Capítulo 4: Fiesta de Stephen
Dedicado a SaturninaJan por dejar lindos comentarios <3
KARL
—Es mi guardia personal. Más vale que no intentes nada extraño, Stephen. —murmuró Karl pasando hoja de su libro, lectura que había sido interrumpida por la visita inoportuna de su hermano menor.
Stephen era todo lo que no era Karl. Sol y sonrisas fáciles. Había heredado los ojos celestes de su padre y un don para hablar con las personas correctas que le hizo ganar el título de uno de los encomendadores más prestigiosos y respetados del reino.
Lo escuchó reír entre dientes.
—¿Guardia personal? No creas que me comí ese cuento que solo padre te creería.
Lo ignoró con experiencia y pasó otra hoja.
—¿Y qué dices? ¿Me lo prestas?
—No hables de él como si fuera-
—¿Un amayu? —completó pronunciando la palabra con diversión—. Karl. Tú conoces de libros y política. Pero si alguien sabe más de amayus, ese soy yo. ¿Oh pensaste que no me daría cuenta que mi hermano anda con una criatura mágica?
—Él no es una criatura mágica.
—¿Estás seguro de eso? —Se inclinó hacia adelante con una sonrisa traviesa—. Puede que no tenga el cabello característico pero apesta a magia oscura. Tengo buen olfato para eso, ¿sabes? ¿No te importa tener a alguien así tan cerca?
—No importará para mañana.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿No habías dicho que era tu guardia personal?
—Eso fue algo que dije a padre para que no se involucre. Mañana crearemos una razón para que se marche de la capital. Sea un amayu o no, sea sus intenciones buenas o maliciosas, ya no importa.
—¿Crees que tiene intenciones maliciosas?
—No lo sé. Mi teoría es que alguien del Senado lo envió, alguien que yo conozco posiblemente y por eso borraron su memoria para que no pudiera delatar su identidad. Mañana hablaré con él y...
—Oh por los cielos de Fénix, Karl, eres muy ingenuo para ser tan inteligente. ¿Cómo puedes dejar ir a una criatura mágica tan fácilmente? Podrías ponerle un precio y ver al mejor postor.
—Gim no es propiedad mía ni tuya para hacer una transacción. Él decidirá que hará mañana.
—Todo tiene un precio hermano. Especialmente los amayus.
—Deja de decir tonterías y solo vete. —Después de año se había vuelto experto en ignorar los comentarios malintencionados de su hermano. Abrió su libro y encontró la página donde se había quedado.
—Tu empatía con esa raza inferior te llevará a la ruina—Le dijo poniéndose en pie y tomando su abrigo.
Por la mesa dejó caer una invitación de bordes celestes anunciando una fiesta. Stephen siempre preparaba fiestas con cualquier excusa.
—Estaré haciendo una fiesta mañana para promocionar unos amayus de fuego que conseguí. Tienen precio por si te lo preguntas.
—Desaparece de una vez.
Escuchó su risa perderse entre las paredes del palacio y si no hubiera estado tan concentrado en su lectura quizás hubiera percibido que su hermano había encontrado a Gim detrás de la puerta.
Al siguiente día Karl fue a buscar a su joven guardián personal. Pero no solo halló silencio sino también una recámara vacía y una cama tendida. Frunció el ceño al ver la vela sin consumir en la mesa de noche. Por lo que veía, Gim nunca llegó a la habitación a dormir. ¿Se había marchado anoche?
No es como si no lo esperaba. Pero aún así se sintió extraño mirar ese libro que Gim le había pedido sobre una historia de amayus y flores y no estuviera allí él para leerlo.
Suspiró con un familiar escozor escalando y tirando espinas en su pecho. Tenía demasiados enemigos para darse el gusto de sentirse triste por cada persona que se alejaba y todo indicaba que Gim probablemente fue enviado por uno de ellos.
Sin embargo cuando traía memorias compartidas con Gim del día anterior no había ninguna mancha de traición o malas intenciones. Al recordar a Gim emocionado con la nieve en la mañana, su rostro se suavizó.
Estaría bien.
Tomó los libros y los regresó a la biblioteca. Luego fue con su padre al senado y aunque este le preguntó por su guardián, Karl solo respondió con una evasiva. Su padre tampoco lucía muy sorprendido.
Solo era alguien más que se sumaba a la lista. No era sorprendente. Era lo que él quería. Le facilitó el trabajo. ¿Entonces por qué no estaba feliz?
—Joven amo—Sus hombros se tensaron y se giró hacia uno de los sirvientes. Pero era de otro palacio, eso se podía decir por lo ataviada que era su vestimenta con un uniforme violeta—. Disculpe interrumpirlo en su hora de lectura, es una carta de su hermano Stephen que me pidió entregársela.
¿Stephen? Él nunca le enviaba cartas al menos de que fuera para pavonearse de algo o alguien. Arrugó el ceño mirando el papel con el sello de la casa de su hermano y luego un frío caló y le recorrió toda la espalda. Oh no, Gim.
Agradeció siguiendo la etiqueta y recibió la carta pero no había manera que ahora continuase la hora de lectura. Ni siquiera necesitaba leer la carta para saber que era su hermano pavoneándose que Gim había ido a su fiesta.
Había sido imprudente. Había sido su culpa. Debió saber que Stephen podría haberlo encontrado ayer. Debió saber que Gim no se iría sin despedirse.
Mandó a callar a su mente que empezaba a atormentarse con posibilidades y se apresuró a pedir un carruaje. Si Gim era un amayu como su hermano creía, no quería imaginar lo que estaba pasando.
Llegó a la mansión como el anuncio de una calamidad sobre la tierra prometida. Ni siquiera se molestó en mirar las vergüenzas de desconocidos que al ver al príncipe en la fiesta se apresuraron a vestirse y escabullirse como cardúmenes. Pasó entre ellos con una mirada helada que provocó miedo y arrepentimiento en muchos. El sitio apestaba a licor y opio. Llegó hasta la habitación de su hermano y al verlo sosegada con ojos entrecerrados y los músculos lánguidos entre sus cojines a punto de tomar vino, no lo soportó.
Con un simple movimiento de muñeca, cambió el vino por agua de pozo y su hermano hizo una mueca al pasar el trago.
—¿Qué diablo-
—¿Dónde está mi guardia personal? —preguntó sin rodeos con una mirada afilada sobre su hermano.
El hermano menor parecía que quería seguir con el juego, pero incluso alguien tan travieso sabía que no debía jugar con los bigotes de un león mucho tiempo antes de ser mordido. Su sonrisa tartamudeó un poco y solo movió la cabeza hacia la puerta trasera de la habitación.
—Se fue por allá con su nuevo amo.
Karl sintió la rabia escalar por su pecho y tuvo que ahogarla si no quería destruir la sonrisa de su hermano allí mismo. Afuera se respiraba un bosque oscurecido por una noche sin luna pero por suerte ya no había esa pestilencia a hierbas alucinógenas y sudor que caracterizaban a las fiestas de su hermano. Pasó corriendo sintiendo el aire frío raspar sus pulmones.
No le tomó mucho tiempo encontrarlos y en cuanto las figuras de ellos se dibujaron, Karl no perdió el tiempo y chasqueó los dedos para romper el hielo debajo del intruso.
Pero el intruso de cabello plateado parecía dominar los contrahechizos básicos porque antes de que pudiera retenerlo, se envolvió en su capa y desapareció en la noche dejando a Gim.
—Lo siento—admitió el joven hecho de jengibre, magia e ilusiones mientras el príncipe aplicaba un ungüento en una de sus heridas en una mano—. Él me dijo que si quería sobrevivir allá afuera, en su fiesta podría conseguir dinero rápido y...pensé...sí, no debí creerle.
No era correcto que la personificación de la ilusión y la alegría luciera tan desilusionado y desolado. Eso pensó Karl mientras terminaba su trabajo pero no se atrevió a decir hasta poder ordenar sus sentimientos.
Una rabia raspó su pecho cuando divisó las heridas en sus muñecas.
—Está bien. No es tu culpa—dijo mientras veía como una de las heridas de Gim sanaban con un cosquilleo mágico en segundos luego de aplicar el ungüento—. Fuiste engañado por mi hermano. Si alguien te debe disculpas soy yo. Nunca debí dejar que esto ocurriera.
—No pensé que esto pasaría. Solo...solo quería hacerte el camino más fácil yéndome por mi cuenta.
Karl no fue capaz de decir nada respecto a eso.
—Tú...¿escuchaste la conversación ayer? ¿en la biblioteca?
Solo le respondió el silencio así que no pudo evitar levantar la mirada y halló a Gim cabizbajo asintiendo despacio pero sus emociones eran tan transparentes como un río limpio. Sus ojos hechos de canela y caramelo lucían tan tristes que Karl sintió su corazón doler.
—Me equivoqué en juzgarte antes de tiempo.
Gim lo miraba expectante con la paciencia de la primera estrella de la tarde.
—¿Príncipe?
La pregunta flotó y cayó con el peso de una pluma sobre un lago, pero Karl no dijo nada, en su lugar se acercó al cajón a buscar más del ungüento. No había fuerza ni magia que le obligara a decir que estaba preocupado que algo como lo que pasó ese día se repitiera si se alejaba de Gim.
—No es tu obligación convertirte en mi guardia, pero si no cambiaste de idea desde ayer, entonces-
Escuchó ropa moverse y cuando se volteó encontró a Gim con una sonrisa de mil soles.
—¿No es irónico? Yo soy el guardián pero eres tú quien me ha rescatado. —Sus ojos de miel cayeron sobre él—. Pero no te preocupes, príncipe. Hoy haré un juramento a partir de hoy me volveré más fuerte para ser yo quien te rescate la próxima.
Karl se mantuvo pasmado sin poder creer que hiciera promesas de ese tipo tan a la ligera, y tampoco entendía porqué se sentía tan feliz por eso. Con su sonrisa se sintió mejor, ya no había fatiga ni desespero. Era como si la pieza que faltaba encajara finalmente.
Nota de Autora:
Con una amiga estamos pensando ver un especial de navidad de alguna serie/anime por las fiestas, pero no podemos decidir cuál. Quizás de la serie de The Office, Sherlock o del anime saiki
¿Tienen algún especial de navidad favorito de alguna serie/anime?
Gracias por leer <3
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