Capítulo 12: Shen y la operación de rescate
SHEN
—Señor, tengo noticias sobre la operación solsticio —Tenía la vestimenta de un siervo pero la mirada de un militar—. Es urgente que-
—Baja la voz —instó Karl jalando de su brazo para que entrara a la biblioteca.
A Shen se le quitó el sueño en cuanto escuchó el nombre. ¿Solsticio? ¿de qué se trataba esto? Bajó de sus aposentos a echar un vistazo al joven lacayo con el que hablaba el príncipe. Intercambiaron cartas y palabras que Shen no logró entender pero todo eso le dio escalofríos.
Debía apresurarse en rescatar a Gim.
Encontrar la prisión Inundada le tomó más tiempo del esperado. Aunque fuese un dragón, poderoso por naturaleza seguía siendo de papel así que debía tener cuidado mientras se escabullía por el palacio. Tuvo que escuchar a escondidas conversaciones de los guardias para ubicarla. Al parecer permanecía custodiada por debajo del viejo palacio de una ex-reina que estudió a profundidad a los amayus de agua y se encariñó profundamente con estos. Los prisioneros que residían en esta prisión eran tratados con diferencia a los de una prisión común pues aquí no había barrotes. Había lagunas que los inducía a un sueño del que solo podrían despertar cuando empiece su juicio. Aunque se usaban sobre todo para prisioneros políticos y
miembros de la realeza, había excepciones, como Gim.
Y mientras escuchaba estas conversaciones fingiendo ser parte del tapete de la pared, se encontró con aquella prometida de Karl de ojos esmeraldas y una sonrisa tímida. Parecía un libro en una sección diferente al que estaba destinado. De hecho la razón por la que se encontró con ella fue porque compartían un objetivo en común: entrar a la prisión inundada.
No sabía lo que ella buscaba dentro de la prisión pero lucía muy insistente preguntando cada día a los guardias sobre esa prisión hasta que la reina le cedió un permiso para entrar. Fue acompañada de esta joven de nombre Jazmin que se encaminaron a la prisión.
Ella bajó los peldaños hasta llegar al lago que se extendía como un espejo claro frente a ellos. Hace unos siglos, una reina se había obsesionado con un amayu de agua. No le bastó con convertirla en su dama de compañía sino que para que se sintiese como en casa armó este palacio de azulejos celestes y baldosa verde jade. Un palacio que en su tiempo brillaba debajo del sol rodeado del lago. Sin embargo luego de un terremoto, el palacio se había hundido parcialmente y algunos pisos quedaron bajo el agua dejando que plantas crecieran como rosas de agua y musgos marinos.
El dragón jadeó asustado al notar la antorcha que llevaba el guardia en la entrada. Si se acercaba demasiado, no solo se quemaría sino que corría el riesgo de desaparecer por completo. Con prudencia se mantuvo alejado de la llama y se coló en el chal de la joven dama.
—¿A quién busca, si me permite la pregunta? —preguntó el guardia mientras abría el candado de la puerta principal. Unas escaleras enrolladas les esperaban para descender al antiguo palacio inundado. Se sentía a humedad adherida a pesar de lo bien cuidado que estaba.
—Antonieta—El nombre trajo recuerdo a Shen, había sido la amiga de Karl que lo ayudó en el encantamiento cuando se convirtió en gato. Luego había sido encarcelada por practicar magia de la isla. Aunque Karl intentó convencer a su madre de su inocencia, fue en vano—. ¿Desde cuándo está aquí?
—Casi el mismo tiempo que ese otro joven...será un mes ya.
—¿Se encontraron pruebas de lo que se la acusó? ¿De hacer magia negra de la Isla de la Estrella?
—Oh, eso se decidirá en el juicio, me temo que es muy pronto para hablar.
La joven asintió pero el dragón podía oler la inquietud en su expresión y la forma en la que sus labios se arrugaban.
Descendieron hasta llegar al salón principal rodeado de un acuario con peces de diferentes colores y luz propia. Sin duda eran criaturas mágicas por lo que el dragón se escondió más sobre la tela para pasar desapercibido. La joven, indiferente a los deseos del dragón de papel, se acercó más para admirar la belleza de las criaturas marinas y sus variopintos colores.
—Este lugar es muy hermoso para ser una prisión.
—Antes solía ser un palacio rodeado de acuarios y amayus de agua —habló el guardia sin detenerse.
Al llegar a la siguiente ala encontraron varios estanques como ataúdes dispuestos con los prisioneros en un sueño que parecía acogedor sino tuviera el carácter letal. Los bigotes del dragón se tensaron cuando divisó a Gim, dormido igual que el resto, del mismo aspecto que recordaba sumergido y sujeto por varias rosas de agua. Había visto a aquellas damiselas de pétalos rojos antes, en la libreta de Gim, pero era la primera vez que veía tantas. Parecía irónico que Gim, la criatura que más amaba a las plantas ahora estuviese aprisionado por ellas.
—¿Me permite un momento a solas? —pidió la joven con los ojos enrojecidos sosteniendo el tallo de una rosa con más fuerza. El dragón, distraído por Gim, recién había notado que al parecer la joven había traído una flor.
El guardia se vio dudoso pero quizás sabiendo que era imprudente enfadar a la favorita de la reina, al final solo asintió con rigidez.
—Tiene cinco minutos.
Cuando se marchó, el dragón quiso desprenderse del chal pero sin la corriente de viento usual, era más difícil moverse como un papel sin llamar la atención de la joven.
Ella se acercó hacia la cabina de Antonieta. Era una joven hermosa de largo cabello castaño y aunque era prisionera, parecía más una princesa hechizada en un sueño eterno. Jazmin no pudo más y cayó de rodillas con la tristeza fragmentando su voz.
—Lo siento tanto Antonieta. Todo esto es mi culpa. Nunca debí involucrarte en esto...—De repente se calló como si hubiera revelado demasiado. Enseguida se puso de pie y sacó un pañuelo para limpiar sus ojos enrojecidos. Aunque ella estaba sola, actuaba como si no se pudiera permitir actuar con debilidad frente a ella misma.
El dragón entonces notó que en la esquina de su pañuelo celeste estaba el mismo símbolo de una flor de jazmín blanca. Era el mismo bordado que llevaba la persona que devolvió los recuerdos a Gim en Laufey, en el festival de las Rosas de Fuego Fatuo.
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—¡El mismo símbolo, Su Majestad! Si no me cree, pídale un pañuelo a su prometida y verá que un dragón como yo nunca perdería el honor diciendo una mentira —dijo aireado mientras seguía al príncipe, quien como siempre lo ignoraba sentado en su mueble trabajando en esa operación solsticio. Shen miró de reojo algunos nombres de la nobleza entre sus hojas.
—Te di una única condición para seguir con vida —Su mirada de ojos oscuros se levantó para clavarse en él como una dardo—. Pero no solo hablas, sino que lo haces para levantar acusaciones.
—¡Pero, Su Majestad! —repitió frustrado esta vez manteniendo la distancia de la chimenea—. Si no fuera por esa persona, Gim nunca lo hubiera atacado.
—Si es así, ¿por qué no lo explicó él? —Sus palabras eran hielo cuando bajó el libro—, ¿por qué insistió en tomar toda la culpa si es que había actuado por influencia de alguien más? Tenía el tiempo de explicarlo, pero él...
—Usted lo conoce, Su Majestad. ¿Creería que no asumiría la culpa incluso siendo inocente? A sus propios ojos él se siente y es culpable.
Observó a Karl fruncir el ceño sin responder. Guardó los documentos y se marchó. El viejo dragón suspiró y deseó de corazón que algo de sus palabras haya agrietado un poco la capa de hielo que escondía al príncipe.
La biblioteca dormía abrigada en quietud y oscuridad cuando una luz emergió. Era tan débil como un parpadeo pero era un comienzo. El dragón se deslizó de la página en la que había sido dibujado y haciendo acopio de toda su fuerza logró abrir el libro.
Entre sus hojas delineó con su garra los trazos de criaturas dormidas para que recobraran su magia y abrieran los ojos. Las aves fueron las primeras en salir ansiosas por volar alto y pintar de escarcha dorada la habitación. Después aparecieron los animales, un ratón pequeño que parecía emocionado al verse rodeado de nuevas lecturas y una comadreja que empezó a explorar la biblioteca sin permiso.
El dragón sabía que su magia no era suficiente para despertar a todos pero al menos quería contar con la ayuda de los que pudiera para despertar a Gim.
Mañana sería la boda de Karl y Jazmín. Por más que Karl se mostraba desinteresado respecto a la boda o a los juicios, su madre decidió que empezaría por la boda y al siguiente día con los juicios. El dragón no podía evitar pensar sobre ese símbolo que había visto tan claro a la luz de las antorchas esa noche. Sospechaba que esa joven tenía que ver con el ataque al príncipe. Lo que no entendía era porqué intentaría matarlo para luego intentar casarse con él. ¿Solo buscaba deshacerse de Gim?
—¿Dónde está Gim? —le preguntó una rosa de agua. Una planta de propiedades curativas que Gim había dibujado en el viaje cuando visitó el Jardín Enjoyado. Aunque sus pétalos eran rojo sangre, sus hojas eran de un celeste verdoso ya que crecía únicamente en el agua. Sin embargo ya que esta rosa había sido creado con magia y acuarela no necesitaba de eso.
—¿Conservas tus propiedades curativas? —contestó en su lugar.
—No soy una rosa de agua de verdad, estoy hecha de papel y pintura. Pero podría intentarlo de ser necesario.
El dragón asintió y encabezados por él se escabulleron de la biblioteca por una ventana. Un joven soldado observó esto pero al entrecerrar los ojos solo vio luciérnagas arremolinadas cerca de una de las ventanas de la biblioteca y le restó importancia. La pequeña pandilla llegó hasta la puerta de la Prisión Inundada. Sin necesidad de llave se escurrieron entre los barrotes hasta descender al ala de los prisioneros que todavía no eran enjuiciados.
El dragón miró con aprehensión hacia la oscuridad de la siguiente ala donde había más hileras de prisioneros. Se preguntó desde cuándo estarían allí y si permanecerían en ese oscuro lugar debajo de la tierra por toda la eternidad. Tan solo pensarlo le tensaba los bigotes así que se recordó que no iba a permitir que a Gim le pasara eso.
Llegaron hasta su creador y el dragón se detuvo a tranquilizar a las criaturas cuando estas empezaron con preguntas sobre porqué Gim estaba allí o si estaba herido. El dragón hablaba con una calma que su propio corazón de papel no conseguía alcanzar.
—No seré capaz de desatarlo, pero intentaré hablar con las rosas de agua que lo aprisionan. Quizás sean amables y nos ayuden. —dijo una de las rosas hechas de acuarela.
El dragón lo dudaba pero le dio paso a la rosa con su frugal esperanza. La conversación entre rosas, era algo inexplicable para un ser humano pero aún así, y aunque no usaran palabras, el susurro que se escuchaba se parecía a un poema con fragancia a rosas deslizado en el viento. El dragón observó con curiosidad como las rosas se extendían apartando sus espinas y hojas mientras el rostro de Gim emergía a la superficie.
La alegría de todos se despertó cuando los párpados de Gim se movieron y aunque tenía el cabello rizado empapado y parecía todavía mareado y confundido; estaba vivo.
El dragón, sin embargo, no tuvo tiempo para acercarse y hablar con él porque entonces divisó una figura acecharlo. No pensó dos veces antes de revolotear hasta ella usando sus garras para lastimar sus ojos. Sin embargo, luego se acordó que estaba hecho de papel así que la mujer no tuvo trabajo difícil en agarrarlo de la cola con expresión extrañada.
—Criaturas mágicas, ¿eh? —preguntó Antonieta mirando a Gim con la diversión rasgando su sonrisa.
Nota de Autora:
Las rosas de acuarela se hicieron amigas de las rosas de agua
Me gustan las rosas, pero creo que prefiero los heliotropos. Tienen un aroma suave y dulce.
¿Cuál es su flor favorita?
Pd: Lo siento por la tardanza, saldré de vacaciones el 9 de febrero entonces espero actualizar más seguido a partir de allí uwu, aún así publicaré un capítulo semanal hasta esa fecha.
¡Gracias por leer!
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