CAPÍTULO 3: EL SEPELIO( PARTE 1)
Juntas nos dirigimos al lugar del entierro, donde una multitud se había congregado para dar su último adiós a las madres de Leo y Julián.
El salón rebosaba de personas y aliados que habían venido a mostrar su respeto y ofrecernos sus más sinceras condolencias y brindarnos su apoyo en este difícil momento, haciéndonos sentir que siempre estarán a nuestro lado para respaldarnos en lo que necesitemos.
Mientras mis ojos recorrían la multitud, mis pensamientos se centraron en las madres de Leo y Julián.
Ambas habían sido excepcionales y cariñosas conmigo. Recordé con gratitud cómo la madre de Leo siempre me hizo sentir bienvenida en su hogar, compartiendo risas y consejos valiosos.
La madre de Julián, por su parte, tenía el don de hacerme sentir como parte de su familia desde el primer día en que la conocí.
A medida que las palabras de despedida resonaban en el salón y las lágrimas caían por las mejillas de quienes las pronunciaban, una profunda sensación de pérdida se apoderó de todos nosotros.
La partida de estas dos mujeres notables dejaba un vacío en nuestros corazones que sabíamos sería difícil de llenar.
A pesar de la tristeza abrumadora, también sentí gratitud por haber tenido la oportunidad de conocer y amar a estas madres maravillosas.
Sus lecciones de amor, amistad y bondad perdurarían en nuestras vidas como un recordatorio eterno de su legado.
En ese momento, comprendí la importancia de apreciar a las personas que tenemos a nuestro lado y de expresar nuestro amor y gratitud mientras todavía están presentes en nuestras vidas.
Mientras estábamos en el sepelio, noté la presencia de dos hombres de contextura fuerte que se acercaron al Rey Leo, al Rey Julián y a sus hermanos para darles el pésame. Luego, se acercaron a mí y a mis otros hermanos para hacer lo mismo. Cuando los vi de cerca, me di cuenta de que eran...
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