Capítulo 17. [Parte 3/4]💫
🐺
Maratón 3/4
—¿Eh? —respondí, algo confundida.
—Casi veinte minutos. Bueno, no exageraré... quince, diez —dijo, con una sonrisa maliciosa, mientras contaba cada segundo que la había hecho esperar. —Son los minutos que duraste en "el baño".
—Ah... si, claro. —Acepté nerviosa.
—Entonces, ¿seguimos? —preguntó, refiriéndose a los juegos y la pijamada.
—Está bien, vamos.
La noche continuó llena de emoción, gracias a que Danna era increíblemente divertida. Aunque apenas cruzara palabras con Karinna, Danna era suficiente para llenar el vacío de conversación entre nosotras.
Cantamos canciones, nos maquillamos como payasas, comimos comida chatarra y disfrutamos cada episodio de alguna serie de terror o fantasía que Danna había sugerido.
Aunque mi mente, de vez en cuando, vagaba hacia el recuerdo del cuerpo de Damon recién salido de la ducha, mi obsesión por descubrir la verdad sobre el vampiro de hace tres días, su amenaza y aquella sombra que había visto en el bosque, logré mantener una sonrisa y no dar señales de sospecha.
Ahora, Danna dormía plácidamente en el piso, rodeada de una cantidad ridícula de almohadas. Al parecer, no podía dormir sin ellas. Karinna estaba esparcida sobre la cama, con los brazos y piernas extendidos, mientras su cabello oscuro cubría su rostro, creando una imagen digna de una película de terror. Yo, por mi parte, intentaba conciliar el sueño en el sofá, pero había comido demasiado chocolate y eso me mantenía inquieta.
No fue hasta que escuché un click proveniente de la puerta de la habitación de Danna que abrí los ojos. Me di cuenta de que había sido Karinna, quien intentaba salir, aunque no sabía a dónde iba.
Llevaba puesta una camiseta blanca que le llegaba hasta los muslos, con un letrero que decía "Todas amamos a Danna" y un enorme oso al lado de las letras. En realidad, todas llevábamos la misma camiseta. Danna sugirió la idea de que fuéramos vestidas iguales. La única incomodidad era que no llevábamos shorts debajo, solo las bragas, con la gran camiseta cubriendo nuestros cuerpos.
Esperé unos minutos, hasta que escuché cómo Karinna se alejaba de la puerta y sus pasos se desvanecían en el pasillo. La curiosidad me venció. Eran las tres o cuatro de la madrugada, hacía bastante frío, y no tenía idea de qué hacía ella allá fuera a esa hora.
Me levanté del sofá con sigilo y salí de la habitación. Sabía que debía respetar la privacidad de Karinna, pero la curiosidad no me dejaba en paz.
Caminé por el largo pasillo hasta dar la vuelta, donde el balcón ofrecía una vista hacia el extraño bosque. Allí, observé a Karinna. Su hermoso cabello negro se agitaba con la brisa, mientras se aferraba a la barandilla. No entendía cómo no podía sentir frío, considerando que apenas llevaba dos prendas, y la camiseta no era suficiente para cubrirla del todo.
Me acerqué al ventanal con la mirada perdida en el horizonte. El aire fresco de la noche hacía que las cortinas se movieran ligeramente, y aunque no quería incomodarla, sabía que tenía que intentarlo. No podía seguir ignorando lo que había pasado entre nosotras, así que di un paso más hacia ella.
—Karinna... —murmuré, intentando captar su atención.
Ella volteó apenas para mirarme de reojo, su expresión se endureció en cuanto nuestros ojos se cruzaron. Sin decir una palabra, hizo un movimiento para irse, como si simplemente no pudiera soportar estar cerca de mí.
—Espera —le pedí, extendiendo la mano para detenerla.
Se quedó quieta por un segundo, luego suspiró, resignada. Claramente no quería hablar conmigo, pero algo la detuvo.
—¿Qué quieres, Nyssa? —dijo al final, con una frialdad que me heló por dentro.
Respiré hondo, tratando de no dejar que su tono me afectara.
—Quiero arreglar las cosas... No puedo soportar que sigamos así, ignorándonos —empecé, buscando sus ojos, aunque ella no parecía dispuesta a darme siquiera esa oportunidad.
—¿Arreglar?—repitió, soltando una risa amarga. —¿Y qué piensas arreglar? No puedes cambiar lo que pasó. No puedes devolverme a mi papá.
Su tono cortante me atravesó como una daga, pero intenté mantenerme firme.
—Karinna, yo sé que lo que pasó fue terrible, pero... no puedo cargar con esa culpa. No fui yo, no tuve nada que ver con lo que hizo mi tío —dije, mi voz temblando ligeramente al recordar los eventos de ese día.
Karinna giró sobre sus talones, enfrentándome de lleno. Sus ojos se llenaron de rabia, aunque también había algo más detrás de su mirada. Dolor.
—¿No lo entiendes, verdad? —su voz se rompió un poco. —Todo lo que pasó es tu culpa, Nyssa. Aunque no lo quieras aceptar. ¿Sabes cuánto daño hizo todo esto? ¡Tu tío asesinó a mi papá, su mejor amigo, como si nada! ¿Y tú qué hiciste? Nada. Solo fuiste una espectadora.
Mi corazón latía con fuerza, las palabras de Karinna clavándose en lo más profundo de mí. Quería decir algo, defenderme, pero me sentía atrapada. No podía encontrar las palabras adecuadas. Entonces ella soltó algo que me hizo tambalear.
—No sabes cuánto me alegro de que tu tío Xareth esté en la cárcel —dijo, su voz temblando de rabia. —Ojalá se pudra ahí, en ese maldito agujero, por lo que hizo. Se merece cada segundo de sufrimiento. Porque a mí me lo quitó todo... —su voz se quebró, y vi cómo sus ojos empezaban a aguarse.
Mi estómago se retorció. Ver a Karinna así, destrozada y llena de odio, me hacía sentir impotente.
—Karinna, yo... —intenté decir algo, pero mis palabras se quedaron atoradas en mi garganta.
Ella no me dejó continuar, sus manos temblaban mientras se cruzaban frente a su pecho.
—No tienes idea del dolor que ha sido todo esto —dijo, su voz cada vez más rota. —Cada día pienso en mi papá, en cómo tu familia destruyó la mía, y tú ni siquiera puedes imaginarlo.
Verla así, con los ojos llenos de lágrimas, fue como un golpe en el pecho. Mi culpa y dolor se mezclaban, pero al mismo tiempo, una parte de mí no podía aceptar cargar con todo eso.
Karinna se pasó una mano por el rostro, limpiando las lágrimas que amenazaban con caer, pero no pudo contenerse más. Me miró con una furia tan intensa que me hizo dar un paso atrás.
—Si hubieras llamado a la policía a tiempo... —su voz se quebraba, pero la rabia la hacía seguir hablando —tal vez, solo tal vez, mi papá estaría vivo ahora. ¡Pero no lo está, Nyssa! Porque fuiste una cobarde, porque no quisiste testificar ni llamar a la policía cuando debiste hacerlo. ¡Tú podrías haberlo salvado!
Sentí como si el suelo se abriera bajo mis pies. Su acusación me golpeó de lleno, haciéndome temblar. Mis manos se aferraron al balcón, y las palabras luchaban por salir de mi boca.
—Karinna... —dije, con la voz entrecortada —yo... yo estaba amenazada. No podía hacer nada. Xareth me tenía bajo control, me amenazó a mí, con mi familia... Si hubiera hecho algo, tal vez no solo hubiera sido tu padre... sino yo también.
Pero ella no parecía escucharme. Se cruzó de brazos, dando un paso más hacia mí, acorralándome contra la barandilla.
—¿Amenazada? —soltó, casi con desdén. —¿Eso es lo mejor que tienes? ¿Una excusa para justificar que no hiciste nada?
Su mirada era como un fuego abrasador, y cada palabra suya me hacía sentir más pequeña. Traté de mantenerme firme, pero mis piernas flaqueaban.
—No es una excusa —insistí, mi voz temblando, pero sincera. —No podía hacer nada, Karinna, no sabes lo que fue estar en medio de eso. Él me vigilaba, no podía ni respirar sin que él lo supiera. Si hubiera llamado a la policía, me habrían encontrado. No había forma de escapar de eso. Lo siento tanto, pero... no era tan simple.
Karinna apretó los puños, su rabia mezclándose con el dolor.
—No me vengas con eso. No me importa lo que te haya dicho. Lo que importa es que tu inacción le costó la vida a mi padre. Y tú...—su voz se quebró, su mirada llena de dolor —tú solo lo miraste morir sin hacer nada.
La culpa me aplastaba, como si un peso enorme cayera sobre mis hombros, pero aún así, sabía que no era tan blanco y negro como Karinna lo veía. Mis labios temblaron, pero no pude pronunciar nada más.
Karinna me miraba con una mezcla de furia y dolor que me rompía por dentro. No podía sostenerle la mirada, pero tampoco podía apartarla. Cada palabra suya era una puñalada.
—A pesar de que te conté la verdad —su voz temblaba de rabia contenida—, te dije lo que pasaría, te advertí sobre el futuro. Y ¿qué hiciste? Nada. Solo fuiste una maldita espectadora, Nyssa. Nunca me creíste. Y, a pesar de todo, estás incluso más podrida que yo.
Sentí que me faltaba el aire. Sabía a lo que se refería. Sabía lo que le había costado confiar en mí.
—Sabes lo que me costó revelarte aquello, ¿verdad? —sus ojos me atravesaban como dagas.
Asentí lentamente, incapaz de pronunciar palabra, porque claro que lo sabía. Claro que lo sabía.
—Me costó la vida de mi madre —dijo con voz rota, pero endurecida por el odio—. No tengo a nadie, Nyssa. ¿Lo entiendes? ¡A nadie! Porque tú decidiste ser una cobarde.
Las palabras me golpeaban con tanta fuerza que sentía que me estaba quedando sin aire. Intenté abrir la boca para decir algo, para disculparme de nuevo, pero ella no me dejó.
—Así que no me vengas con esa excusa de la amenaza, ni con que quieres hacer las paces. Porque cuando te conté sobre mis visiones, sabías perfectamente lo que iba a pasar y no hiciste nada. Podías ir en contra del destino. ¡Podías haber cambiado todo! Y, aun así, no lo hiciste.
Me sentí como si me hubiera golpeado una ola de desesperación. Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, pero me las tragué, sin permitirme llorar.
—Karinna—intenté balbucear, la voz ahogada en mi garganta—, no sabes cuánto lo siento. Yo... yo no sabía cómo enfrentarlo. Tenía tanto miedo.
—¡Miedo! —exclamó con amargura, dándome la espalda, como si ni siquiera pudiera soportar mirarme más. —Yo también tenía miedo, Nyssa. Y aun así, hice lo que pude. Pero tú no... tú solo te quedaste ahí, viendo cómo todo se derrumbaba.
Y allí estaba, el peso de su verdad, aplastándome.
Karinna seguía con la mirada perdida en el horizonte, sus hombros tensos, como si el odio que cargaba fuera demasiado para sostener. No se giraba hacia mí, pero sentía cada palabra como si fuera una bala.
—No me vengas con que lo sientes —continuó, su voz cada vez más baja, pero con la misma amargura clavada en cada palabra—. ¿Qué crees que va a cambiar? Mi papá no va a volver. Mi mamá tampoco. Y todo porque confíe en ti. Porque te di la oportunidad de cambiarlo todo, pero no hiciste nada.
Quise tocarle el hombro, acercarme, pero sabía que si lo hacía, ella me rechazaría. Y la verdad era que no sabía si podía soportar su rechazo. Sentía el frío del balcón en mi piel, y mis manos temblaban al aferrarse a la barandilla. No sabía cómo reaccionar, no sabía qué más podía decir. Todo lo que intentara parecería vacío, inútil.
—No te estoy pidiendo que me perdones, Karinna —murmuré, mis palabras rompiéndose en mi garganta—. Solo quiero que sepas que yo nunca quise... que yo... que todo esto me duele más de lo que puedas imaginar.
Ella soltó una risa amarga, sacudiendo la cabeza.
—¿Te duele? —giró finalmente para mirarme, sus ojos llenos de desprecio y rabia contenida—. Tú no tienes ni idea de lo que es el dolor, Nyssa. No tienes la menor idea. Perdiste a tu tío, ¡pero lo merecía! Yo perdí a toda mi familia. Tú aún tienes a la tuya, aunque no lo aprecies. Así que no me vengas a hablar de dolor.
El nudo en mi garganta creció hasta el punto de asfixiarme. Sabía que, en el fondo, ella tenía razón. Aún tenía a mi padre, aún tenía a alguien. Pero las circunstancias no eran tan simples. Xareth era una sombra que había consumido mi vida, una amenaza constante, incluso después de que lo metieran en prisión.
—Yo... yo lo intenté —dije, casi en un susurro—. Hice lo que pude, Karinna. Pero estaba atrapada. Estaba rota.
—No estabas rota —interrumpió con frialdad—. Solo tenías miedo de luchar, de tomar una decisión. Te quedaste paralizada, Nyssa. Y mientras tú te quedabas ahí, esperando a que todo se resolviera solo, yo lo perdí todo.
Sentí que las lágrimas finalmente escapaban de mis ojos. Bajé la mirada, mis manos temblaban mientras trataba de contener todo lo que se rompía dentro de mí.
—Nunca quise lastimarte —logré decir, aunque las palabras me sonaron vacías incluso a mí misma.
—Y, sin embargo, lo hiciste —respondió, su voz más suave pero igual de letal—. Ahora solo tienes que vivir con eso. Yo ya lo hago.
Hubo un silencio tan profundo entre nosotras que podía escuchar mi propio corazón latiendo dolorosamente en mis oídos. No sabía qué más decir, ni qué hacer para arreglarlo. Tal vez no había nada que pudiera hacer.
La afonía entre nosotras se volvió espesa, incómoda, pero llena de todo lo que no podíamos decir. Me quedé mirando a Karinna, su espalda tensa, sus manos aferradas a la barandilla del balcón como si en cualquier momento fueran a romperse. Sentía mi propio peso caer sobre mí, aplastándome, haciendo que respirar se sintiera como un esfuerzo monumental.
Me atreví a dar un paso más cerca de ella, aunque no sabía si era lo correcto. Apenas podía encontrar las palabras para romper esa barrera de resentimiento que había construido entre nosotras.
—Karinna...—susurré, casi como si estuviera pidiendo permiso para seguir—. Si pudiera retroceder, cambiar todo lo que pasó, lo haría. Lo sabes, ¿verdad?
Ella no respondió al instante. Sus hombros cayeron ligeramente, como si el peso de la rabia y el dolor la estuviera desgastando. Cerró los ojos por un momento, y cuando volvió a hablar, su voz ya no era tan afilada, aunque aún cargaba la amargura que la consumía.
—¿Crees que es tan fácil para mí? —dijo, más suave, pero con el mismo veneno acumulado—. ¿Crees que puedo olvidar todo lo que perdí, solo porque ahora te arrepientes?
—No —respondí, mi voz temblando—. No espero que lo olvides. Solo... quiero que me dejes demostrarte que me importa. Que aún puedo estar aquí para ti, aunque sé que te fallé.
Ella exhaló largo, casi como si estuviera dejando ir una parte de la tensión que cargaba en sus hombros. El aire frío del balcón nos envolvía, y aunque sentía cada vez más el escalofrío en mi piel, no era nada comparado con la distancia entre nosotras.
—Te di mi confianza —dijo después de un rato, su tono cambiando ligeramente, más vulnerable, aunque aún resguardado tras una capa de dureza—. Y cuando más te necesitaba, me dejaste sola. ¿Sabes lo difícil que fue para mí decirte lo de mis visiones? Todo lo que arriesgué...
Asentí, sintiendo el peso de su dolor, ese que había llevado sola por tanto tiempo. No había nada que pudiera decir para borrar lo que había pasado, pero quería que ella supiera que aún me importaba. Que no la había dejado ir completamente, aunque ella tal vez sí lo había hecho conmigo.
—Sé que no puedo arreglar lo que pasó —admití, con la garganta apretada—. Pero nunca fue mi intención quedarme de brazos cruzados. Lo único que hice fue protegerte... o al menos, eso pensaba.
—Protegerme... —repitió, con una leve risa amarga—. No puedes proteger a alguien si te paralizas por miedo, Nyssa. Lo que necesitaba de ti era acción, no excusas.
Me mordí el labio, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con volver a brotar. Pero esta vez, algo en su voz había cambiado. Ya no era solo odio lo que cargaba, sino algo más... una fatiga emocional que la estaba consumiendo.
—No sé si puedo perdonarte todavía —dijo, su mirada fija en el horizonte—. Pero... estoy cansada de pelear contigo. Estoy cansada de sentir todo esto.
Ese pequeño rayo de esperanza hizo que mi corazón se apretara. No era un perdón completo, pero era un paso. Y tal vez, solo tal vez, podríamos encontrar una manera de seguir adelante.
—Yo también estoy cansada —respondí suavemente—. Cansada de perder personas importantes. Cansada de no poder cambiar las cosas. Pero si hay alguna forma de arreglarlo, aunque sea un poco... quiero intentarlo contigo.
Karinna finalmente me miró, su rostro suavizado por el cansancio y la tristeza. No era la mirada fría de antes, aunque tampoco era completamente cálida. Había algo ahí, una pequeña grieta en la coraza que había construido a mi alrededor. Soltó un largo suspiro, soltando un poco de la tensión que parecía haber estado conteniendo.
—No sé si alguna vez seremos como antes —dijo—. Pero... no quiero seguir cargando esto sola.
Un pequeño alivio recorrió mi cuerpo al escuchar esas palabras. Asentí, intentando no parecer demasiado esperanzada, porque sabía que aún nos quedaba un largo camino.
—No tienes que hacerlo sola—le prometí, mi voz un poco más firme—. Estoy aquí, aunque no lo parezca. Estoy aquí.
Karinna me miró por unos segundos más, sus ojos cansados, llenos de emociones que parecían estar luchando entre sí. Luego asintió lentamente, como si esa pequeña señal fuera todo lo que podía darme en ese momento. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la habitación.
La observé mientras se alejaba, su silueta difuminándose en la luz tenue que entraba desde el exterior de la casa. Mi corazón se hundió un poco al verla marcharse, sabiendo que esa conversación, por más difícil que hubiera sido, no lo había arreglado todo. Pero al menos, había una pequeña grieta en ese muro que había levantado entre nosotras. Algo en lo profundo de mi ser me decía que tal vez, con el tiempo, podríamos llegar a algo mejor. No lo sabía con certeza, pero quería aferrarme a esa esperanza.
Quizás, en otra vida, habríamos sido más que amigas. Habríamos sido hermanas, reído juntas, compartido secretos, sueños, y esperanzas. Pero en esta... en esta sólo somos las sombras de lo que pudo ser, cargando el peso de lo que no supimos evitar. Y lo peor es que, aunque lo intenté, nunca seré suficiente para curar las heridas que te dejé. Nunca podré borrar el dolor que, sin quererlo, te causé.
Porque, al final, no importa cuánto lo piense... aún no es tarde para nosotras. Mientras sigamos respirando, mientras sigamos aquí, sé que existe una posibilidad, por pequeña que sea, de arreglar lo que se rompió. Aunque no lo hayamos dicho antes, aunque el silencio haya pesado tanto... siempre habrá algo por lo que luchar.
Después de que ella se fue, me dejé caer al suelo frío, sin fuerzas para mantenerme en pie. Las lágrimas comenzaron a brotar, incontrolables, y las palabras que nunca pude decirle se escaparon entre sollozos.
Lo siento, Karinna... lo siento tanto, por no haber sido suficiente.
Mi voz se quebraba, igual que mi corazón. Porque aunque tenía trece años cuando todo sucedió, aunque no entendía el peso de mis decisiones, sé que fallé. Fallé cuando más necesitabas a alguien a tu lado, cuando me suplicabas que confesara. Y ahora, por más que quiera gritar que lo siento, que daría cualquier cosa por retroceder el tiempo... no hay vuelta atrás.
🐺
¡Hola a todos/as!
Les traigo el capítulo 17, parte 3/4. Espero que lo disfruten. Seguiré actualizando pronto si todo va bien.
✨ ¿Qué les pareció el capítulo?
💙 Capítulo dedicado a unx de mis hermosxs lectorxs: SherlynVLorenzo
—Daddy Damon narra en el próximo capitulo, babyss 🔥
—Desahóguense aquí. En fin, no odien a Karinna, entiendan su dolor.
¡Hasta la próxima! Cuídense.
—Erika M.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro