegido y ya no es un niño. Kiyoshi necesita socializar.
—Tú sabes por qué lo protejo tanto.
Miyu rió por lo bajo:
—¿Por los Appleton? Naoko, en esa casa solamente viven una adolescente y su abuela ¿Qué le pueden hacer a Kiyoshi?
—¡Tú no entiendes! —exclamó Naoko con preocupación—. No sólo le pregunté a Hugo lo que dije a Kiyoshi. También necesitaba saber qué actitud adopta Kiyoshi en esa casa, y Hugo me dijo con un tonito estúpido que mi hijo es tímido porque le gusta la chica. No porque trate de evitarla, como él dice... Miyu, a Kiyoshi le gusta la chica Appleton. ¿Ahora comprendes?
Miyu sintió una opresión en el pecho. Se puso de pie, caminó hacia una ventana y durante unos minutos miró el bosque pensando qué responder a Naoko, que no recuperaba la calma después de contar a alguien su desgracia.
—Por culpa de los Appleton Yoshiko está muerta —agregó, airada—. Tú Yoshiko... No lo olvides
A Miyu se le llenaron los ojos de lágrimas, empuñó sus manos y una vez más sintió fuego dentro de ella. No le complacía hablar de cómo murió Yoshiko, prefería platicar sobre los lienzos que ella pintó o de lo mucho que le gustaban las Mariposas Monarcas.
—Dieciocho años el próximo ocho de abril —dijo—. No tienes que recordarme cómo y cuándo perdí a Yoshiko. Pero fue Daniel Appleton, no su hija.
—Lleva su sangre ¡Su maldita sangre! —alegó Naoko—. ¿Él se burló de nosotros y defiendes a su hija?
—No la estoy defendiendo —aclaró ofendida Miyu dando la cara a Naoko—: Yo siempre he dicho que lo que hace el miembro de una familia afecta a todos dentro ella. Tener la misma sangre es un vínculo que nos une en un adeudo perpetuo. Emma Appleton es hija del hombre que destruyó a uno de los nuestros. Sin embargo, tú y sólo tú tienes la culpa si a Kiyoshi le gusta.
Naoko miró a Miyu con indignación. ¿Cómo se atrevía a decir que ella tenía la culpa de que su hijo se sintiera atraído por esa muchacha? ¿Qué locura era esa? Ella toda su vida procuró alejar a los suyos de los Appleton.
Pese a la evidente molestia de Naoko, Miyu no permitió ser interrumpida:
—La chica Appleton ha sido, sin temor a equivocarme, la única muchacha que Kiyoshi ha frecuentado. Y para nuestra mala suerte llegó a ella de la manera más ridícula, ¿o tú lo hubieras imaginado, Naoko? Va a su casa casi todos los días y hasta ayer lo supiste. ¿Acaso no es el destino?
Naoko se apagó poco a poco.
—¿Estás insinuando que estamos tan malditos a causa de la mariposa enjaulada que, de alguna manera... los Appleton siempre se cruzaran en nuestro camino? —preguntó, apocalípticamente.
—¡No vuelvas a insinuar que estamos malditos!—exigió Miyu y continuó dando su punto de vista—: Lo que estoy tratando de decir es que si Kiyoshi, nuestro Kiyoshi, está interesado en esa chica, esta vez —Miyu cogió aire— podemos evitar una tragedia.
—¿Cómo? —preguntó Naoko con impaciencia.
—¡Dejándolo volar! ¡Qué salga de aquí! —Naoko miró a Miyu sin dar crédito—. Tú siempre has dicho que quieres enviar a Kiyoshi a Japón, pero nunca has tenido el valor de platicarlo con todos. No te culpo, es tu hijo y quieres tenerlo cerca, pero debes permitir que conozca a más personas, a más muchachas, Naoko. Hay muchachas hermosas en este pueblo, mucho más que la chica Appleton. Si Kiyoshi pudiera tratarlas se daría cuenta de que ella es poca cosa para él.
—¡Claro que es poca cosa para él! —añadió con desprecio Naoko.—. Como su padre lo era para Yoshiko
—¡Entonces deja de asfixiarlo! —prosiguió Miyu—. Si el chico quiere tocar esa guitarra no lo hostigues. Suficiente los complace a ti y a Kotaro ayudando en Tempura y practicando Aikido desde que tiene seis años.
Naoko había escuchado a Miyu demostrando un gran respeto por sus palabras. Ella siempre confió en su buen juicio teniendo una respuesta certera para todo, pero si se trataba de su familia se dejaba conducir más por su corazón que por su cabeza. Y por eso agradeció la luz de Miyu:
—Arigatou gozaimasu —dijo con deferencia y se inclinó delante de ella—. Hoy mismo hablaré con Kiyoshi para decirle que puede visitar Austen y que no me opondré a que continúe en la banda de música.
—Y si Kotaro se niega tendré que hablar yo misma con él porque no lo permitiré —sentenció Miyu.
—No es necesario, también hablaré con él —aseguró Naoko—. Aunque estoy segura que será más severo con Kiyoshi en la práctica de Aikido —suspiró, compadeciendo a su hijo.
—No te preocupes, es su hijo, no lo matará —destacó convencida Miyu—. Además, a Kiyoshi le hace bien la disciplina.
—"No lo matará" Que consuelo para mí —se quejó Naoko.
—No te preocupes tanto —le restó importancia Miyu—. Pero si te aconsejo que vigiles el entrenamiento de Aikido de Kiyoshi porque Kotaro no admitirá esa guitarra sin dar batalla. En cuanto a la chica Appleton —agregó, como si tuviera un mal sabor de boca—: Tú hijo estará bien. Al darse cuenta de que existen otras chicas la olvidará. Además, Kiyoshi jamás se relacionaría con ella sabiendo que eso nos molestaría.
Las palabras de Miyu tranquilizaron a Naoko. Ambas habían hablado de Emma y su familia como si de asesinos altamente peligrosos se tratara, pero sólo ellas comprendían los sentimientos de desprecio hacia cualquier cosa que se relacionara con los Appleton.
***
Para el silente Koki no fue fácil crecer en un ambiente en el que se desprecia a la familia Appleton. Él sabía poco sobre la vieja historia entre el padre de Emma y su tía Yoshiko. Cuando ella murió él tenía menos de un año y nunca le habían explicado lo sucedido. Su abuelo, Hachiro Nagata, no habla desde entonces y eso es todo lo que sabe. ¿Qué pudo haber sucedido esa noche, del ocho de abril de mil novecientos noventa y cinco que provocó tanto rencor? ¿Por qué acercarse a la familia Appleton provoca que su mamá sienta que el fin del mundo llega a sus vidas? Koki estaba ayudando en la cocina de Tempura preguntándose eso y más.
—¿Vas a salir hoy? —preguntó Kotaro a su hijo intentando entablar una conversación.
—No, mi madre no quiere—respondió Koki, lacónicamente.
—Supongo que te explicó por qué.
—Supongo —Koki añadió sarcástico.
Y continúo cortando ágilmente algunas verduras.
Era su deber ayudar en la cocina de Tempura. Los domingos por la tarde el restaurante estaba lleno y toda la familia colaboraba. Él lo sabía y nunca sintió enfado alguno de servir en algo. A Koki le honraba sentirse útil. Pero esa tarde le dominaba la molestia de no comprender por qué estaba obligado a ignorar a Emma. Tenía que odiarla pero su corazón se lo impedía. Eso discutía consigo mismo cuando perdió la concentración y cortó la palma de su mano con un filoso cuchillo de cocina.
Su padre fue el primero en darse cuenta, pero en lugar de ayudarle se enfadó:
—¡Desde que te vi entrar a la cocina te noté ensimismado, Kiyoshi! —criticó—. ¡Apenas y logré que hablaras!
Miyu y Naoko, que entraban a la cocina, escucharon el alegato de Kotaro. Ellas sabían por qué Kiyoshi no podía concentrarse, pero no hablaron.
Miyu salió en defensa de Koki:
—Ve a limpiarte esa mano antes de que sangre demasiado —ordenó y cubrió la mano de Koki con un paño—, y quédate en tu habitación.
Koki miró a su padre y notó que este continuaba molesto, se disculpó con él y se fue cuanto antes a su habitación. Sabía que no podía continuar ayudando en la cocina de Tempura en ese estado y que tampoco podría ir a casa de Emma a ensayar con Hugo y la banda porque no se lo permitirían. Koki se sentía molesto y lo último que le importó, después de lavar su mano, era si la había vendando bien o no.
—¿Kiyoshi? —preguntó Naoko y tocó la puerta de la habitación de su hijo.
Koki abrió la puerta a su madre... Pero ella no entró, lo que tenía que decirle lo hizo desde la puerta:
—Puedes ir con tus amigos a ensayar, pero por favor cuídate esa herida —indicó con un inusual tono amable.
—Arigatou, madre —prometió él, extrañado—. No volveré tarde
Naoko regresó a la cocina de Tempura.
No lo podía creer, Koki estaba sorprendido por tanta amabilidad. Sin duda platicar con Miyu ayudó a que su mamá cambiara de opinión. Cogió debajo de su cama su guitarra Gibson color negro y salió a toda prisa de su habitación. Hugo no tardaría en llegar, era casi la una y él era puntual.
Al salir Koki se topó con Nana, su hermana de doce años. Ella estaba recostada sobre las raíces un árbol y leía tranquilamente un libro.
—¿Ya te vas? —le preguntó sonriente. Koki tenía buena relación con Nana.
—Sí, ¿puedes creer que mamá me alentó a hacerlo? —Él seguía sin creerlo.
—Quizás la abuela la convenció —contestó Nana, también sonriendo. Nana juraba que su abuela era la única capaz de hacer cambiar de opinión a Naoko.
— Al volver se lo agradeceré. ¿Por qué no estás ayudando en Tempura?
—Ya voy, ya voy... —repitió Nana como si ya se lo hubieran pedido muchas veces.
—¡NANAMI! —escucharon los dos que gritó Naoko desde la entrada de Tempura.
—Ya había tardado en salir por mí —rió Nana y se despidió de su hermano.
Él dijo adiós y salió a esperar la camioneta de Hugo.
En la cocina de Tempura, cuando Kotaro se acercó a Miyu para darle unos noodles recién cocidos se dio cuenta de que ella no llevaba puesto su collar.
—¿Y tu collar Miyu? —se apresuró a preguntar.
—Oh sí, bueno... —balbuceó ella, nerviosa— se lo presté a un niño y creo que olvido devolvérmelo.
—¿Olvidó devolvértelo? —preguntó intranquila Naoko, interviniendo en la conversación—: ¿Hablas de los forasteros curiosos por Yoshiko?
—Sí, ellos. Pensé que volverían, pero...
—¡Pero nada! ¡Esto es un robo! —aseguró Naoko.
—Ellos no son capaces de robar algo, Naoko —los defendió Miyu—. Simplemente olvidaron devolvérmelo.
—No puedo creer que lo digas tan tranquila—dijo Kotaro, preocupado.
—Lo recuperaré antes de que vuelvan a preguntarme...
Miyu se apresuró a salir de la cocina para servir más mesas. No lo admitía pero si estaba preocupada. No sabía si empezar a buscar o no al pequeño Jack para recuperar su collar. No podía extraviar ese collar.
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Hola, ¿qué les está pareciendo la historia? ¿Qué opinan de la familia Kawamura? ¿Qué opinan de Koki?
En esta historia hay mucha magia... literal ♥
Continuamos pronto.
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