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Capítulo 21 💫

🐺

—Licántropos... —murmuré, asimilando la información mientras miraba a Danna, Alek, luego a Donovan, y finalmente a Damon, que permanecía en silencio, observándome con una expresión que me dejaba con más preguntas que respuestas.

—No hay nada de malo en ser lo que somos —explicó Damon, su voz profunda y calmada. Pero en sus ojos había un brillo que delataba su incomodidad.

—Quiero que me lleven a casa —dije, sintiendo cómo la ansiedad me invadía. Mi padre debe estar preocupado por mí, y ya no quiero estar rodeada de ellos. Todo esto me abruma, el no poder recordar nada... es demasiado.

Donovan soltó una risa sarcástica.

—¿Ven? Se los dije, no iba a decir nada. No podemos confiar en ella.

—¡Por favor! Solo quiero irme a casa. —Volví a insistir, mi voz temblando.

Damon, que había estado en silencio, finalmente habló:

—Está bien, te llevaremos. Levántate, yo te llevaré.

—No —respondí, levantando la mano para detenerlo—. Iré sola.

Damon frunció el ceño, acercándose un paso más.

—No estás en condiciones de protestar. 

—No, ¡ustedes son los que me mintieron! —le grité, dejando que la frustración se desbordara—. Te hiciste pasar por alguien que me importaba, y me engatusaste. Eres un mentiroso.

—Y tú también lo eres —replicó él, manteniendo la mirada—. No quieres revelar la verdad. Aunque no recuerdes, sabes cosas que no deseas que salgan a la luz. Desde que viste el cadáver disecado, hay algo extraño en ti. A pesar de mostrarte vulnerable, hay más en ti de lo que te gustaría admitir. Has visto muertes que preferirías olvidar.

Sentí que el corazón me latía con fuerza. ¿Qué sabía él? ¿Cuánto había descubierto de mí? Me quedé en silencio, mirando hacia abajo, sin poder responder.

Finalmente, exhalé con resignación y asentí en silencio. Damon me tomó del brazo para ayudarme a levantarme, y aunque dudé, permití que me guiara hacia la puerta. El frío aire me envolvió mientras me conducía hacia afuera, dejándome con la sensación de haber despertado en medio de un abismo.

Danna se acercó antes de que nos fuéramos del todo, su expresión suavizándose mientras me miraba con una mezcla de arrepentimiento y esperanza.

—Nyssa... no quiero que dejes de ser mi amiga por saber esto de mí —dijo, su voz temblando ligeramente—. No te lo oculté por gusto. Lo hice para proteger a mi familia. Hace mucho, cometí un error, algo de lo que prefiero no hablar, pero... eso me llevó a hacer cosas que jamás hubiera imaginado. Por eso no pude confiarte la verdad desde el principio.

La miré, y había algo sincero en sus ojos que me hizo tragar con dificultad.

¿Qué cosa había hecho ella que lo consideraba un error?

—Espero que puedas entender eso, y que puedas recordar pronto —continuó Danna, con una mano en mi hombro, casi en un susurro—. Quizá cuando lo hagas, todo esto tenga más sentido.

Asentí, pero me sentía como si estuviera atrapada en una red de secretos que apenas empezaba a descubrir. Damon me apretó el brazo con un toque firme, y entonces nos fuimos, dejándola detrás, sus palabras resonando en mi mente mientras nos alejábamos.

Antes de cruzar la puerta volteé mi cabeza y puse mis ojos en Donovan, quien me lanzaba dagas con la mirada, lo ignoré y seguí mi camino.

Me subí al auto, cerrando la puerta de un golpe, tratando de disipar la incomodidad que flotaba en el aire. Damon se sentó al volante, y el silencio entre nosotros se sentía denso y opresivo. Miraba por la ventana, viendo cómo las luces de la ciudad se deslizaban a nuestro alrededor, mientras mi mente daba vueltas, atrapada en un torbellino de confusión.

Cuando llegamos a mi casa, el nudo en mi estómago se hizo más fuerte. Mis ojos se fueron directamente a mi ropa, cubierta de manchas de sangre. Supuse que eran de Damon, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Intenté abrir la puerta y salir, pero su voz me detuvo.

—¿No vas a hablar? —me preguntó, con esos ojos azules fijos en mí. Sentí que el aire se me cortaba, y traté de ignorarlo, aferrándome a la puerta.

—No tengo ganas —respondí, tratando de sonar más segura de lo que realmente estaba.

Pero antes de que pudiera escapar, me giré hacia él y, sin pensarlo, dejé salir lo que realmente sentía.

—Gracias por haberme salvado. Si no fuera por ti, estaría muerta.

Damon frunció el ceño, como si estuviera considerando mis palabras.

—Una herida de un grimson es difícil de sanar, incluso con mis habilidades. ¿Cómo sané?

—Supongo que solo... o no sé —murmuré, sintiéndome más perdida que nunca.

—Gracias por no dejarme solo y cuidar de mí durante la noche —articuló, y una sonrisa apareció en su rostro, marcada por unos hoyuelos en sus mejillas. Me sorprendió lo genuino que parecía, como si cada vez que esos hoyuelos salían era porque su sonrisa era real, sin esconder nada. Sentí cómo se me formaba una sonrisa pequeña, aunque la realidad seguía pesando en mi pecho.

Cuanto me gustaban esos hoyuelos...

No podía quedarme ahí. Me despedí rápidamente y corrí hacia la puerta, deseando refugiarme en mi habitación. Al entrar, noté que mi papá no estaba, lo que me alivió un poco.

Corrí hacia el baño y dejé que el agua caliente me envolviera, tratando de limpiar no solo la sangre, sino también el miedo que me devoraba por dentro. Pero mientras el agua corría, mi mente se llenaba de sombras. Cerré los ojos y traté de recordar, pero solo encontré un vacío aterrador.

El pánico me invadió. ¿Había utilizado las artes prohibidas? Esa idea me hizo temblar. Sabía que si lo había hecho, las consecuencias serían desastrosas para mí.

Me encontrarían y no podía permitirlo.

Me senté en el borde de la bañera, sintiendo un nudo en la garganta. Necesitaba recordar, pero cada intento solo me arrastraba más hacia la confusión. Las imágenes distorsionadas volvían a mí: sangre, gritos, Damon herido... y luego, nada más que oscuridad.

Me di un golpe suave en la frente, tratando de sacudir la niebla de mi mente. ¿Qué había hecho realmente esa noche? 

Por alguna razón, había iniciado un conjuro y no recordaba el porqué. Había arriesgado mi vida, sacrificado una parte de mí en el proceso... ¿Cuál era la verdad detrás de todo esto?

Salí del baño envuelta en una toalla blanca, con el cabello mojado cayendo sobre mis hombros. Sentía una calma extraña después de toda la confusión, y un alivio de saber que al menos estaba en casa. Lo que ellos fueran realmente no me molestaba; mi mamá, antes de morir, me había hablado de criaturas especiales y diferentes entre los humanos. Sabía sobre los licántropos y otras cosas que caminaban en las sombras, y nunca sentí miedo. De hecho, yo también tenía mis propios secretos.

La voz de mi papá, llena de emoción, me llamó desde el primer piso.

—¡Nyssa! ¡Ven, baja rápido! ¡Quiero que conozcas a alguien importante!

¿Cuándo había vuelto? Y... ¿por qué tan temprano? Estaba enojada con él, por hacerme creer que todo había sido producto de mi imaginación y por engañarme al ocultarme la verdad.

—¡Voy en un momento! —respondí, en un tono algo impaciente. Me tomé mi tiempo, sintiendo que necesitaba unos minutos más para procesar todo lo que había sucedido.

Al girar hacia mi cama, mi mirada se posó en la mesita de noche, donde tenía mi pecera. La alegría de ver a Molly, mi pequeña tortuga, fue reemplazada al instante por una sensación gélida en el estómago. Me quedé petrificada.

Molly... muerta.

Mi tortuguita, mi compañera silenciosa, yacía fuera de la pecera, el caparazón arrancado y su pequeño cuerpo... abierto. Al lado de su cuerpo había una hoja, con algo escrito en una tinta oscura y pegajosa que sólo podía ser sangre. Una nausea subió por mi garganta, pero no podía apartar la vista. Mi mente intentaba encontrar algo, cualquier razón que explicara esto. Pero sólo había silencio y un miedo que se me aferró al pecho como una garra.

¿Quién había hecho esto? ¿Y por qué...?

Me acerqué a la pecera con el corazón latiendo como un tambor ensordecedor. Las manos me temblaban, y apenas podía respirar. Ahí, frente a mí, fuera del vidrio húmedo y frío, estaba Molly... mi pequeña tortuguita, sin su caparazón, con el cuerpecito expuesto, destrozado.  Alargué la mano, con la piel erizada, y tomé la hoja abriéndola con cuidado.

"El tiempo se acaba."

Al final, en letras rojas y torpes, dos iniciales que parecían arder en mis ojos: E. A.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Esto... esto tenía que ser obra del vampiro. Su amenaza era clara, dejada ahí, donde sabía que me encontraría indefensa y sola. Sentí un miedo primitivo que se enredaba en mi pecho, dejándome sin aliento. 

"Tengo que hablar con Danna", pensé, pero mi cuerpo no respondía. Estaba atrapada en ese instante, incapaz de moverme.

Mis ojos volvieron a Molly. Mi Molly, tan pequeña y frágil, tan indefensa ante el horror que había entrado a nuestra casa. Mis ojos comenzaron a nublarse, y una lágrima solitaria se deslizó por mi mejilla. Me agaché junto a su pecera, apenas susurrando para no hacer ruido, sin querer que mi papá escuchara.

—Oh, Molly... —mi voz se quebró mientras tocaba su cuerpecito inmóvil, tan frío y rígido. Un sollozo ahogado se atoró en mi garganta. La acaricié, esperando que ese simple toque le devolviera la vida, que se moviera aunque fuera un poquito. La voz apenas me salía en un murmullo desesperado—. Vuelve... por favor, Molly, despierta...

Pero ella no se movía. Mis lágrimas caían una tras otra, y la imagen de su cuerpo sin vida se grabó en mi mente con una intensidad desgarradora.

Fuera, la lluvia empezó a caer, primero suave y luego en un torrente pesado, como si el cielo llorara conmigo. Cerré los ojos, tratando de calmarme, de encontrar alguna paz entre ese dolor abrasador. Pero no podía. La realidad me aplastaba.

No podía calmarme. Molly estaba muerta, y había sido mi culpa.

Recordé cada momento con ella, mi pequeña compañera que siempre había estado a mi lado, escuchándome. Había sido más que una tortuguita; era mi confidente. Siempre prestaba atención cuando le hablaba sobre mis sueños y temores, y en su forma tranquila y serena, parecía entenderme. Nunca me juzgaba ni me abandonaba, incluso en los días más oscuros.

La había comprado porque era especial. A pesar de los años, Molly nunca creció. Se mantuvo pequeña, siempre así, con su caparazón brillante y sus ojos curiosos. Esa rareza me gustaba, porque en lo más simple había algo extraordinario. Era un recordatorio de que, a veces, las cosas más bellas y significativas vienen en formas inesperadas.

Mientras la miraba allí, con su cuerpo inmóvil, me llené de dolor. ¿Qué debió sentir? Ella, tan inocente y vulnerable, sin saber el peligro que acechaba. Se había convertido en un blanco, y todo por mí. La rabia se entremezclaba con la tristeza, un torbellino de emociones que me consumía.

Con un profundo suspiro, limpié mis lágrimas con determinación. No podía permitir que su muerte quedara impune. Ese vampiro tendrá que pagar por lo que le hizo a Molly. Mi corazón latía con furia, y la oscuridad que me rodeaba ya no me asustaba. Al contrario, se convirtió en mi aliada. Pronto, haría que ese monstruo sintiera el mismo dolor que yo.

La voz de mi papá resonó desde la planta baja, interrumpiendo mis pensamientos oscuros.

—¡Nyssa!

—¡Ya bajo! —respondí con una voz temblorosa, mientras la realidad comenzaba a asentarse en mí. Me vestí rápidamente, la prenda que elegí sintiéndose como una segunda piel, y mientras lo hacía, recogí el cuerpo de Molly con cuidado. La coloqué en una pequeña cajita que guardaba en mi mesita de noche, susurrando una promesa:

—Te enterraré bajo la escalera, donde siempre te sentiste segura. —Aquella tortuga merecía un descanso adecuado.

El día parecía estar lleno de sorpresas, y cuando finalmente bajé, una figura se destacó en la entrada. Era una mujer de piel pálida y hermosa, que parecía irradiar una luminosidad propia. Su cabello rubio, ondulado, caía en cascada sobre su espalda, brillando como hilos de oro al reflejar la luz. Tenía rasgos delicados, con una sonrisa que parecía tocar su alma, haciéndola parecer casi etérea. Me quedé un momento cautivada por su presencia, su belleza era tan inquietante que no pude evitar sentir un escalofrío recorrerme.

Mi papá se puso a mi lado y, notando mi nerviosismo, dijo:

—Quiero presentarte a alguien.

Su tono era cálido, pero yo no podía dejar de preguntarme quién era esa mujer y qué hacía aquí. Sentí que mi corazón latía con fuerza en mi pecho, tratando de entender lo que esto significaba. Me era difícil concentrarme en cualquier cosa más allá de la presencia de esa extraña y fascinante mujer.

Mi papá, con una sonrisa que iluminaba su rostro, colocó su mano en la espalda baja de la mujer. Levanté las cejas, sorprendida por el gesto. La mujer, que llevaba un vestido rojo ceñido a su figura, comenzó a caminar hacia mí con confianza.

—Hola, Nyssa —dijo con una voz suave y melodiosa—. Me llamo Victoria Colleman.

—Victoria es la mujer que he querido presentarte desde hace tiempo, princesa —interrumpió mi papá, sus ojos brillando con un nuevo tipo de alegría—. Ella es mi novia. La amo y la quiero, y ahora quiero que conozcas a la mujer que me ha robado el aliento.

Una oleada de sorpresa y emoción me invadió, y no pude evitar sonreír. Me acerqué y, en un impulso, la abracé con calidez.

—Es un placer conocerte, Victoria —dije, sintiendo que su abrazo era tan acogedor como el de mi papá.

—Espero que nos llevemos muy bien —respondió, sonriendo de vuelta con sinceridad.

—¡Claro que sí! —asintió mi papá, lleno de entusiasmo—. De hecho, ahora Victoria vivirá con nosotros.

Mis ojos se abrieron de par en par en estado de asombro. La noticia me dejó completamente boquiabierta. No sabía qué pensar; todo parecía ocurrir tan rápido, como si el mundo hubiera girado en un instante y, en lugar de caos, encontrara algo inesperadamente extraño.

—¿Vivir con nosotros? —repetí, aún asombrada—. Eso es... increíble.

Victoria sonrió y me miró con una calidez que me hizo sentir aliviada, como si hubiera un lazo especial entre nosotras, a pesar de que acabábamos de conocernos.

—Quiero que te sientas cómoda con este cambio, Nyssa —dijo, su tono lleno de amabilidad—. Espero poder ser una buena amiga para ti.

—Seguro que sí —respondí, sintiendo que un peso se aligeraba en mi pecho.

—Y para celebrarlo, tengo algo para ti —anunció Victoria, sacando una pequeña caja de terciopelo de su bolso. La abrió con un gesto elegante, revelando un hermoso collar de perlas que brillaba con suavidad.

—Es precioso —exclamé, asombrada.

—Quería que tu primer recuerdo de mí fuera especial —dijo Victoria, colocando el collar delicadamente en mis manos—. Las perlas representan la pureza y la belleza, y me pareció que te quedaría muy bien.

Mi papá sonrió, observando el intercambio con satisfacción.

—Me gusta que hayas tenido un gesto tan hermoso con mi hija —comentó, dándole un ligero apretón en la mano a Victoria—. Sabía que te llevarías bien con ella.

—Es hermoso, Victoria, pero... —balbuceé, sintiendo que una mezcla de emociones me invadía. No estaba lista para aceptar algo tan significativo.

Victoria notó mi vacilación y se inclinó ligeramente hacia mí, su expresión se suavizó.

—Nyssa, este collar es solo un símbolo. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, y espero que podamos construir una relación —dijo con sinceridad—. No tienes que sentirte presionada, pero me gustaría que lo aceptaras.

—No sé... —respondí, incapaz de ocultar mi confusión. La idea de que alguien nuevo entrara en mi vida, justo después de todo lo que había pasado, me resultaba abrumadora.

Mi papá, observando la interacción, se acercó y puso una mano en mi hombro, dándome un suave apretón de ánimo.

—Victoria ha sido una gran compañera para mí —dijo, su voz rebosante de gratitud—. Estoy seguro de que será una gran amiga para ti también.

—Gracias, cariño —respondió Victoria con una sonrisa cálida hacia mi papá, pero luego volvió su atención a mí—. Por favor, solo piensa en ello. No tienes que decidir ahora. Pero me gustaría que lo lleves contigo.

Suspiré, mirando el collar de perlas que aún sostenía en mis manos, intentando encontrar la manera de hacer que todo encajara. Sabía que necesitaba abrirme a esta nueva realidad, pero el dolor por la pérdida de mi tortuga todavía pesaba en mi corazón.

—Lo... lo pensaré —dije, forzando una sonrisa que no alcanzó a llegar a mis ojos.

—Eso es todo lo que pido —dijo, con una sonrisa comprensiva—. No hay prisa. Estoy aquí, y estoy emocionada de conocerte mejor.

—Está bien. Muchas gracias, Victoria —expresé, pero mi mente seguía dando vueltas, llenándome de dudas. No podía evitar sentir que aceptar a Victoria significaba dejar atrás algo, y no estaba lista para eso.

—Bueno, es un buen día para empezar algo nuevo, ¿no? —dijo mi papá, rompiendo el silencio que se había formado. —Gracias, Victoria, por traer alegría en este momento difícil.

—Siempre —respondió Victoria, su voz suave y reconfortante—. Estoy aquí para ayudar en lo que necesiten.

La lluvia comenzó a caer suavemente en el exterior, creando un ambiente melancólico que se alineaba con mi estado de ánimo. Miré por la ventana, las gotas deslizándose por el cristal, y me di cuenta de que tenía que calmarme.

Sostuve el collar un momento más, sintiendo su peso en mis manos. Con un suspiro profundo, decidí cerrarlo, pero antes de hacerlo, miré a Victoria y sonreí débilmente.

—Gracias por hacerle compañía a mi papá —dije, mis palabras sinceras—. Sé que no es fácil, y aprecio que estés aquí para él.

Ella sonrió, y en sus ojos vi una chispa de calidez que me reconfortó un poco.

—Es un hombre maravilloso —respondió Victoria—. Estoy aquí porque me importa.

Después de un breve silencio, decidí que quería conocerla mejor.

—¿Te gustaría sentarte un momento? Así podemos ponernos al corriente y conocernos más —ofrecí, sintiéndome un poco más cómoda al abrir la puerta a una conversación.

—Me encantaría —dijo Victoria, su rostro iluminándose. Se movió para sentarse en el sofá, y yo la seguí, colocando el collar en la mesa cerca de mí como un recordatorio de la promesa que aún no estaba lista para cumplir.

Mi papá se acomodó en un sillón cercano, mirándonos con una expresión llena de expectativa.

—¿Qué tal si compartimos algunas historias? —sugirió, queriendo establecer un ambiente ameno—. Victoria, ¿por qué no le cuentas a Nyssa cómo fue que nos conocimos?

Victoria se rió suavemente, y por un momento, la tensión en la habitación pareció desvanecerse.

—Oh, fue bastante gracioso. Nos conocimos en la estación de policía, había sido transferida de otro pueblo y yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Él se acercó y me dio algunos consejos para relajarme —comenzó, y sus ojos oscuros brillaban mientras relataba la historia—. Desde ese día, no hemos parado de hablar.

La risa de mi papá llenó el aire, y me di cuenta de que este momento, aunque inesperado, también podía ser agradable. Tal vez podría darme la oportunidad de conocer a Victoria.

Mientras escuchaba su historia, una parte de mí se sentía un poco más ligera. Quizás, en medio de la tormenta, había un rayo de sol que podía permitirme abrazar.

🐺

¡Hola a todos/as!

Les traigo el capítulo 21. Espero que lo disfruten. Seguiré actualizando pronto si todo va bien.

✨ ¿Qué les pareció el capítulo?

💚 Capítulo dedicado a unx de mis hermosxs lectorxs: NoemyAmaya14

—Yo con Victoria: ¿Abrazo o balazo?

¡Hasta la próxima! Cuídense.

—Erika M.

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