Capítulo 17. [Parte 4/4]💫
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Maratón 4/4
— DAMON HILL —
Estaba en la cocina, bebiendo agua, cuando sentí el vaso resbalar de mis manos. Por un segundo, pensé que iba a estrellarse contra el piso, pero mis reflejos fueron más rápidos. Lo atrapé antes de que hiciera el mínimo ruido. Respiré hondo, como si hubiera logrado algo importante, aunque en realidad solo estaba aquí, en medio de la oscuridad, luchando por calmarme.
Si dejaba caer ese vaso de vidrio tan preciado, Claudia iba a asesinarme.
Los pasos en las escaleras me sacaron de mi burbuja. No necesitaba verla para saber quién era. Aunque las luces estaban apagadas, mis sentidos, especialmente mi olfato, ya me habían delatado su identidad. Era Nyssa.
Me giré, apoyando el vaso en la encimera, y ahí estaba, bajando lentamente los últimos peldaños. A pesar de la penumbra, la vi como si fuera plena luz del día. El cabello rojo como el fuego le caía en cascada sobre los hombros, desordenado, como si acabara de levantarse de la cama o, peor aún, como si hubiera estado dando vueltas sin poder dormir. Sus ojos, esos ojos hazel que solían brillar con tanta intensidad, estaban apagados. El cansancio los cubría como una nube densa, y por las marcas en su rostro, era obvio que había estado llorando.
Llevaba un camisón blanco, simple, nada especial. Parecía que había salido de un corral de cerdos, el cabello revuelto y los hombros ligeramente caídos, pero, de alguna forma, seguía viéndose bonita. Era ese tipo de belleza que no dependía de la perfección, sino de algo más profundo, algo que emanaba de ella, incluso cuando todo parecía derrumbarse.
La miré por un segundo más, notando los pequeños detalles. Su piel blanca y pálida, libre de pecas, su nariz respingada, los labios carnosos y rojos que parecían destacar incluso en la penumbra. Pero lo que más me golpeó fue la diferencia en su mirada. Antes, siempre había algo, ya fuera emoción, enojo o cualquier otra cosa. Pero ahora... ahora solo había vacío. Dolor, quizás. Como si todo en ella se hubiera apagado.
No pude evitar comparar. Había amado a alguien que se parecía tanto a ella... Lunette. Pero había tantas diferencias entre ellas que resultaba casi insultante compararlas. Lunette siempre ocultaba sus sentimientos, no dejaba que nadie entrara en su corazón, mientras que Nyssa... Nyssa solo era una pobre alma perdida, esperando que alguien la comprendiera. Había una vulnerabilidad en ella, una necesidad que se reflejaba en cada gesto, en cada mirada.
Con Lunette, había habido una batalla constante, una muralla que ella mantenía firme para que nadie la tocara. Con Nyssa... era diferente. Ella no estaba escondiendo nada. Estaba ahí, completamente expuesta, como si ya no le quedaran más fuerzas para protegerse.
Y por primera vez, me pregunté qué tan profundo había llegado su dolor. ¿Cuánto de ese vacío en sus ojos era algo que yo podía entender? ¿Y cuánto, de alguna forma retorcida, tenía que ver conmigo?
La miré en silencio, sin decir una palabra, esperando a ver si ella iba a notar que estaba allí, o si simplemente iba a seguir caminando, perdida en su propio mundo.
Nyssa siguió caminando, como si no me hubiera notado. Sus pies descalzos rozaron el suelo mientras pasaba por la mesa, completamente ajena a mi presencia. Cuando llegó a la nevera, la abrió y la luz fría del interior la iluminó, proyectando un resplandor suave que finalmente me reveló. El vaso que acababa de sacar se le resbaló de las manos en cuanto se dio cuenta de que yo estaba ahí.
Todo sucedió en una fracción de segundo. Mi reflejo se activó antes de que el vidrio tocara el suelo. Atrapé el vaso en el aire, una vez más salvando el desastre, aunque esta vez su sorpresa fue evidente.
—¿Qué diablos tienen los vasos hoy? —murmuré, aún sosteniéndolo, con un tono irónico mientras mis ojos se encontraron con los suyos. Me crucé de brazos, alzando una ceja—. ¿Están conspirando para hacer que Claudia me mate a palazos o qué?
Nyssa se quedó congelada por un segundo, claramente asustada y tratando de recuperar el aliento. Su mano seguía estirada hacia la nevera, como si todavía intentara comprender lo que acababa de pasar. Mis palabras parecieron sacar una pequeña sonrisa nerviosa, pero el aire tenso aún colgaba entre nosotros.
Nyssa respiró hondo, tratando de recobrar la compostura. Cerró la nevera lentamente, como si hacerlo con rapidez pudiera empeorar las cosas.
—No te vi ahí... —dijo, con un tono bajo, su voz temblando un poco. Miró hacia el vaso que yo aún sostenía, pero no hacía ningún movimiento para acercarse o tomarlo.
Me apoyé contra la encimera, todavía sujetando el vaso en una mano. La estudié en silencio por un momento, notando cómo evitaba mirarme a los ojos directamente. Parecía más cansada de lo habitual, como si hubiera estado cargando algo más pesado que el simple agotamiento de un día largo.
—Me di cuenta —respondí con calma, dejando el vaso sobre la encimera—. Casi me rompes otro.
Ella soltó una risa suave, aunque fue más por nervios que por diversión.
—Lo siento, no era mi intención armar otro desastre... —dijo, susurrando la última parte como si se hablara a sí misma.
Me crucé de brazos, observando cada uno de sus gestos. Había algo en ella, algo apagado. Sus ojos, que normalmente destellaban con emociones fuertes, estaban sin vida, vacíos de esa chispa que siempre los hacía brillar.
—¿Todo bien? —pregunté, sin quitarle la mirada de encima.
Nyssa se tensó por un segundo, como si mis palabras la hubieran tocado más de lo que esperaba. Luego, asintió lentamente, aunque era obvio que no era verdad.
—Estoy... bien, solo... necesitaba algo de agua —respondió, su voz apenas perceptible. Sus manos temblaban un poco mientras se cruzaban sobre su pecho, como si quisiera protegerse de algo que no estaba ahí.
—Nyssa... —murmuré, dando un paso hacia ella—. Tus ojos no mienten. ¿Qué pasó?
Ella me miró brevemente antes de apartar la vista, su garganta trabajando para tragar una respuesta que no parecía querer salir. Claramente había estado llorando, y no era por algo insignificante.
Nyssa de repente levantó la mirada, sus ojos apagados encendiéndose con una chispa de desafío, como si algo dentro de ella hubiese despertado de golpe.
—¿Y por qué te importa ahora? —soltó de golpe, cruzándose de brazos con fuerza, como si intentara blindarse contra lo que fuera que estaba sintiendo—. Claramente me dijiste que no te importa lo que yo piense o haga, así que... ¿por qué fingir que te preocupa?
Me detuve a mitad de paso, sorprendido por la agresividad en su tono. Su repentina defensiva era un escudo, uno que no había mostrado antes. Estaba claramente dolida, pero intentaba enterrarlo bajo una capa de indiferencia que no le encajaba del todo.
—No estoy fingiendo nada —le respondí con calma, tratando de mantener el tono bajo para no escalar la tensión—. Solo noté que no estás bien, y te pregunté. Eso no significa que me importe lo que hagas con tu vida, pero...
—Exactamente. No te importa —interrumpió con una voz cargada de frustración—. Entonces, ¿por qué preguntas? No me vengas ahora con esa actitud como si de repente te importara algo, Damon. Sabemos perfectamente que no te importo, ni te interesan mis asuntos.
Me quedé en silencio por un momento, dejando que sus palabras resonaran en la cocina. La intensidad en su voz era nueva, y aunque parte de mí sabía que tenía razón, otra parte no pudo evitar preguntarse qué la había llevado a explotar de esta manera.
—Tienes razón —dije finalmente, soltando un suspiro—. Te dije que no me importa. Pero... no significa que no pueda notar cuando algo está mal. ¿Por qué actúas como si no fuera obvio?
Ella soltó una risa amarga, sin rastro de humor.
—Es que es eso, Damon. No necesito que notes nada. No necesito que pretendas que te interesa lo que me pasa. No te lo pedí.
Sus palabras caían como un muro entre nosotros, y me di cuenta de que, por mucho que quisiera continuar la conversación, ella estaba cerrando la puerta.
Observé cómo Nyssa tomaba el vaso que había dejado en la encimera, sin decir nada. Lo llenó de agua, y mientras lo hacía, su mirada se clavaba en mí. Era una mirada fría, cargada de algo que no lograba descifrar del todo, pero que definitivamente no era la misma chica que conocía. Se bebió el agua de un trago, y mis ojos, traicioneros, siguieron el movimiento de sus labios. Sentí los míos resecarse involuntariamente, como si en algún rincón de mi mente, estuviera pensando algo que no debería.
¿Qué demonios estoy haciendo?
Apreté los puños, reprendiéndome mentalmente. No podía permitirme ver a otra mujer de esa manera. No podía... no debía. Mi alma gemela estaba allá afuera, en algún lugar, esperando, y mirar a Nyssa así era una traición. Pero su presencia, su figura, su forma de moverse... había algo en ella que era imposible de ignorar.
Sin decir una palabra, Nyssa dejó el vaso sobre la mesa, su expresión totalmente ajena a la mía. Luego se sentó en una de las sillas del comedor, apoyando la cabeza sobre sus brazos, su respiración pesada y cansada. Parecía que el peso del mundo descansaba sobre sus hombros, pero lo peor de todo es que ni siquiera me miraba. Ni una sola vez.
Por primera vez en mucho tiempo, me sentí... ignorado. Insignificante, como si mi presencia en la habitación no importara en absoluto. Me quedé allí, mirándola en silencio, sin saber exactamente cómo interpretar lo que estaba sucediendo.
—Nyssa... —murmuré, finalmente rompiendo el silencio. Mi voz sonaba más suave de lo que pretendía, y no estaba seguro de por qué. Quizás porque nunca me había sentido tan inútil frente a alguien—. ¿Por qué me estás ignorando?
Ella no levantó la cabeza. Solo siguió respirando, su cuerpo inmóvil, como si realmente no le importara mi presencia.
Fruncí el ceño, sintiendo una punzada de frustración. ¿Desde cuándo alguien se atrevía a ignorarme así? Y peor aún, ¿por qué me importaba tanto? Di un paso hacia ella, pero algo en mi interior me detuvo. Era la primera vez que no sabía cómo acercarme a alguien, mucho menos qué decir. Nyssa siempre había sido tan fácil de leer... pero ahora, con la cabeza apoyada en la mesa, parecía distante, perdida en un lugar al que no podía llegar.
—¿Vas a decir algo o te vas a quedar ahí como si no existiera? —dije, esta vez con un tono más áspero de lo que pretendía. No me gustaba la sensación de ser... invisible. No cuando se trataba de ella.
Finalmente, Nyssa levantó la cabeza, pero su mirada no se dirigió a mí. Miraba algún punto perdido en la mesa, como si yo no estuviera allí. Mi mandíbula se tensó. Cada palabra que había planeado decir se desvaneció en el aire.
—Claramente me dijiste que no te importa lo que haga o piense, Damon —soltó de repente, su voz firme, pero con una fragilidad escondida entre las palabras—. Así que, ¿qué sentido tiene hablar?
Me quedé helado por un segundo. ¿Había dicho eso? Probablemente. A veces soltaba cosas sin pensar, buscando poner barreras, protegerme de cualquier vínculo que no fuera mi alma gemela. Pero escuchar esas palabras de su boca, ahora, me golpeaba de una manera extraña. No me gustaba que Nyssa las usara en mi contra, como si realmente no le importara... o como si le importara demasiado.
Ella agarró el vaso de nuevo, vació los últimos restos de agua, y sus labios se tensaron mientras sus ojos, aunque apagados, me perforaban. La tensión era palpable, y lo peor de todo era que, en vez de sentir que tenía el control, por primera vez en mucho tiempo, me sentía desarmado.
Sus labios se movían, la luz reflejándose en su piel pálida. Había algo en ellos que me hacía perder la concentración, algo que no debería notar, pero mis ojos seguían el rastro del agua que se había quedado en sus labios después de beber. Reprimí el impulso de... ¿de qué? No sabía ni lo que estaba pensando. Esto estaba mal.
No puedo... no debo. Lunette es la única que debería importarme.
Nyssa dejó el vaso sobre la mesa y volvió a apoyar la cabeza en sus brazos. La tensión en la habitación era casi sofocante, pero ella no hacía ningún esfuerzo por aliviarla. Y yo... yo me sentía cada vez más pequeño frente a ella, frente a sus silencios, frente a sus ojos que, por primera vez, no me estaban mirando.
—¿Por qué actúas como si no existiera? —pregunté de nuevo, esta vez con un leve temblor en la voz que odié al instante. No estaba acostumbrado a esto, a sentirme... impotente frente a alguien.
Ella no respondió. Solo siguió respirando pesadamente, ignorándome. Y esa sensación de ser ignorado por completo me hacía sentir más insignificante que nunca.
—Cállate... —espetó Nyssa, su voz cortante como un látigo—. No me dejas pensar tranquila.
Me quedé atónito por un segundo, sin poder creer lo que acababa de decirme. Nadie me hablaba así. Sentí cómo la rabia burbujeaba en mi pecho.
—¿Qué dijiste? —respondí, mi tono afilado, mientras la miraba intensamente, buscando una chispa de arrepentimiento en su mirada. Pero nada. Solo más frustración y agotamiento en esos ojos apagados.
Ella se levantó de la mesa de un salto, dejando el vaso a un lado con un golpe seco, y comenzó a subir las escaleras soltando maldiciones entre dientes, como si yo fuera una molestia más en su ya complicado día.
—¡Ey! —protesté, siguiéndola rápidamente—. ¿Adónde demonios vas? No he terminado contigo.
Ella ni se volteó, subiendo con más velocidad, los escalones crujiendo bajo sus pies. Y yo, justo detrás, viendo cómo su cuerpo se movía con cada paso. Mis ojos cayeron inevitablemente hacia abajo, atraídos por el vaivén de su trasero. Un movimiento involuntario, lo juro. Pero fue difícil no notar la curva perfecta que se formaba con cada paso que daba. Su camisón blanco se alzaba ligeramente, y mis agudos reflejos me permitieron vislumbrar algo más: unas bragas negras que apenas se mostraban pero que parecían hechas para tentar.
Tragué duro, sintiendo el calor subir a mi rostro y a otro lugar de mi cuerpo. "Cálmate", me reprendí mentalmente, apretando la mandíbula. No podía mirarla de esa forma, no a ella.
Pero el silencio que había mantenido hasta ahora me traicionó, y Nyssa lo notó. De repente, se detuvo, girando la cabeza hacia mí, con esos ojos que aún estaban un poco rojos por el llanto. Pero cuando sus ojos captaron los míos, los abrió más, leyendo la situación.
—¡Pervertido! —espetó, llevándose una mano a la cadera, mirándome con una mezcla de indignación y vergüenza—. ¿Qué crees que estás mirando, imbécil?
¿Pervertido? ¿Yo? Ja! Ella era la pervertida.
—No es lo que parece, yo... —intenté defenderme, pero las palabras se me trababan en la garganta, haciéndome sonar más culpable de lo que ya estaba.
—¡Claro que es lo que parece! —gritó, subiendo un par de escalones más antes de voltearse una última vez—. ¡Eres un maldito descarado!
Llegamos al piso de arriba, y antes de que pudiera decir algo más para calmar la situación, ella se lanzó a la habitación de Danna, cerrándome la puerta justo en la cara. El sonido de la madera golpeándome resonó en mi mente, haciendo eco del enojo que sentía.
Me quedé un segundo ahí, mirando la puerta cerrada con una mezcla de frustración y desconcierto. Era... ridículamente exasperante. No tenía otra palabra para describirla. ¿Cómo podía hacerme sentir así en tan poco tiempo?
Solté un gruñido, apoyando una mano en la puerta, como si eso fuera a calmar la rabia que se estaba acumulando. Pero antes de poder descargar mi enojo, escuché unos pasos ligeros detrás de mí. Me giré rápidamente y vi a Donovan, mi hermano, salir de su habitación, despeinado y medio dormido, como si acabara de salir de un coma.
—¿Qué demonios te pasa a ti? —me preguntó en tono sarcástico, mientras bostezaba y se frotaba los ojos.
—Nada —respondí entre dientes, cruzándome de brazos—. Absolutamente nada.
Donovan me miró de arriba abajo, con esa expresión de quien sabe más de lo que aparenta. Soltó un suspiro pesado, apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho, su mirada cargada de juicio.
—Eres un maldito idiota, ¿lo sabías? —dijo, sin rodeos, mientras me analizaba como si fuera el protagonista de una tragedia que él ya había visto antes.
—¿Perdón? —respondí, arqueando una ceja.
—Sabes que si sigues acercándote a ella, todo va a terminar mal. Muy mal —continuó, su voz cargada de una calma que solo me irritaba más—. No tienes que ser un genio para verlo. Te conozco, Damon. Esto no va a acabar bien para ninguno de los dos.
Abrí la boca para responderle, pero cerré los labios de nuevo, incapaz de encontrar las palabras correctas. ¿Qué demonios sabía él de lo que yo sentía o no sentía? La realidad me golpeó de inmediato. Tal vez sabía demasiado. Donovan siempre había sido mejor que yo para leer a la gente, para ver más allá de lo obvio. Y en ese momento, lo odiaba por eso.
—No tienes idea de lo que estás diciendo, Novan —intenté zafarme del tema, con un tono más severo de lo necesario.
Pero Donovan no se movió, ni retrocedió. Me sostuvo la mirada con ese aire de quien tiene razón, pero no va a presionar más de la cuenta.
—Tú sigue haciéndote el duro, hermano, pero no me digas que no te lo advertí cuando todo explote en tu cara —dijo, con una sonrisa cargada de cinismo.
Para evitar seguir escuchando sus palabras y cayendo en su trampa de lógica, decidí cambiar de tema. Lo necesitaba. No podía lidiar con esto ahora, no después de lo que acababa de pasar con Nyssa.
—¿Sabes dónde están nuestros padres? —pregunté de repente, tratando de desviar la conversación lo más lejos posible de donde estábamos.
Donovan me miró, claramente consciente de mi táctica, pero decidió seguirme el juego.
—Fueron a la manada de los Wolfsson —respondió, encogiéndose de hombros como si fuera la cosa más obvia del mundo.
—¿Y para qué demonios fueron allá? —pregunté, frunciendo el ceño. La manada Wolfsson no era exactamente un lugar donde nuestros padres fueran a pasar el rato.
—Encontraron más cadáveres —explicó, su tono más serio de lo que había sido hasta ahora—. Parece que algo grande está pasando y no es solo un caso aislado. Lo de los cuerpos... está empeorando.
Mis pensamientos, que habían estado centrados en Nyssa hasta ese momento, dieron un giro brusco. Cadáveres. Lo de la manada Wolfsson no podía ser algo menor. Y si nuestros padres estaban involucrados, probablemente las cosas estaban a punto de complicarse aún más.
🐺
¡Hola a todos/as!
Les traigo el capítulo 17, parte 4/4. Espero que lo disfruten. Seguiré actualizando pronto si todo va bien.
✨ ¿Qué les pareció el capítulo?
💛 Capítulo dedicado a unx de mis hermosxs lectorxs: ferxxhiss
—Estoy sin palabras, así que no diré mucho.
—Para las personas que están en el libro desde el momento uno, que vieron cierto video que subí hace como cinco meses en ig, quiero decirle que la espera valió la pena, esa escena sucederá en el siguiente capítulo, besooss 💋🙌
¡Hasta la próxima! Cuídense.
—Erika M.
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