Capítulo 16: Guardián
KARL
Karl sabía que no debería dejarse ver por alguien que podría reconocerlo. No debería alterar el recuerdo. Pero no podía moverse. No podía apartar los ojos de su padre.
Su padre, el único que parecía comprenderlo, el que siempre sonreía y tenía un corazón amable para todos. Era una de las pocas personas en las que podía confiar ¿Él estuvo involucrado?
No podía respirar. De repente todo dolía demasiado.
Los ojos del rey se movieron hacia la Condesa mientras se acomodaba su sombrero. Karl nunca lo había visto así, con una mirada temerosa de que alguien lo reconociera, como si estuviera haciendo algo malo. ¿Cómo Karl no lo pudo ver antes? Su mente zumbaba mientras se criticaba por no haber sospechado nunca de él. Su corazón dolía.
—Descuide —habló la Condesa con rostro apacible acercándose a su padre—, mi amayu le dio un hechizo de ocultamiento así que no deberían poder reconocerlo.
—¿Es un encantamiento que no podré romper? —desafió el mago Auroro con una media sonrisa. Él había sido el que causó la explosión de humo azul hace un momento y volvió a intentarlo para fallar de nuevo.
Su padre parecía querer volver a la seguridad del carruaje pero la condesa lo tomó del brazo.
—Solo usted es capaz de quemar la magia de los amayus.
Se escuchó una risa. La risa del rey era familia en cada banquete real, eran cálidas y ayudaban muchas veces a romper el hielo, pero en ese momento sintió escalofríos al escucharlo. Aquella declaración infló su orgullo. Karl se dio cuenta entonces que no conocía a esta persona, quizás nunca terminó de conocerla.
—Si está bien, tienes razón. Hagamos esto.
Y entonces Karl entendió. El porqué fue tan sencillo atrapar al Mago Auroro. Cuando los guardias lo trajeron tenía magulladuras y lucía con ojos apagados. No había magia que lo rodeara.
—Karl, mira. —Lo llamó Gim.
En el cielo se podía ver como los trazos de nube empezaban a deshilacharse.
Lo primero que vio al despertar fue a Antonieta. No tuvo tiempo ni siquiera para formar un pensamiento antes de verse atrapada en sus brazos.
—¡No me asustes así, tonto! Pensé que ustedes...pensé que iban a morir y-
—Como si lo fuera a permitir —exhaló una sonrisa a pesar de sentirse sin aliento.
Ella golpeó su hombro.
—No actúes tan arrogante. Sino fuera por mí y tu padre no hubieran podido salir con vida ustedes dos.
Ante su mención, su corazón dejó de latir. Karl entonces fue consciente de lo que le rodeaba. Seguían en la bodega de los telares, rodeados de colores y patrones deshechos o no terminados. Pero el sol se había ido y parecía que hace mucho la luna había venido a acompañar. Sus ojos buscaron en la habitación, sin querer creer, todavía con un nudo en la garganta por lo que vio, y entonces se encontró con la mirada dulce de su padre.
Su padre, el que intercedía por él cuando su madre lo regañaba de pequeño, el que lo había guiado personalmente a cada reunión del consejo de la asamblea, el que le mostró como usar magia a escondidas de su madre. Él era el cimiento de sus valores. ¿Todo eso fue falso?
—Ah hijo, me alegra tanto que estés vivo—Se acercó a abrazarlo mientras Antonieta se apartaba. Se sintió sofocado bajo el peso de su abrigo de piel y la joyería que llevaba. Siempre era tan ostentoso—. ¿Cómo puedes hacer algo así sin avisarme? Esto quedará entre nosotros. No puedes decirle a tu madre que te expusiste a tal peligro.
Karl no respondió. Su padre tampoco esperó que lo hiciera.
—No te preocupes por lo demás. Ya me he encargado de todo.
Notó a qué se refería. Gim estaba con las manos encadenadas al igual que la Condesa y su amayu ayudante que ahora se mantenía cabizbaja.
El rey hizo una señal para que se retiraran. Antonieta dudó, ella sabía tanto como él que Gim era inocente pero bajo la mirada del rey con su ejercito no podía hacer nada así que miró a Karl un momento antes de marcharse instada por los soldados.
Karl tragó saliva. Sabía porqué su padre estaba aquí. Quizás antes de entrar al telar, hubiera pensado que su padre vino con buenas intenciones pero ya no podía ser cierto. Él...Pero siquiera formar ese pensamiento era doloroso. Su cicatriz palpitó como un recuerdo constante.
Él había venido a terminar lo que empezó.
—Los responsables recibirán su castigo.
Dicho esto, colocó una mano suavemente en el cabello plateado de la joven amayu.
—Su Majestad, se lo ruego —La Condesa se movió en sus ataduras para mirar con lástima al rey—, ella es el arma más refinada, sería un desperdicio que-
—Silencio.
Los cabellos plateados se ennegrecieron. La magia se agrietaba hasta romperse, hasta volverla un cascarón roto. Mientras tanto su padre sacó una daga y colocó una vasija decorada en el suelo. Sujetándole del cabello, le abrió el cuello como a un cordero.
La sangre goteó llenando la vasija. Era del mismo color del vino que tomaba su padre siempre. La Condesa empezó a gritar exaltada como si ella hubiera sido la degollada, pero luego sus lamentos se transformaron en sollozos al ver el cuerpo de la amayu que tanto esmero se tomó en construir, desplomarse.
—Quemar magia es un talento. ¿Sabes cuánto le costó a esta familia adquirirlo, Karl? —Ya no había calidez en su voz.
—Un trato —murmuró sintiendo su garganta apretada al ver la escena frente a él. Sus ojos no dejaban de ir a Gim. No quería imaginar que sucedería si su padre quemaba la magia de Gim.
—Un trato que se pagó con sangre y años de vida. Esta familia hizo un trato con un amayu, irónicamente, para aprender como domarlos. Esta técnica se le enseñó a los soldados pero aún así nuestra familia es la que carga con el pago.
Cuando la vasija se llenó, tiró el cuerpo a un lado mientras los llantos de la condesa se escuchaban todavía.
—No es tan sencillo estar en esta posición ni mantenerla. Y tú...vienes con tus ideales de convertir a los amayus en ciudadanos, de darles poder....También supe que estás enseñando magia de elementos a tus soldados —suspiró levantándose por completo para mirarlo con ojos tristes. Todavía sostenía la daga y sus manos llevaban sangre de amayu—. No estás hecho para ser rey, Karl.
Karl no respondió, apretando la mandíbula mientras sus manos en su espalda buscaban crear una chispa de fuego a escondidas de su padre.
—Ni tú, ni tampoco Noél, tu hermano mayor estuvo hecho para el puesto.
Su mente se quedó en blanco.
—¿Noél? —susurró—. ¿Tuviste algo que ver con su muerte?
Su padre lo observó antes de suspirar moviendo la cabeza.
—Supongo que no tiene sentido mentir ahora. Después de todo, en un momento te reunirás con él.
Karl no podía creer lo que estaba escuchando. Se levantó lleno de rabia.
—¿¡Cómo te atreviste?!
—No entiendes. La corona no es algo que se debería entregar al primogénito, sino al hijo más apto. Pero Héctor no me causó tantos problemas como tú.
Karl entonces divisó los planes que su padre tenía pensado para él. No solo quería matarlo sino probablemente inculpar a la condesa y a Gim por ello. Sus ojos se nublaron de odio.
—Me da vergüenza ser tu hijo.
El padre sonrió con tristeza.
—¿Y cómo crees que llegué a ser rey siendo el quinto hijo? ¿Siendo bueno y amable? Eso déjalo para los libros de historia y los sonetos.
La chispa se tornó fuego y Karl fue el primero en atacar. Su padre era un veterano de guerra así que por supuesto que evadió los primeros ataques como si jugara y pese a que Karl era el más joven y hábil, su padre podía leer todos sus movimientos.
La frustración se tornó incandescente hasta llegar un punto donde dejó de importar si se lastimaba con el fuego o si sus manos se quemaban en el proceso por no estar hechas para pelear con magia. Sabía que una vez que había decidido levantarse en contra de su padre, no tenía otra opción que continuar.
Así que lo hizo.
Era más fácil pelear que hablar con él, se dijo mientras formaba un anillo de fuego al rededor de él. De esa manera no tenía que recordar que la persona que estaba apunto de someter era su padre.
Sus ojos se encontraron y Karl sabía que debió evitarlo porque su voluntad tembló al verlo. Su padre era una de las personas que más admiraba. ¿Todo lo que había creído esos años se trataba de una mentira? Sintió su estómago retorcerse al pensarlo.
Su padre era el sol del pueblo, el corazón amable de los que hablaban las historias, el hombre que siempre buscaba bromas incluso en las reuniones más aburridas.
Su agarre se aflojó y entonces el rey tuvo tiempo de formar un hechizo que destrozara una de sus manos. Karl solo escuchó sus huesos quebrarse antes de soltarlo.
—¡Karl! —escuchó gritar a Gim.
—¿Creíste que fuiste el primer humano en intentar usar la magia de los amayus? No, esto es una práctica tan vieja como el reino mismo—dijo el rey pasando una mano por su cuello con quemaduras—. Nuestro pueblo es hipócrita, odiamos la magia pero no dudaremos en usarlas para nuestro beneficio si es necesario.
Intentó crear algo con sus manos aunque una estuviera inutilizada. Una llama, cualquier cosa, pero su ansia por vivir le era indiferente a su padre quien avanzó hacia él sacando una larga espada.
Sangre caliente salpicó sobre su mejilla, pero no era suya.
Frente a él se había interpuesto la única persona que podría hacer algo tan valiente e imprudente. Karl sostuvo el aliento mientras veía el cabello de Gim opacarse, mientras su magia se destilaba, Gim moría y Karl moría con él. ¿Cómo podía mantenerse despierto mientras su mundo se terminaba?
—Te dije...—La voz de Gim tembló mientras hilos de magia se convertían en ceniza—. Te dije que la próxima vez te protegería yo. Soy tu guardián, ¿recuerdas?
Nota de Autora:
Ya estamos entrando al arco final, muchas gracias por leer los que han llegado hasta aquí <3
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