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Capítulo 13: Hay que impedir una boda

GIM

El recuerdo más viejo que tenía Gim sabía a magia horneada y galletas de jengibre. Fue el día en que el Mago Auroro lo creó. En ese momento no estaba pensando en traicionar a un reino o apuñalar a un príncipe, solo quería aprender a hornear por diversión.

Pero el Mago Auroro era un mal cocinero.

No pudo evitar mezclar magia en la receta y entonces al día siguiente como un cuento de hadas tenía un pequeño niño hecho de jengibre con él.

Gim recordaba estar en un jardín con su creador, rodeado de flores que no reconoció en el libro del reino. Olía a pasto fresco y verano. Pero era un recuerdo fragmentado y despintado por el tiempo que con la misma fragilidad con la que apareció, se esfumó.

—Desde ahora este será tu nuevo hogar—le dijo una mujer robusta con un vestido de luto y un sombrero de ala ancha. Recuerda su mano, grande, fría y con un anillo de zafiro en la mano.

Recorrió la Hacienda el primer día. No había flores ni dulces. Solo telares y amayus trabajando por todas partes. Hasta ese momento nunca había salido de la isla así que desconocía la variedad de amayus que existían en la tierra. Allí conoció a los Samks, amayus que eran capaz de telar emociones, recuerdos e incluso almas en telares. 

Era un poder exquisito en su tiempo pero que había quedado rezagado a ser usado para diversión de los que tenían dinero para comprar los telares.

Recuerda haber elegido una tela, tenía el color del sol y la textura de las nubes. Se quedó prendado de ella y cuando un samk llamado Sam lo enseñó a telar un recuerdo, se demoró casi un año entero en ello.

—De todas las cosas que pudiste tejer, ¿por qué elegiste lo más difícil? —le dijo Sam un día mientras recorrían la bodega de entregas. Habían tapices adornados con bailes de nobles y noches estrelladas, pero también habían cuadros de personas que no querían olvidar y corazones rotos.

Gim se detuvo frente a la escena de unos niños jugando a las escondidas entre hilos de púrpura y verde. 

—Tengo miedo de olvidarme de mi tiempo en la isla.

Sam no dijo nada, pero Gim podía ver en sus ojos tristes que sentía que su intento era en vano. Estaba destinado a olvidarlo después de todo.

.

Sus recuerdos eran un desastre y aunque estuvo dormido tanto tiempo en la Prisión Inundada no fue capaz de ordenar los que pasaron antes de conocer a la Condesa y llegar a la Hacienda. Al final terminó olvidado sus recuerdos en la Isla.

—¿Por qué me atacas? —Vio a Antonieta. Temblaba de frío pero también tenía una mirada voraz dirigida al dragón quien batallaba ferozmente en su mano—. No soy una enemiga suya. De hecho, si olvidan que estoy aquí, también olvidaré que los vi ayudar a salir a Gim. ¿Quién los envió? ¿Karl?

—Claro que no—habló el dragón por fin libre ahora alejado de aquella osada mujer que se atrevió a coger a una criatura tan majestuosa y vieja como él de la cola—. Él está ocupado con la boda de mañana.

—Espera, ¿qué diablos? ¿Karl aceptó una prometida?—habló la joven abriendo más los ojos con una risilla—. ¿Con quién?

—Jazmín.

Dejó de reír. Gim se estremeció ante la familiaridad del nombre.

—No puede ser eso. Es imposible.

—¿Lo dices porque ella te liberó? —instó el dragón sonriendo pero la mujer solo acentuó más su ceño fruncido.

—Ella es...No puede ser que se comprometiera por su voluntad. Su madre debió obligarla. Ahora ya veo quien levantó esa acusación de que practico magia negra y toda esa basura —Rodó los ojos sin dejar de sonreír—. Esa señora siempre me odió. Mutuo. El sentimiento. ¿Dijiste que era mañana, pequeña lagartija?

—¡Lagartija! ¡La osadía! —bramó con sus bigotes tensos—. Soy un dragón celestial.

—Oh bien por ti. Hay que impedir esa boda. —habló con la determinación de una General mirando a su alrededor—. Gim ayudará, ¿no? No creo que quiera ver a Karl casado.

Sentía el cabello húmedo y se encogió de hombros por la corriente fría de aire. 

—Toma —Antonieta se acercó y le entregó una toalla mientras el joven se incorporaba rodeado de las criaturas mágicas de su libreta. Una de las mariposas doradas cosquilleó su mejillas rebosante de alegría al verlo despierto—. Parece que tienen buenos amigos aquí.

En sus manos recogió a una luciérnaga de papel que ofrecía luz pero no calor.

—Shen, no debiste hacerlo...Arriesgar a todos de esta forma.

—¡Pero-! —El dragón llegó hasta él angustiado.

—¿De qué hablas? —dijo Antonieta—. ¿Prefieres estar aquí encerrado para siempre?

—Fui creado para matarlo—No fue capaz de levantar la mirada—. Aunque yo no quiera, temo que vuelva a pasar. Temo que él no me detenga cuando lo haga.

—Pero —intervino el dragón—, debes considerar que ahora Jazmín, esa mujer que pagó para crear un artilugio mágico que mate al príncipe, se va a casar con él mañana. Posiblemente al darse cuenta que no funcionó el plan contigo, estén armando otro. ¿O crees que ahora se van a rendir con su propósito?

—¿Estamos hablando de la misma Jazmín? —cuestionó Antonieta deteniendo la conversación —. ¿Jazmín Victoria? Porque la Jazmín que yo conozco no haría algo como lo que mencionan. Ella es...

—Me temo que es la misma. —dijo el dragón.

—¡Los guardias se acercan! —La comadreja llegó corriendo a informar. Había sido encomendada a la puerta para vigilancia.

—Conozco el camino para salir. Síganme. —Antonieta empezó a andar sin esperar a nadie y luego señaló con el dedo al dragón— ¡y tú! Más vale que me expliques mejor eso de que Jazmín intentó matar al príncipe. Sigo sin creerte.

El dragón suspiró frustrado. Los humanos, se supone que eran criaturas perspicaces, ¿por qué les costaba tanto aceptar verdades? 

De repente se dio cuenta que Gim no lo estaba siguiendo. Sus ojos se habían quedado en uno de los prisioneros dormidos.

—Yo lo conozco. Él fue el que condujo el coche cuando partimos de la capital. Luego de que cayera en manos de los Owls, pensé que había muerto.

—Karl lo aprisionó hace unas semanas—explicó Shen impaciente—. Luego de interrogarlo por unos días lo dejó aquí. Dijo que era un traidor más.

¿Un traidor más?


El dragón dibujó el patrón en la tierra y Gim lo reconoció como el que llevaba esa extraña mujer en Laufey. Antonieta solo observó, trazando con sus dedos el contorno todavía sin creerlo.

El fuego crepitaba mientras se secaban en su luz y el dragón se mantenía a una distancia todavía con temor de las lenguas de fuego. Ya que se consideraba el protector de las criaturas mágicas de la libreta de Gim, los guio a todas de vuelta al papel en cuanto salieron.

—Es sin duda el símbolo de su telar —La mujer acariciaba el bordado del pañuelo que cubría la daga con ternura—. El jazmín del jardín blanco.

—¿Por qué estabas en prisión, Antonieta? —preguntó Gim acurrucándose más en las mantas como un gorrión con las alas mojadas.

—La madre de Jazmin me acusó de practicar magia negra y relación con amayus salvajes. No había muchas pruebas pero ella es muy influyente en la corte. No me extraña que consiguiera volver a su hija candidata para reina.

—Quería deshacerse de ti. ¿Por qué?—murmuró el joven que todavía encontraba difícil de entender la crueldad de los humanos unos con otros. No importaba cuántos recuerdos haya recuperado.

—No le gustó mis visitas nocturnas —suspiró desplomándose sobre un tronco con una mirada desinteresada y perezosa—. En mi defensa diré que Jazmín era la culpable.

—¿Por qué?

La joven ahogó la risa y lo miró parpadear inocente antes de volver a echarse a reír.

—¡Tengo que recomendarte literatura! —Le pasó un brazo por el hombro—. No puedo aceptar que no entiendas de qué hablo.

—¡No es necesario! —refutó rápidamente y aunque sus mejillas estaban encendidas. Su curiosidad era mayor—. Es solo que...entre mujeres....

—Entre hombres también es posible. —sonrió igual que un gato con voz aterciopelada.

El joven la miró con las mejillas encendidas.

—Oh.

—¡Ya veo porqué se le acusó de corromper a alguien! No aprendió nada y ahora quiere corromper a otra persona —El pequeño dragón Shen sentía la sangre acumularse de pura rabia—. ¿podemos volver al punto central?

—¿Cuál es ese punto? ¿Qué mi Jazmín quiere matar al príncipe? Sigo sin entender porqué ella querría algo así. Pero veo claramente porqué lo haría su madre. El príncipe Karl, aunque es antipático y cerrado, ha sido muy firme respecto a sus opiniones en el Parlamento Real. Tiene opiniones muy liberales y algo controversiales.

—¿Te refieres a la ley de hacienda respecto a los amayus? —mencionó Gim tomando ahora él el pañuelo bordado con un jazmín. Por el patrón podía ver que era un trabajo hecho por un amayu hábil.

—Sí, justamente esa —sonrió con dulzura—. La Condesa del Portete tiene varias haciendas donde trabajan criaturas mágicas en diversas partes del reino. Si esa ley se aboliera, las criaturas sería libres, y entonces: ¿Cómo les pagaría? Ella es de la vieja escuela. Sigue pensando que todo lo relacionado con la magia es pagano y cosa de diablo, que las criaturas mágicas no son más que cosas inferiores a los humanos.

—Que vista tan corta—murmuró el dragón, él después de todo era una criatura mágica—. ¿Está usando a Jazmín entonces para matar al príncipe?

—No lo creo —le cortó Gim—. Creo que todos los altercados que tuvimos en nuestro viaje incluyendo mi propia creación buscaban matarlo, pero luego de fallar tantas veces, quizás tiene otro enfoque. Quizás busca que Jazmín pueda influir en sus opiniones y hacer que decline abolir esa ley.

—Chico listo. Pero eres demasiado bueno y piensas bien de los demás. La Condesa es mala persona. No se detendría solo por unos intentos fallidos. Posiblemente lo intente una vez más.

Gim arrugó el ceño pensativo todavía jugando con el patrón del jazmín tejido. Entonces se dio cuenta. Una fragancia sutil que había quedado rezagada sobre la tela: Magia. 

Pero no era una magia como la de los elementos, esta era más complicada, antigua y requería de más habilidad del amayu o hechicero para llevarla acabo.

—También me di cuenta—dijo Shen como la criatura mágica que era, al ver a Gim todavía con los ojos perdidos en el pañuelo—. Es magia de la Isla.

—Gracias a esto recuperé mi recuerdos. Pero....El telar capaz de hacer esto...Conozco donde es. Antonieta.

—Dime.

—¿Serías tan amable de llevarnos a la Hacienda de la Condesa que dijiste?

—Conozco el camino, pero, ¿es seguro para ti? No creo que ella esté muy alegre de verte.

Shen dudó antes de comentar:

—Escuché que el príncipe Karl también iría allá esta noche. ¿Estás seguro Gim?

—¿Karl también...? No hay que perder el tiempo entonces. Antonieta, por favor, guía el camino.



Nota de Autora:

Aquí en la historia los amayus se manejan por elemento.

No es algo que escojan, pero si lo hicieran...

Karl: Un amayu de aire.

Antonieta: Un amayu de fuego

Gim: Si el pudiera elegir, quisiera ser un amayu de agua. Le gusta el mar.

¿A ustedes qué tipo de criatura mágica les gustaría ser?

Es válido no querer ser ninguna.


Iba a publicar más temprano pero surgieron unos problemas en la edición y tuve que cambiar algunas cosas que me tomaron más tiempo ahhh.

 Gracias por leer <33

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