Capítulo II. Llamadas pérdidas
Llamadas pérdidas
Pia entró a su casa cargando a Jack. El Piccolino se había quedado dormido en el salón atestado de adultos y sin niños con quienes jugar. Nelly y Nicolás entraron después de ella.
—Pensé que tendríamos que quedarnos en casa de John —dijo Nicolás a Nelly mientras Pia subía las escaleras para acomodar a Jack en su habitación.
Nicolás había entrado a la cada apoyándose en cada objeto que tenía cerca, estaba ebrio.
—Esa era la idea, pero después del brindis tu madre consideró que no estarías cómodo. Quiere hablar contigo, ¡Ah!, y me advirtió que no me metiera. Mañana todos irán a casa de John —respondió con esfuerzos Nelly, que también había bebido una considerable cantidad de Limoncello—. Los Esposito están allá y no está bien que sólo los Baker los soporten —agregó con un bostezo.
—Ambas familias se merecen un mal rato. No los compadezcas —respondió Nicolás y como pudo se apresuró a subir a su habitación antes de que su madre bajara. No quería hablar con ella de nada relacionado a John Baker.
Llegó hasta su cama y se dejó caer sin desvestirse. No quería pensar en nada, sólo necesitaba dormir durante una semana. No contaba con que Pia llegaría minutos después llevando un álbum de fotografías con ella. Al escucharla entrar, Nicolás se sentó en la orilla de la cama e intentó parecer sobrio. No lo consiguió.
—¿Mucho Limoncello? —preguntó y se sentó al lado de su hijo. Tenía esa mirada de melancolía que daba a entender que se quedaría mucho tiempo ahí—. Sabes que no me gusta que te embriagues, Nico.
Nicolás no dijo nada y la observó abrir el álbum de fotografías de la familia.
—Una fotografía conserva recuerdos, pero no experiencias —dijo—. Recordar es volver a vivir, aunque hay momentos que no conservamos en un álbum. Por ejemplo, el día que más lloramos, cuando nos enojamos... Mira esta fotografía —dijo, señalando la foto de una boda, los novios eran Gino y Pia. Sin duda una boda mucho más sencilla que la de esa noche—. Es mi boda con tu padre. Tengo fotografías de nuestra boda pero no de nuestro divorcio. A eso me refiero. Es mejor no conservar los malos recuerdos, debemos superarlos.
—¡Y si no podemos olvidar fácilmente, gracias a Dios existen los Psicólogos!—se burló Nicolás delirante por el Limoncello, y Pia, a pesar de saberlo ebrio, se quejó del acostumbrado reproche.
—¿Me vas a recriminar eso otra vez?
—¡Me llevaste con tres psicólogos, mamá! ¡Tres psicólogos y quieres que lo olvide!
Nicolás pasó ambas manos sobre su rostro para tratar de quitarse el sueño. Tal vez no debió beber tanto Limoncello.
—La intención era hacerte sentir mejor.
—Te creo, pero mi diagnóstico era: "Quiere estar solo", no otra cosa. Yo te lo dije siempre, no necesitábamos un psico-loco.
Después del divorcio, Pia consideró conveniente llevar a su hijo con un terapeuta porque notó que Nicolás necesitaba superar el trauma. El niño, "Evadía la realidad creando un mundo imaginario", eso dijo el último psicólogo que visitaron. Y esto porque Nicolás repetía que Emma, su amiga de la infancia en Austen, hacia llover con tan sólo llorar y al tocar las plantas estás crecían. El primer experto en el estudio de la mente no consiguió ayudarlo, así que después fue transferido a otro y después a otro, hasta que un día simplemente dejó de decirlo y "concluyó" su terapia.
Pia y Nicolás se recostaron en la cama para mirar las demás fotografías. Algunas eran de cuando Pia vivió en Italia, sin duda ella siempre fue una mujer muy agraciada. Las últimas fotografías de ese álbum eran de cuando nació Nicolás. Ella le platicó lo feliz que fue ese día y él se sintió culpable por lo que hizo esa noche. Nelly se lo pidió pero él no cumplió. Arruinó la boda de su madre y, por el momento, lo menos que podía hacer era intentar convencerla de dejarlo ir a Deya en lugar de irse sin avisarle.
—Mamá, Deya es una ciudad con muchas oportunidades.
—Pero no quiero perderte, Nico.
—No me iré para siempre —insistió él—. Si tan sólo me dejaras ir unos meses. Te prometo volver antes de Navidad.
—Cinco meses es demasiado tiempo lejos de mí, Nico —suspiró Pia—. Pero te prometo evaluar la posibilidad de dejarte ir una semana y soportar en silencio la desdicha que me ocasione tu partida.
Pia era una madre sobreprotectora y un tanto dramática de acuerdo a los estándares de Nicolás.
—Mamá...
Él quería explicarle que el viaje y su "desdicha" empezarían más pronto de lo que imaginaba, pero no sabía cómo.
—¿Y si esperas las vacaciones de Navidad y te acompañamos Jack y yo? —preguntó ella esperanzada, pues a pesar de que Deya estaba en el mismo país, ella sentía que su hijo quería viajar a otro planeta.
—¿Y dejar a John solo en Navidad? —recitó Nicolás con un pronunciado tono de falsa preocupación. Pia lo notó pero únicamente hizo una mueca—. No, mamá, no es necesario. No le hagas eso a tu esposo ¡Pobre John!
—Nunca has viajado solo, Nico —murmuró ella como si fuera un secreto.
—Pero no soy un niño. Estaré bien —dijo él, convencido de ser autosuficiente—. Además, es con Nelly con quién estaré.
Decir "Es con Nelly con quién estaré", no ayudó mucho.
Nicolás sabía que el miedo más grande de Pia Esposito, respecto a ese viaje, era recibir una llamada de su hijo diciéndole: "Mamá, lo pensé y me quedaré a vivir en Deya". Y no estaba del todo equivocada.
—¿Nuestra próxima Navidad en Deya? —preguntó ella, abrazándolo. Esperaba que su hijo le respondiera: "Me parece bien eso o lo de irme durante una semana. Yo tampoco puedo vivir sin ti, mamá".
—Lo he estado pensando y... —musitó él y sintió un ligero golpe de culpabilidad por lo que iba a decir. Porque además de arruinar el brindis de la boda de su madre...— Me iré mañana —agregó y la miró atento.
—¿Mañana? —preguntó con tranquilidad ella hasta que se dio cuenta que "mañana" era al siguiente día—. ¿MAÑANA? ¿Estás bromeando, Nicolás? ¿MAÑANA? —exclamó y se sentó en la cama.
—Y podrás estar, desde el primer día de casada, muy tranquila con John sin tener preocuparte por mí. Es lo mejor para todos— añadió él, muy seguro.
—¿En verdad crees que no me preocuparé por ti?
—Ni siquiera voy a salir del país, mamá, no es Japón o Rusia a donde voy ¡Además estaré con Nelly! —se justificó como si eso fuera a calmar a Pia.
—¡NO! No te irás. Ya te dije que evaluaré la posibilidad dejarte ir una semana. No viajarás antes de que yo tome una decisión.
—No-quiero-esperar-mamá.
—¿Acaso estás huyendo?—preguntó ella indignada y se levantó de la cama.
—¿Tú qué crees? —la retó a responder él, poniéndose de pie delante de ella.
El rostro de Pia enrojeció por enojo:
—¿Por no vivir en casa de John? No, Nicolás. Yo misma te llevaré al aeropuerto si considero dejarte ir después de esto.
—Brian me llevará al aeropuerto —insistió Nicolás—. Le pedí que comprara mi boleto. Mi vuelo hacía Deya es mañana. Al llegar buscaré donde quedarme hasta que Nelly regrese a su apartamento, lo que según escuché será después del fin de semana —repitió una y otra vez él mientras ella enumeraba sus razones para no dejarlo ir.
—¡Pues vas a perder ese avión! Lo siento, Nico, pero no te irás —aseveró Pia y salió de la habitación de su hijo. Como toda madre su palabra era la última en una discusión. O eso creyó.
Él la conocía lo suficiente como para saber que aún si el viaje no fuera mañana, ella procuraría retrasar su partida. Pia nunca pasó tanto tiempo separada de él y, como buena madre sobreprotectora, no asimilaba verlo partir. Pero la decisión estaba tomada, Nicolás se iría al aeropuerto por la mañana estuviera de acuerdo o no ella. Primero, no quería mudarse a la casa de John Baker. Segundo, no podía soportar un día más a los Esposito. Tercero, la metrópoli de Deya era perfecta.
Antes de dormir puso su despertador a las 05:30 a.m. y, soñoliento, se repitió a sí mismo:
—Al diablo con los Baker, los Esposito y todos. Yo-me-voy.
Un poco antes de las seis de la mañana, Nicolás bajó con mucho cuidado su equipaje, el cual consistía en una mochila Armee rucksack que Gino le regaló y una maleta color café que preparó dos días antes. Lo acordado era que Brian lo esperaría en la esquina de la calle y de esta manera no despertarían con el ruido de su coche a Pia. Cerró la puerta principal de su casa muy despacio y caminó hacía donde estaba estacionado el carro. Cada vez que él mencionaba el nombre "Brian" en casa, Pia empezaba un interrogatorio digno un policía: ¿A dónde van? ¿Quiénes estarán allí? ¿A qué hora vendrán? Y llámame cuando llegues. Las respuestas de Nicolás a estas preguntas eran: No muy lejos, Todos, No muy tarde y en cuanto pueda. Brian no era un mal chico, pero para Pia Esposito era una posible mala influencia para el "ingenuo" Nicolás.
—¿Qué haré cuando tu madre esté en la puerta de mi casa con veinte detectives? —preguntó angustiado a Nicolás mientras éste subía a su coche. El chico era más asustadizo de lo que parecía.
—Le dejé una nota. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Brian dejó a Nicolás en la entrada del aeropuerto y se despidió sin mucha palabrería:
—Sólo vete —dijo y subió el volumen a la música que retumbaba en el radio de su coche.
—Trata de sobrevivir en esa universidad de mierda sin mí —dijo con adiós el otro.
***
El sonido del timbre despertó a Pia esa mañana. Abrió la puerta un poco somnolienta, pero recibió la visita de John acompañado de Marcelo y Patrizia Piano, y claro, Severina Venuto que no volvería a Italia sin juzgar antes la casa de su sobrina.
—Buenos días, amor —dijo John y la saludó con un beso.
—Buenos días... a todos... No los esperaba tan temprano —dijo Pia en un bostezo mientras detenía la puerta para que los cuatro entraran.
—Patrizia y su madre querían conocer tu casa —explicó John y Pia, acostumbrada al desatino de su familia, trató de fingir sorpresa.
—Pues... Bienvenidos. Nelly y mis hijos aún duermen pero no tardaran en despertar —dijo amablemente, y los invitó a sentarse en los sofás de su sala.
—¿Natella vive contigo, Pia? —preguntó con gran curiosidad Severina mientras acomodaba sus posaderas en uno de los sofá y juzgaba todo a su alrededor.
—No, tía, ella vive en Deya. Está de visita por la boda.
—Tengo entendido que Natella no se ha casado —aseguró Patrizia que se moría de ansias de conocer el por qué.
—Nelly prefiere la soltería, Patrizia —respondió amablemente Pia, pero las otras no daban por finalizado el tema.
—Ya tiene treinta y dos años, è una donna. Debería considerar si vestir santos le conviene o no. Porque en mis tiempos ya hubiera sido considerada una solterona —aclaró con un tono de superioridad Severina y continúo arremetiendo—: Por supuesto que Natella siempre ha sido un poco libertina.
—Si no te molesta prefiero que me llamen "Nelly", tía Severina —dijo Nelly que en ese momento bajaba las escaleras para después ir a sentarse junto a Severina.
Aparentaba no importarle esos comentarios pero los venía escuchando desde el día anterior y ya estaba hastiada de tanto chismorreo.
—Seguro Natella, es decir "Nelly" —corrigió y sonrió falsamente Severina.
—¿Seguirán dormidos Nicolás y Jack, Pia? —preguntó John.
—Sí, eso creo. Jack ya hubiera bajado por el desayuno y Nicolás no suele despertar temprano —dijo Pia agradeciéndole con la mirada que cambiara de tema.
—¡OH! Mucho menos hoy que quizá amaneció destemplado —comentó Severina—. Lo vi bebiendo mucho Limoncello anoche.
—Sí, igual que Marcelo aquí presente ¿Su yerno verdad, tía? —interrumpió Nelly con la intención de que todos observaran al mofletudo Marcelo, pues éste se había quedado dormido en el sofá donde se sentó.
Severina sintió mucha vergüenza y lo despertó con un puntapié.
—Quizá, Nicolás y Jack acepten desayunar con nosotros —dijo con un tono esperanzador John—. Pensé en ir por ahí antes de llegar a mi casa.
—Siempre y cuando Nicolás no haga otro brindis —dijo burlonamente Patrizia y sólo ella y su madre rieron.
Nelly, una mujer bastante paciente, ya no lo estaba demostrando tanto.
—Me encanta la idea —dijo Pia impidiendo que su hermana perdiera el freno—. Iré a despertarlos... Nelly, acompáñame.
Las dos subieron las escaleras y al llegar al corredor del segundo piso de la casa intercambiaron opiniones sobre los comentarios de Severina y Patrizia. ¡Pero qué familia tan indiscreta tenían!
—Yo despertaré a Nicolás. Tú ve a la habitación de Jack. Intentaré convencer a Nico de que acepte venir con nosotros —dijo Pia mientras tocaba la puerta de la habitación de su hijo—. Nico... Nico... ¿Estás despierto? Necesito hablar contigo —preguntó insistentemente, pero como su hijo no respondió, giró la perilla y entró a la habitación.
No había nadie dentro, sólo una hoja color blanco con letras que parecían garabatos.
Pia cogió la hoja y leyó:
Pia:
Me pediste quedarme, pero insisto en que tú y Jack empezarán mejor sin mí.
Aunque a veces no lo parezca quiero que seas feliz. Permíteme ser feliz también.
Hagamos esto por ambos.
Pia terminó de leer y se apresuró a abrir los cajones de Nicolás. Su ropa ya no estaba. Se había ido al aeropuerto. El miedo de estar perdiendo a su hijo la abrumó.
—¡Nelly! ¡NELLY! ¡Nicolás se fue! —gritó con desesperación al encontrarse con Nelly en el corredor.
— ¿Nicolás se fue? ¿Por qué? ¿Qué sucedió? —preguntó Nelly, asustada.
—Él quería irse...
—¿Conmigo a Deya? Sí, me lo dijo, pero también dijo que hablaría contigo sobre eso.
—¡Y hablamos anoche —lloró Pia— pero él insistió en irse hoy! —exclamó, perdiendo el control—.¡Mi hijo se fue, Nelly!
Pia bajó a buscar a John. Cuando llegó a la sala de estar todos la notaron muy angustiada.
—¿Qué sucede? —preguntó John, preocupado.
—¡Tengo que ir al aeropuerto! ¡Nicolás se fue! —respondió ella, tomando las llaves de su coche.
—¡Iré contigo! —dijo él corriendo detrás de ella.
—No, eso será peor... ¡Quédate aquí, por favor, yo regreso en un rato! —pidió ella. Sabía que si Nicolás veía a John en el aeropuerto sería más convencerle.
Severina y Patrizia no lo podían creer, ¿Nicolás irse sin avisar? Y a un aeropuerto. Esto sería la comidilla de los próximos días.
Pia salió a toda prisa de su casa, subió a su coche y buscó la ruta más cercana hacía el aeropuerto.
—¿Dónde está, Pia? —preguntó Nelly al terminar de bajar las escaleras.
—¡Fue a buscar a Nicolás al aeropuerto! —se apresuró a responder Patrizia.
Al escuchar esto, Nelly también salió a toda prisa de la casa y subió a su propio carro para ir detrás de Pia.
Sin pedir permiso y, sin considerar si sería apropiada o no su presencia, Patrizia se acomodó en el asiento del copiloto para acompañarla.
—Lindo Volvo, aunque yo prefiero los Fiat —opinó.
Lo que menos quería hacer Nelly en ese momento era discutir marcas de coches. Tenía que alcanzar a su hermana para ayudar en lo que fuera necesario. Rodó los ojos y prendió su coche.
Pia llamó a Nicolás a su teléfono celular. Él al darse cuenta prefirió no contestar. Advirtió que su madre se había percatado demasiado pronto de que él no estaba en casa y aún faltaban dos horas para abordar, por lo que se apresuró a hacer el Check in. Seguramente Pia ya estaba en camino. Intentaría hablar con él y le impediría viajar.
Decidió enviarle un mensaje de texto para tranquilizarla:
No te preocupes por mí, estaré bien. Te llamaré al llegar. TE AMO.
Aún así, durante el Check in Pia llamó otra vez. Quizá no ha visto el mensaje, dedujo Nicolás. Pero esta vez no podía responder. La señorita de la aerolínea le estaba haciendo las preguntas de rutina:
—¿Ventana o pasillo?
—Ventana.
Pia iba a toda velocidad hacía el aeropuerto. Había llamado cinco veces a su hijo y él no respondió. Se sentía preocupada y dolida de que él se fuera.
Al final de una avenida Pia detuvo su coche, un Fiat Punto color azul. El semáforo estaba en rojo y esperó impaciente el cambio a luz verde. Aprovechó para llamar otra vez a su hijo. Él no le respondió, pero al revisar su celular notó que le había enviado un mensaje de texto. El semáforo dio luz verde y Pia avanzó. Sin embargo, avanzó lento para poder leer el mensaje. Los demás coches la rebasaron sin dificultad. Cuando terminó de leer el mensaje sonrío y lo leyó una vez más sin prestar atención a su alrededor. ¿Hace cuanto tiempo Nicolás no le decía "Te Amo"? Estar a punto de viajar lo sensibilizó, dedujo.
En un carril alterno al suyo, del lado derecho, se acercaba un camión de mudanzas de la empresa Carter & Asociados, lo conducía Rodney Wallace y su copiloto Héctor Cruz, compañeros y amigos de toda la vida. Ambos comentaban una noticia alusiva al equipo de Basketball favorito de Rodney que fue publicada en el periódico de esa mañana. Rodney, que iba al volante, notó el coche azul frente a ellos pero no dio importancia, era un carril rápido, ya se movería y dejaría de interponerse en su camino. Él continúo leyendo de reojo la noticia del periódico que Héctor sostenía en sus manos.
Pia bajó lentamente su teléfono celular aún sonriendo por el mensaje de Nicolás, observó su camino y después verificó el espejo retrovisor antes de aumentar la velocidad, pero de su lado derecho venía a toda prisa un camión blanco. Pia se percató de este antes de acelerar y lo miró sin parpadear, estaba tranquila, acaba de leer que su hijo la ama.
Rodney aún venía absortó leyendo la noticia del periódico y por segundos miraba de reojo el camino, estaba despreocupadamente consciente de que el automóvil azul no continuaría estacionado frente a él; pero cuando notó que este no había avanzado, ya estaba demasiado cerca. Demasiado tarde para frenar.
Pia no tuvo tiempo para reaccionar. El camión golpeó con fuerza su coche y lo empujó unos metros hasta que se estrelló contra otros dos vehículos.
A pesar de la prisa que llevaba, Nelly estacionó su coche al darse cuenta que muy cerca un camión blanco golpeó un coche azul. Miró el aparatoso accidente horrorizada antes de inquietarse por la posibilidad de que se tratara del coche de su hermana. Se bajó corriendo de su propio coche y se acercó a ver el accidente. Nelly observó detenidamente el vehículo, un Fiat Punto azul, y dentro de este, una mujer vestida de blanco. Pía.
Cuando terminó el Check In y recibió su pase de abordar, Nicolás empezó a caminar hacía donde le indicó la señorita de la aerolínea. Durante el recorrido revisó su teléfono celular, tenía seis llamadas perdidas de Pia. Preocupado, se preguntó si ella había leído el mensaje que le envió. Aún así, prefirió llamarla de vuelta para que estuviese tranquila. Ella no respondió. Hizo otro intento pero tampoco obtuvo respuesta. Intentó llamar a Nelly pero ella tampoco respondió. Nicolás continuó su recorrido sintiéndose inquieto. Tenía esa sensación de necesitar un manual de instrucciones sobre: "Qué hacer en caso de que su madre este próxima a llegar a un aeropuerto después de que usted se marchó de casa sin avisar".
Al llegar a la sala de abordar Nicolás intentó llamar otra vez a Pia, pero tampoco contestó. Casi al instante recibió una llamada de Nelly.
—¿Nelly?
—Nicolás, ¿ya estás en el avión? —le preguntó ella entre palabras entrecortadas. Estaba llorando.
—Falta media hora para abordar ¿Estás bien? —preguntó él, preocupado. Nelly no era una mujer que lloriqueara por cualquier cosa.
—No abordes, Nico. Iré por ti en un rato. Quizá una hora.
—¡Qué! ¡No! ¿Por qué?
—¡Sólo no abordes y espérame en la puerta principal!
—Pero...
Ella colgó sin darle alguna explicación y Nicolás se enfadó. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué no decírselo por teléfono? ¿Pía le pidió a Nelly que fuera por él porqué ella, seguramente, no querría verlo? Pero Nelly no lloraría por eso, concluyó. ¡Cuánta incertidumbre!
Nicolás intentó llamar a Nelly de vuelta pero el teléfono celular de su tía sonó ocupado. Esperó un rato e intentó llamarla una vez más pero continuaba sonando ocupado. ¿Abordar o no abordar el avión? No se lo perdonarían. ¡Qué dilema! Llegó el momento y, resentido, vio como los demás pasajeros abordaron el vuelo con destino a Deya mientras él regresó por donde vino.
Tres horas después, sentado sobre su maleta a un costado de la entrada principal del aeropuerto, vio llegar el Volvo de Nelly. Ella detuvo su coche frente a él y esperó a que acomodara su equipaje. Al terminar Nicolás ocupó el asiento del copiloto y molesto dijo:
—Dijiste una hora y fueron tres.
Nelly no respondió, estaba intentando evitar el típico caos vehicular frente a los aeropuertos. Nicolás la observó y se percató del extraño semblante que tenía. Nelly había estado llorando.
—¿Tía, estás bien? —le preguntó tan respetuosamente que hasta le dijo "tía".
Era imposible callar o evadir este momento. Nelly intentó conservar la calma, y aunque quiso evitarlo, empezó a llorar; eso sí, no apartó la mirada del camino. Balbuceó un poco e hizo sonar la bocina de su coche al golpearla con su frente. Se sentía apabullada. Salir de ese lugar de por si era ya muy difícil y no quería arriesgarse a que ocurriera otro accidente. Intentó concentrarse y esta vez hizo sonar la bocina como se debe.
Nicolás la observó sintiéndose confundido. ¿Tan mal se pondría Pia al darse cuenta de su ausencia esa mañana?, se preguntó.
—Por favor, Nelly, dime que está sucediendo —suplicó.
Nelly dudó unos segundos. Se sentía obligada a darle la noticia a Nicolás ahí mismo, aunque no fuera el lugar apropiado y, en realidad, no existía tal lugar apropiado. No en esta vida. El dolor sería el mismo aunque se lo dijera en un jardín lleno de flores. Por tanto, detuvo su coche y se dirigió a su sobrino sin mirarlo a los ojos:
—Nico, tu mamá, mi hermana... —su voz era pausada—. Nico, mi amor... tu mamá... tú mamá... murió —dijo después de tanto y un confuso silencio se colocó entre los dos.
¿Qué? Nicolás sabía que en ese momento estaba afuera de un aeropuerto, sentado al lado de Nelly mientras vehículos alrededor de ella le bocinaban por congestionar el camino. Eso era lo que estaba sucediendo, pero su mente no asimilaba nada más. Él escuchó con atención las palabras de su tía, dijo que Pia murió, pero sabía que eso es imposible ¡Pia Esposito es inmune a la muerte! Lo que dijo Nelly es ilógico, una completa estupidez. Negó con la cabeza y sólo mostró preocupación por el tráfico que estaban ocasionando.
—Te van a multar. Salgamos de aquí —dijo, cuando observó que un policía se estaba acercando al Volvo.
Los dos guardaron silencio hasta que se alejaron del aeropuerto. Nicolás trató de pensar en cualquier cosa que lo alejase de ese momento. Su iPod ¿Dónde estaba su iPod?, se preguntó. No lo encontraba y estaba seguro de haberlo metido en su equipaje de mano, su bolsa Armee rucksack. Nelly lo miró de reojo, pero cuando intentó empezar a explicar lo sucedido a Pia, sonó su teléfono celular. Era Salvatore Esposito para preguntarle donde estaba.
—Estoy saliendo del aeropuerto, papá, Nicolás ya está conmigo. ¿Mi mamá está con Jack? Por favor no le digan nada hasta que yo esté con él... Si, Nicolás ya lo sabe. Por favor dile a la familia que cuiden sus comentarios. ¿Vamos al hospital o a la casa? ¿Dónde están todos?
Nicolás cerró los ojos y pensó en que tenía que despertar de un momento a otro porque esta era una pesadilla muy vivida. ¿Acaso Nelly dijo la palabra "hospital"? ¿Qué diablos estaba sucediendo? Tomó su teléfono celular e intentó llamar a Pia pero ella no contestó. Una y otra vez trató de marcar el número de teléfono en el que siempre localizaba a su mamá, y nada. Pensó en la posibilidad de que quizá lo estaba marcado mal, y procuró hasta diez veces marcarlo para comunicarse con ella pero fue imposible. Cerró los ojos. Aún no conseguía despertar de esta pesadilla, concluyó. Cuando era niño a veces tenía pesadillas en las que Gino moría. Años después supo que uno de los psicólogos había dicho que para un niño la separación de los padres es traumática y que quizá las pesadillas de ver morir a Gino eran por vivir lejos de él. Pero eso no importaba ahora...
Cuando por fin llegaron a la casa, ya estaban ahí los Baker, los Esposito y las amigas de su madre. No hacía falta nadie que la noche anterior hubiera asistido a la boda, pero ninguno le dijo nada, únicamente lo miraron con molestia y murmuraron a su paso.
Tía Nelly lo acompañó hasta su habitación.
Jack era ajeno a todo lo que estaba sucediendo. Elena Esposito le había dicho que habría una comida por la boda de su madre y que por eso todos estaban allí. Y para evitar que alguien cometiera una imprudencia le pidió quedarse en su habitación hasta que ella le avisara que debía bajar. Al llegar, Nelly fue por él y lo llevó a la habitación de Nicolás. Jack escuchó que su hermano iba a viajar esa mañana y lo cuestionó sobre eso:
—¿No tendrías que estar en un vuelo a Deya? —le preguntó indagando la maleta que Nicolás intentaba acomodar debajo de su cama.
—Se canceló el viaje— respondió tranquilamente Nicolás y guardó la maleta.
—¿Por qué?
—No lo sé, Jack...
Tenía la mente en blanco. Nicolás no sabía qué inventar, no tenía imaginación en ese momento. Jack sólo consiguió respuestas con monosílabos y, cansado de no obtener otra cosa, prendió el televisor de su hermano y se puso a ver televisión.
—Espérenme aquí los dos, volveré más tarde —les dijo Nelly y salió de la habitación.
Nada afuera de esa habitación era más importante para él que el silencio. Nicolás se recostó en su cama mientras Jack miraba Nickelodeon. Aunque más personas estuvieran ahí, se sentiría solo. No tenía hambre, no tenía sueño, ni ganas de hablar con nadie. Tampoco estaba enamorado o interesado en alguna chica en especial como para pensar en ella, por lo que se vio obligado a afrontar la realidad. Esta vez no podía huir de sí mismo o concentrar su atención en otra cosa, ni siquiera en el viaje a Deya. Su vida estaba cambiando y ni siquiera imaginaba cuánto. Simplemente sucedió. Pia, la mujer que le había dado la vida, su madre, su amiga, su maestra, su todo... estaba muerta. ¿Al morir alguien no vuelves a verle? ¿No podrás hablar otra vez con esa persona? Pero, ¿qué es la muerte? ¿A dónde vamos al morir? Nicolás nunca se había hecho esas preguntas. No entendía nada sobre la muerte, no recordaba que alguien importante para él hubiera muerto antes. ¿Nunca más escucharía hablar o reír a Pía?, se preguntó. Era una pregunta que tenía una respuesta lógica quizá, pero se trataba de su mamá y perderla no era racional. ¿Ahora qué? ¿Qué sigue? ¿Cuál es el propósito de Dios con esto? Él no ha hecho planes para una vida sin su madre. Nadie le aviso que este día llegaría y, aunque lo hubieran hecho, es imposible de aceptar. ¿Vivir con la ausencia de Pia? ¡Eso no es vida! Él lo imaginaba y era demasiado confuso para ser verdad.
—Mamá... —musitó viendo hacía la puerta de su habitación, y esperó verla entrar luciendo tan bella como la noche anterior.
Si Pia se había ido, entonces pronto llegaría, nada más tenía sentido. En cualquier momento ella entraría por esa puerta.
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