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Ataque y defensa

Dos días después, aún no me había animado a decirle a James qué era lo que en realidad pasaba con Irina. No encontraba la manera, nunca lo había hecho antes. Lamentablemente, mi idiotez me jugó una mala pasada.

Nos tocaba Ataque y Defensa de 6 a 8 de la noche, con los de sexto. Esta vez sí iba a ir en serio porque nos había tocado con Hibbard.

No había tenido esta clase con él desde el primer año, cuando decidió aplicar su método de llamar a un estudiante de un curso superior y enseñarnos “lo básico”. Yo había tenido suerte. Phillipe Hoult fue el chico contra el que me tocó luchar. O para ser exactos, el chico al que le tocó darme una paliza. Philipe era el tipo de persona que se pasaba ejercitando la mitad del día, cuando las clases no estaban fastidiando. Me miró con un encogimiento de hombros y me pidió que al menos tratara de esquivarlo para que no me rompiera ningún diente.

Cuando vi a Irina y Emmeline llegar al gimnasio, por poco me da un ataque. Debía evitar a toda costa que James se fijara en ellas, por lo que aproveché que estaba junto a mí intentando averiguar cómo funcionaba la clase.

—En Fibener teníamos esta clase pero era a campo abierto.

—Aquí solo te enseñan dos maniobras. Una de ataque y una de defensa —dije poniéndolo al día de lo que se perdió la clase del lunes—. Y luego intentas ponerlas en práctica.

—No suena complicado.

—Espera a que empecemos. Sin magia.

—¿Sin magia? —soltó James— pero…

—Sin magia. Sólo la usas en Ataque avanzado. Y allí solo te permiten magia de contacto.

James insultó por todo lo alto a quien fuera que hubiera creado esa norma.

Hibbard era un profesor de dos metros de alto y casi uno de ancho. Era enorme y con grandes músculos, toda una mole.

—Intento de ataque, usualmente por un demonio de aire —dijo buscando alrededor con la mirada. Esta se detuvo en un chico de sexto de cabello rojo, bastante delgaducho—. Wissar, adelántate.

El chico se puso frente a él, alerta. Pero, como siempre, no sirvió de nada. Hibbard lo atacó por un costado, tan rápido que Wissar apenas tuvo tiempo de poner sus manos para poder atenuar un poco el golpe.

—Defensa —dijo Hibbard haciéndole una seña a Wissar para que se pusiera de pie—.Gomelsky, intente la maniobra de ataque que acabo de mostrar.

Gomelsky era un tipo de octavo, uno de los ayudantes de Hibbard. De todos modos no se veía muy alegre cuando intentó atacar del mismo modo a su maestro y este lo tomó de las muñecas, lo hizo girar sobre su cabeza y lo tiró al suelo.

—A repetirla. Ahora —dijo soplando su silbato.

Me puse con James, quien intentó atacarme. Logré tomarlo de las muñecas pero apenas conseguí moverlo de su sitio. James se burló.

—Vaya chico fuerte. Espera a ver esto.

Se retorció tanto que mis manos cedieron y pudo lanzarme una patada. La esquivé con agilidad pero se movió rápidamente y me lanzó un puñetazo que me dolió mucho. Demasiado.

Volvimos a intentar la maniobra durante lo que quedaba de la clase. James era un maldito superdotado para la lucha y, aunque me duela decirlo, me dio una verdadera paliza. Hibbard sopló su silbato unos minutos antes de acabar y movió su mano sobre su boca.

—Por ser la primera semana, voy a dejar que me demuestren un poco de su estilo libre —gritó con la voz aumentada por el hechizo.

Cuando volteé hacia James, mi sonrisa retadora desapareció. Seguí la dirección de su mirada, esperando que solo estuviera analizando las armas, intentado decidir cuál elegir, pero mis esperanzas se desmoronaron. Veía a Irina y Emmeline.

—Bendita sea mi suerte —murmuró—. Discúlpame pero vas a tener que conseguir a alguien más.

—No. Ni en tus más locos sueños —dije deteniéndolo—. Irina practica con Emmeline y con nadie más.

Emmeline nos había librado de aquello desde hace mucho. A pesar que en realidad no lo necesitaba, Irina seguía asistiendo a la clase. Tuvo que practicar con el señor Warfield todo el segundo curso y la mitad del tercero, hasta que se hizo amiga de Emmeline.

—¿Por qué? Necesita un cambio de compañero a estas alturas.

Y se fue directo hacia ellas. No pude detenerlo a tiempo para decirle que Emmeline era la única persona en todo el instituto a la que Irina no parecía capaz de matar. James podía ser muy bueno luchando pero ella era imposible de igualar.

Ambas ya se habían puesto en posición para empezar. Emmeline siempre se veía diferente cuando luchaba, como si aquella bruma soñadora que siempre la acompañaba se evaporara y dejara ver un rostro fiero, completamente capaz de atravesar cualquier demonio o monstruo que se le atravesara en el camino. James estaba rebuscando entre las armas colocadas en los extremos del gimnasio y cuando eligió una, me di cuenta que acababa de cometer otro error. Si Irina sólo le rompía un brazo iba a tener mucha suerte.

No me acerqué. Traté de no mirar en aquella dirección pero no podía evitarlo. Además, cuando todos se dieron cuenta de a dónde iba James, el gimnasio en pleno se paralizó. Incluso Emmeline e Irina notaron algo raro y se detuvieron en medio de una serie de golpes y patadas de calentamiento. Irina, con la gracilidad que la caracterizaba, saltó hacia atrás, se paró de manos por un segundo para darse impulso y aterrizó limpiamente. Los pasos de James hacían eco mientras se acercaba. Incluso el señor Hibbard los miraba con inquietud.

Irina y Emmeline esperaron pacientemente que James se acercara y este se detuvo mirándolas alternativamente. Su mirada se quedó en Irina con una sonrisa que debía considerar entre amistosa y divertida.

—¿Qué tal Irina? ¿No quisieras entrenar conmigo? Tu amiga puede practicar un segundo con Kyle.

Quise desaparecer en el instante en que Irina volteó a verme a través del gimnasio. Esperaba que mi expresión aterrorizada dejara en claro que yo no tenía nada que ver con eso.

—¿Te han lanzado un hechizo de confusión? —soltó ella con tanto desprecio impregnado en la voz que una gota de sudor frío se deslizó por mi rostro—. ¿O es que te has metido en la competencia de “Idiota del año”?

—Pues sí, y me dan puntos extra cada vez que consigo superarme a mí mismo.

Vi que Emmeline sonreía levemente pero los ojos de Irina siguieron imperturbables ante el supuesto encanto de James.

—Eso explica muchas cosas. Y dime, ¿cuántos puntos te dan porque te clave esa gigantesca estaca en el estómago?

James soltó una leve risa. Volvió la vista hacia el arma que llevaba como intentando decidir qué responder pero Irina se movió con una rapidez sobrehumana y, un segundo después, estaba frente a James.

Todos contuvimos la respiración. Por un segundo creí que Irina había corrido hacia él para darle un golpe en el estómago o algo, pero simplemente lo miró. Estaban a la misma altura, con sus rostros a solo centímetros.

—Vaya —soltó James francamente sorprendido—, ¿cómo has hecho eso?

No pude culparlo pero los ojos de todos reflejaron alarma. De un momento a otro Irina haría algo, estaba seguro. Pero James, como todo chico que se digne de ser envidiado, tuvo suerte y la sirena sonó justo en aquel momento.

Emmeline, siempre tan cuidadosa con todo, se acercó a Irina y susurró en voz baja (aunque debido al silencio que aún reinaba en el lugar, la oímos perfectamente):

—Irina, vámonos, es hora de cenar.

Ella pareció recordar que Emmeline seguía allí y se fue sin dirigirle otra mirada a James. Ni siquiera volteó cuando este exclamó:

—La próxima vez no te libras de mí.

Creí notar que se tensaba bastante y que si no fuera porque Emmeline la tenía tomada del brazo y un movimiento brusco se lo hubiera arrancado, habría estampado a James contra alguna pared.

Cuando ambas estuvieron lo suficientemente lejos y los murmullos empezaron a alzarse, Luke Bromley se acercó discretamente a mí y me dijo:

—Oye, Kyle, será mejor que se lo adviertas de una vez. No sólo porque podrías quedarte sin compañero de cuarto, sino porque si vuelve a mencionarte como posible reemplazo para Emmeline, Irina no se va a conformar sólo con él.

Asentí. Comprendía la situación, así que cuando James vino quejándose del hambre que tenía, eché por tierra sus planes.

—Comerás mañana, ahora tenemos que hablar. Es urgente.

Sin embargo, cuando entramos de vuelta a la Academia, la señora Drayton, mi profesora de Curación Avanzada, me detuvo en el pasillo para comentarme algo sobre la clase de esa mañana.

—Espérame —le dije a James—. Esto de verdad es importante.

Apenas escuché lo que me decía la profesora, pero me fastidié aún más cuando se me ocurrió hacerle una pregunta sobre una planta para que creyera que en realidad la escuchaba y ella sonrió maternalmente.

—Sígueme —indicó. La señora Drayton podía ser amable, pero rechazarla me podía traer malas consecuencias.

Resignado, fui con ella a su despacho. Si no hubiera estado tan ansioso por James, probablemente me habría quedado sorprendido de lo impresionante que era el lugar. Un exquisito olor a manzanilla llenaba el ambiente, además de otra planta que no reconocí pero que me relajó en extremo. Me dejé caer sobre un sillón, con ganas de poder dormir hasta la semana siguiente. La sensación de adormecimiento provocada por las plantas no ayudaba.

La señora Drayton me preguntó sobre lo que habíamos visto el año anterior y le di mis impresiones. Ella hizo varias preguntas, de forma que casi parecía que me estaba tomando un examen, pero me sentía tan tranquilo en aquel ambiente rodeado de plantas que respondí todo lo que sabía. Cuando empezaba a quedarme dormido, la señora Drayton rebuscó un momento entre sus cajones y me pasó un libro grande, de pasta verde oscura con el dibujo de un árbol horrible en la portada.

—Ignir tebeles debracanon —leí.

—Plantas de suelos arenosos —tradujo ella para mí. Bien, porque en realidad Lenguaje Arcano no era mi especialidad—. Eres un buen chico, Kyle. Encontrarás allí lo que me has preguntado. Y tal vez muchas cosas más. Un libro fascinante.

Realmente hubiera apreciado aquello. Curación avanzada era mi curso favorito y la señora Drayton podría llamarme fácilmente su alumno estrella. Se lo agradecí de la manera más cordial que pude y luego me dejó ir. Cuando salí y el aire fresco me golpeó en la cara, recordé todo de pronto.

Corrí por las escaleras hasta el séptimo piso. Hubiera intentando desaparecer de no ser porque estaba prohibido (excepto para los profesores), era realmente difícil y mis fuerzas ya habían quedado agotadas por la clase de Ataque y Defensa. No quería ni pensar que me tocaría otra al día siguiente.

Cuando llegué al cuarto, maldije en voz alta. Tiré el libro verde a mi cama sin muchos miramentos y decidí bajar al comedor. Probablemente James sólo hubiera ido a cenar…pero mis ojos captaron algo que descansaba sobre mi escritorio. Eran las 10: 30 p.m. La conversación con la señora Drayton había tomado mucho más de lo que esperaba. Una hoja estaba doblada por la mitad y tenía mi reloj encima para evitar que saliera volando.

“Me voy a saludar a Irina” decía la nota. Reconocí la letra de James.

Mierda. Si Irina no lo mataba, lo haría yo.

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