Capítulo 23 💫
🎀
— BRIELLE —
Aquí les presento a la pareja más rosita de esta historia. Hice este POV porque quería que conocieran mejor a Brielle. Ella realmente vale la pena, y estoy segura de que disfrutarán conociéndola.
***
Estaba sentada en mi habitación, rodeada de apuntes y marcadores que parecían cubrir cada centímetro de mi escritorio. Estudiar medicina no era precisamente fácil, pero este examen... este era crucial. Ayer había pasado otro con éxito, y eso significaba que estaba un paso más cerca de cumplir con lo que mi papá siempre me había motivado a hacer.
Desde que él se fue, encontrar razones para seguir adelante no siempre fue sencillo, pero hoy, por fin, sentía que tenía una buena noticia para compartir. Y aunque había pasado tiempo desde que mi abuela también partió, aún contaba con mis amigos Nyssa, Isaac, y, a veces, con Karinna, cuando nuestra relación no estaba en una de sus tantas montañas rusas. Pero, sobre todo, quería contárselo a mamá, hacerla sentir orgullosa.
Con la idea fija, me levanté decidida y bajé las escaleras hasta la oficina de mi madre, llena de emoción. Quizá estaba ocupada, pero tenía que escuchar esto, ¿no? Era importante, era mi momento.
Al entrar, la encontré en una llamada, su voz fría y cortante al otro lado de la línea. La conversación era formal, técnica, cargada de términos que solo ella y su interlocutor entendían:
—Sí, claro. Necesito esos reportes hoy mismo, sin excusas. Y no, no hay espacio para errores, ¿me oyes? De hecho, confirma también el presupuesto, quiero evitar sorpresas.
Colgó y, sin perder tiempo, se giró a la laptop, sumergiéndose en otro proyecto, como si el mundo entero estuviera detenido alrededor de su trabajo. Respiré hondo y me acerqué.
—Mamá —dije, esperando captar su atención.
Nada.
—Mamá —repetí, un poco más fuerte, pero aún tratando de no sonar molesta.
Siguió como si yo no estuviera ahí. No despegaba los ojos de la pantalla. Sentía cómo la emoción y el orgullo que había traído conmigo empezaban a quebrarse un poco.
Finalmente, elevé más la voz:
—¡Mamá!
Ella soltó un suspiro exasperado y levantó la mirada, apenas volviendo la cabeza.
—¿Qué quieres, Brielle? —dijo con el ceño fruncido—. Si necesitas dinero, sabes dónde está la caja fuerte. La contraseña ya te la sabes, ¿no? Solo vienes a buscarme cuando necesitas algo, así que, adelante, tómalo y déjame trabajar.
Mis manos temblaron, sintiendo cómo esa chispa de orgullo se apagaba en cuestión de segundos. No era eso... no era eso lo que buscaba. Apenas podía articular una palabra antes de que ella me lanzara otro comentario cortante.
—No tengo tiempo para tus cosas, Brielle, y menos hoy. Si quieres algo, y no es dinero, dímelo rápido, ¿o qué es lo que necesitas ahora?
Tragué saliva, sintiendo cómo las palabras se atoraban en mi garganta. Pero me obligué a hablar, aun con la voz rota.
—Quería... quería contarte cómo me fue en el examen —dije, sin atreverme a mirarla a los ojos—. Pasé, mamá. Pasé y...
Antes de que pudiera terminar, ella solo agitó la mano con impaciencia, volviendo la vista a su pantalla como si yo ya no estuviera ahí.
—Muy bien, Brielle, pero ahora no tengo tiempo para esto.
La realidad de sus palabras fue como un golpe al pecho. La emoción y el orgullo que había traído conmigo se disolvieron en un frío amargo, uno que me hacía sentir tonta por pensar que, por una vez, ella podría celebrar conmigo.
Subí las escaleras con una sensación de vacío, arrastrando los pies de vuelta a mi habitación. Cerré la puerta detrás de mí, sintiendo cómo la tristeza me envolvía, como una manta pesada que no me dejaba respirar. Me hundí en mi cama, mirando el techo mientras mi mente me llevaba a esos recuerdos que ahora parecían tan lejanos, tan ajenos a la realidad de hoy.
Pensé en mi papá, en cómo me llevaba al bosque y me enseñaba cada rincón como si fuera un mundo nuevo y secreto. Él sabía lo mucho que amaba ver a los colibríes, con sus colores brillantes y su vuelo tan rápido y ligero. Me ayudaba a atraparlos para poder verlos de cerca, pero luego me recordaba que debía dejarlos ir, porque la libertad era lo más valioso que tenían.
Y después estaba mi abuela, quien me enseñó todo lo que sabía, cada día, cada conversación, cada historia. Recuerdo cómo cocinaba, el aroma a especias y dulzura llenando la casa, y cómo compartíamos juntas esos platos que solo ella sabía hacer. Su risa resonaba en la cocina, y siempre me hacía sentir que cada plato era una obra de arte hecha solo para mí. Con ella, no había prisa; cada cosa tenía su tiempo y su lugar, y yo tenía mi lugar a su lado.
Había una vez en especial que nunca podría olvidar. Le había dicho a mi abuela cuánto amaba ver a las palomas volar, lo libres que parecían. Así que, con una sonrisa, se fue al jardín, y de alguna manera, hizo aparecer una paloma justo frente a mis ojos. Fue como magia, y en ese momento pensé que mi abuela podía hacer cualquier cosa. Me prometí a mí misma que algún día sería como esa paloma, libre, sin nada que me atara.
Ahora, esos recuerdos me dolían. Me dolía el silencio de esta casa sin su risa ni las historias de mi papá. Solo me quedaban ellos, Nyssa e Isaac, tal vez Karinna, pero... ¿cuánto más duraría eso? Era como si todos los que amaba terminaban alejándose, y no podía evitar sentirme sola.
Mientras estaba hundida en mis pensamientos, el sonido de un mensaje rompió el silencio de mi habitación. Parpadeé, como si me acabara de despertar de un sueño triste, y alcancé mi teléfono. Al ver el nombre en la pantalla, una sonrisa tonta se formó en mis labios antes de darme cuenta. Era Donovan.
"¿Quieres salir?", decía su mensaje, sencillo y directo, como él.
Suspiré, sintiendo una pequeña chispa de alegría que no esperaba. Donovan y yo no llevábamos tanto tiempo de conocernos, pero en las pocas citas que habíamos tenido, se había colado en mi mente de una forma extraña y persistente.
No podía evitar pensar en su actitud, a veces un tanto gruñona y borde, pero con una calidez escondida que solo salía cuando menos me lo esperaba. Era como si sus palabras secas y su forma seria escondieran una dulzura que, cuando asomaba, hacía que mi corazón latiera más rápido. Esa forma de ser tan suya me descolocaba... y me gustaba.
Sin pensarlo dos veces, le marqué de regreso. Mientras esperaba que contestara, un leve nerviosismo se instaló en mi pecho. Cuando escuché su voz al otro lado de la línea, no pude evitar sonreír aún más.
—Claro, sí, salgo. ¿Dónde nos vemos? —contesté, tratando de sonar casual, aunque sabía que probablemente se notaba lo emocionada que estaba.
Donovan murmuró algo sobre un lugar tranquilo para tomar algo, y mi sonrisa creció aún más. Por alguna razón, la idea de salir con él esa noche hacía que me olvidara del mal rato que acababa de pasar.
Me puse a buscar en el armario con una emoción que ni siquiera intenté disimular. No era como si Donovan fuese del tipo de persona que se fija en esos detalles... o, bueno, tal vez sí. Algo en él siempre parecía percatarse de todo, incluso cuando su rostro mantenía esa expresión de indiferencia que me volvía un poco loca.
Me detuve en un vestido negro sencillo, uno que sabía que resaltaba justo lo necesario sin hacerme ver como si estuviera intentando demasiado. "Perfecto", pensé, mientras me lo ponía y completaba el look con mis botas favoritas y un toque de perfume.
Me miré en el espejo y me di una última mirada crítica. Sin quererlo, estaba buscando impresionar a Donovan, pero el pensamiento no me asustó; más bien, me hizo sentir mariposas en el estómago.
Ya en camino al lugar que él había propuesto, un pequeño café con luces cálidas y un ambiente acogedor, mis nervios comenzaron a crecer. No importaba cuántas veces nos hubiéramos visto antes; siempre sentía esa misma chispa de anticipación al acercarme a él. Era como si no tuviera idea de qué esperar, y eso era exactamente lo que más me gustaba.
Al llegar, lo vi desde la puerta, sentado en una mesa al fondo. Llevaba una chaqueta negra; me había dado cuenta que siempre le gustaba ir de manera informal, esa modo de vestir parecía formar parte de él. No estaba mirando su teléfono ni distraído con otra cosa; simplemente estaba ahí, como si realmente me estuviera esperando. Y al verme, levantó la mirada y una leve sonrisa adornada por dos hoyuelos cruzó su rostro, esa sonrisa apenas perceptible que siempre me hacía sentir que valía la pena el esfuerzo.
Ahí estaba él, con ese cabello castaño claro que caía despreocupado hacia adelante y a los lados, enmarcando su rostro de una manera que me dejaba sin aliento. Sus ojos, de un azul tan intenso que parecían reflejar el cielo mismo, me atrapaban sin que pudiera evitarlo, como si una chispa eléctrica se encendiera cada vez que lo miraba. Y cuando sonreía... Dios, esa sonrisa tenía el poder de volverme loca, aunque él rara vez la mostrara. Pero cuando lo hacía, me encontraba deseando que mi corazón dejara de tambalearse en mi pecho. Su mandíbula, fuerte y marcada, y esa nariz recta y elegante completaban un rostro tan perfecto que era casi imposible mirarlo sin quedarme embobada. ¿Cómo podía alguien ser tan... condenadamente atractivo?
Donovan era tan distinto, en lo físico, en lo mental, y en su personalidad, de todos los chicos que había conocido hasta ahora.
Caminé hacia él tratando de mantener la compostura, aunque por dentro mi corazón iba a mil.
—Hola —dije, sonriendo mientras me sentaba frente a él.
—Hola —respondió con esa voz que siempre tenía un tono un poco más profundo del que esperaba—. Te ves... diferente.
Me sentí ruborizada, pero intenté jugarlo como si nada.
—¿Diferente? Espero que bien, al menos.
Él asintió, sin apartar la mirada.
—Definitivamente bien.
Pasaron unos segundos en los que nos quedamos en silencio, pero no era un silencio incómodo. Su presencia tenía algo que hacía que hasta los momentos de silencio se sintieran naturales, incluso reconfortantes.
Pedimos algo para beber, y mientras esperábamos, comenzamos a hablar de cualquier cosa y de todo. Al principio, fue sobre nuestros días, lo común. Pero luego, la conversación se volvió más personal, más intensa de una forma sutil. Él me preguntaba cosas sobre mis sueños, sobre lo que realmente me importaba, y yo me sentía extrañamente segura de responder con toda sinceridad.
Por un momento, nuestras manos se rozaron al mismo tiempo que nos pasaban las bebidas, y me sorprendió sentir un pequeño escalofrío. Él lo notó, porque levantó una ceja, como si me estuviera leyendo, pero no dijo nada, solo mantuvo esa mirada fija en mí, con una intensidad que me hacía querer apartar la mirada y, al mismo tiempo, quedarme ahí.
Sentí que mi corazón se aceleraba con ese roce, tan simple pero tan inesperado. Traté de disimular el impacto y sonreí, pero me traicionó un leve rubor en mis mejillas. Él lo notó; claro que lo notó, porque Donovan notaba todo.
—¿Qué? —pregunté, tratando de sonar casual.
—Nada —dijo, con una pequeña sonrisa—. Solo me pareces... interesante.
Esa palabra, "interesante", hizo que mis pensamientos se mezclaran y mi corazón diera un vuelco. ¿Qué quería decir con eso? Quería preguntarle, pero en lugar de hacerlo, tomé un sorbo de mi bebida y desvié la mirada hacia la ventana, donde las luces de la calle iluminaban suavemente la escena, intentando ganar algo de tiempo para calmarme.
—Interesante... ¿cómo...? —solté finalmente, mirándolo de nuevo, intentando esconder mi curiosidad.
Él se inclinó un poco hacia mí, apoyando un codo en la mesa, sus ojos azules brillando con una chispa que casi parecía un desafío.
—Como si fueras un misterio que aún no logro descifrar —respondió, bajando la voz, y eso hizo que el ambiente entre nosotros se tensara—. Y confieso que... me gusta eso.
Su confesión me dejó sin palabras por un segundo. Nadie me había hablado así antes, y menos de una manera tan intensa y directa. Su mirada se mantenía fija en la mía, como si estuviera esperando a ver cómo reaccionaría, midiendo cada reacción, cada suspiro.
—Pues... —tragué, tratando de responder sin que mi voz temblara—. Quizás no soy tan complicada.
Él sonrió apenas, inclinándose aún más cerca, y pude ver la sombra de algo más en su mirada, algo entre la calma y un torbellino de emociones contenidas.
—No, Brielle. Creo que eres mucho más complicada de lo que quieres admitir.
Esas palabras se quedaron flotando en el aire, y todo lo que había querido decir o hacer se evaporó en un segundo. No podía apartar mis ojos de los suyos, y sin darme cuenta, comencé a notar cosas de él que hasta ahora no había visto. La curva de su sonrisa, la forma en que sus dedos tamborileaban apenas en la mesa, como si estuviera conteniendo algo... Y la cercanía entre nosotros que, aunque corta, se sentía como si él estuviera invadiendo cada rincón de mis pensamientos.
—Donovan... —murmuré, sin saber exactamente qué más decir.
—Dime —respondió, como si realmente estuviera esperando escuchar lo que tenía en mente.
—Nada... solo que... me agrada esto, ¿sabes? —dije finalmente, y al instante supe que había dicho lo justo, porque su expresión se suavizó un poco.
—Me alegra oírlo —susurró, y el tono de su voz hizo que mi piel se erizara.
Seguimos hablando, pero esa tensión, esa electricidad, no desapareció. No estaba segura de a dónde nos llevaría, pero sentía, por primera vez en mucho tiempo, que estaba exactamente donde debía estar.
Nos quedamos ahí, hablando de cualquier cosa y a la vez de nada en absoluto. Cada palabra parecía cargada de algo más, de algo que ninguno de los dos se atrevía a mencionar. Donovan hacía un comentario sarcástico de vez en cuando, con esa media sonrisa que tanto me gustaba, y yo me reía, sintiendo una especie de hormigueo que no recordaba haber sentido antes.
En un momento, empezó a llover, y el golpeteo suave de las gotas sobre el techo del café nos envolvió en una especie de burbuja. La gente en la mesa de al lado se fue, dejándonos solos en una esquina acogedora, con las luces cálidas que convertían su mirada en un brillo azul cielo y cálido.
—¿Recuerdas lo que te conté sobre mi examen? —le pregunté, tratando de llevar la conversación a algo "seguro."
—Sí, claro. —Me miró con atención—. ¿Cómo te fue? ¿Arrasaste como siempre?
Asentí, aunque algo en mí titubeaba. Quería contarle cómo había pasado la noche estudiando, cómo me había sentido en la prueba, y sobre todo, lo orgullosa que estaba... pero una parte de mí también quería que él se diera cuenta de lo difícil que estaba siendo todo. No solo la escuela, sino mi vida, el vacío en casa, la soledad que me asfixiaba a veces. Pero decirle todo eso se sentía demasiado personal, demasiado vulnerable.
—Sí... —dije finalmente, encogiéndome de hombros—. Fue bien. Aunque... —Hice una pausa, sin saber si seguir.
—¿Aunque...? —sus ojos no se apartaban de los míos, y sentí como si me estuviera leyendo, descifrando, aunque no dijera una sola palabra.
—Aunque a veces... no sé. Me pregunto si estoy haciendo esto para mí, o para sentirme menos sola, supongo. No sé si tiene sentido.
Hubo un momento de silencio. No se rió, ni hizo un comentario sarcástico como de costumbre. Solo asintió, con una seriedad que me desconcertó.
—Tiene sentido. Más del que crees.
Esas palabras me sorprendieron, y me hicieron darme cuenta de que él también debía estar lidiando con sus propios fantasmas, con cosas que yo no podía imaginar. Quise preguntarle, saber más, pero él solo se inclinó hacia atrás y miró la lluvia que ahora caía con fuerza afuera.
—Entonces, ¿qué? —me retó con una sonrisa ligera—. ¿Dejarás de hacerlo? ¿De perseguir tus metas?
—No, claro que no —contesté rápidamente—. Solo... creo que a veces necesito recordar que también hay vida fuera de todo eso.
Donovan hizo una mueca, como si no estuviera del todo de acuerdo, pero al final solo suspiró.
—La vida es complicada, Brielle. Y a veces todo lo que uno puede hacer es seguir adelante, aunque no tenga todas las respuestas.
Lo dijo de una forma tan simple que me tocó. Me hizo sentir menos sola, como si de algún modo, él entendiera todas esas dudas y miedos que yo cargaba. Algo en su expresión se volvió distante, y me pregunté qué pasaría por su cabeza en ese momento, si estaba pensando en algo parecido a lo que yo sentía.
Sin darme cuenta, estiré la mano sobre la mesa, acercándola un poco a la suya, y él, como si sintiera el gesto, hizo lo mismo. Nuestras manos no se tocaron, pero quedaron tan cerca que el aire entre nosotros pareció vibrar.
Me debatí entre apartarla o entrelazar nuestros dedos de una vez, pero al final, solo me quedé allí, sintiendo el calor que irradiaba de su piel, preguntándome si él también sentía lo mismo, esa electricidad suave y tentadora.
Después de un rato, rompió el silencio.
—Sabes... eres algo especial, Brielle.
Esas palabras fueron apenas un susurro, y no sé si quería que lo escuchara o no. Lo miré, y él se veía a la vez confiado y vulnerable, como si, por un segundo, hubiera dejado caer una de sus barreras.
—Tú también, Donovan —respondí, sin pensarlo mucho.
Él sonrió de lado, como si no terminara de creerse mis palabras, pero no respondió. En su lugar, sacó su chaqueta del respaldo de la silla y me la tendió.
—Para la lluvia, no te vaya a dar frío.
—Gracias. —Lo tomé, sintiéndome envuelta en su calor, y salimos juntos al aguacero.
Caminamos en silencio bajo la lluvia, como si la noche se hubiera confabulado para dejarnos solos en el mundo. Ninguno de los dos dijo nada, pero mientras caminábamos lado a lado, su chaqueta sobre mis hombros y el sonido de las gotas acompañándonos, supe que esto era especial. Sabía que esta conexión, aunque sin confesiones, aunque sin palabras, era algo que los dos entendíamos. Y, al menos por esa noche, eso era suficiente.
La lluvia seguía cayendo, fina y refrescante, mientras caminábamos por las calles casi vacías. Las luces reflejadas en el pavimento mojado creaban un ambiente mágico, como si el mundo se hubiera hecho pequeño y sólo existiéramos nosotros dos, sus pasos y los míos, en perfecta sincronía.
Decidí romper el silencio con un toque de curiosidad y quizás algo más, un impulso que me hacía querer conocer a Donovan en una forma que hasta ahora sólo había imaginado.
—¿Así que, Donovan...? —Empecé, fingiendo indiferencia mientras miraba hacia adelante—. ¿Qué haces cuando no estás...? —Lo miré de reojo, buscando las palabras— gruñendo por ahí y lanzando miradas intensas.
Él soltó una risa suave, con esa media sonrisa que parecía saber demasiado.
—Gruñendo y lanzando miradas, ¿eh? Me haces ver como un villano, Brielle. —Se llevó una mano al pecho, fingiendo estar ofendido—. Pero si debes saber... —se inclinó un poco hacia mí—, trabajo en un refugio para cachorros y leo poesía en mi tiempo libre.
Me reí, rodando los ojos.
—Claro, poesía y cachorros. No me hagas reír.
—Nunca lo sabrás —respondió, un brillo travieso en sus ojos—. ¿Y tú? —me miró con ese aire intenso, como si quisiera descifrar cada rincón de mi mente—. ¿Qué hace una chica como tú cuando no está ocupada siendo la más aplicada del mundo en su carrera?
—Oh, claro... —hice una pausa dramática, conteniéndome de reír—. Salvo gatos de los árboles, como los bomberos.
—Eso suena bastante heroico —asintió, dándome la razón.
Ambos nos reímos, disfrutando de ese juego absurdo que, por alguna razón, hacía que el aire se sintiera un poco más cargado, como si cualquier movimiento o palabra de más pudiera encender algo.
Después de unos minutos en silencio, me decidí a seguir con el juego, pero esta vez sin tanta broma.
—¿Y si fuera verdad? —pregunté, mirándolo—. Lo de la poesía y los cachorros.
Donovan me miró, y algo en su expresión cambió; bajó un poco la guardia, mostrándome una vulnerabilidad que usualmente ocultaba.
—Tal vez no poesía y cachorros, pero... sí algo parecido. —Suspiró, desviando la mirada a las luces distantes—. Crecer en una familia algo... complicada me enseñó a desconfiar de todo el mundo, supongo. Pero, contigo, me es fácil querer bajar un poco la guardia.
Ese último comentario me tomó por sorpresa, y no pude evitar sentir una calidez extraña, que se colaba por mis defensas.
—Entonces, te haces el misterioso a propósito, ¿eh? —le dije, dándole un leve empujón en el brazo—. Apuesto a que disfrutas verme intentar descifrarte.
—Me declaro culpable —respondió, levantando las manos en señal de rendición—. ¿Y tú? ¿Tienes algún secreto que quiera descubrir?
Lo miré, dándome cuenta de que con él, me gustaba esa mezcla de seducción, de saber que podía ser yo misma y que él aceptaba cada parte de mí, incluso las que aún no conocía.
—Puede ser... —respondí, tratando de igualar su tono misterioso—. Tal vez me gusta más este juego de preguntas de lo que debería.
Él sonrió, pero sus ojos no perdieron ese brillo penetrante.
—Si estás buscando algo peligroso, Brielle, —murmuró, acercándose un poco más, el calor de su cercanía haciendo que mi corazón se acelerara—, ten cuidado, porque a veces los secretos de alguien son como jugar con fuego.
—Nunca he sido de las que se intimidan fácilmente —le respondí, retándolo con la mirada, y él rió, encantado por mi respuesta.
Nos quedamos en silencio, el sonido de la lluvia como fondo, nuestras miradas encontrándose y hablando sin palabras. Finalmente, él se acercó un poco más, apenas unos centímetros, pero fue suficiente para que el aire se llenara de una tensión innegable.
—¿Y si te diera una última pregunta, Brielle? —murmuró, sus ojos fijos en los míos—. ¿Qué querrías saber? Pero piénsalo bien. Sólo tienes una.
Su propuesta me hizo sonreír, y lo pensé unos segundos, antes de mirarlo directo a los ojos.
—¿Por qué me buscas, Donovan? ¿Qué es lo que te atrae de mí?
Él me miró, la intensidad en sus ojos transformándose en algo profundo, como si mis palabras lo hubieran desarmado, pero no lo suficiente para rendirse. Dejó escapar un leve suspiro, y con un tono suave, casi como si se estuviera revelando algo a sí mismo, dijo:
—Porque hay algo en ti... —Hizo una pausa, su mirada recorriendo cada parte de mi rostro como si estuviera descubriendo algo nuevo en ese instante—. Esa libertad que llevas, tu forma de decir las cosas sin filtros, y esa risa que no pide permiso... —Se acercó un poco más, su voz bajando a un murmullo—. Todo lo que yo nunca he sido, Brielle.
Sentí un leve escalofrío al escuchar sus palabras, la intensidad de su confesión cargada de una atracción irresistible. Entre nosotros, la tensión parecía tangible, como si en cualquier momento pudiera desbordarse. Nos miramos, y aunque ninguno de los dos lo decía, sabíamos que había algo mucho más fuerte que ambos, algo inevitable, un magnetismo que simplemente no podía ignorarse.
Le sonreí, y me apoyé un poco hacia él, aprovechando la cercanía para dejar caer la pregunta en el tono más despreocupado que pude:
—¿Y tú? ¿Qué es lo que escondes, Donovan? —Vi cómo alzaba una ceja, pero seguí hablando—. Eres analítico en todo, tienes esa manera de observar cada detalle... y, vamos, ni siquiera soportas a Nyssa, aunque te esfuerces en no mostrarlo demasiado.
Él soltó una risa suave, que apenas y dejó ver una pequeña sonrisa. Se quedó un momento en silencio, como si estuviera evaluando cada palabra que diría después, y luego me miró, enigmático.
—Tal vez, Brielle... —empezó, su voz baja y algo intrigante—. Si el destino lo decide, algún día lo sabrás.
Sentí un cosquilleo en el pecho. ¿Qué era lo que Donovan guardaba tan celosamente? Pero en lugar de insistir, mantuve la sonrisa, como si su respuesta no me hubiera dejado aún más curiosa.
Sonreí, jugando con mi llavero entre las manos, pero mis ojos nunca se apartaron de los suyos.
—Entonces, ¿así de misterioso quieres ser? —dije, alzando una ceja con un toque desafiante—. ¿Y si el destino no decide nada? ¿Vas a seguir escondiéndote detrás de esa fachada toda la vida?
Él se inclinó un poco hacia mí, con una mirada que era mitad divertida y mitad... ¿curiosa?
—¿Y si te dijera que hay cosas que no están hechas para ser descubiertas tan fácilmente? —respondió, su tono bajando solo un poco, lo suficiente como para que me estremeciera.
—¿Y si te dijera que me gustan los retos? —repliqué, sonriendo, y me acerqué unos centímetros más, lo justo para ver cómo desviaba la mirada por un segundo antes de volver a encontrar mis ojos.
—Brielle, —dijo mi nombre casi en un susurro, haciéndome sentir que el nombre tenía algo distinto cuando él lo pronunciaba—, ten cuidado con lo que deseas. Podrías no estar preparada para lo que encuentres.
Mi sonrisa se ensanchó un poco. Esa chispa de peligro, esa barrera de protección... me hacían querer saltar directamente hacia lo desconocido.
—¿Crees que me asustarías, Donovan? —le respondí con un toque de desafío, inclinándome un poco más, dejando que mi mirada lo atravesara.
Por un segundo, parecía haber algo en sus ojos, una duda, un impulso... y luego volvió a sonreír, sacudiendo la cabeza como si me considerara una especie de enigma.
—Quizás seas tú la que me asuste, Brielle.
—¿Parezco como un reto que descifrar? —pregunte entre risas nerviosas.
—No creo que seas un reto, Brielle. Más bien pareces un huracán que se aproxima sin aviso —respondió, su tono más serio, casi reflexivo.
—¿Un huracán? —reí, inclinándome hacia él con un aire juguetón—. Supongo que eso es mejor que ser una brisa suave y aburrida.
—Eso es cierto. Pero, ¿te has preguntado alguna vez si los huracanes también necesitan un refugio? —me miró con intensidad, y en su mirada había un destello que me hizo dudar.
Mientras lo observaba, me perdí en el momento. Había algo en él, en su aura, que atraía mis pensamientos, su forma de ser analítica, su resistencia a conectar con las personas... todo eso me llevaba a preguntarme qué escondía realmente.
Me he pasado el tiempo saliendo de fiestas, conociendo chicos y viviendo una vida alegre. Me perdía en la música, en los encuentros fugaces, en esa adrenalina de la noche. Me gustaba. Creía que eso era disfrutar la vida, que todo se trataba de un juego en el que nadie salía herido. Con los chicos era igual: yo sabía lo que buscaban, y ellos no esperaban más de mí. A fin de cuentas, nos usábamos mutuamente, ¿no? Era un acuerdo silencioso, algo tácito. Sin promesas, sin ataduras, sin esperar nada más.
Creía que ahí estaba la libertad que tanto esperaba. Pero en el fondo, la verdad era que la libertad se encontraba en esos momentos que realmente disfrutabas. En los lugares donde querías estar.
Y yo disfruto de cómo me siento cuando estoy a su lado.
Libre.
En calma.
Valiosa, sin sentirme usada.
Y desearía que esta sensación durara para siempre.
En ese instante, me di cuenta de que estar allí, hablando con Donovan, era uno de esos momentos. Me gustaba compartir y hablar con él. Siempre tenía algo que decirme, algo con qué aconsejarme.
Tal vez él no lo supiera, pero a pesar de su fachada dura, había una necesidad de comprensión en él que me llamaba. Y si él me lo permitía, yo podría dársela. En esa burbuja de tensión, comprendí que, a veces, el refugio no era un lugar. A veces, era una persona.
🎀
¡Hola a todos/as!
Les traigo el capítulo 23. Espero que lo disfruten. Seguiré actualizando pronto si todo va bien.
✨ ¿Qué les pareció el capítulo?
🤍 Este capítulo está dedicado a todos ustedes, quienes se han tomado el tiempo de leer mi historia hasta aquí. A quienes me escribieron por Instagram, compartieron sus impresiones y me dieron sus buenos deseos. A todos los que me esperaron esos cinco meses de ausencia, y a quienes me han apoyado en Wattpad y otras redes hasta ahora. En serio, los aprecio muchísimo, personitas hermosas; estarán en mi corazón por siempre. <3
—Odiamos a Donovan por sus anteriores actitudes, pero hay que admitir que esta vez ha actuado de otra forma... y es que Brielle saca lo mejor de él.
¡Hasta la próxima! Cuídense.
—Erika M.
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