Capítulo 24 💫
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— DAMON HILL —
Manejaba en silencio, atento al camino, pero cada tanto echaba un vistazo al retrovisor. En el asiento trasero, Nyssa estaba hecha un desastre: toda roja, desde la cara hasta el cuello, y parecía que ese calor la cubría de pies a cabeza, como si le hubiese dado una alergia extraña. Empezó a toser, y no era una tos cualquiera. Se escuchaba pesada, desesperada.
—¡No puedo... no puedo respirar bien! —gritó, entrecortada, y se llevó las manos al pecho—. ¡Siento que se me cierra la respiración!
Danna e Isaac intentaban calmarla, cada uno a su manera. Isaac se inclinó hacia ella, puso su mano sobre la de Nyssa, tratando de darle alguna seguridad. Sentí un pinchazo de incomodidad al ver su mano en la de ella, pero me mordí la lengua. No debería importarme lo que Nyssa hiciera con su vida... y aun así, me molestaba.
—Tranquila, Nyssa —dijo Isaac con una voz suave—. Respira conmigo, despacio, ¿sí? No estás sola.
Mientras ella intentaba seguir su consejo, volví la vista al camino. La dirección estaba clara: íbamos directo a la cabaña de Marie. Marie... una mujer de Haití que había dejado su tierra porque la situación allá no era fácil. Entre la economía y la situación política, emigrar fue su única salida. Ahora se ganaba la vida haciendo sesiones de brujería para quienes la necesitaban, y fue así como mis padres terminaron conociéndola.
La brujería en Haití está muy ligada al Vudú, que mezcla creencias africanas con el catolicismo, algo que los esclavos africanos trajeron durante la época colonial.
Dentro del Vudú, la brujería tiene un lado oscuro, especialmente la magia negra practicada por los bokor. Estos hechiceros son conocidos por lanzar maldiciones, causar enfermedades, e incluso la muerte.
A veces, utilizan sacrificios de animales y, en casos extremos, sacrificios humanos para obtener poder de espíritus malignos. También son famosos por crear zombis, personas que se convierten en esclavos sin voluntad propia a través de venenos y hechizos.
Aunque el Vudú tiene aspectos de sanación y protección, este tipo de país es temido por su tipo de brujería maligna y su capacidad para hacer daño.
Mi familia ha tenido una gran amistad con Marie desde hace muchos años. Recuerdo que, cuando visitábamos Greyson, mamá nos la presentó. Siempre ha sido una persona confiable, respetuosa, y nunca ha cruzado ningún límite. Por eso confío en ella para llevar a Nyssa a que la atienda.
Sin embargo, si en algún momento Marie se atreve a ir más allá o intenta hacerle algo a Nyssa, sé que haré lo que sea necesario para asegurarme de que no la toque.
Observé nuevamente por el retrovisor. La pelirroja respiraba algo mejor, pero aún parecía estar al borde de perder el control. Me esforcé en concentrarme en el volante y en el camino, recordándome que todo esto no era más que un día como cualquier otro.
Sabía que escondía algo. Esa hierba no reaccionaría así con una persona normal; había algo en ella, algún detalle que, al contacto con la planta, provocaba esas reacciones.
Quizá ahora que sabía lo que realmente éramos, se alejaría definitivamente, rompería cualquier lazo que la acercara a nosotros... o al menos eso pensaba. Sin embargo, Nyssa parecía incapaz de mantenerse al margen, de dejarnos en paz. Por alguna razón, seguía metiéndose en nuestras vidas, tejiéndose en nuestra rutina sin que comprendiera del todo qué necesidad la arrastraba a hacerlo, o qué buscaba en mi familia.
Tenía que averiguarlo. No podía seguir sin saber el secreto que ocultaba, porque había una posibilidad, cada vez más clara, de que Nyssa fuera una amenaza para nosotros.
Después de unos minutos la cabaña de Marie se visualizó en medio del bosque, envuelta en sombras y solo iluminada por una lámpara antigua en la entrada. La construcción era de madera oscura, desgastada por los años, y rodeada de plantas que parecían escogidas cuidadosamente, cada una con una especie de poder oculto. Alrededor, había pequeños amuletos colgados en las ramas de los árboles, y el aire tenía un toque a incienso que te envolvía de inmediato.
Apagué el auto, y todos bajamos. Danna pasó su brazo alrededor de Nyssa para ayudarla a caminar, mientras Nyssa se retorcía, luchando con su propia ropa.
—¡Es que no aguanto! —exclamó, tironeando de su blusa, casi desesperada—. Me estoy quemando, Danna. Déjame... ¡Necesito aire!
—Nyssa, respira un poco. Te prometo que esto pasará, pero no puedes quitarte todo ahora —Danna la sostenía, firme—. Solo aguanta un poco más.
—¿Aguantar? —Nyssa se rió entre jadeos, visiblemente molesta—. Danna, siento que me estoy derritiendo.
Caminé hacia la puerta, ignorando las punzadas de incomodidad al ver a Nyssa así. Toqué tres veces, y justo después del último golpe, la puerta se abrió de golpe.
Ahí estaba Marie, con una expresión irritada. Su piel era oscura, impecable, sin ninguna marca o imperfección, y llevaba el cabello en trenzas que se recogían en un moño alto. Un pañuelo colorido le adornaba la frente, y sus ojos oscuros parecían verlo todo, como si ya supiera lo que pasaba antes de que yo dijera una palabra.
Pero en cuanto me vio, su expresión cambió. Una sonrisa ligera cruzó sus labios.
—¡Damon, pero mírate! —dijo con un ligero acento y un tono cálido que disipó su molestia inicial—. ¿Qué te trae por aquí a estas horas?
—Marie —la saludé con una sonrisa leve—. Tenemos una situación un poco... complicada. La chica aquí se ha metido en un problemilla con algo que, al parecer, era afrodisíaco, uno muy fuerte. Necesitamos tu ayuda para neutralizarlo.
Marie miró a Nyssa, quien seguía intentando desprenderse de su blusa con las manos temblorosas, y frunció el ceño antes de hacerme una seña para que todos entráramos.
—Bien, pasen rápido —sugirió, dejando la puerta abierta para que entráramos—. Parece que esta noche será larga.
Cuando entramos a la cabaña, el aroma a incienso casi me golpeó. Marie había hecho de ese lugar su propio santuario, con paredes llenas de frascos, cristales y símbolos que parecían llevar siglos ahí. La luz de las velas proyectaba sombras largas y danzantes, dándole un toque aún más místico.
Nyssa llegó detrás de nosotros, arrastrando los pies y con el rostro completamente enrojecido, como si el calor fuera a derretirla. Danna la tenía sujeta del brazo, pero Nyssa no paraba de moverse, intentando aflojarse la ropa con desesperación.
—Danna... esto quema. Me quema la piel —murmuró, su voz temblorosa y débil, y tironeó de los tiros de su blusa, como si aflojárselo fuera a darle un respiro.
Isaac, en su intento de ayudar, le puso la mano en el hombro. Fue un gesto que, en cualquier otra situación, no me habría molestado, pero ahora me irritaba más de lo que debería. Sabía que ese afrodisíaco no era solo para elevar el calor, sino que avivaba el deseo sexual de una forma peligrosa, desenfrenada, casi salvaje. Y si Isaac seguía tan cerca, tocándola, en un par de minutos Nyssa podría perder completamente el control y hacer algo de lo que se arrepentiría después.
No había razón para que me molestara, pero el simple hecho de verlo tan cerca de ella me daba ganas de decir algo.
Marie se acercó con calma, mirándola de arriba abajo con sus ojos oscuros y sabios, y luego se volvió hacia mí.
—Parece que la cosa está más seria de lo que pensé. ¿De qué planta es el afrodisíaco? —preguntó, tratando de entender mejor la situación.
—Es de la planta Selenias Ardens, viene en un polvito beige —explicó Danna, mientras le recogía el cabello a Nyssa en una coleta improvisada y la abanicaba con las manos para refrescarla.
—Esa planta es fuerte, pero los efectos de ella son... extraños. Normalmente solo provocaría un exceso de deseo sexual, pero ella está tan roja que parece una reacción alérgica, y según dice, no puede respirar bien. Es como si algo en su cuerpo repeliera los efectos de la planta, como si fuera...
—¿Hay algo que se pueda hacer? —interrumpió Isaac, mirándola con preocupación.
—Ella necesita algo que contrarreste el efecto del afrodisíaco —respondió Marie con calma—, pero ya saben que esto no se va de inmediato.
Asentí, observando a Marie mientras se acercaba a una estantería y comenzaba a mezclar varios polvos en una jarra pequeña, sus movimientos seguros y precisos.
—Entonces, Marie, ¿esto servirá? —pregunté, intentando disimular mi preocupación.
Marie me dedicó una leve sonrisa tranquilizadora antes de responder:
—En unos minutos lo sabremos. Vamos a calmar su cuerpo antes de hacer cualquier otra cosa.
Marie se acercó a Nyssa y le tendió la jarra.
—Bebe esto —le indicó con tono firme, aunque sus ojos reflejaban cierta compasión.
Nyssa tomó la jarra entre sus manos, murmurando un "gracias" antes de dar un trago. Al instante, hizo una mueca de desagrado.
—Sabe a barro —dijo con una expresión de repulsión, y la risa de Isaac rompió el silencio mientras le tocaba el brazo en señal de apoyo.
Casi intervengo, a punto de decirle que dejara de tocarla, pero apreté los labios, conteniéndome. Marie, ajena a esa tensión, puso su mano sobre la cabeza de Nyssa, sus dedos rozando su cabello con cuidado. De repente, la retiró como si algo la hubiera quemado.
—Tienes un aura peculiar —le dijo a Nyssa, sus ojos escudriñándola como si intentara ver más allá de lo evidente.
Ella se tensó un momento antes de sonreír de manera forzada, aceptando el cumplido como si no le diera mayor importancia. Marie la miró con una expresión extraña, como tratando de entender algo, pero no dijo nada.
—Esto... no me ha hecho nada —murmuró Nyssa al poco rato, con frustración evidente.
Marie asintió y luego miró a Danna.
—Llévala a una habitación para que tome aire, a ver si eso ayuda un poco.
Danna asintió, tomando a Nyssa del brazo para guiarla fuera del salón. Isaac empezó a seguirlas, pero lo detuve, colocando una mano firme en su hombro.
—Déjalas solas —expresé, intentando sonar tranquilo, pero noté que mi voz salió más áspera de lo que pretendía.
Isaac me miró, alzando una ceja con incredulidad, pero no respondió.
Una vez que Danna y Nyssa se retiraron, Marie cruzó los brazos y nos miró con una expresión pensativa.
—Esa chica es... extraña —murmuró, sus ojos fijos en la puerta por donde habían salido—. Hay un balance en su ser, entre la luz y la oscuridad. No es algo que se vea todos los días.
La miré con el ceño fruncido, tratando de entender sus palabras.
—¿Eso no es normal? —le pregunté, intrigado.
Marie sonrió, apenas un gesto.
—Un poco. Pero en ella es... más evidente.
De repente, el eco de los gritos de Nyssa se hicieron más fuerte, y la tensión en el ambiente aumentó. La puerta se abrió de golpe, y Danna apareció con el rostro pálido.
—Nyssa parece estar peor —dijo, su voz temblando—. No sé qué pasa, pero... algo no está bien.
Una preocupación inesperada y profunda se asentó en mi pecho, y mi mandíbula se tensó.
—Los remedios que le diste no están haciendo nada. Solo han empeorado el afrodisíaco... tenemos que hacer algo, ¡rápido! —le dije a Marie, sin poder ocultar mi tono alterado.
Ella me observó con cautela, como si mis palabras la sorprendieran. Finalmente, bajó la vista, pensativa.
—Es extraño —musitó—. Nunca he visto a alguien reaccionar así. Su cuerpo de verdad está rechazando el afrodisíaco, y no está ayudando en nada.
Me acerqué a ella, impaciente.
—Entonces, ¿qué podemos hacer para salvarla? —pregunté, mi voz saliendo más preocupada de lo que quería admitir.
Marie soltó una leve risa, sus ojos brillando con cierta diversión.
—Creo que no te gustará lo que voy a decir, pero... ya todos aquí somos adultos, ¿no?
Danna frunció el ceño, impaciente.
—Solo dinos qué es, Marie.
Marie nos miró, y una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios.
—Bueno... hay una manera. Si no lo hacen, ella podría morir en un par de horas —dijo con calma, su tono cortante como una cuchilla. Al ver nuestras caras de confusión, continuó—. El afrodisíaco está alcanzando su punto máximo, y si llega a sus órganos vitales, especialmente al corazón, comenzará a faltarle el oxígeno, y podría... dejar de respirar.
El pánico me golpeó en el pecho, y antes de pensarlo, di un paso hacia ella, sujetándola del brazo.
—Marie, suelta la solución —supliqué, mi voz dura y exigiendo respuestas.
Ella solo se rió, como si la situación le causara una diversión retorcida.
—La única manera de salvarla —dijo, entrecerrando los ojos con una mirada calculadora— es hacerla... llegar al orgasmo. Si liberan la energía del afrodisíaco de esa manera, su cuerpo estará bien.
Sentí cómo una oleada de incredulidad y desconcierto se apoderaba de mí. La situación se había vuelto surrealista, y las palabras de Marie flotaban en el aire, pesadas y provocadoras.
La miré, sintiendo cómo mi incredulidad se transformaba en puro escepticismo. Me costaba creer lo que acababa de decir.
—¿Esa es la única solución? —pregunté, tratando de contener mi frustración.
Marie sonrió, una de esas sonrisas entre inocente y traviesa, y asintió lentamente, como si realmente disfrutara de mi reacción.
—Vamos, Marie —musité, apretando la mandíbula—. No te hagas la inocente; a veces pienso que solo quieres ver el mundo arder. Suelta la verdad de una vez.
Ella alzó las manos, como si se estuviera defendiendo, aunque en sus ojos aún brillaba esa chispa de diversión que tanto me irritaba.
—Te lo digo en serio, Damon. Esa es la única manera —dijo, sin titubear—. Tienen que tocarla y... hacer que llegue al orgasmo. Esa liberación es lo único que puede contrarrestar el afrodisíaco. Si no lo hacen... lo último que verán de ella en un par de horas será su cuerpo, muerto.
Sus palabras flotaron en el aire como un juicio, final y sin apelación.
Danna asintió, cruzándose de brazos.
—Solo hay dos hombres aquí —dijo con un tono práctico—. Yo lo haría, pero... no me gustan las mujeres.
Los gritos de Nyssa resonaron de nuevo, más intensos, y sentí cómo una ola de frustración me invadía. No sabía qué hacer, ni cómo enfrentar una situación tan surrealista.
—No podemos tocarla sin su consentimiento —articulé, luchando por mantener la calma—. Ella seguramente no querría que la ayudáramos de esa forma.
Marie hizo un sonido burlón, imitando el tictac de un reloj, y me lanzó una mirada que solo aumentó mi irritación.
—Es la única solución —repitió con una tranquilidad que me ponía de los nervios.
Entonces, Isaac respiró hondo y aumentó su voz, la desesperación evidente en su tono.
—¡Yo lo haré! —exclamó, desafiando cualquier objeción.
La frustración burbujeaba en mí, caliente y furiosa. No podía permitir que se acercara a Nyssa sin su consentimiento. ¿Qué le pasaba a Isaac? No entendía que esto no era un juego.
—No la tocaras sin su consentimiento —le advertí, apretando los dientes mientras sentía cómo la ira comenzaba a nublar mi juicio.
Isaac se volvió hacia mí, los ojos centelleando con desafío.
—¡Ella puede morir! Deja de ser egoísta por un momento. Ella no es Lunette; deja tu maldita posesividad a un lado. ¡No te pertenece, no tiene nada que ver contigo! ¡Entiende!
Su palabras fueron como una bofetada, cada sílaba una punzada directa a mi pecho. Lo agarré del brazo con fuerza, apretando mis dedos con rabia.
—Esto no se trata de Lunette... —respondí, mi voz más baja y amenazante, una advertencia clara en mis intenciones—. No entiendes lo que está en juego aquí.
Marie, observando nuestra disputa, se cruzó de brazos con una sonrisa de suficiencia.
—Chicos, esto no es el momento para egos —dijo, interrumpiéndonos con su tono sarcástico—. Lo que la chica necesita es atención inmediata, y ustedes pelean como si fueran niños en un patio de recreo.
Los gritos de Nyssa se intensificaron nuevamente, un sonido desgarrador que me hizo apretar los puños.
—Maldita sea —murmuré, sintiendo cómo la presión crecía dentro de mí—. Tenemos que hacer algo.
Isaac, liberándose de mi agarre, dio un paso hacia adelante, como si estuviera listo para dar el salto.
—Ella está sufriendo, y tú lo sabes.
—Lo sé.
—¿No lo harás, pero tampoco quieres que yo lo haga? —Me apuntó con tono acusatorio y entrecerré los ojos, sintiendo la ira burbujear en mi sistema.
Entonces recordé; el lago Luminaris.
—¿Quién dijo que no lo haré?
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¡Hola a todos/as!
Les traigo el capítulo 24. Espero que lo disfruten. Seguiré actualizando pronto si todo va bien.
✨ ¿Qué les pareció el capítulo?
🧡 Capítulo dedicado a unx de mis hermosxs lectorxs: HN_Flaka17
—Bueno babys, se acerca algo potente. 🔥
He preparado un collage de Marie; presentaré el de los demás personajes importantes cuando aparezcan.
☆ • MARIE SAINT • ☆
¡Hasta la próxima! Cuídense.
—Erika M.
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