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Capítulo 16 💫

🐺

El hombre permaneció en silencio unos segundos, sus ojos fijos en Danna, evaluándola como si fuera un simple desafío más. Finalmente, entrecerró los ojos y, con una voz grave y amenazadora, repitió:

¿Perché dovrei farlo?

La amenaza en su tono me heló la sangre. Era como si cada palabra viniera cargada de una fuerza oscura, algo que no podía controlar. Sentí el cuerpo tensarse automáticamente, mientras el ambiente se volvía más denso. Apenas podía respirar bien.

Danna no se inmutó. Su mandíbula estaba apretada, pero mantenía la calma con una determinación envidiable.

—No tienes ninguna razón —respondió ella, firme, aunque pude notar el filo en su voz—. Pero tampoco tienes derecho a hacer lo que estás intentando.

El hombre sonrió, una mueca torcida y perturbadora que me revolvió el estómago. Antes de que pudiera procesarlo, su mano se movió con una velocidad inhumana, atrapando el cuello de Danna con una fuerza brutal. Mi corazón se detuvo al verla alzada unos centímetros del suelo. Sus piernas luchaban por mantenerse erguidas, mientras trataba de zafarse.

—¡No! —exclamé, incapaz de moverme.

Pero Danna no parecía ser de las que se dejaban vencer tan fácilmente. Con toda la fuerza que le quedaba, lanzó un golpe directo a la mandíbula del tipo. El impacto resonó, y él retrocedió, soltándola de inmediato. Sangre comenzó a brotar de su labio, y él se tocó la herida, mirándola con una extraña mezcla de diversión y sorpresa.

—Pequeña chiquilla —gruñó con su acento marcado—. Golpeas bien... mi piace.

(Me gusta)

Ese tono perturbador me hizo estremecerme. Parecía que disfrutaba del dolor. Pero lo que me dejó sin aliento fue cuando sacó una navaja brillante de su chaqueta. El metal reflejaba la poca luz del bosque, y el peligro era evidente en cada movimiento que hacía. Sus ojos se clavaron en mí, como si fuera su siguiente objetivo. Todo mi cuerpo se tensó, incapaz de reaccionar de inmediato.

—No... —murmuré, retrocediendo instintivamente.

Con una rapidez que apenas pude seguir, se lanzó hacia mí con la navaja en alto. Sentí el corazón detenerse, pero antes de que pudiera reaccionar, Danna se lanzó contra él, apartando la navaja justo a tiempo. Los dos cayeron al suelo, envueltos en una feroz pelea.

Quedé paralizada por un segundo, observando la escena frente a mí. Las enseñanzas de mi padre resonaron en mi mente. Sus clases de defensa, los movimientos cuerpo a cuerpo... Me había insistido en que, algún día, podrían salvarme la vida. Nunca pensé que realmente necesitaría usarlas.

Danna estaba luchando con todo lo que tenía, pero el tipo era rápido, mucho más fuerte de lo que parecía. Se reía mientras esquivaba los golpes, disfrutando de cada segundo.

—¡Danna! —grité, sintiendo el miedo carcomerme por dentro.

Finalmente, reaccioné. Corrí hacia ellos, intentando recordar las técnicas de mi padre, pero cuando me acerqué, el hombre giró con una agilidad impresionante. Con un movimiento preciso, la navaja trazó un arco en el aire y terminó clavándose en el brazo de Danna. El corte fue profundo, y vi la sangre brotar de inmediato.

—¡No! —grité, el horror llenando mis sentidos.

Danna apenas hizo una mueca de dolor, pero yo sabía que la herida era grave. Me sentí atrapada entre el pánico y la adrenalina, pero no podía quedarme quieta. Tenía que hacer algo, antes de que fuera demasiado tarde.

Antes de que pudiera reaccionar, vi cómo Danna caía al suelo, su cuerpo golpeando el piso con un sonido sordo que hizo eco en mi mente. Sentí una descarga de pánico que paralizó mis músculos por un instante, pero entonces un dolor agudo y frío me arrancó de mi aturdimiento.

Él me había agarrado del cabello, tirándome hacia él con una fuerza brutal. El aire me abandonó en un jadeo de dolor, mientras sentía cómo cada hebra de mi cabello se estiraba al límite.

—Vas a pagar por lo que tu ascendiente le hizo a mi clan —gruñó, su voz impregnada de odio, pero cargada de algo mucho más oscuro, algo ancestral—. ¿Dónde demonios está Maritza? ¡Entrégamela! Ella debe pagar...

El nombre resonó en mi mente como un trueno distante, envolviéndome en un terror inexplicable. Lo había dicho con tal veneno, que el miedo se ancló en mi pecho.

—¿Maritza? —repetí con voz quebrada, intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿Cómo conocía ese nombre?

El hombre apretó más, acercándome a su rostro. Sus ojos grises empezaron a brillar con un color rojo profundo, como si una llama hubiera sido encendida en su interior. Mis pulmones se contrajeron de terror cuando vi cómo de sus dientes sobresalían colmillos afilados, puntiagudos, como los de un depredador.

—No... no puede ser... —murmuré, mis palabras apenas un susurro de horror.

Pero antes de que pudiera siquiera pensar en cómo salir de ahí, Danna se levantó, con una fuerza que solo podía venir de la desesperación. Con un rugido lleno de determinación, se lanzó nuevamente contra él, dándole una patada en la pierna que lo hizo tambalearse, soltando mi cabello por el impacto.

Aproveché la distracción, a pesar del dolor que seguía ardiendo en mi mano herida. Me moví rápido, mis dedos encontraron el mango de la navaja que él había soltado antes. La levanté, sintiendo el frío del metal contra mi piel, y me llené de una resolución que no sabía que tenía. El miedo me empujaba, pero el dolor y la rabia me hicieron actuar.

Danna logró hacer que el tipo retrocediera un par de pasos, y yo, con la navaja temblando en mi mano, la apunté directamente a su rostro.

—¿De qué diablos estás hablando? —pregunté, mi voz temblorosa pero firme—. ¿Quién demonios eres? ¿Qué clase de... criatura eres?

Él me miró con una sonrisa torcida, sus ojos todavía brillando con ese rojo infernal.

—Dame a Maritza —repitió, su tono bajo y grave—. Maritza Dagger.

El mundo pareció detenerse. El frío me recorrió el cuerpo al volver a escuchar ese nombre. ¿Maritza Dagger? ¿Cómo era posible que este ser supiera sobre ella? ¿Por qué la buscaba a través de mí?

—No... —susurré, sintiendo cómo el terror me inundaba, mezclándose con una sensación que no podía identificar. Pero antes de que pudiera darle forma a mis pensamientos, el tipo empezó a acercarse de nuevo, con pasos lentos y aterradores.

Cada músculo de mi cuerpo me gritaba que huyera, pero mis pies parecían anclados al suelo.

Danna, con los ojos brillando de un azul intenso bajo la luz de la luna, lo miró con una sonrisa peligrosa. Esa luz... algo en esa luz en sus ojos me hacía pensar que algo mucho más profundo estaba ocurriendo.

—No te conviene seguir luchando conmigo —dijo ella, su voz baja y mortal—. ¿No has visto la luna hoy? Está bastante hermosa, ¿no crees?

El hombre se detuvo, y por un segundo pensé que tal vez había logrado detenerlo.

—Entrégame a Maritza —repitió él, su tono cambiando a uno más calculador—, y las dejaré en paz.

Las palabras detonaron algo en mi interior, algo que no podía controlar más. El miedo, la frustración y la incertidumbre me golpearon de lleno, desbordándose como una presa rota.

—¡Maritza está muerta! —grité, sintiendo las lágrimas arder en mis ojos. No sabía por qué, pero decirlo en voz alta lo hacía más real, más doloroso.

La bestia me miró sin comprender. Un destello de confusión cruzó su mirada mientras sus colmillos relucían bajo la luz pálida.

Danna no se movía, pero la intensidad en sus ojos era más fuerte que nunca. Algo más estaba sucediendo. Algo que no entendía, pero que me helaba la sangre.

—¿Muerta? —el hombre repitió la palabra, sus ojos rojos destellando incredulidad, como si la simple idea le resultara imposible—. Eso no es posible.

El mundo parecía detenerse, pero el caos que bullía en mi interior no me dejaba en paz. Mi respiración era entrecortada, como si el peso de su mirada fuera suficiente para aplastarme.

—Ya la escuchaste, sanguijuela —Danna intervino, su tono gélido y cortante—, está... muerta.

El vampiro la miró con ojos que se estrecharon, como si tratara de perforar su alma con la mirada. La tensión crecía como una tormenta a punto de desatarse. Su rostro hermoso, pero ahora tan peligroso, no ocultaba la furia contenida bajo su piel pálida.

—¿Qué eres tú? —mi voz salió apenas como un susurro, pero la pregunta colgaba en el aire, teñida de terror—. ¿Qué tipo de criatura eres?

Mis palabras sonaron como un eco lejano, y no había forma de que realmente pudiera comprender la magnitud de lo que estaba viendo. Colmillos, ojos rojos, fuerza sobrehumana... todo eso no era posible. No en el mundo que yo conocía. No en el mundo de los humanos.

«Vamos, princesa... estás alucinando. Ellos no existen. Tómate la pastilla», resonó la voz de mi padre en mi mente, como la sombra de un recuerdo olvidado.

«Pero yo los vi, papá. Ellos existen. No puedes mentirme».

«No existen, Nyssa».

«No puedes seguir tapando la verdad...», quise gritarle, pero mi voz no salía. Me aferré a ese recuerdo, a esas figuras oscuras que se movían en las sombras. No era una fantasía. No era un delirio. Algo dentro de mí lo sabía, lo había sabido siempre.

Pero ahí estaba de nuevo la voz de mi padre, calmada, autoritaria, invadiendo mi mente como si todavía pudiera controlarla: «Es tu imaginación, Nyssa. Un mal sueño. Nada más».

La criatura me lanzó una sonrisa torcida, sus colmillos asomándose bajo sus labios mientras la luz de la luna le daba un aspecto aún más demoníaco.

—Es un vampiro, Nyssa —la voz de Danna, firme y llena de certeza, me golpeó como un balde de agua fría—, eso es.

Me negué a aceptar lo que escuchaba. Mi corazón martilleaba en mi pecho, como si intentara escapar de la prisión en la que me encontraba, y mi mente se resistía a la verdad.

—No es verdad —logré decir, aunque mi voz estaba teñida de incredulidad y desesperación—, no puede ser posible. Ellos no existen... ¡No pueden existir!

—Si los humanos existen, ellos también existen, Nyssa —respondió Danna, con una calma inexplicable, como si todo este horror fuera algo con lo que estaba familiarizada—. Al igual que otros tipos de criaturas.

Su respuesta fue un golpe directo a mi realidad. Sentí como si el suelo bajo mis pies estuviera a punto de desaparecer, cayendo en un abismo que no podía comprender. Vampiros, otras criaturas... Mi mente estaba luchando por encontrar algo lógico, pero todo lo que sentía era que el mundo conocido ya no existía.

Aunque si yo existía, ellos podían existir. Había lógica en ello. Si yo, con todo lo que era, podía caminar entre los humanos como si fuera una más, entonces ¿por qué no podrían existir ellos también?

Era como si todo aquello que me negaron siempre hubiera estado frente a mí, esperando que abriera los ojos.

El vampiro dio un paso hacia mí, su sonrisa desapareciendo mientras la intensidad en sus ojos rojos se acrecentaba. Parecía más depredador que nunca, y el aire a nuestro alrededor se volvió denso, cargado de electricidad oscura, como si la misma noche hubiera tomado un aliento maligno.

—¿Muerta, dices? —su voz se había vuelto baja, como una advertencia peligrosa—. Maritza Dagger no puede estar muerta.

Escuchar nuevamente ese nombre me paralizó. ¿Qué tenía él que ver con mi madre? ¿Por qué estaba tan obsesionado con ella? Y sobre todo, ¿por qué yo estaba en medio de esta locura?

—Está muerta —reafirmó Danna con una frialdad que me sorprendió—. Si has venido a buscarla, perdiste el tiempo.

El vampiro se lanzó hacia mí con una rapidez aterradora. Apenas pude moverme cuando lo tuve frente a mí, tan cerca que podía sentir su aliento frío. Su mano helada se cerró alrededor de mi garganta, no con fuerza suficiente para sofocarme, pero sí para dejar claro que podía hacerlo en cualquier momento. Su mirada se hundió en la mía, buscando algo en mis ojos, tal vez una verdad que yo misma no conocía.

—Mientes —susurró, y su voz era un rugido contenido, la furia latente a punto de desbordarse—. Maritza no puede estar muerta. Yo lo sabría.

—¡Suéltala! —gritó Danna, lanzándose hacia él. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, el vampiro la empujó con una mano, haciéndola caer.

Estaba atrapada, mi cuerpo rígido de terror, mientras su mano seguía aferrada a mi garganta. Entonces, algo en sus ojos cambió. Ya no era solo furia o desesperación lo que veía. Había algo más... algo profundo, antiguo y oscuro. Su voz resonó en un tono bajo y amenazador.

—Tienen dos semanas y media para encontrarme o decirme el paradero de Maritza Dagger —ordenó. Una orden que, por supuesto, no íbamos a cumplir, ya que mi madre estaba muerta.

El silencio que siguió fue insoportable. El vampiro me soltó, retrocediendo un paso, con sus ojos llenos de una amenaza presente.

Tampoco podía evitar sentir esta conexión con él; era inevitable, como una fuerza magnética que une a dos personas.

¿Por qué sentía este tipo de conexión con ese hombre?

—No es una amenaza, sino más bien... ¿cómo lo explico? —se preguntó a sí mismo, rascándose la barbilla. Una expresión tan mundana que, obviamente, él no poseía. Nada en él era normal—. ¿Una advertencia? Sí, eso.

Y, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció. El espacio a su alrededor quedó tan vacío como si nunca hubiera existido, como si todo hubiese sido una alucinación. Solo el latido desenfrenado de mi corazón quedaba como prueba de que aquello, sin duda, había sido real.

El aire me quemaba los pulmones mientras me arrastraba hacia donde Danna estaba en el suelo. Mis manos temblaban, no sabía si por el frío o por el miedo que aún recorría mi cuerpo. Al verla, medio inconsciente, me tiré a su lado, mis dedos se aferraron a su hombro.

—Danna... —le susurré, apenas podía hablar del nudo en mi garganta—. Por favor, dime que estás bien.

Ella soltó un leve gemido, y cuando abrió los ojos, me miró con una pequeña sonrisa rota. Estaba agotada, pero viva.

—Estoy bien... —murmuró, con la voz ronca—. Ya pasó, Nyssa. Tranquila. Respira.

¿Respirar? ¿En serio? Después de ver colmillos, ojos que brillaban en rojo y todo ese maldito caos... ¿cómo podía siquiera pensar en respirar? Todo parecía surrealista.

—¿Respirar? —me salió en un susurro lleno de incredulidad—. ¿Cómo quieres que respire después de lo que acabamos de ver? ¡Esto no es normal! ¡Nada de esto lo es!

Ella suspiró, tratando de sentarse un poco mejor. Su rostro aún estaba pálido, pero había calma en sus ojos. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo podía estar tan tranquila después de lo que acababa de suceder?

—Lo sé, Nyssa. Sé que nada de esto tiene sentido para ti. Pero te juro que ya pasó —me dijo, poniéndome una mano en el brazo, como si eso fuera a calmarme—. El vampiro se fue, estamos a salvo.

Me eché para atrás, mirándola como si estuviera loca.

—¡Exacto! ¡Un vampiro, Danna! ¿Cómo puedes decir eso tan tranquila? ¡No debería ser posible, nada de esto debería ser real!

Danna me miró fijamente, como si estuviera acostumbrada a lidiar con cosas así. Sus ojos eran los de alguien que sabía mucho más de lo que estaba dispuesta a contarme.

—Nyssa... hay cosas que todavía no entiendes, pero algún día lo harás. Lo importante ahora es que sobrevivimos. Eso es lo único que importa.

Sus palabras eran razonables, pero no me tranquilizaban para nada. ¿Cómo se supone que iba a aceptar todo esto, así de fácil?

Danna se levantó con esfuerzo, sacudiéndose el polvo de la ropa, como si acabáramos de salir de una simple pelea en un bar. Me miró de reojo, con esa misma tranquilidad que parecía hacerme explotar por dentro.

—Vámonos a casa, Nyssa —dijo, su voz cansada pero firme—. Necesito llegar a la mía y dormir un rato.

—¿Y tu brazo? —le señalé, viendo la manga de su vestido blanco rota, con manchas de sangre. No podía ignorar lo que había visto, la herida era profunda—. Vi cómo te cortó, Danna. ¡Tu brazo estaba abierto al rojo vivo!

Ella se miró el brazo con una calma exasperante, como si no fuera nada. Con la mano cubrió la herida, y luego me mostró lo que quedaba: un pequeño corte, apenas un rasguño superficial.

—No fue nada grave —dijo, encogiéndose de hombros—. Solo un rasguño.

La incredulidad me golpeó de lleno. Mi cabeza daba vueltas. Eso no era posible. Lo vi. Vi cómo la navaja le cortaba la carne. ¡Era real! Mis ojos no podían haberse inventado algo así.

—No... no es posible. Yo vi tu brazo. ¿Cómo puedes decir que fue solo un rasguño? —mi voz temblaba—. No me lo imaginé, lo vi. Era de verdad, estaba muy mal. ¿Cómo... cómo...?

Danna me miró, con una expresión que parecía decirme que no entendía nada, pero que tampoco era el momento de darme respuestas.

—Hay cosas que no se pueden explicar fácilmente, Nyssa —respondió, medio sonriendo—. Esto es una de ellas. Lo que viste no es real, solo fue una... ilusión.

Mis piernas se sentían débiles. ¿Qué clase de mundo era este donde las heridas se curaban solas, y los vampiros aparecían de la nada?

El nudo en mi garganta era insoportable. Todo lo que había pasado, todo lo que había visto, simplemente no tenía sentido. Me sentía atrapada en una pesadilla sin salida, y lo peor de todo era que Danna tampoco me quería decir la verdad. Cerré los ojos un segundo, tratando de respirar, pero fue inútil. Las lágrimas empezaron a caer antes de que pudiera controlarlas.

—No entiendo nada... —mi voz se quebró—. ¡Nada de esto tiene sentido, Danna!

Ella me miró, pero no hizo nada, no me abrazó ni me consoló. Solo estaba ahí, como una piedra, impasible. La frustración me ahogaba. Las palabras de mi padre resonaban en mi mente: «Estás alucinando, princesa. Tómate la pastilla». Todo lo que veía, todo lo que sentía... ¿acaso estaba volviéndome loca otra vez?

—Mi papá siempre decía que todo era mi imaginación —solté, mi pecho temblando mientras las lágrimas no paraban—. Me decía que nada de esto era real, que estaba inventando cosas. ¿Y ahora qué? ¿Lo estoy imaginando de nuevo?

Danna seguía ahí, observándome en silencio, pero sin darme las respuestas que tanto necesitaba. Era como si se cerrara a la verdad, como si yo no pudiera entender lo que estaba pasando. La herida que vi en su brazo... ¿también me la había inventado? ¿Estaba perdiendo la cabeza otra vez?

—Danna, por favor... dime la verdad —mi voz era un susurro desesperado, entrecortado por los sollozos—. No me dejes así. No puedo más con esto, no puedo...

Sentía que todo a mi alrededor se desmoronaba. Nada encajaba, y la persona que estaba a mi lado no hacía más que alimentar mis dudas.

Danna me agarró suavemente del brazo, con firmeza, y me dio un leve tirón hacia adelante.

—Vamos a casa —dijo—. Necesitas descansar.

—No... —le respondí entre sollozos, sintiendo cómo me temblaban las piernas—. No me dejes así. Dime la verdad, Danna. ¿Qué fue lo que realmente pasó?

Ella suspiró y bajó la mirada. Me sostuvo la mano sana por un segundo, pero luego apartó su toque.

—No hay ninguna verdad, Nyssa. Solo fue un rasguño. Lo imaginaste todo.

Las palabras me golpearon como un balde de agua fría. ¿Cómo podía ser que lo había imaginado? ¿La sangre, el corte profundo? Todo había sido real... ¿o no?

Miré su brazo, donde el vestido blanco había estado rasgado y manchado de sangre, y ahora solo quedaba una pequeña cicatriz. ¿Cómo podía haberme confundido tanto?

—¿De verdad...? —mi voz se quebró otra vez, llena de duda—. No entiendo...

—Sí, Nyssa, solo un rasguño —repitió ella, asintiendo con esa seguridad que hacía que todo pareciera menos real. Me miraba con los ojos tranquilos, aunque algo en su expresión parecía inquietante, como si me ocultara algo.

Finalmente, sin fuerzas para seguir protestando, asentí y comenzamos a caminar. La noche estaba silenciosa, el aire frío pegaba en mi piel, pero por dentro, todo era un caos. Un millón de pensamientos me torturaban. Todo lo que había sucedido, el miedo, la pelea, los ojos rojos del vampiro... ¿cómo podía ser que eso no fuera real?

Después de unos minutos llegamos a casa. La luz del porche estaba apagada. Mi padre no estaba. De nuevo... sola.

Cuando Danna iba a marcharse, me aferré a su brazo.

—No te vayas... —le pedí con la voz temblorosa—. ¿Y si el vampiro aparece otra vez? No quiero quedarme sola o que te lastimen.

Danna me miró un momento, su rostro impasible.

—No lo hará, Nyssa. Estás a salvo aquí. —Se soltó de mi agarre—. Me voy. Cuídate, y no le digas nada de esto a nadie.

—Pero...

Antes de que pudiera decir algo más, ya se estaba alejando por el camino, dejando a su paso un silencio que solo empeoraba mi confusión. La lluvia comenzó a caer lentamente, primero en pequeñas gotas que parecían un susurro, y luego con más fuerza, como si el cielo llorara conmigo.

Me quedé sola en la oscuridad, las lágrimas mezclándose con la lluvia. Cada gota que caía aumentaba el peso de mis pensamientos, mi duda, mi desesperación. Las respuestas que tanto necesitaba nunca llegarían. Y ahora, lo único que quedaba era el miedo, la incertidumbre... y el frío vacío que había dejado Danna al marcharse.

Me dolía la mano cortada, y no podía dejar de pensar en lo que había pasado. A pesar de lo que mi padre decía, esta vez no me iba a dejar engañar.

—No voy a creer en nadie, solo en mí misma. —Murmuré, mirando por la ventana. Era tan fácil caer en su juego, pero ya no.

La herida de Damon se había curado de la nada, y ahora Danna también tuvo una herida que parecía imposible de curar. ¿Qué estaba pasando en esta familia? Algo no cuadraba, y tenía que averiguarlo.

Con un suspiro, me dirigí al lavabo. No solo iba a lavarme la mano, sino que también iba a prepararme para lo que sea que estuviera por venir.

🐺

¡Hola a todos/as!

Les traigo el capítulo 16. Espero que lo disfruten. Seguiré actualizando pronto si todo va bien.

✨ ¿Qué les pareció el capítulo?

💜 Capítulo dedicado a unx de mis hermosxs lectorxs: Ale_1419

—Ya, ahora todos sabemos que Nyssa completamente humana no es, ¿verdad? 🤷‍♀️

—Le cogí odio al papa de Nyssa. Perdón Sr. Bastian, pero usted no ayuda. 😒

—Tengo unas preguntas que ha estado rondando en mi cabeza desde el capítulo inicial: ¿de dónde me leen? ¿Cómo encontraron el libro? 😎

Si seré Jejeje 👇🏻

¡Hasta la próxima! Cuídense.

—Erika M.

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