La biblioteca de Nina
—Tu brazo ya está mejor —observé esa mañana mientras nos dirigíamos donde Driggers.
Ante mi comentario, Nina se apresuró a echarse la casaca sobre los hombros.
—Eso parece. Si alguien llega a enterarse que fuimos nosotras las que nos llevamos los pelos de sproxels…
—Esas cosas estaban en el armario de enfermería para que se las llevara quien las necesitara —la animé—. Nadie nos puede reñir, pagamos para eso.
Nina negó con la cabeza mientras se deslizaba en el asiento. La mitad de la clase, que esperaba con sus cosas en la parte trasera del salón, se movió rápidamente para ubicarse en los sitios libres. Driggers llegó un segundo después.
—Buenos días clase, hoy volveremos a la simbología del pentagrama.
A la mitad del aula se le escapó un gemido. Habíamos repasado tanto el maldito símbolo que todos estábamos seguros de conocer cada posible giro en los significados y usos. Driggers no dio signos de darse cuenta de la frustración del aula.
—Como estarán viendo con Noelle —los profesores llamaban a la señora Harewood por su nombre de pila—, uno no debe detener la invocación de un demonio si el conjuro ya ha sido pronunciado. Es extremadamente peligroso.
Dio un golpecito a la pizarra y el dibujo de un pentagrama invertido empezó a dibujarse.
—Despiértame cuando termine, ¿vale? —le susurré a Irina.
—Al menos tú puedes quedarte dormida con facilidad —masculló ella en respuesta.
Como todos los vampiros, Irina apenas necesitaba dormir un par de noches al mes, pero ella prefería lanzarse un encantamiento de sueño si se sentía con ánimos de “absorberse del mundo”.
—En este punto —siguió Driggers— está ubicado el centro de poder. Cuando empieza el conjuro, el mago se centra aquí, para distribuir la energía al resto del dibujo. Esto genera una suerte de campo magnético alrededor, que mantiene cerca al mago y no le permite alejarse. Se especula que la magia crea esto para asegurarse de tener una fuente de poder. Siempre se ataca al mago antes de que empiece su invocación, de lo contrario, ya se ha girado la manija que abre la puerta de las dimensiones y del otro lado sólo deben jalar la puerta… y son expertos en eso. ¿Me puede decir el proceso que sigue una invocación de primer grado, señorita Sutton?
—Se abre la puerta a las dimensiones, manteniendo un contacto a la propia dimensión mediante un hechizo vinculante para evitar ser absorbido —respondió ella arrastrando las palabras—. Luego, mediante otro hechizo, se logra la invocación que termina cuando el ser atraviesa su dimensión hasta la nuestra y queda contenido en el símbolo mágico elegido, usualmente un pentagrama porque…
—Suficiente, suficiente —interrumpió Driggers—. Bien, dentro de ese esquema…
La misma retahíla siguió con Harewood en Invocaciones, exceptuando el momento en que le gritó a Kyle por distraerse.
En el almuerzo me encontré con Nina, que tenía un mechón de cabello de color azul casi tan bonito como sus ojos.
—¿Qué ha sido eso?
—Espera a tu clase de Encantamientos —dijo ella moviendo la cabeza—. Burchett se encuentra especialmente ansiosa con el tema. Pero ve con cuidado, no querrás terminar como Priscilla Parnham, que ha terminado en enfermería intentando hacerse más delgada.
Nos reímos un buen rato mientras me contaba el resto de casos anecdóticos de la clase. Yo tenía tiempo libre hasta Casos Criminales pero a Nina le tocaba Invocaciones y Harewood no era el tipo de maestra con quien te arriesgaras a perder una clase.
Deambulé por el campus y me uní a un grupo de gente que observaba fascinada una contienda. Me acerqué cautelosamente para ver a James Sandler y Cedric Zaidman jugando una partida de geiks rúnicos. No podría decir quién iba ganando, incluso aunque yo misma me contaba como fanática del juego. Era una mezcla entre póquer, backgammon y go, detalle que lo convertía en uno de los juegos más fascinantes desde el punto de vista mental y del azar. Papá solía decir que los geiks rúnicos estaban hechos para los mejores. Mis ojos volaban de James a Cedric que mantenían la vista fija en los dados y las manos listas para mover sus fichas o sacar una carta. Las maldiciones por parte de ambos sólo conseguían que la multitud a su alrededor se emocionara más.
—Quinientos giretianos —gritó James moviendo las monedas hacia el centro del tablero.
—Apuesta tomada —respondió Cedric colocando una montaña igual de grande al lado.
Se lanzaron los dados y Cedric gruñó mientras James movía una ficha.
—Esto se pone bueno —comentó contemplando pensativo el tablero. Me fijé en la disposición que tenía y se me escapó un jadeo—. Pido carta.
Cedric miró el mazo casi con temor pero se tranquilizó cuando James frunció el ceño ante su nueva adquisición. Me quedé el tiempo suficiente para darme cuenta que James era un experto en el juego. Cedric, que siempre había sido uno de los más notables en Diringher, perdió muchas más cosas que su competidor. Finalmente, le estrechó la mano con una sonrisa retadora.
—Nos volveremos a ver, Sandler… tal vez en el Pozo.
Todos nos quedamos en silencio, esperando la respuesta. El Pozo era un lugar de mucha historia para Igereth, una completamente loca y desenfrenada. Era el equivalente a Las Vegas, pero mucho más enredado y jugar allí se consideraba de expertos. Todos queríamos saber si James Sandler había estado allí. Pero nos llevamos un chasco.
—Ha sido un gusto —se limitó a decir haciendo girar las monedas a su alrededor—. Ahora déjame ir a pensar en qué me gasto tu dinero.
Cuando el grupo se disolvió ya era hora de ir a Casos Criminales.
La última clase, el señor Marcus nos había hablado del caso de las hermanas Vekinhale, dos mujeres que habían ido en contra de la hermandad Lupus, mordiendo humanos y dejándolos a su libre aire. Como la hermandad Lupus se había creado precisamente para detener la creación de malditos u orientar en su entrada al nuevo mundo a los que ya estaban sueltos, fueron un gran dolor de cabeza.
—La Cofradía había fallado a favor de la hermandad, y emitió una orden de captura sin restricciones. La hermandad hizo correr la noticia de que era su misión, pero si conseguían toparse con ellas, las querían vivas. Imaginen una noche oscura, en el bosque de Ledhar, con las ramas de árboles más altos que un golem cubriendo el cielo, y veinte malditos convertidos por las dos. No fue algo bonito de ver, me imagino. Pero eso sólo es el final, ¿alguien ha revisado ya los descargos del juicio?
Judith Palmer, la mejor alumna del año (después de Irina, por supuesto), levantó la mano de forma impaciente. El señor Marcus le dio la palabra, casi como acto reflejo.
—Judith.
—Defendían su derecho de sangre. Las Vekinhale eran princesas entre los purasangres y con la hermandad Lupus, los malditos entraban en su jurisdicción.
—Cierto —el señor Marcus le dio esa sonrisa que llevaba cinco años haciendo suspirar a las chicas de Diringher—. Aunque seguían teniendo el poder, la hermandad está para poner a purasangres y malditos al mismo nivel y eso no les convenía. Además, era la época en que Caront empezaba a ascender.
Caront era uno de los leimphus (líderes lupus) más recordados. Había organizado la hermandad de forma tan admirable que la Cofradía apenas tuvo que preocuparse por la captura de hombres lobo descarrilados mientras él estuvo al mando. Había muerto en la guerra de los Treinta Años, en la batalla de Breitenfield y aún se le tomaba como modelo de gobierno.
Finalmente, las hermanas Veckinhale murieron asesinadas por los mismos humanos que habían convertido en malditos.
Sé que el caso me hubiera fascinado totalmente de no ser porque Irina y yo teníamos otros planes.
Revisamos un par de detalles con especial interés luego de acabada la clase, pero sólo hasta la medianoche, cuando dejamos la biblioteca. Todavía quedaban allí un par de personas, garabateando distraídamente o pasando páginas de gigantescos volúmenes entre bostezos.
Cuando volvimos a la habitación, Nina buscó entre sus cosas y sacó un cubo metálico que sostuvo en su mano con cuidado. Era su biblioteca personal, traída a Diringher oculta en una dimensión. De todos modos, la Academia no prohibía su uso mientras las dimensiones no sobrepasaran los cien metros cuadrados.
—¿Lista?
Asentí y tomé su mano. Lo siguiente que supe fue que mi corazón empezó a acercarse a la taquicardia y mi cabeza parecía haber dado un paseo en una montaña rusa.
Sin embargo, en cuanto abrí los ojos, me di cuenta que no habíamos llegado a la cálida biblioteca gris que solíamos frecuentar.
Esta era más oscura, con las paredes forradas de terciopelo rojo y estantes llenos de libros de tamaños contrastantes. Algunos pasaban el metro de altura mientras otros parecían caber en la palma de mi mano. Un estante tenía rejas. Otro estaba completamente vacío pero había un humo extraño moviéndose como si tuviera vida propia.
Irina se dirigió a ellos rápidamente. Yo no me moví.
—Nina, ¿qué es esto?
—Sólo otra biblioteca más.
—¿Creaste otra dimensión?
Ella se encogió de hombros.
—Tengo dos bibliotecas. Tres, si cuentas la de mi casa. Es sólo que cuando se trata de magia oscura, necesito libros de este lugar.
Poco a poco, fui fijándome más en los detalles. Los sillones combinaban con la decoración y entendí la razón de que uno de los estantes tuviera cadenas que ataban a cada libro. En cuanto Nina se apoderó de un tomo, este intentó escapar fuera de sus manos volando tan rápido que desapareció por un instante. La cadena lo retuvo en su lugar y Nina lo atrapó de vuelta en el extremo mientras la cadena quedaba extendida en su corta longitud.
—¿Qué tan prohibidos son? —me atreví a preguntar—. ¿Cómo los conseguiste?
—Del 1 al "La-Cofradía-daría-mucho-por-tenerlos", digamos que tienes que ir a Garmanthos en los peores horarios y tener mucha suerte y dinero para conseguirlos.
Observé a Irina, fascinada. Tenía mi edad, incluso estaba congelada antes que eso, pero había llegado a extremos que no alcanzaba a sospechar. Garmanthos era el área de Igereth con la peor reputación. Era una ciudad al norte, dividida en barrios especializados según el tipo de contrabando. Era como una gran convención de los más temibles y despiadados especímenes. Nadie iba allí a menos que tuviera agallas o quisiera morir. Si necesitabas algo de bajo calibre, solo ibas al barrio peligroso de turno, que era surtido por los comerciantes garmanthianos. Me daba escalofríos imaginarla allí.
—Me colé en La Cueva, que es el barrio de Garmanthos donde…
—No estoy segura de si quiero los detalles.
Una sonrisa bailó en su boca, aunque yo podía adivinar que iba a decir: “el barrio de Garmanthos donde se consiguen libros”.
—Recuérdame qué buscamos —dije mientras me acercaban al estante que lucía más normal.
—Algo que se relacione con las hadas oscuras que intentan matarte pero que te ruegan que las mates.
—Nina…
—Está bien. Conjuros, maleficios, invocaciones, algo que pueda combinar un submundo y un demonio. Magia negra.
Asentí y me dediqué pacientemente a hojear los títulos. Nina me soltaba advertencias de vez en cuando como: "Cuidado con ese estante, son libros invisibles, debes usar un hechizo convocador para que aparezcan, en el extremo derecho hay una hoja con los nombres" o "haz levitar cualquier libro de ese estante y usa la magia para pasar las páginas, tienen magia protectora grabada en cada letra".
Sólo dos horas después rompí el silencio con una duda que no tenía relación con lo que Nina pidió pero de todas formas me llamó la atención.
—Nina…
—¿Sí?
—Mira esto, es muy raro.
—¿Disculpa?
Señalé el párrafo:
"Las invocaciones demoniacas suelen crear campos de energía muy extraños. Los mejores lugares son zonas apartadas, sin vegetación alrededor, donde los campos no afecten el ambiente ni sean fácilmente detectados. Áreas como bosques y selvas son las menos adecuadas debido a la vida que los rodea, interfiriendo con el espíritu demoniaco de la destrucción. Mientras mayor sea el nivel del demonio invocado, mayores deberán ser las precauciones que debe tomar el mago para evitar que la vegetación reaccione y revele su presencia. Sin embargo, cuando se logra trabajar los hechizos de enlace, se puede hacer que la protección que otorga la falta de visibilidad en un bosque, ayude al mago. Además, la magia del mago se ve renovada al extraerla de áreas con vida o lugares con antecedentes mágicos".
—¿Qué tiene esto de raro?
—¿No lo recuerdas? Driggers hizo clase sobre esto el año pasado.
—Claro que lo recuerdo —dijo ella como si fuera tonto suponer que podía olvidarse—. Driggers dijo también que…
Vi cambiar la expresión de su cara conforme lo notaba.
—Exacto. Driggers dijo que cualquier invocación que pasara del nivel dos podía ser detectada fácilmente pero que los lugares con antecedentes mágicos, como Diringher, rechazaban el contacto y evidenciaban su presencia.
—Y nunca nos habló sobre los hechizos de enlace que podían conseguir que el bosque ayudara a protegerlos.
Me mordí el labio inferior.
—No lo sé, tal vez es algo que aprenderemos en octavo.
—Podríamos preguntarle a Driggers….
—Pero entonces tendríamos que mostrarle el libro —adiviné.
Nina dudó.
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