Capítulo 29 💫
🐺
Aquí, presente:
MARATON 1/3
— NYSSA WALTON —
꒷꒦︶꒷꒦︶ ๋ ࣭ ⭑꒷꒦
El dolor en mi cabeza era lo primero que sentí al despertar, como un tambor constante golpeando mi cráneo. Parpadeé varias veces, tratando de enfocar mi vista borrosa. El aire olía a limpio, como si cada rincón estuviera recién pulido, un aroma que no conocía.
Cuando al fin pude ver con claridad, mi estómago se apretó. El lugar en el que estaba no tenía sentido. La habitación era enorme, un espacio diseñado para alguien que no conocía la palabra "carencia". Las paredes eran de un tono neutro y cálido, con molduras elegantes que parecían pintadas a mano.
Frente a mí había un espejo enorme con un marco dorado que parecía sacado de un cuento de hadas. La cama en la que estaba era tan grande que podría dormir una familia entera, con sábanas de un blanco perfecto y un edredón grueso que me cubría como una nube. Había un par de gaveteros de madera oscura con tiradores brillantes, como si fueran joyas. En una esquina, un armario que parecía más grande que la pequeña tienda de ropa de mi pueblo.
Era... demasiado.
Estornudé, rompiendo el silencio, y me froté la nariz con el dorso de la mano. La humedad de la noche anterior todavía se aferraba a mi cuerpo, y ahora mi garganta dolía y cada respiración se sentía como un esfuerzo. Tenía gripe.
Intenté moverme, pero todo en mí dolía, no solo el cuerpo... el alma. Entonces llegaron los recuerdos.
Mi padre.
Su rostro endurecido.
Sus palabras frías.
La caja que apretaba contra mi pecho como si con eso pudiera retener lo que quedaba de mi vida.
Mi pecho se apretó y sentí cómo los ojos se me llenaban de lágrimas. Las imágenes seguían llegando como un torrente: mi madre, su ausencia; mi padre, deshaciéndose de mí como si no fuera nada. Todo. Todo se estrellaba en mi mente, y el peso era demasiado.
Me encogí, abrazando mis piernas y escondiendo mi rostro entre las rodillas. El dolor nunca cesó, nunca disminuyó. Por más que intentaba decirme que tal vez todo mejoraría, que este era solo un capítulo más en mi vida, sabía que era mentira.
Esperaba desaparecer.
Había deseado, en ese parque bajo la lluvia, que la tierra me tragara. Que nadie me encontrara. Pero aquí estaba, en un lugar que no reconocía, rodeada de lujos que no me pertenecían, con un frío que no venía del exterior, sino de lo más profundo de mi pecho.
Apreté los dientes, tratando de no sollozar, pero el vacío era imposible de ignorar. En ese momento, más que nunca, me sentía sola en el mundo.
Pasaron unos minutos mientras seguía ahí, hecha un ovillo en la cama, intentando apagar mi cabeza, pero el dolor... ese maldito dolor nunca se iba. Solo estaba ahí, susurrándome cosas horribles al oído. La vida tenía que complicarlo todo siempre.
Pero entonces, mi paranoia habitual decidió activarse.
¿Dónde demonios estaba? ¿Qué tal si este era uno de esos lugares espantosos de las noticias? Ya saben, donde te secuestran, te tratan bien unos días, te enamoran con una sonrisa encantadora y luego... te hacen bistec.
No, no. Yo no iba a terminar en el plato de nadie. Si alguien iba a morir aquí, no sería yo.
Quité las sábanas de golpe y bajé de la cama. Mis pies tocaron el piso de mármol, helado como mi destino. Di un paso hacia la ventana, luego otro, y con un movimiento dramático abrí las cortinas. La luz del sol me dio de lleno en la cara, cegándome momentáneamente.
—¡Ay, qué carajo! —murmuré mientras parpadeaba como si acabara de mirar directamente al infierno.
Cuando por fin pude abrir bien los ojos, lo primero que vi fue un jardín espectacular. Y cuando digo espectacular, quiero decir de esos que parecen de película, donde hasta las flores tienen mejor vida que tú. Caminos de piedra, flores de colores perfectos, un aire limpio que gritaba dinero. Por un segundo pensé que me había metido en la mansión de Barbie.
Pero entonces, giré la cabeza hacia la izquierda. El bosque.
Mi respiración se detuvo un momento. Ese bosque no era cualquier bosque. Lo conocía. Oh, demonios, lo conocía demasiado bien.
Me giré hacia la habitación, mi corazón acelerándose como si estuviera a punto de enfrentarme a algo peor que una factura sin pagar. Miré todo con más atención: los espejos enormes, los muebles de madera oscura, los detalles en las paredes... esto se parecía demasiado a la estructura que tenía la habitación de Danna.
—¡Mierda! —susurré, mi voz temblando entre miedo y un poco de histeria. Me volví hacia la ventana, desesperada, como si mirar otra vez pudiera cambiar mi destino.
Pero no cambió.
Ahí estaba, el bosque, el maldito bosque. Y de repente todo encajó. No estaba en la casa de un asesino serial. Nadie iba a enamorarme y luego freírme en una sartén. No, estaba en la mansión de los Hill.
Una risa nerviosa salió de mi boca, pero no era porque me hiciera gracia. Era esa risa que te sale cuando la vida te da un golpe tan raro que no sabes si llorar o empezar a planear tu funeral.
—¿Qué demonios hago aquí? —susurré, mi pecho subiendo y bajando como si me hubiera echado una maratón. ¿Cómo llegué aquí?
Y lo peor... ¿qué estaba a punto de pasar?
Unos golpes en la puerta hicieron que casi se me saliera el corazón. ¿Quién era?
Caminé hacia la puerta, dudando, como si al abrirla pudiera encontrarme con algo que definitivamente no estaba preparada para enfrentar. Con las manos temblorosas, giré la perilla y abrí lentamente.
Ahí estaba ella. Danna.
Lo primero que noté fueron sus piernas largas y bien torneadas, vestidas con unos pantalones ajustados que parecían hechos a medida. Su cabello oscuro caía en cascada hasta su cintura, con las puntas teñidas de un azul profundo que brillaba bajo la luz. Tenía un rostro perfecto, como sacado de un comercial, con unas cejas bien definidas y unos labios que parecían dibujados a mano. Y su sonrisa amable, como si todo en el mundo estuviera bien.
En sus manos llevaba una bandeja llena de comida que olía... bueno, olía a gloria. Lo único que podía competir con mi confusión era mi estómago rugiendo, pero no estaba segura de si la comida era una trampa.
—¡Hola! —saludó, su voz tan alegre que dolía.
—Ho-hola —respondí nerviosa, sintiéndome como una presa que acababa de ser atrapada por su depredador.
Antes de que pudiera decir algo más, Danna se metió en la habitación. Con un movimiento ágil, me hizo a un lado mientras balanceaba la bandeja con una mano como si estuviera desfilando en una pasarela. Cerró la puerta detrás de ella con un movimiento de cadera, sin dejar de sonreír.
—¡Permiso! O bueno, ya me lo diste, ¿verdad? —bromeó.
Se acercó a la mesa que había en la esquina y colocó la bandeja con un equilibrio que me hizo sentir torpe solo de mirarla. Me quedé de pie, observándola mientras ella se acomodaba.
—Come —me dijo con un tono decidido, señalando la comida con una ligera inclinación de cabeza. —Seguro tienes hambre.
Miré la bandeja, luego a ella, y luego de vuelta a la bandeja. Mi estómago rugió otra vez, traicionándome.
—Gracias —murmuré, aunque mi cabeza estaba llena de preguntas.
Danna notó mi expresión confundida y soltó una pequeña risa, divertida. Luego, cruzó los brazos, apoyándose casualmente contra el respaldo de una silla.
—Vamos, pregúntalo.
—¿Qué cosa?
—Lo que sea que estás pensando —respondió con una sonrisa ladeada. —Sé que tienes preguntas. Siempre las tienes. Así que adelante, dispara.
Su tono era amable, pero había algo en ella, algo en su postura relajada y su forma de mirarme, que me hacía sentir como si estuviera jugando un juego en el que yo no sabía las reglas. Pero lo peor era que no sabía si quería jugar.
—¿Cómo me encontraste? —solté, cruzándome de brazos—. Claramente evité tus llamadas.
El brillo en sus ojos se apagó un poco, y su sonrisa se tornó en una línea seria.
Oh no, ¿la ofendí?
—Lo había estado sospechando —respondió finalmente, dejando escapar un suspiro pesado—. Pero que me lo dijeras en mi cara... eso duele más. —Me miró con un aire de reproche, su voz baja y suave—. ¿Por qué evitaste mis llamadas? Estaba preocupada por ti.
—¿Preocupada? —repliqué, levantando una ceja—. ¿Por qué?
—Porque eres... mi amiga y las amigas se preocupan entre ellas, ¿no es así? —preguntó y asentí dándole la razón—. Y el vampiro dejó una carta. —Añadió con total naturalidad, como si hablara de gatos—. Y el tiempo se está acabando. Tenemos que buscar una manera de desaparecerlo de la faz de la tierra.
La observé, parpadeando como si no hubiera escuchado bien. ¿Cómo podía saltar de preocupación a asesinato en menos de un segundo?
—¿Por qué siempre estás pensando en matar a alguien? —pregunté, más confundida que nunca.
Danna sonrió, encogiéndose de hombros.
—No lo sé. Supongo que me gusta bromear de esa forma.
Pero no sonaba como una broma. La forma en que lo dijo, con tanta calma y seguridad, me hizo sentir un escalofrío. No estaba segura si debía reírme o correr.
—Comprendo —respondí, intentando sonar indiferente—, no hay una manera. Mi madre está muerta.
Danna no pareció afectada por mi respuesta, y en su lugar, soltó un pequeño bufido.
—¿Entonces cómo me encontraste? —insistí de nuevo, porque si iba a estar aquí atrapada con ellos, al menos necesitaba entender cómo lo habían logrado.
—Soy licántropa, Nyssa —dijo, como si fuera obvio—. Tengo mis habilidades. Y... Damon me ayudó.
Damon.
Mi mente se quedó en su nombre. Una pequeña emoción, casi como un cosquilleo, se apoderó de mi pecho antes de que pudiera detenerla.
—¿Damon? —pregunté, tratando de sonar casual—. ¿Por qué él me ayudaría?
Danna me miró fijamente por un momento, como si analizara si mi pregunta era en serio o solo buscaba una excusa para hablar de él. Finalmente, con una sonrisa ligera, respondió:
—Porque él también estaba preocupado.
Sentí mi corazón dar un vuelco inesperado. Me forcé a mantener una expresión neutral, pero por dentro, la pequeña chispa de emoción crecía.
—Ah... bueno, gracias —murmuré, bajando la mirada para no delatarme.
¿Por qué me emocionaba eso? No tenía sentido.
Me acerqué a la bandeja que Danna había traído y mi estómago rugió en cuanto vi los croissants perfectamente dorados. No esperé más; tomé uno y le di un gran mordisco, saboreando el toque de mantequilla y suavidad. Mientras masticaba, agarré el vaso de jugo de naranja y bebí un sorbo largo.
—Gracias por cambiarme —dije entre bocados, señalando mi ropa seca mientras mis ojos se posaban en ella.
Danna arqueó una ceja y soltó una risita ligera.
—Yo no lo hice.
Me congelé, mis ojos se abrieron de par en par y el vaso casi se me resbala de las manos.
—¿Qué? —pregunté, sintiendo cómo el pánico comenzaba a asentarse—. Entonces... ¿quién lo hizo? —Mi voz sonó más aguda de lo que pretendía.
Ella me miró con toda la calma del mundo, apoyando un codo en el respaldo de una silla cercana.
—Damon, mi hermanito —respondió, como si fuera el dato más casual del universo.
Mis ojos casi se salieron de sus órbitas mientras comenzaba a toser violentamente, atragantándome con el jugo.
—¡¿Qué?! —logré decir entre toses, mi rostro encendido como un tomate—. ¡¿Cómo puede ser posible?!
Danna se acercó rápidamente, pero no para calmarme, sino para echarse a reír a carcajadas. Con una mano me sobaba la espalda, como si su gesto ayudara, aunque su risa solo me hacía toser más.
—¡Es mentira, tonta! —dijo, casi sin poder hablar por la risa—. Yo lo hice. Damon jamás haría algo que lo haga parecer un mal hombre.
La miré con incredulidad mientras trataba de recuperar el aliento.
—Por un momento sentí que mi corazón se paralizaba. —Me llevé una mano al pecho, dramatizando lo que realmente había sido una mini crisis cardíaca—. ¡Casi muero!
Danna me miró con una sonrisa cómplice y negó con la cabeza.
—No te preocupes. Nunca dejaría que alguien de mi familia se aproveche de ti.
La miré fijamente, intentando descifrar si hablaba en serio o si simplemente estaba jugando conmigo de nuevo. Al final, su expresión parecía sincera.
—Gracias —dije, devolviéndole una pequeña sonrisa.
Ella solo asintió, su mirada brillante y llena de energía. Aunque todavía tenía preguntas, decidí no ahondar más. Por ahora.
Danna se cruzó de brazos, observándome con una ceja arqueada mientras yo trataba de ocultar mi sonrojo por todo el alboroto de antes. Su mirada era directa, como si pudiera leerme.
—¿Vas a decirme o no? —preguntó de repente, su tono cambiando a uno más serio—. ¿Por qué estabas en el parque como una vagabunda?
El peso de sus palabras hizo que los recuerdos regresaran como una tormenta. Bajé la mirada, mis dedos jugueteando nerviosamente con el borde del vaso.
—No quiero hablar de eso —respondí en voz baja, sintiendo cómo el nudo en mi garganta volvía a apretarse.
Danna suspiró, pero no insistió.
—Está bien. De alguna manera u otra me hago una idea de lo que pasó. —Su tono era comprensivo, pero directo, como si no necesitara detalles para entender lo suficiente.
Quise cambiar de tema antes de que las emociones me dominaran.
—Gracias por ayudarme... y a Damon también —dije, levantando un poco la mirada—. Y por traerme comida. Pero no quiero ser una molestia, me iré en unos minutos. Tengo que encontrar trabajo lo más rápido posible.
Danna me observó en silencio por un momento antes de soltar un suave suspiro y dar un paso hacia mí.
—Nyssa, no eres una molestia —dijo con una voz firme pero amable—. Puedes quedarte aquí, conmigo, en esta casa.
La miré, sorprendida por su oferta, pero ella no dejó de hablar.
—A veces me siento sola... siendo la única chica entre mis dos hermanos, no tengo con quién hablar aquí en la casa, ya sabes, una figura femenina que me entienda. Tú podrías ser esa persona.
Sus palabras me dejaron sin palabras. Su sonrisa era cálida, sincera, como si realmente deseara que aceptara.
—No estoy del todo segura... —murmuré, sintiéndome un poco incómoda—. No quiero molestar a una familia que ni siquiera conozco del todo.
Ella soltó una risa suave, meneando la cabeza.
—¿Molestar? Créeme, si Damon quiere que te quedes aquí, es porque no piensa que seas una molestia. Y yo tampoco.
Damon, ¿él quería que me quedara aquí?
Su insistencia me dejó pensativa. ¿Qué debía hacer? Por un lado, necesitaba estabilidad, un lugar donde quedarme por ahora. Pero por otro, la idea de depender de una familia que apenas conocía me llenaba de dudas.
No quería molestar a Isaac. Él vivía con su madre, quien estaba enferma, y lo último que quería era convertirme en una carga para él. Con Brielle tampoco podía, puesto que su madre no me dejaría pasar ni una noche en su casa. Esa mujer era de carácter gruñón, algo que, por suerte, su hija no había heredado. Brielle, era un verdadero pan dulce.
Y tampoco tenía dinero para pagar un hotel...
Podría vender el collar de perlas que me dio Victoria y usar el dinero para cubrir el gasto, pero... eso sería muy feo. Era un regalo precioso, uno que Victoria me dio con tanto cariño. No podía deshacerme de él así, como si no significara nada. Apreté los labios al pensarlo; era lo único que tenía que me recordaba a ella, y deshacerme de algo tan especial sería como traicionarla.
—Podrías quedarte y aceptar la ayuda, Nyssa. Mira, con el trabajo que consigas puedes juntar dinero para alquilar una casa más adelante. Pero por ahora, no hay problema en que te quedes aquí, en la mansión —dijo Danna, cruzando los brazos mientras me miraba como si eso fuera lo más lógico del mundo.
—¿Y tus padres? ¿Y Donovan? Sabes que no le caigo del todo bien —le respondí con un nudo en la garganta. No me gustaba depender de nadie, y menos de alguien que no me soportaba.
Ella rodó los ojos, dejando escapar una risa corta.
—Mis padres no son un problema, Nyssa. Nuestra familia es muy amiga de la tuya, ¿recuerdas? Ellos estarían encantados de tener otra hija bajo este techo.
La manera en la que lo dijo me hizo sentir extrañamente cómoda, aunque no sabía si era verdad o solo intentaba tranquilizarme. Pero, antes de que pudiera replicar, ella añadió:
—Y sobre mi hermano... —declaró, levantando una ceja—. No te preocupes por Donovan. Él no podrá oponerse a nada de lo que decidan mis padres.
Me quedé mirándola, tratando de descifrar si había algo más detrás de sus palabras. Sus ojos brillaban con esa seguridad que siempre la acompañaba, como si nada pudiera salirse de su control.
—No sé, Danna... —murmuré, todavía dudosa.
—Mira, Nyssa —dijo con una sonrisa mientras me palmeaba el hombro—, no te estoy pidiendo que te mudes para siempre, solo que aceptes un techo mientras resuelves tu vida. Además, ¿no crees que merezco tener a alguien con quien hablar de cosas de chicas? Entre mis hermanos, siento que vivo rodeada de cavernícolas.
Reí suavemente ante su comentario, aunque en el fondo seguía sintiéndome como un pez fuera del agua. ¿Otra hija para la familia Hill? Eso sonaba demasiado irreal.
Danna sonrió y señaló la bandeja.
—Anda, come rápido. Necesitamos buscarte un trabajo, ¿verdad? Eso es lo que quieres.
Yo asentí, tomando otro sorbo del jugo de naranja.
—Ah, por cierto —añadió mientras se apoyaba en el marco de la ventana con los brazos cruzados—, toda tu ropa ya está seca. Me encargué de eso.
La miré sorprendida.
—Eres demasiado buena para ser real, Danna.
Ella soltó una risa suave, divertida.
—Buena, buena, no soy. He hecho muchas cosas... ¿cuestionables?
Fruncí el ceño, algo confundida por lo que acababa de decir, pero antes de que pudiera preguntar, Danna alzó una mano para detenerme y añadió con un tono despreocupado:
—Pero por alguna razón trato de portarme bien... ya sabes, para no ser un problema para mis padres.
Le sonreí, entendiendo lo que quería decir. Todos llevábamos nuestras propias cargas, algunas más evidentes que otras.
—Come rápido —insistió, enderezándose y señalando la bandeja con la cabeza—. Nos espera un gran día.
⋆౨ৎ ₊˚ 🦢・₊✧
Ajusté el currículum en mis manos, intentando ocultar el nerviosismo mientras la recepcionista me miraba con una mezcla de cansancio y desgano. La chica, con el cabello castaño recogido en una coleta alta, hojeó el documento rápidamente antes de devolvérmelo.
—Lo siento, pero no tenemos vacantes en este momento —dijo con un tono tan mecánico que ni siquiera me pareció real.
Apreté los labios, tomando el papel con una mano temblorosa. El rechazo me dolió más de lo que quería admitir, como una punzada en el pecho.
—Entiendo... —respondí, aunque por dentro solo quería gritar.
—Además —añadió, como si no fuera suficiente—, buscamos personal con un poco más de experiencia, ¿sabes? Esto... —señaló el currículum con sus uñas perfectamente pintadas—. Esto no es suficiente.
Asentí con la cabeza, mi sonrisa era tensa y mi garganta comenzaba a cerrarse. Salí de la tienda sin decir nada más, con la mirada fija en el suelo, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en mi pecho. Apreté el currículum entre mis dedos hasta casi arrugarlo.
Si aún estuviera con mi papá... pero sé que ya no me quiere a su lado. No soy su hija, al menos no de sangre. Y ni siquiera tengo idea de quién es mi verdadero padre. No podía exigirle que me cuidara, no tenía derecho. Además, ya soy mayor de edad.
Aquí, a los diecinueve años, se espera que puedas valerte por ti misma, y esos diecinueve los cumplí hace unos meses. Lo entendía, pero eso no evitaba que se sintiera como si el suelo se hubiese desmoronado bajo mis pies. Aunque supiera que no era su deber, deseaba, con todo el dolor que me quedaba, que me quisiera a su lado, como antes.
Salí de la tienda con el currículum apretado en la mano, tanto que mis nudillos dolían. Otra vez lo mismo. "No hay vacantes", O "Buscamos gente con experiencia". ¿Y cómo demonios esperan que alguien tenga experiencia si no te dan la oportunidad? Ese es el maldito problema de este mundo: piden algo que nadie tiene hasta que, por algún milagro, alguien decide apostar por ti.
Sentí la rabia subir por mi pecho mientras arrugaba sin querer los bordes del papel. Ya había pasado por cinco tiendas esta mañana y todas me habían dicho lo mismo. Me detuve en medio de la calle, mirando mi currículum con frustración.
—Claro, porque es súper fácil nacer con experiencia, ¿no? —murmuré entre dientes, pateando una piedrita que estaba en mi camino.
El sol caía fuerte sobre mi cabeza, como si también quisiera burlarse de mí. Miré la siguiente tienda, tratando de no rendirme, pero el ánimo ya estaba por los suelos. "No vas a conseguir nada", me decía esa vocecita odiosa en mi cabeza, pero no podía simplemente rendirme.
Entré con la mejor sonrisa que pude reunir. Una chica me recibió detrás del mostrador; tendría mi edad o un poco más, con un moño alto y gafas que le quedaban demasiado grandes.
—Hola, buenos días —dije, aunque en mi cabeza sonó más como un susurro desesperado.
La chica apenas levantó la vista y respondió con un tono tan monótono que me dieron ganas de girar sobre mis talones y salir corriendo.
—Hola, ¿en qué puedo ayudarte?
Tragué saliva y extendí otro currículum, porque el anterior había quedado arrugado por mi culpa.
—Vine a preguntar si tienen vacantes disponibles.
Ella tomó el papel, lo miró como si fuera una lista de la compra y luego soltó un suspiro que me perforó el alma.
—Lo siento, pero no estamos contratando ahora mismo.
Ya sabía que eso iba a pasar, pero el golpe no dolía menos.
—Además —continuó, devolviéndome el currículum con una mirada condescendiente—, buscamos personas con experiencia previa, ya sabes...
"Ya sé", pensé, mordiendo por dentro la respuesta sarcástica que quería soltarle. Respiré profundo y forzando una sonrisa dije:
—Entendido, gracias de todas formas.
Salí antes de que pudiera añadir algo más, y al cruzar la puerta, dejé caer los hombros. Miré el currículum nuevo arrugado en mis manos, ahora un desastre gracias a mi frustración.
—¿Cómo se supone que consiga experiencia si nadie me da una oportunidad? ¿Qué esperan, que me la invente? ¡Es absurdo! —vociferé mientras mis ojos picaban de pura impotencia.
El problema no era que yo no tuviera ganas de trabajar. Era este sistema roto que te cerraba la puerta en la cara a menos que ya fueras perfecto.
Miré la siguiente tienda en la fila y me forcé a dar un paso hacia ella.
—Vamos, Nyssa, no es el momento de rendirse —me dije en voz baja mientras me acercaba, aunque por dentro ya me sentía derrotada.
Suspiré, acomodándome el cabello detrás de la oreja. Tal vez era hora de pensar en un plan B.
—¡Nyss!
Me giré rápidamente, sorprendida, y vi a Danna corriendo hacia mí con una sonrisa radiante. Llevaba dos bolsas de compras en las manos, y su cabello se movía con gracia mientras se acercaba.
—¿Ya terminaste? —le pregunté, recordando que me había dejado sola en el rechazo número cuatro porque "necesitaba comprar algunas cosas".
—Sí, pero olvídate de seguir buscando trabajo —dijo, deteniéndose frente a mí con una energía que contrastaba con mi ánimo decaído.
La miré con los ojos entrecerrados, sin entender.
—¿Cómo que olvídate?
—Te conseguí uno —anunció con una sonrisa triunfal.
Mis ojos se abrieron de par en par, la emoción creciendo en mi pecho.
—¿De verdad?
—¡Sí! —asintió con entusiasmo, pasándose un mechón de cabello detrás de la oreja como si acabara de cerrar un trato importante.
—¿Dónde? —pregunté, casi sin aliento.
Danna esbozó una sonrisa que solo podía describirse como traviesa antes de soltar:
—¡En el club!
—¿En el club? —repetí, confundida.
—Sí, ya sé que antes no tenían vacantes, pero ahora sí. Trabajarás para mí. ¿No es genial?
Me quedé en silencio por un momento, tratando de procesar lo que acababa de decirme.
—¿De qué? —pregunté finalmente, un poco dudosa.
—Hay muchos puestos, pero dudo que sepas nada sobre bebidas y todo eso —respondió, con un gesto casual de la mano—, así que te puse como camarera VIP. Es el trabajo menos forzado.
—¿Camarera VIP?
—Sí, y te voy avisando que la paga será muy buena para ti. Pronto podrás tener tu casa y dejar de preocuparte por esto.
Me quedé mirándola, sin saber si sentir alivio, gratitud o temor. Aunque el entusiasmo en su voz era contagioso, una parte de mí no podía evitar preguntarse si aquello realmente sería tan fácil como lo hacía sonar.
Me quedé mirando a Danna mientras procesaba sus palabras. Al menos no sería como las otras veces, rechazando propuestas con caras extrañas o tratando de explicarme con desconocidos. Trabajaría para alguien que conocía, alguien en quien podía confiar... o al menos eso creía.
Un alivio inesperado me recorrió, como si de repente un peso se levantara de mis hombros.
—Bueno... supongo que está bien —dije finalmente, forzando una pequeña sonrisa.
—¿Eso significa que aceptas? —preguntó Danna, inclinándose hacia mí con los ojos brillando de emoción.
—Sí, acepto. —Solté un suspiro, sintiendo que, por primera vez en todo el día, algo finalmente estaba saliendo bien.
Danna aplaudió suavemente, casi saltando en su lugar.
—¡Perfecto! —dijo con entusiasmo, antes de mirarme de reojo—. Ah, por cierto...
—¿Qué? —pregunté, arqueando una ceja.
—Empiezas hoy mismo.
—¿Hoy? —casi grité, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba.
—Sí, esta noche. —Se encogió de hombros, como si fuera lo más normal del mundo.
—¿Tan rápido?
—Es mejor así. Vas a ponerte nerviosa si te doy demasiado tiempo para pensarlo, y tú no necesitas eso. Además —añadió con una sonrisa traviesa—, quiero verte en acción.
Solté un suspiro resignado, pero al final asentí.
—Está bien. Supongo que no tengo excusas.
—¡Esa es mi chica! —exclamó Danna, dándome un ligero empujón en el brazo—. Confía en mí, será pan comido.
No estaba tan segura de eso, pero al menos era un comienzo. Una oportunidad, aunque no tuviera ni idea de lo que me esperaba esta noche.
🐺
¡Hola a todos/as!
Les traigo el capítulo 29. Espero que lo disfruten. Seguiré actualizando pronto si todo va bien.
✨ ¿Qué les pareció el capítulo?
Hasta aquí, Erika <3
Llegamos a los 5k de votos hace días, pero no pude subir los capítulos el mismo día, porque la estaba pasando mal, pero ya puedo decir que me siento mejor, gracias por el apoyo <3
Y si, la situación del trabajo en los jóvenes es algo que se vive día a día.
🎶 Solo voy a decirle que aquí inicia todo lo bueno,
¡Drama! ¡Drama! ¡Drama! ¡Es lo que queremos!
Se vienen secretos, y emociones por montón,
prepárense todos, va a ser una explosión 🎶
¡Hasta la próxima! Cuídense.
—Erika M.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro