Capítulo 11: Prisión Inundada
KARL
Karl regresó a la capital con una maleta y un corazón incompleto. No los necesitaba para gobernar. Nadie, sin embargo, podría decirlo tan fácilmente y eso era algo para enorgullecerse. Aparte de cuestionarse porqué el príncipe parecía de mal humor, nadie sospechaba que pasaba detrás de la mirada vacía y fría del príncipe.
Aunque su padre insistió en la pena de muerte, Karl se negó. No porque tuviera sentimientos complicados al respecto sino porque necesitaba a Gim vivo si quería interrogarlo sobre su creador. El Mago Auroro todavía seguía prófugo después de todo.
—Su Majestad, esto es lo que recuperamos del criminal. —El jefe de la Guardia Real le entregó el bolso que Gim llevaba a todo lado y la daga envuelta con un bordado de flores. El dolor cruzó por un momento en su mirada pero en seguida se recompuso y tomó el bolso.
Cuando llegó a la biblioteca, ya no había miradas que juzgaban ni bocas que cotilleaban. Miró el alba pasar con una luz blanca y gentil por el recinto donde cada uno de sus libros lo esperaban. Se sintió como llegar a un hogar. Escogió su banco y abrió el bolso de Gim. Encontró su libreta, aquella que registró todo su trayecto. Al recordarlo con la nariz enterrada en ella mientras pintaba con demasiada emoción un paisaje por lo demás común le costó recuperarse un poco.
Se encontró con flores. Muchas flores con significados escritos que hablaban de poemas. También encontró dibujos de él. Durmiendo en un carruaje al atardecer. Sonriendo. No entendía su intención con eso; y de repente recordó el beso. Fue tan breve y suave como el aleteo de una mariposa. ¿Por qué había hecho eso? Molesto, cerró la libreta. No sabía cómo lidiaría con aquello al momento del juicio si ni siquiera era capaz de ver su libreta.
—Príncipe.
Su corazón dolió ante el llamado pero en seguida las gotas de dolor se convirtieron en chispa y luego en fuego. Se puso en pie empuñando la espada que llevaba con él, pero su posición de alerta trastabilló un poco al ver a su visitante. Se había deslizado de las hojas de papel y paseaba con la libertad de un dragón de verdad. Era el dragón hecho de papel que Gim le había mostrado una noche. Sus escamas seguían siendo doradas delatando la magia que lo hacía vibrar de vida.
—¿Cómo puedes estar...
—¿Vivo? Lo mismo me pregunto. Quizás Gim también se lo preguntó. Me pregunto si es una clase de cadena. Alguien creo a Gim, Gim me creó a mi y yo crearé a alguien más.
—No si yo te corto en pedazos.
—¿Y por qué haría eso? —exclamó con la profunda indignación propia de un dragón de más de cien años. Sus bigotes se tensaron mientras buscaba por la habitación—. ¿Dónde está Gim?
Para ese momento Karl ya había guardado la espada y solo mirada con desinterés a la criatura.
—En la Prisión Inundada.
—¿Por qué?
El príncipe no habló, pero su silencio fue suficiente. Después de todo era bien sabido que el creador y el creado compartían recuerdos. Aunque no todos. Y muchos no podían descifrarlo. Pero el dragón Shen era prudente.
—Dudo que Gim hubiera hecho lo que sea que se le acuse, si hubiera tenido otra opción.
Siempre hay otra opción, pensó, aunque su alma ya no tenía ganas de tener esperanza. Él sonrió Un gesto frívolo que se burlaba de su propia esperanza
—No tienes que protegerlo. No te mataré. Mientras te mantengas en silencio, no me importa lo que hagas.
SHEN
Pero el dragón había adquirido una personalidad rebelde con sed de conocimiento por naturaleza así que aunque su vida estuviera en peligro, no se mantendría en silencio si había algo por resolver. Los siguientes días observó al príncipe ir y venir de la biblioteca mientras él leía sobre las criaturas mágicas usadas como armas, como había sucedido con Gim. Un martes nevado notó por la ventana a un hombre de cabello blanco y ojos violetas caminar cabizbajo con las manos apresadas por la entrada del palacio. Shen no tuvo que consultarlo con el príncipe para saber que era el Mago Auroro.
Pero su aspecto lucía mucho más cansado de como Gim lo retrataba en sus recuerdos. Allí había retazos de un mago valiente que no tenía miedo de experimentar con nuevos ingredientes para una nueva creación. Pero la persona a la que había apresado Karl solo eran trozos rotos de lo que una vez fue el Mago Auroro.
Su cabello estaba maltratado y sus ojos negros y caídos permanecían sobre sus manos manchadas de sangre. Probablemente hubo una pelea para apresarlo.
De repente alguien tocó la puerta.
—Su Majestad, el Mago Auroro está listo para el interrogatorio.
Karl estaba sonriendo.
—Bien. Bajaré en un momento.
Shen no supo qué decir. Permaneció en la biblioteca hasta que Karl regresó luego de tres días con una lista de nombres. La hoja apestaba a magia y sangre.
Por primera vez en su existencia, cuando vio a Karl llegar y caer agotado sobre la butaca con el cabello trenzado y despeinado y ojeras bajo sus ojos negro, sintió un frío escalar su huesos. Era miedo.
Después aparecieron más personas en el palacio. Personas que Shen no reconoció, pero la última, una joven con un séquito de damas bajando de un carruaje de fibras doradas sí que llamó su atención.
—¿Su prometida? —se atrevió a preguntar.
—¿Qué te dije sobre no hablar? —murmuró el hosco príncipe sin apartar la mirada de su libro. El dragón no veía ningún rastro de ese príncipe capaz de convertirse en gato que vio el día que nació en la posada. Se preguntó si se habría quedado en ese momento encerrado.
Después, al escuchar a unos sirvientes hablar se enteró que era su prometida designada por la reina. Al parecer el atentado hizo reaccionar a la madre del príncipe sobre lo importante que era tener una sólida línea de sucesión y buscó candidatas en el norte, sur, este y oeste. Pero Karl no estaba interesada en ninguna así que ella mismo se encargó de la selección.
Se decía que solo se había reunido con su prometida al conocerse y a partir de allí pasaba sus días separados.
Una noche de tormenta, el dragón de papel se escondió asustado cuando la puerta se abrió de par en par con una sacudida más violenta que un rayo. En seguida se recompuso sin entender porqué debía tener miedo un dragón, pero aún así se mantuvo alejado de la mirada asesina del Reina, quien había venido a ver a su hijo.
—¿Cuánto tiempo más seguirás aplazando el juicio? —La reina lucía iracunda y en ese momento el dragón supo de quien había heredado la mirada tan fría el príncipe—. Tenemos que planificar la boda y no podemos hacerlo si seguimos atascado con ese criminal allí.
—Puedes encargarte de planificar la boda.
—No puedes lucir tan indiferente con tu boda. La gente está hablando. Piensan que escondes a ese joven en la prisión porque te encariñaste con él.
—Eso es ridículo.
—¿Lo es? Demuéstralo entonces. Si hoy lo sacamos, empezamos el juicio por la mañana, estará muerto para el anochecer.
—Hoy no.
—¡Hoy no! —repitió aireada comenzando a andar como un gato enjaulado—. Siempre dices eso. Dime la verdad: ¿qué pasó entre tú y ese joven?
—Madre —El príncipe se puso de pie. Dos miradas igual de gélidas chocaron y parecían rasparse en los filos—. Ocúpate de los preparativos de la boda. Yo me encargaré de mi prisionero.
La mujer se echó hacia atrás y solo bufó riéndose.
—Bien. Pero si no está resuelto eso para dentro de dos días, yo misma mandaré a matarlo sin ningún juicio de por medio.
El dragón entró en pánico y cuando la mujer se marchó, quiso preguntarle al príncipe si realmente pensaba que Gim podría matarlo. El dragón compartía después de todo la esencia de su creador así que podía decir que Gim era incapaz de matar incluso a una planta, mucho menos a Karl. Pero hablar con el príncipe era imprudente.
Fue así como decidió escabullirse de la biblioteca para rescatar a su creador.
Nota de Autora:
Si tuvieran una mascota de papel, ¿qué animal les gustaría tener?
Yo me quedaría con el dragón Shen.
O quizás un panda, ellos son más tiernos.
Shen: /jadea indignado/
Gracias por leer <3
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