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Parte 2

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La mañana del tercer día los espectros notaron algo terrible: los jueces ahora lucían más pequeños, entre cinco o seis años, y causaban más caos que antes. Ahora estaban en Ptolomea, en el salón de trabajo, saltando sobre un sillón y gritando a todo pulmón: "¡He-Man, He-Man!".

—¿Cómo va todo? —Aiacos entro en la sala encontrándose con el caos— Creo que tengo demasiado trabajo... —se dijo alejándose lentamente.

A mitad del pasillo se topó con Gordon quien lucía visiblemente agotado.

—Esos dos están acabando con ustedes —comentó el único juez adulto—. Lune me informo que encontraron algo, solo están corroborando la información.

—¿Son buenas noticias? —preguntó el espectro rogando porque así fuera.

—Todo parece indicar que si. Según entendí no es necesario usar el símbolo que los maldijo, pero no están seguros aún.

—Créeme que estoy a punto de subir a la superficie para buscar una iglesia y pedir perdon por todas las cosas malas que he hecho... —indicó Gordon en voz baja— Esos dos son lo peor que ha pasado por el Inframundo.

—¡Gordon! —el pequeño Radamanthys salió de la sala tomando la mano del espectro— Tienes que llevarnos a otro templo. Ya nos aburrimos de estar aqui —solicitó autoritario.

—¡No! —intervino Minos— Debe jugar al caballo conmigo.

—¡Que no!

Allá iban de nuevo haciendo que Aiacos sintiera auténtica lástima por las tres niñeras que cuidaban a los dos jueces hechizados. Gordon regreso al interior de la sala siendo obligado a jugar al caballo con ambos. Mientras Aiacos pensaba si no sería mejor traer a una niñera dedicada aunque, sabiendo cómo eran esos dos niños, probablemente la niñera querría saltar a una de las prisiones antes que cuidarlos.

—¡Aiacos! —Pharao se dejó ver por el pasillo visiblemente excitado corriendo lo más rápido que le daban las piernas—. Tenemos noticias, Lune y yo hemos hecho un descubrimiento.

—¡Vamos!

Los dos espectros volvieron a Guidecca a toda prisa.

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Cruzaron el salón de trabajo llegando a la sala contigua, lugar donde Lune y Pharao montaron su estudio provisional, sobre la mesa tenían sendos libros y uno muy viejo de piel era el que llevaban días examinando. Aquel ejemplar lo consiguió el propio Pharao tras un viaje al Cairo pues tanto él como su colega fueron enviados a investigar.

—Hemos encontrado información interesante al respecto. Verá, el Ouroboros no es capaz de retirar la maldición, esta se cura por sí misma pasados siete días —informó Lune.

—¿Solo siete días, estás totalmente seguro de eso?

—Si, Señor. Aquí lo dice.

Aiacos echo un ojo al texto rápidamente, estaba escrito en la lengua franca del mundo mortal, corroborando que este decía la verdad. Solo cuatro días más y todo volvería a la normalidad.

—Pero —intervino Pharao— durante esos siete días ellos seguirán rejuveneciendo. No sabemos que estado infantil llegarán a tener el séptimo día. Si ellos llegan a ser "neonatos", desaparecerán.

—Esperemos que no desaparezcan antes de eso —respondió Aiacos con preocupación.

Habría esperanza siempre y cuando no rejuvenecieran tan rápido.

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En la mañana del cuarto día los dos jueces tenían ya tres o cuatro años, por lo que tenerlos entretenidos empezaba a ser una tarea menos pesada aunque, los dos lloraban demasiado. Fue entonces que Aiacos supo que era momento de comprar enseres adecuados para los niños enviando a otros espectros, encabezados por Valentine, a las tiendas departamentales para proveerse de todo lo necesario. Todo eso debía ser con la mayor de la discreción así mismo, era momento de relevar a los tres chicos que estaban al borde de la locura y el cansancio.

—Lune, Pharao —indicó el juez—. Relevarán a los tres niñeros.

—¿Nosotros? —respondieron al unísono.

—Si.

Así los mando llamar a todos a Guidecca notificando los cambios para el alivio de los tres espectros.

—Vayan a descansar chicos. Lo hicieron muy bien, ¡excelente trabajo! Tómense el resto del día. De aquí en adelante tanto Lune como Pharao se encargarán.

—¡Muchas gracias! —respondieron los tres al borde del llanto. Los tres espectros le tenían gran respeto a su jefe, no obstante su versión infantil era una visión salida de los peores horrores del inframundo.

Lune llego a la habitación en Caina donde los tenían, encontrándolos durmiendo la siesta. Así se veían tan apacibles tan tranquilos, que casi era imposible creer que esos dos hayan sido dinamita los pasados días.

—Jefe Minos —susurró—, luces tan tierno siendo pequeño —lo arropó sonriendo. Verlo así le causaba una ternura difícil de explicar.

Ternura que acabo apenas empezaron a llorar.

Con ayuda de los espectros, Aiacos les llevó diversos suministros como leche, biberones, pañales y ropa adecuada. Así mismo ya fue posible poner un poco de orden en el interior de Caina dejando todo como estaba pues, apenas Radamanthys viera algo de desorden, los mandaría golpear.

Tanto Pharao como Lune resultaron ser excelentes niñeras. Siendo dedicados y pacientes. Se notaba que se les daba bien y podían enfocarse en esa tarea sin volverse locos. En especial Lune, pues pareciera que se le daba natural ya que Minos rara vez lloraba estando con él y siempre que le hablaba el niño sonreía. Aiacos pensó que Lune debió ser el niñero desde el inicio, pero ¿ellos que iban a saber?

De igual forma, Pharao le podía seguir el ritmo a Radamanthys, quien iba de aqui para allá sin descanso, y al niño le agradaba la compañía del joven arpista, excepto cuando se entretenía con sus juguetes, pobre del infeliz que intentara apartarlo de esos objetos ya que sería acreedor a su interminable llanto.

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Para el quinto día los niños tenían ya uno o dos años así que se les dificultaba caminar y hablar, decían una que otra palabra y permanecían quietos por más tiempo. Era increíble pensar que esos hermosos bebés se convertirían en dos jueces temibles en el futuro cercano.

—Estás listo —Lune atendía personalmente a Minos, dejándolo perfecto para dar un pequeño paseo en el interior del templo haciendo que el niño sonriera mientras le hablaba.

Lune llevaba al niño en brazos andando lento por el pasillo del templo, narrando una historia breve lo mejor que podía mientras el infante miraba a todas partes señalando aqui y allá con sus diminutos dedos. El pequeño Minos interrumpía a su niñero solicitando mirara a donde este decía "¡Mira!".

Las risas de Radamanthys se oían por todo el templo ya que Pharao representaba caras graciosas mientras lo sujetaba para que no cayera, el pequeño juez iba con pacitos veloces de aquí para allá encontrándose con Lune justo afuera de la sala.

—Ojalá se quedarán así más tiempo —dijo el joven egipcio de pronto—, no gritan, no pelean. Me conmueven.

—El Señor Hades no lo permitiría —respondió Lune—. Aiacos ha sido muy discreto con esto pero, apenas se enterará el Señor Hades, los mandaría de vuelta al mundo mortal.

—Pero, si eso sucediera... ¿quién los cuidaría?

—Nadie, serían dejados a su suerte.

—Eso es muy cruel... —dijo al fin Pharao acongojado. Redoblarían esfuerzos para mantener el secreto ya que, no fue culpa de los jueces el quedar en ese estado.

Aiacos entró en el templo un momento después preguntado qué tal iba todo. Hasta él mismo reconocía lo buenos niñeros que eran esos dos, sintiéndose satisfecho porque todo estuviera saliendo bien hasta esos instantes.

—Todo bien por ahora —Lune volvió de otro paseo mientras el juez recibía a un sonriente Minos en brazos, Lune aprovechó para estirar sus extremidades un momento.

—Y pensar que son tan apacibles siendo infantes. En tres días más estarán gritando y dando órdenes. Minos se comportará como un cínico desvergonzado y Radamanthys estará hecho una furia —indicó Aiacos con algo de tristeza.

Una parte de ellos no querían verlos regresar a la normalidad. Le habían tomado afecto a los jueces infantiles.

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Para el sexto día ambos tenían unos cuantos meses pasando la mayor parte del tiempo en una cuna improvisada. Aiacos temía que fueran a desaparecer al día siguiente pues eran ya muy pequeños.

Así mismo entre Lune y Pharaoh tomaban turnos para monitorear a los bebés ya que no requerían un ojo constante, dejando a un esqueleto haciendo guardia afuera de la habitación. Sin embargo al juez sustituto le costaba desapegarse de su protegido, le había tomado demasiado afecto reconociendo que era reconfortante tener a alguien cercano, a alguien a quien cuidar. Así que él se pasaba por el salón con más frecuencia.

El séptimo día estaba muy cerca así que entre todos dejaron a los bebés listos colocándolos en un colchón en el suelo tan solo tenían su pañal puesto y estaban desnudos ya que si volvían a la normalidad esa noche, la ropa los estrujaría.

Esa noche montarían guardias a la espera del fin de la maldición.

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No ocurrió nada extraordinario durante el transcurso de la velada encontrándose con un par de recién nacidos la mañana del séptimo día.

—Hoy son más pequeños —se decían entre todos consternados.

Ahora todos los espectros reunidos en Caina estaban verdaderamente preocupados. Simplemente al final de ese día, ambos habrían desaparecido así sin más sino se llevaba a cabo el deseado cambio. Los dejaron en el mismo sitio, en el colchón sobre el suelo, ya que no sabían si ocurriría algo sobrenatural durante esas horas, lo peor, no podrían hacer nada más al respecto sino pasaba nada y la maldición seguía su curso.

Todos permanecían en la cercanía mordiéndose las uñas esperando que todo se resolviera positivamente.

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La noche del séptimo día estaba corriendo cuando Minos despertó desconcertado, observando el techo sobre su cabeza muy desorientado. No estaba en su templo. Trató de incorporarse, notando que estaba completamente desnudo y ninguna manta cubría su cuerpo.

—¿Qué demonios...?

Con temor en su interior giró su cabeza a la derecha encontrándose con que Radamanthys estaba a su lado desnudo también.

—Oh por Dios... ¡No, noo! —se sentó sobre el colchón horrorizado y sin poderlo creer—. Esto no puede ser posible... —observó con ojos desorbitados tratando de asimilarlo.

Radamanthys escuchó la voz de Minos en la lejanía sacándolo de su sueño. El rubio abrió los ojos mirando al techo tratando de orientarse dándose cuenta también de su extraña desnudez pues sentía un poco de frío a su alrededor. Con mucho temor noto que algo no muy bueno había pasado, lo peor era que no recordaba con quién estaba acostado temiendo que no le agradara la visión, giró a su izquierda para encontrarse con la mirada aterrada de su colega posada sobre él.

—¡Oh maldita sea...! —Radamanthys se sentó de golpe aterrado pues ambos se miraron de arriba abajo corroborando que estaban desnudos en la misma cama.

—No puede ser que tú... ¡Eres un pervertido sexual! —Minos lo señaló con el dedo mirándolo con enojo.

—¿Yo? Tú te acostaste conmigo, ¡y ni siquiera lo disfruté! —Radamanthys lo miró sumamente molesto lanzando una señal con desdén cruzándose de hombros.

—¡¿Eso qué rayos significa?! —rugió Minos.

El esqueleto que hacía guardia escuchó los gritos del interior mandando llamar a los demás ya que parecía que todo había salido bien. La señal fue enviada en instantes. Pasados unos minutos, Aiacos llegó con pasos veloces entrando de súbito en la habitación notando que sus dos colegas eran normales de nuevo.

—¡Chicos, vuelven a ser ustedes! —exclamó con visible felicidad ante la mirada atónita de ambos.

—¿Disculpa?

Lune, Pharao y los tres espectros entraron observándolos con alivio dejando, tanto a Minos como Radamanthys, muy confundidos sin saber qué decir ni entendiendo la situación. Tras un momento les acercaron varias prendas para que se vistieran pues había mucho qué narrar.

—¿Alguien puede decirnos, qué demonios está pasando?

—Es una historia muy larga... —indicó Aiacos sin saber por donde empezar.

Entre Pharao y Quinn narraron todo lo ocurrido a partir del punto en que Radamanthys empezó a encogerse, cosa que él recordaba bien aunque de ahí en adelante sus memorias eran vagas y borrosas. Justo en ese punto fue que Minos tampoco recordaba bien todo lo ocurrido.

Aunque, la mejor parte de todo el relato, lo que hizo que ambos jueces respiraran aliviados y pudieran mirarse de nuevo a los ojos fue: el no haber tenido sexo entre ellos. Aquello los tranquilizó grandemente. Solo estaban desnudos ya que eran demasiado pequeños el último día de esa maldición y los demás no estaban seguros del momento en que volverían a ser normales.

—Gracias —se dijo Minos respirando con tranquilidad.

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Desde ese día la entrada al templo de la segunda prisión estaba cerrada bajo pena de muerte. Los jueces no se tocarían el corazón si llegaba a sus oídos la noticia de otro traspaso ya que no podían remover el símbolo maldito de la columna puesto que era una de las protecciones de la prisión en sí.

—Esta regla va, especialmente, para ti Quinn. Tienes que dejar de ser tan inquieto.

—Si Jefe.

—Y bueno —indico Radamanthys levantándose de su escritorio—, debería darte un castigo ejemplar, pero no será esta vez.

Los tres lo observaron sin entender.

—Por lo que me dijeron, el tener que cuidar a mi "yo niño" fue mucho peor que el más extraordinario de los castigos y creo que con esa penitencia es más que suficiente. Les agradezco a los tres su sacrificio.

—Gracias Jefe —respondieron al unísono.

Hizo una señal a uno de los esqueletos de la puerta quienes entraron llevando alimentos y bebidas. Así mismo, el grupo comandado por Minos ingresó solicitando la atención de todos los presentes.

—Este festín es para mostrarles nuestro agradecimiento por su arduo esfuerzo los pasados días —comenzó a decir el juez Minos levantando una copa sobre su cabeza—. No teníamos idea de la clase de niños malcriados que fuimos, así que, es nuestro turno para recompensarlos: Quinn, Gordon, Sylphid, Pharao, Lune y la buena organización de Aiacos quien logró mantener todo esto en el mejor de los secretos. Amigos, muchas gracias. ¡Ahora, agasájense!

Lune se acercó a su jefe mientras que este colocaba una mano sobre su hombro.

—Eres el mejor niñero amigo.

—No tiene que agradecer, Señor Minos. Lo haría nuevamente encantado.

El resto de la velada transcurrió entre risas, comida y bebida excepcionales.

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FIN

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*Notas:

Estoy manejando el inglés como "lengua franca" para no caer en confusiones.

Muchas gracias por haber leído este fic, espero les haya gustado. No sé mucho sobre folklor egipcio asi que solo tome referencias.

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