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Capítulo 22 💫

🐺

Victoria resultó ser una persona sorprendentemente agradable. A pesar de tener casi treinta y ocho años, nunca se había casado ni había tenido hijos, y me confesó que veía en esto una oportunidad única, una especie de nueva vida. Me dijo que, si yo lo deseaba, podría ser como una madre para mí. Lo mencionó con una mezcla de sinceridad y cautela, como quien ofrece algo frágil.

La idea de una figura materna en casa me resultaba... intrigante, aunque extraña. Había pasado años con una rutina de completa soledad, acostumbrada a volver a una casa vacía si mi padre trabajaba hasta tarde. No era que él no intentara estar presente; cada vez que podía, se sentaba conmigo y conversaba, como si intentara compensar las ausencias. Pero, aun así, el peso de la soledad era algo a lo que había aprendido a adaptarme.

Ahora, pensar en que cuando llegara a casa podría encontrarme a Victoria en lugar de silencio era, de algún modo, desconcertante. Mi vida había sido siempre mi padre y yo, y de pronto seríamos tres. Esta idea se sentía apresurada, casi impuesta, como si no hubiera habido una transición lógica. Él nunca mencionó esta decisión antes de presentarla.

Pero, quizás, después de todo, fuera una oportunidad para cambiar el rumbo de mi vida y llenar esos espacios vacíos.

Esta mañana había enterrado a mi pequeña Molly con un dolor punzante en el pecho. No volví a llorar, porque llorar no solucionaría nada. Claro, tal vez me habría hecho sentir mejor, pero eso era lo último que quería. En lugar de eso, deseaba convertir mi dolor en odio y hacerle pagar a ese vampiro por lo que le había hecho a mi pequeña.

Observé los árboles y el cielo nublado. Sabía que la temporada de nieve se acercaba, aunque aún no había llegado del todo, lo cual era un alivio. Sentía el frío filtrarse en mis huesos, así que me envolví mejor en mi abrigo antes de dar el siguiente paso.

Frente a mí, la mansión de los Hill se extendía con toda su imponente estructura. Era un lugar enorme y sofisticado, rodeado por el bosque, lo que le daba una atmósfera inquietante. Ese bosque tenía algo... no sabía qué, pero podía sentirlo. Me acerqué a la puerta y toqué el timbre, esperando que Claudia me recibiera, pero en su lugar apareció un chico de cabello desaliñado.

Isaac.

—¡Nyss! —vociferó con entusiasmo, como si todo estuviera bien. Le lancé una mirada fría y entré a la mansión sin más.

Ya sabía la verdad, y no hacía falta ser un genio para deducir que Isaac también ocultaba algo. Sus primos eran criaturas sobrenaturales; ¿qué me hacía pensar que él no lo era?

—Bonita, escúchame, no es lo que crees —dijo, siguiéndome mientras intentaba alcanzarme. Me detuve, me giré, y lo encaré de frente.

—¿Entonces qué es, Isaac? —mi voz salió baja, cargada de una mezcla de desconfianza contenida. Me crucé de brazos, mirándolo como si con eso pudiera escarbar en sus secretos.

Él suspiró, pasando una mano nerviosa por su cabello desordenado. Había algo en su mirada, una mezcla de pena y miedo que solo lograba inquietarme más.

—No te quería meter en esto, Nyssa. No quería que lo supieras así... —su voz se rompió, y por un instante pensé que iba a darme la verdad. Pero al final, solo bajó la mirada.

—¿Qué no querías que supiera, Isaac? —insistí, acercándome un paso. El sonido de mi voz hizo eco en la entrada vacía de la mansión—. ¿Qué tus primos son licántropos? ¿O que tú tal vez, también lo seas? —al decirlo, sentí un nudo en la garganta, pero me obligué a mantenerme firme.

—Yo no quería que esto resultara así... —murmuró, con un tono que intentaba sonar convincente, pero me resultaba poco creíble. Se acercó, como si quisiera colocar una mano sobre mi hombro, pero retrocedí un poco.

—No me toques, Isaac. No hasta que me digas toda la verdad.

Él alzó las manos en señal de rendición, pero sus ojos seguían sin mirarme directamente, como si le costara enfrentar mi acusación.

—Nyssa... yo quería decírtelo... —Su voz bajó de tono, casi en un susurro.

—Entonces dímelo tú, Isaac. Dime todo lo que necesito saber.

—Te juro que si pudiera cambiar algo, lo haría —dijo con una sinceridad en la voz que me hizo dudar, aunque solo por un segundo.

Sentí una punzada en el pecho. Me giré, tomando una bocanada de aire, tratando de mantenerme firme mientras el peso de toda la situación me aplastaba. No había nadie a quien pudiera confiarle mi dolor y mi rabia, nadie que entendiera lo que estaba pasando. Pero, por ahora, sabía que no podía rendirme.

—Entonces comienza a hablar —ordené decaída, sin darle espacio para más excusas.

Isaac bajó la mirada, nervioso, y tras unos segundos de silencio, finalmente soltó un suspiro.

—Nyssa... no te lo dije antes porque quería protegerte. Tenía miedo de que... de que al saber lo que realmente soy, te alejaras de mí. —Su voz tembló, y en sus ojos vi el peso de su temor.

—Isaac, eso no me importa —respondí con firmeza, dando un paso hacia él.

Él me miró sorprendido, como si no esperara esa reacción. Lentamente, tomé su mano, entrelazando nuestros dedos en un gesto cálido y sincero.

—Está bien, te diré la verdad —murmuró, soltando una exhalación pesada. Mi mano en la suya parecía darle el valor que necesitaba—. Soy... como ellos. Mi madre también lo es, pero no importa, porque... ni siquiera puedo transformarme.

Lo miré con el ceño fruncido, tratando de comprender.

—¿Por qué no? —pregunté.

Isaac tragó saliva, soltando suavemente mi mano. Sus ojos se desviaron hacia el suelo, su frustración reflejada en su semblante.

—Es por... mi pierna —dijo en voz baja, apartando la mirada como si le costara admitirlo.

—Isaac, mírame —le pedí, y él obedeció, aunque sus ojos seguían llenos de tristeza.

Con un suspiro, continuó, revelándome algo que nunca habría imaginado.

—La historia que te conté... sobre el accidente... no fue así. Cuando era un niño, una bestia me atacó. Fue una noche en el bosque; no sé por qué, pero estaba solo, y antes de darme cuenta, esa cosa enorme se lanzó sobre mí. Me arrancó casi toda la pierna... me destrozó los tendones, los nervios... prácticamente me arrebató la capacidad de caminar.

Sentí un nudo en la garganta al escuchar sus palabras, imaginando el horror y el dolor de aquel momento.

—Un doctor hizo todo lo que pudo para salvarme —continuó, sus palabras cargadas de amargura—. Y, gracias a él, puedo caminar, aunque sea con bastón. Pero si intento transformarme... si lo hago, perdería para siempre la movilidad en mi pierna. Nunca podría volver a caminar.

Una sensación de tristeza y empatía me envolvió, y apreté su mano con más fuerza. Isaac apartó la mirada, frustrado y abatido.

—Así que, en el fondo, soy solo un humano —susurró, con un tono que era casi una confesión de derrota—. Aparte de los sentidos más agudos, no soy nada como mis primos.

Sin soltar su mano, lo miré fijamente y respondí con toda la sinceridad que sentía en ese momento:

—Para mí, eres suficiente, Isaac.

Isaac me miró entonces, con los ojos brillando de una mezcla de alivio y gratitud que apenas podía contener. Sin decir una palabra, cerró la distancia entre nosotros y me envolvió en sus brazos, fuerte, casi temblando, como si temiera que me apartara.

Sentí su calor, la fuerza de su abrazo, y sin dudarlo lo rodeé con mis propios brazos, sosteniéndolo con el mismo fervor. Me aferré a él, queriendo transmitirle que estaba a su lado, que no importaba lo que creyera o lo que llevara dentro, porque para mí era suficiente, era exactamente lo que debía ser.

Solo me molestaba que me ocultara su verdadero ser, pero no podía ser tan egoísta sabiendo que yo también lo había hecho y lo sigo haciendo.

Alguien carraspeó, rompiendo el momento, y me separé de Isaac para ver quién estaba ahí. Frente a nosotros, Damon nos observaba fijamente, sus ojos azules oscurecidos cargados de una expresión indescifrable. Sus brazos cruzados y su postura rígida dejaban claro que había presenciado nuestra cercanía.

Antes de poder decir algo, vi a Danna salir de una esquina, acercándose con pasos decididos.

—Nyssa, ¿me acompañas a mi habitación? Tenemos que hablar sobre... el asunto —dijo en tono serio.

Asentí, dedicándole una última mirada a Isaac, que respondió con una ligera sonrisa de apoyo. Me despedí de él y empecé a subir las escaleras tras Danna. Mientras ascendía, al pasar junto a Damon, sentí su mirada fija en mí, calculadora y pesada, observándome desde su altura como si no fuera más que un estorbo. Le sostuve la mirada unos segundos, con la misma intensidad, hasta que rodé los ojos y seguí mi camino, negándome a darle más importancia.

Danna me guió hasta su habitación y, una vez que crucé la puerta, la cerró a nuestras espaldas, aislándonos del resto de la mansión y del escrutinio de su familia.

Ella me miró con preocupación apenas cerró la puerta.

—¿Qué pasó, Nyssa? Cuando recibí tu mensaje, imaginé lo peor. ¿Qué se atrevió a hacer ese imbécil?

Saqué la nota del bolsillo sin decirle nada y se la tendí. La vi entrecerrar los ojos mientras la leía, y su expresión se volvió de piedra.

—Ese maldito mató a mi tortuga, Danna. La destrozó y la dejó en mi mesita. —Sentí que la voz se me quebraba un poco, pero el enojo era más fuerte—. Hay que hacer algo ya, el tiempo se nos está acabando.

Danna suspiró, intentando que me calmara, aunque su propia calma parecía forzada.

—Tranquila, Nyssa, tenemos que mantener la cabeza fría.

Luego de un segundo, me miró con seriedad y, como si ya tuviera algo en mente, continuó:

—Te voy a dar un arma. Por si en algún momento ese vampiro aparece y se atreve a lastimarte. No dudes en usarla, ¿entendido?

La miré, sintiendo cómo el pecho me palpitaba con fuerza.

—Yo no soy una asesina, Danna.

—Escúchame —dijo, con una firmeza que me cortó—. En momentos como este, mueres tú o muere él. Y, hasta donde sé, ninguno de nosotros quiere verse muerto por ahora.

Había algo en su mirada, una sombra que sugería que ya había hecho algo similar antes. Sus movimientos desprendían una seguridad inquietante; había algo en ella que simplemente no cuadraba. ¿Qué ocultas Danna?

Y sin darme tiempo a responder, salió de la habitación, dejándome ahí con el corazón desbocado.

Me levanté de la cama con un suspiro, aún sintiendo el eco de la conversación con Danna en mi mente. Fui hacia el gavetero de ella, que era un espectáculo en sí mismo. Estaba repleto de perfumes de frascos coloridos, cremas que brillaban con el reflejo de la luz, jabones en formas curiosas y lápices de colores que parecían esperar a ser usados. Todo era tan lindo y organizado que me hizo sentir un poco en calma.

Me detuve frente al espejo que colgaba sobre el gavetero y me observé. Tenía ojeras evidentes por no poder dormir bien, atormentada por el miedo. Mi cabello lucía como un nido, revuelto de tanto pasármelo por las manos, y mi piel estaba más pálida de lo normal, como si el miedo se hubiera apoderado de mí y me hubiera dejado sin color.

Bajé la vista hacia los accesorios de Danna, observando cada uno con curiosidad. Entonces, mis ojos se posaron en una pequeña botellita de vidrio con un polvito beige en su interior, moldeada con la forma de una mujer desnuda. Sonreí al verla; era tan peculiar y delicada. La tomé entre mis manos y la miré durante un rato, preguntándome de qué se trataría. Sabía que no debía tomar cosas ajenas, pero la forma del frasquito me intrigaba demasiado. ¿Podría ser polvo de hadas o algo así? Tal vez un maquillaje especial.

Sin pensarlo más, abrí el frasco y lo olfateé con fuerza. Un olor dulzón y delicioso inundó mis fosas nasales, y no pude evitar volver a inspirar, sintiéndome atraída por esa fragancia envolvente. Pero justo cuando estaba disfrutando del aroma, un estornudo me sorprendió y dejé caer el frasco, soltándolo con fuerza. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al escuchar el ligero golpe del vidrio al caer sobre la superficie, y rápidamente volví a tapar la botellita, dejándola en su lugar.

Suerte que no se rompió...

Me senté en la cama, tratando de calmarme. Sentía un calor inusual recorriendo mi cuerpo, una mezcla de confusión y curiosidad, mientras la fragancia aún flotaba en el aire.

Justo cuando me sentaba en la cama, Danna entró en la habitación con una expresión decidida. Me miró de arriba a abajo, como si estuviera evaluando algo, y luego sonrió.

—Ya traje el arma —dijo, extendiendo su mano para mostrarme una hermosa daga transparente. En la hoja, había un lobo tallado con un detalle impresionante, cada línea del diseño parecía cobrar vida.

—Con una estocada de esto, el vampiro podrá morir de forma instantánea. No dudes en usarla si te encuentras en peligro —añadió, su tono serio pero con un destello de confianza en sus ojos.

Asentí, sintiéndome un poco más aliviada. La daga era impresionante, y no pude evitar sonreír mientras la sostenía. Sin embargo, un calor inesperado se extendió por mi cuerpo, un hormigueo en mi cuello que me distrajo un poco. Danna me miró con una ceja levantada, pero no dijo nada al respecto, así que decidí cambiar de tema.

—¿Y tus padres? ¿Donovan? —pregunté, entre bromeando y riendo—. ¿Dónde está? ¿Que no está lanzando gruñidos o cuchillos a mi presencia?

¿Por qué me estoy riendo?

—Mis padres salieron a una conferencia —me explicó Danna, encogiéndose de hombros—. Y Donovan, al parecer, salió con una chica.

Solté una carcajada, sintiendo que el calor en mi pecho y cuello aumentaba. La idea de Donovan saliendo con alguien me hizo pensar en Brielle, así que le dije:

—A lo mejor está con Brielle, con eso de que al parecer se traen algo.

Creo que ando muy boca suelta, debería callarme.

Danna se rió, pero luego me miró de cerca, con una expresión de curiosidad.

—¿Por qué tu cara está tan roja?

Me toqué el rostro y sentí que ardía, como si el calor no hiciera más que crecer. La verdad, no sabía cómo responderle. Simplemente sonreí nerviosa, tratando de ocultar lo que realmente estaba sintiendo.

—Guarda la daga en tu bolso —me sugirió Danna, y, aunque un pequeño escalofrío recorrió mi espalda, hice lo que me pidió, metiendo el arma en el fondo de mi bolso.

—¿Te apetece salir afuera? —me ofreció, y asentí con entusiasmo. Necesitaba un poco de aire fresco, alejarme de la tensión que aún sentía.

Salimos y, al entrar en la sala, nos encontramos con Isaac y Damon. Ellos estaban sumidos en una conversación acalorada sobre leyes, y no pude evitar quedarme un momento observándolos.

Damon llevaba una camisa blanca desabotonada en los tres botones de arriba, con las mangas arremangadas hasta los antebrazos. Su boca peligrosa articulaba cada palabra con precisión, y Isaac le respondía, frunciendo el ceño mientras discutían. Era como si el aire se volviera denso con su presencia, y yo tragué con fuerza, sintiéndome un poco mareada.

Damon se veía más sexy de lo normal, y no podía dejar de mirarlo. Luego desvíe la mirada hacia Isaac, quien también se veía increíble, un poco desaliñado pero igualmente atractivo. Sentí que me sonrojaba y pasé saliva, notando que mi boca y lengua estaban más secas de lo habitual. Era una sensación extraña, casi nerviosa.

Danna, al notar mi distracción, me tomó del brazo y me guió hacia los muebles, haciendo que tomara asiento a su lado. Intenté enfocar mi atención en la conversación, pero mi mente seguía divagando entre los dos chicos que tenían mi atención.

Danna siguió hablando, llenando el aire con su voz, pero yo no podía concentrarme en sus palabras. Era como si estuviera en un trance, atrapada entre la realidad y mis pensamientos. Los chicos estaban allí, pero no me miraban. En cambio, me los comía con la mirada.

Fijé mi atención en Damon, sus manos eran grandes, fuertes y masculinas. Me imaginé cómo se verían esas manos en mi cuello, como si fueran un collar que me sujetaban con firmeza, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Luego, mis ojos se movieron hacia Isaac. En mi mente, lo vi acercarse a mí, agarrándome por la espalda, pasando sus brazos por mis hombros con una suavidad que encendió un deseo en mí.

Parpadeé varias veces, intentando tragar mi saliva, pero mis labios estaban secos, y no podía evitar pensar: Dios mío, ¿qué me está pasando?

Sentía una llama ardiente en mi interior, y la culpa me invadía, pero esa sensación también era emocionante.

Danna continuó hablando, pero no entendía nada de lo que decía. Era como si estuviera en una burbuja, y el sonido de su voz se desvaneciera en el aire. Finalmente, giré la cabeza hacia ella y le respondí, aunque no estaba segura de qué había dicho.

—¿Estás bien? —me preguntó, notando mi desconcierto.

—Sí, claro —respondí rápidamente, aunque no estaba del todo segura. La llama ardiente seguía creciendo dentro de mí, y no podía evitar pensar que Damon tal vez podría apagarla.

Mientras Danna seguía hablando, mis pensamientos se desbocaban en una dirección que me hacía sentir tanto vergüenza como emoción. La forma en que Damon fruncía el ceño mientras discutía con Isaac me hacía pensar en lo intenso que era. Imaginar sus labios, esos labios peligrosos, acercándose a los míos, me hizo temblar.

Podía visualizar cómo sería ser atrapada entre sus brazos, sintiendo su aliento caliente contra mi piel. 

"¿Qué haría si me besara?", pensé, y mi corazón comenzó a latir más rápido. Me preguntaba si tendría el coraje de corresponderle, si me atrevería a perderme en ese instante.

Por otro lado, la idea de Isaac me hizo sonreír. Lo imaginé acercándose, con su mirada chispeante, y pasando sus manos por mi cintura, tirando de mí hacia él. La forma en que sus brazos me rodearían me hacía sentir algo más sobreprotector, algo mucho más electrizante.

Me reí para mis adentros, sintiendo la presión de un deseo inconfesable. 

"¿En serio estoy pensando en esto? ¿Ahora, de todos los momentos?", me cuestioné, mientras un leve sonrojo comenzaba a asomar en mis mejillas.

Danna se detuvo un segundo, mirándome con curiosidad. 

—Nyssa, ¿estás segura de que estás bien? —preguntó de nuevo. Asentí, pero en mi mente, los pensamientos indecentes seguían bombardeándome.

—Solo me siento un poco... calurosa —murmuré, sintiendo cómo el calor en mi rostro se intensificaba. 

"Quizás esto es lo que se siente cuando uno se enamora. O cuando se obsesiona. O simplemente es una reacción normal de un adulto joven hormonal", pensé, riendo para mis adentros.

Pero, a medida que la conversación continuaba, no podía evitar imaginar cómo serían esos momentos robados con Damon e Isaac. Imaginé que me acariciaban, que me susurraban al oído cosas que me hacían temblar. Las ideas se amontonaban en mi cabeza, y cada vez que Danna decía algo, yo solo podía pensar en lo que haría si tuviera a uno de ellos cerca.

La tensión en el aire era palpable, y aunque intentaba concentrarme en lo que Danna decía, mis pensamientos siempre volvían a esas fantasías. 

"Si solo pudiera dejarme llevar un poco...", pensé, sintiendo la necesidad de explorar esos sentimientos prohibidos.

Sentía que el calor me envolvía como una manta pesada. Sin pensarlo, me quité el bolso y luego la chaqueta, quedándome solo con una blusa blanca de tirantes que dejaba al descubierto un poco de piel. Necesitaba aire, de verdad. La habitación se sentía demasiado pequeña y el ambiente, demasiado cargado.

"¿Por qué me siento así?", me pregunté, mientras intentaba ignorar el rubor en mis mejillas. En mi mente, la imagen de Damon era innegable. Sus ojos azules y profundos, esa forma en que su cuerpo se movía con una gracia peligrosa, hacían que me olvidara del resto del mundo. Era como si la gravedad se hubiera alineado en torno a él, atrayéndome hacia su ser de una manera casi hipnótica.

Mis pensamientos nunca habían contenido tanta lascivia, Jesucristo...

"¡No puedo tener fantasías con Isaac!", me recordé a mí misma. Después de todo, él era mi mejor amigo, y eso lo complicaría todo. Pero con Damon, la historia era diferente. Nadie me diría que no, nadie me frenaría. La idea de perderme en su abrazo, de que me atrapara entre sus brazos fuertes, hacía que mi corazón se acelerara. ¿Cómo sería sentir su piel contra la mía? ¿Cómo se sentiría su aliento caliente en mi cuello mientras me susurraba cosas sucias?

Imaginé cómo se vería su rostro al acercarse, esa mezcla de peligro y deseo. Su mirada intensa me hacía querer explorar cada centímetro de su piel. "Dios mío", pensé, sintiendo que el calor me invadía aún más. Si solo pudiera estar cerca de él, podría descubrir un mundo completamente nuevo.

Me imaginé en una situación en la que Damon me empujara contra la pared, sus labios peligrosos buscando los míos, mientras su mano acariciaba mi cintura. La sola idea me hizo cerrar los ojos un segundo, atrapada en la vorágine de deseos que crecían dentro de mí. "Él es tan... tan... intenso", me dije, sintiendo una oleada de excitación recorrerme. 

Sería un desastre, pero sería un desastre delicioso.

La realidad se desvanecía mientras mi mente se perdía en esa fantasía. ¿Qué pasaría si nos encontráramos en un momento así? ¿Podría atreverme a dejar que me besara? ¿O lo haría yo primero?

Cada pensamiento era más subido de tono que el anterior. El roce de su cuerpo contra el mío, la forma en que su mirada podría desnudarte sin tocarte, el latido de mi corazón en sincronía con el suyo.

Me sacudí un poco, como si eso pudiera despejarme de esos pensamientos. "No puedo seguir así, esto es una locura", pensé, pero la idea de Damon solo me atraía más. El calor seguía ahí, y en el fondo, una parte de mí se preguntaba si alguna vez tendría el valor de dejar que esos deseos se hicieran realidad.

Me quedé observándolo, incapaz de apartar la vista. Cada vez que sonreía, se le marcaban esos hoyuelos en las mejillas, como si el mundo entero se detuviera por un segundo. Sus dientes eran perfectos, blanquísimos, y esa sonrisa era lo que podría hacer que me olvidara de todo lo demás. Pero, lo que realmente me atrapó fue la forma en que aquellos lunares en su cuello parecían llamarme, como si fueran imanes que me atraían a su piel.

"No, no, no", me repetía, aunque en el fondo, cada parte de mí se rebelaba. El simple deseo de pasar mi lengua por esos lunares era abrumador. Solo imaginar cómo sería sentir la suavidad de su piel bajo mis labios me hacía suspirar. Quería explorar cada rincón de su cuerpo, dejar que mis dedos siguieran el camino de esos lunares hasta su estómago, sintiendo cómo su piel se erizaba al contacto.

"¿Qué demonios me pasa?", pensé, mientras un calor incontrolable se extendía por mi cuerpo. La idea de que nuestros cuerpos desnudos se encontraran, piel contra piel, era algo que jamás había imaginado sentir con tanta intensidad. La imagen de sus brazos rodeándome, su aliento contra mi cara, provocaba que mi corazón latiera desbocado.

Podía verlo claramente en mi mente: el momento en que me acercara a él, sintiendo su calidez, la conexión palpable entre nosotros. No podía evitarlo; mi imaginación estaba desatada, llevándome a un lugar donde la razón no tenía cabida. ¿Qué pasaría si dejara que ese deseo se apoderara de mí? ¿Si me lanzara a sus brazos y dejara que el mundo se desvaneciera a nuestro alrededor?

Con cada segundo que pasaba, me preguntaba cómo sería sentirlo tan cerca, cómo se sentirían sus labios en los míos, y el roce de su piel me desnudaba en pensamientos indecentes. "Padre santo", murmuré en silencio, sintiendo que la piel se me erizaba solo con la idea. La atracción era innegable, y cada vez era más difícil ignorarla.

Solté una risa estruendosa, ni siquiera entendía por qué, pero un hormigueo delicioso recorría cada centímetro de mi cuerpo, y no podía evitarlo. Era como si todo en mí se sintiera despierto, vivo... y completamente fuera de control.

Danna me llamó, pero su voz sonaba distante, como si proviniera de otro mundo. Yo seguía atrapada en mis pensamientos, perdida en ese calor que no se iba. Ella volvió a llamarme, pero otra vez la ignoré, incapaz de soltarme de las imágenes que cruzaban mi mente.

De repente, sentí sus manos en mi rostro, firmes, obligándome a mirarla. El simple contacto me hizo sentir una ola de calor que me arrancó el aliento.

—Nyssa, mírame —me ordenó con voz seria, sus ojos clavados en los míos. El roce de su piel era como un fuego en mi piel, y el contacto solo intensificaba esa sensación extraña.

Danna me inspeccionó por un momento, sus ojos recorriéndome con cierta preocupación, y luego soltó un suspiro de sorpresa.

—¡Damon! —lo llamó con urgencia.

Él se acercó, frunciendo el ceño al ver la expresión de Danna y luego al mirarme, notando el rojo en mis mejillas.

—¿Qué pasa? —preguntó, mirándonos con algo de confusión.

—Creo que Nyssa... olió el afrodisíaco que tengo aquí. Mira cómo está... roja como un tomate —dijo Danna, entre divertida y preocupada.

Damon me lanzó una mirada llena de sorpresa y luego, quizás, de algo más, que hizo que el calor en mí subiera de inmediato.

—¿Estás segura? —preguntó, observándome con detenimiento.

Danna asintió, soltando una risa suave.

—Créeme, mira su cara —dijo, señalándome con una sonrisa divertida—. Está completamente ida.

Damon tomó mi barbilla entre sus dedos, inclinándose hacia mí, con su rostro tan cerca del mío que apenas podía respirar. Sus ojos me inspeccionaban, observándome con una intensidad que hizo que el calor en mi interior se disparara como nunca. Sentí un cosquilleo, un calor tan extraño en mi cuerpo... casi como si... Dios. 

Creo que me había orinado o algo, porque una humedad cálida descendió de mi zona íntima.

Mis ojos no se apartaban de los suyos, que me atraían como imanes. Parecía como si nada más importara en ese momento, solo esos ojos, solo él. Llevé mis manos temblorosas a las suyas, que aún sostenían mi barbilla, y sentí el calor de su piel bajo mis dedos. Su aliento cálido me rozaba la piel y cerré los ojos, perdida, sintiendo el deseo de acercarme más, de borrar la poca distancia que quedaba entre nosotros.

—Damon... —Supliqué, sin saber que suplicaba en realidad.

Con mi corazón latiendo frenético, me incliné un poco, esperando que él también lo hiciera, que me besara, que se lanzara hacia mí. Pero, al abrir los ojos, solo me encontré con su sonrisa divertida, mirándome como si mi arrebato le resultara adorable. Fruncí el ceño, molesta, mientras una sensación de calor subía a mis mejillas, esta vez de pura vergüenza.

—Es verdad —dijo, con tono de broma, sin perder esa expresión divertida.

Sentí cómo el corazón me daba un vuelco, un peso intenso se asentaba en mi pecho, dificultando mi respiración. Me faltaba el aire, pero en ese momento vi que Isaac se acercaba rápidamente. Sus rizos caían hacia adelante, enmarcando su rostro, y me dejó sin palabras. Observé sus ojos llenos de preocupación y, por alguna razón, sentí otro vuelco de emoción en el pecho. Con esos dos hombres frente a mí, uno tan serio y magnético, y el otro mi mejor amigo... jamás los había visto así, tan... atractivos, pero ese día todo parecía distinto, tan extraño.

Con la voz entrecortada y pastosa, me escuché decir:

—No... no puedo respirar... Algo... algo me pasa...

Isaac me tomó de los brazos, sus manos firmes y cálidas, mientras me miraba con el ceño fruncido de preocupación.

—Nyssa, estás bien —me dijo, tratando de calmarme—, pero cálmate, respira.

—Tengo mucho calor... —dije, jadeando y sintiendo la necesidad de liberar mi cuerpo del peso de la ropa—. No puedo respirar... ¡Déjame quitarme esto!

Intenté sacarme la blusa blanca, pero Isaac detuvo mis manos, mirándome con esa mezcla de seriedad y urgencia que no me había mostrado antes.

—No, Nyssa, tranquila. Vamos a solucionarlo, ¿sí? —dijo, volviendo la vista hacia Danna—. Danna, este afrodisíaco parece ser peligroso. ¿Sabes cuánto tiempo ha estado en su sistema? Hay que hacer algo.

Damon, con un tono de voz bajo pero urgente, intervino:

—¿Qué nombre tiene el afrodisíaco?

Danna frunció los labios un momento antes de responder:

—Es de la planta Selenia ardens...

Isaac apretó mis hombros, y pude sentir su tensión.

—Eso es... eso es fuerte. Hay que hacer algo ya —dijo, sin apartar la vista de Danna.

Damon cruzó los brazos, arqueando una ceja con incredulidad.

—¿Y por qué tienes eso en tu habitación? ¿Para qué demonios lo usabas?

Danna vaciló, claramente incómoda.

—Es... era un proyecto de la universidad —respondió, evitando sus miradas inquisitivas.

Damon chasqueó la lengua, sin creerle.

—¿Afrodisíaco, para un proyecto universitario? Muy conveniente.

Isaac le lanzó una mirada, asintiendo con gravedad.

—Llevémosla con Marie Saint. Es la única que podría ayudar a calmar estos efectos...

Al escuchar ese nombre, un silencio extraño se apoderó del ambiente, tensando el aire.

¿Quién era Marie Saint? 

🐺

¡Hola a todos/as!

Les traigo el capítulo 22. Espero que lo disfruten. Seguiré actualizando pronto si todo va bien.

✨ ¿Qué les pareció el capítulo?

💚 Capítulo dedicado a unx de mis hermosxs lectorxs: VictoriaAquino07

—Ah, Marie... solo diré que se merece el Óscar al mejor personaje de todo el libro. Ya verán por qué. La amo, además, porque está inspirada en alguien muy cercano a mí.

¡Hasta la próxima! Cuídense.

—Erika M.

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