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Extra: Phoenix en Hogwarts

MUCHOS PENSARON QUE DESPUÉS DE QUE AGATHA abandonara Hogwarts los problemas se habían acabado. De hecho, estaban casi seguros de que nunca llegaría otra estudiante igual de desastrosa que ella. Claramente, todos estaban equivocados porque no se esperaban que la niña que tenía cara de no romper ningún plato les traería más dolores de cabeza que Agatha, Harry Potter y Los Merodeadores juntos. ¿Lo peor? Ella trabajaba sola.

Era muy distinto llevar a cabo un trabajo o misión en grupo donde alguno de ellos podía convertirse en un soplón cuando las cosas se pusieran difíciles a trabajar solo donde nadie tendría las pruebas suficientes para saber que fuiste tú. Esa era la principal razón por la que Phoenix Malfoy trabajaba sola.

Se podía decir que trabajaba sola porque, aunque su hermano solía ayudarla, ella era la mente maestra de toda la situación. Quizás ella fue la razón por la que McGonagall decidió retirarse antes de que pudiera llegar todo el clan Potter-Malfoy. Si James y Agatha le habían dado dolores de cabeza por separado, imagínense lo que una mezcla de ambos podía hacer. Y eso, que Phoenix solo era otra mezcla de Draco y Hermione.

Phoenix había dejado su marca desde el primer momento en el que pisó Hogwarts. Ese primer día en el que el sombrero determinó que su casa sería Ravenclaw. Era la primera Malfoy en pertenecer a otra casa que no fuera Slytherin, pero estaba claro que todos los hijos de Draco Malfoy habían roto los esquemas.

Agatha fue la primera mestiza Malfoy que fue aceptada por su familia, Hermes fue el primer Malfoy con el cabello castaño, Phoenix fue la primera Malfoy en pertenecer a Ravenclaw y Scorpius...fue Scorpius.

Pero, dejando todo el asunto de lado, debemos enfocarnos en el caos. ¿Por qué en el caos? Porque en ese preciso momento todos los estudiantes se encontraban corriendo fuera de la estructura de Hogwarts, algunos gritando, otros evitando ser consumidos por el incendio. Phoenix estaba parada frente a la multitud con la boca abierta y Hermes estaba murmurando 'sabía que era una mala idea'.

—¡Phoenix Malfoy! —gritó McGonagall, sus ojos ardiendo con furia.

Se preguntarán, ¿cómo fue que llegaron a ese estado? Bueno, debemos retroceder en el tiempo.


Dos semanas antes.

Phoenix tarareaba una canción muggle mientras hechizaba su mochila especial. Se la había regalado su abuela, la madre de Hermione, y le tenía mucho aprecio. De hecho, había ido a Hogwarts durante seis años cargando esa mochila. Era la mochila de sus bromas, al ser muggle nadie sospechaba de las cosas que guardaba allí dentro.

Tenía que agradecerle a Agatha por ese truco. Su hermana mayor había sido quien le puso un hechizo de expansión indetectable para que pudiera transportar sus herramientas para bromas. Claro, su madre no sabía de eso porque si llegaba a enterarse podía jurar por la sabiduría de Rowena Ravenclaw que la enviaba a un internado muggle por el resto de sus días.

—Tía Lux, ¿qué haces? —preguntó una Cecilia de nueve años, sentándose en la cama de Phoenix.

La rubia le sonrió a su sobrina.

—Es un secreto, Cece —le dijo en voz baja—. Cosas para bromas.

Cecilia asintió, sabiendo a lo que se refería. Su madre hacía bromas con ella también, solo que más inofensivas de las que Phoenix hacía. La chica de ojos azules estaba concentrada en realizar una broma que marcara su historia en Hogwarts. Era su último año en el colegio y debería de hacer algo que fuera tan legendario como lo que Fred y George Weasley hicieron en 1996.

—¿No puedes contarme? Sé guardar secretos —comentó Cecilia, agitando sus pestañas de la manera que siempre hacía para parecer irresistible y que nadie pudiera negársele.

Phoenix soltó el aire de sus pulmones en forma de suspiro y esbozó una sonrisa cómplice mientras rodaba los ojos. Sabía que su sobrina había aprendido ese arte de manipular de ella misma. Era lo que siempre hizo para que su padre no pudiera negarle lo que quería.

—Bien —se resignó, sentándose a su lado—, pero tienes que prometer que no le dirás a nadie. ¿Trato?

Cecilia dudó por un segundo.

—¿Qué gano yo si guardo tu secreto? —cuestionó.

Phoenix sacó un cajón que estaba bajo su cama y los ojos grises de Cecilia brillaron con una chispa traviesa.

—¿Trato? —repitió Lux. Cecilia asintió, emocionada—. Bien, esto es lo que haré...

ϟ

Una semana antes

Lux continuó tarareando aquella canción que no salía de su cabeza, aquella que su hermana le había cantado en su cumpleaños, mientras caminaba por Sortilegios Weasley. Fue muy lindo de su parte que le escribiera una canción. Podía presumirle a todos sus hermanos que Agatha le había escrito una canción y que se la había cantado con su guitarra.

—Hola, Nix.

Phoenix giró sobre sus talones y le sonrió al chico, Dexter. Él tenía el cabello castaño y despeinado como si se hubiera acabado de levantar o simplemente le gustara darse un aspecto rebelde, ojos azules, traviesos y llenos de picardía. Su sonrisa era perfecta y coqueta, pero él sabía que todas sus armas de seducción no funcionaban en la chica Malfoy.

—Hola, Dex —saludó ella, sin dejar de sonreírle.

—¿Qué te trae por aquí? ¿Algo que busques? —preguntó.

Un detalle que solía pasar por alto era que Dexter trabajaba en Sortilegios Weasley durante el verano. Él decía que lo hacía para ganar dinero y tener un descuento en la mejor tienda de bromas que pudiera existir. Era brillante su astucia, quizá por eso era Slytherin.

Phoenix mordió su labio inferior y pasó un mechón de cabello por detrás de su oreja, haciendo que sus facciones resaltaran más. Sacó una lista de su mochila y se la entregó a Dexter, quien abrio los ojos al ver todo lo que estaba buscando.

—¿Crees que puedas ayudarme con eso? —dijo ella.

Dexter asintió y guardó el pedazo de papel en el bolsillo trasero de su pantalón.

—Haré lo que pueda...

Phoenix arqueó una ceja expertamente y cruzó sus brazos. Ella sabía lo que él estaba haciendo y esta vez no planeaba huir como siempre.

—Lo harás. Conseguirás todo lo que estoy pidiendo —ordenó.

Dexter sonrió de lado y apoyó sus manos en la madera del mostrador. Muchas chicas suspirarían al tenerlo de esa manera, pero Phoenix no lo hizo. Se quedó con su expresión de indiferencia.

—¿Qué ganaré a cambio? —inquirio él. Phoenix ladeó su cabeza y no respondió—. Hagamos algo, yo te consigo todo a un precio menor y...

—Tengo dinero como para comprar toda la sucursal veinte veces —lo interrumpió ella.

—Déjame terminar, ¿sí? —pidió, rodando los ojos—. Solo me deberás una cosa.

—No —negó Lux.

Dexter encogió sus hombros y sacó el papel de su bolsillo. Lo puso sobre el mostrador y cruzó sus brazos.

—Que alguien más te ayude entonces —concluyó.

Phoenix no tenía muchas opciones en sus manos. La verdad era que ella ni siquiera debía de estar en Sortilegios Weasley. Se supone que solo estuvieran recogiendo sus túnicas en el Callejón y ella se escapó de la tienda para ir a Sortilegios Weasley. La chica ya tenía suficientes advertencias de que tenía que mantenerse controlada en su último año.

Ella sacaba buenas notas, excelente y casi perfectas. Sin embargo, desde que ella estaba en Hogwarts, Ravenclaw jamás ganaba la copa de la casa. Eso se debía a todos los puntos que le restaban cuando hacía bromas.

—Bien, acepto. Nos encontraremos en Hogwarts para que me des los artículos. ¿De acuerdo? —preguntó y Dexter asintió, volviendo a sonreír.

Phoenix salió casi corriendo de la tienda y se alejó lo más que pudo de ella. Entró a otra y pidió un helado simple para tener una excusa por el tiempo que estuvo fuera. Le había favorecido que el lugar estuviera lleno, pero la fila vacía. Podría decir que antes la fila estaba inmensa. Pidió otros dos y pagó los helados.

Salió de la tienda y fue cuando se encontró con sus familiares.

—¿Dónde estabas, Phoenix? —preguntó Hermione.

La chica ignoró a su madre mientras le entregaba los helados a sus sobrinos, los mellizos Addison y Aiden. Addison era unos centímetros más baja que Aiden, tenía el cabello rojo fuego, más oscuro que cualquiera que otra Weasley, y sus ojos eran grises. Aiden era otro cuento, él tenía el cabello rubio cenizo y sus ojos eran verdes.

—Salí a comprarles unos helados y la fila estaba enorme —respondió.

—¿No hay helado para mí? —preguntó Hermes, haciéndose el dolido.

—Cómpratelo —espetó Lux.

Hermione seguía mirando a Phoenix con una ceja arqueada y segundos después apareció Draco.

—No nos dijiste nada —acusó Hermione.

—Claro que lo hice, ¿verdad, Hermes?

El chico se quedó confundido por una milésima de segundo y asintió. Era una mentira, pero sabía que su hermana lo necesitaba y tenía algo entre manos.

—La edad les está haciendo mal —comentó Phoenix con burla.

ϟ

Horas antes

—¿Tienes todo lo que te pedí? —preguntó Phoenix, cerrando las cortinas del compartimiento.

Dexter asintió y Hermes frunció el ceño al verlo allí. Al menor de los Malfoy no le agradaba del todo Dexter para su hermana. ¿Por qué debía agradarle? Era un chico que destilaba problemas hasta por los poros.

—Todo, Nix —dijo y le pasó la mochila con los artículos que ella había pedido en la lista. Phoenix rápidamente la cogió y examinó todos y cada uno de los artículos. Todos estaban en perfecta condición—. Debo suponer que tienes algo grande entre manos.

Phoenix esbozó una sonrisa traviesa y asintió. Dexter sonrió cuando ella lo hizo y Hermes se dio en la frente con la palma de su mano.

—Marcaré historia —comentó Phoenix.

Hermes suspiró.

—¿Estás segura de que es buena idea? Sabes que tienes dos advertencias en tu récord, a la tercera...

Phoenix fulminó con la mirada a su hermano, obligándolo a callarse.

—Cierra la boca, Hermes. Nadie sabrá que fuimos nosotros —aseguró.

Media hora antes

Hermes limpió el sudor de su frente y se quitó su corbata amarilla y negra, dejándola colgada en una de las armaduras. Estaban trabajando con tanta rapidez para que quedara como Phoenix quería antes de que acabara la cena.

Phoenix tenía el cabello trenzado y las mejillas ligeramente trenzadas a causa de todo lo que se estaba moviendo. Había corrido por todos los pasillos lo más rápido que podía para poder cubrir la mayoría de ellos. Por suerte para ella, se llevaba bien con la mayoría de los retratos, así que no la delatarían.

—¿Cuánto falta? —preguntó Phoenix mirando a Dexter y a Hermes.

Dexter miró su reloj y le avisó que quedaba media hora aproximadamente. Se arreglaron un poco, para pretender que no tenían nada que ver, aunque su broma tenía su firma por todos lados. Todos sabrían que fue Phoenix Malfoy quien lo hizo.

Los tres se dirigieron a sus respectivas mesas y solo les quedaba esperar. Comieron y charlaron con sus compañeros en lo que pasaban los minutos. Dexter miraba a Phoenix cuando ella no miraba, y ella lo miraba cuando él no estaba pendiente. Era una rutina de ellos.

De repente, se comenzaron a escuchar pequeñas explosiones fuera del comedor y el profesor Longbottom fue quien se ofreció a ver lo que estaba pasando. Lo que hizo fue abrir las puertas del gran comedor y este quedó en tinieblas debido a la ráfaga de viento que entró por medio de un hechizo. Se escuchó una risa malévola y tétrica al mismo tiempo que se escuchaba un grito desde el fondo del pasillo.

Comenzaron a entrar distintos cohetes, fuegos artificiales que explotaban en formas de leones, águilas, tejones y serpientes. En una el águila voló junto a la serpiente y Phoenix supo que había sido un truco de Dexter. Finalmente entró lo que parecía un dragón chino, volando por el comedor y escupiendo fuego, estaba claro que era un efecto visual, pero hizo que McGonagall casi tuviera un infarto en ese momento.

Lo que no se esperaban era que el dragón terminara su función y explotara. Una pequeñísima llama de fuego cayó en las banderas de las respectivas casas y el fuego se esparció por todos lados.

Los estudiantes comenzaron a gritar y a salir desesperadamente del comedor solo para fijarse en que los pasillos estaban iguales. En menos de lo que todos pensaban se encontraban fuera del castillo observando cómo los profesores se encargaban de extinguir el fuego.

—¿Qué demonios está ocurriendo? —preguntó Phoenix mirando a Dexter.

Él encogió sus hombros, sin saber. Hermes se dio en la frente con su mano.

—Esto fue una pésima idea. Siempre supe que lo sería —murmuró.

—¡Phoenix Malfoy! —gritó McGonagall.

—Ay, que el fuego me consuma mejor —deseó la chica Malfoy.

ϟ

Por alguna razón, los tres terminaron en el despacho de McGonagall, quien trataba de comprender cómo podía tener una estudiante tan desastrosa. Definitivamente, se retiraría tan pronto ella se graduara porque no esperaba tener en Hogwarts al tornado de Agatha y James.

—No existen pruebas para acusarnos de lo que acaba de ocurrir —protestó Phoenix.

McGonagall levantó la corbata amarilla y negra que tenía en la parte de atrás un parche que decía «Propiedad de Hermes Malfoy». Phoenix trató de lucir indiferente ante el problema.

—Señorita Malfoy, ya usted tiene dos advertencias en su récord, ponerle una tercera podría llevarla a su expulsión. En especial cuando es una de tal magnitud. ¡Provocó un incendio en el castillo! —exclamó Minerva.

—Esa corbata no es prueba de que fuimos los culpables por los hechos —se defendió.

—Y usted, señor Sinclair, está en probatoria por el incidente del año pasado. Esto sería un boleto directo a su expulsión...

—Fue mi culpa —mintió Hermes.

Phoenix miró a su hermano y trató de negar. Él no había tenido la culpa de lo que había sucedido. Ella los había arrastrado a ambos al problema.

—No —negó Lux.

—Deja de tratar de protegerme, Phoenix —espetó. Era todo un acto porque él no tenía ni una sola mancha en su récord—. Quería por primera vez resaltar en algo y hacer que me vieran a mí. Además quería alejar a Dexter de mi hermana, era una manera de matar dos pájaros de un tiro, pero no es lo correcto. Ellos no tuvieron nada que ver. Por eso es por lo que encontró mi corbata, yo hice todo. Compré los artículos y lo planeé solo.

McGonagall se mostró sorprendida y miró a Hermes.

—En ese caso, ustedes dos pueden retirarse —les dijo a Phoenix y a Dexter—. Les enviaré una carta a tus padres.

Phoenix se vio obligada a salir del despacho. Más bien, Dexter prácticamente la arrastró con él porque ella no quería que su hermano sufriera un castigo por algo que ella hizo.

ϟ

—Esto no es justo para él, Dex.

Dexter le apartó un mechón del rostro a Phoenix y le sonrió para calmarla. Ella no había querido irse a su torre hasta que Hermes saliera del despacho de McGonagall y Dexter no pensaba dejarla sola a esas horas de la noche.

—Él va a estar bien, Nix. Es el estudiante preferido de McGonagall —dijo para tranquilizarla.

Phoenix suspiró.

—Tienes razón. Es solo que...no puedo creer que él se echara la culpa para sacarnos del problema —confesó.

—Eres su hermana, es natural —acotó—. Además, creo que es hora de que te concentres en lo que me debes.

La chica arqueó una ceja y cruzó sus brazos.

—¿Qué se supone que te deba?

Dexter no respondió. Solo se acercó a ella peligrosamente y reclamó sus labios con los de él. La tomó por sorpresa, eso no era ningún secreto y trató de resistirse por su propio orgullo, pero al final se rindió al beso. Envolvió sus manos en su cuello y enredó sus dedos en el cabello de él. El beso era apasionado, desesperado y ambos parecían necesitar más del otro.

Si se hablaba con la verdad, había existido tanta tensión entre ellos dos desde el primer día en el que se encontraron en el Expreso de Hogwarts.

Escucharon que alguien se aclaró la garganta detrás de ellos y se separaron como si quemaran. Voltearon a ver a la persona y se encontraron con Hermes y los padres de Phoenix. Draco estaba a punto de explotar al ver esa escena y Phoenix estaba tan sonrojada que parecía tomate. La única persona que estaba sonriente era Hermione y era porque sabía que a su hija le gustaba Dexter.

—Esto es incómodo —masculló Phoenix mirando hacia cualquier otro lugar—. Hermes, ¿qué tal te fue?

—Solo una semana ayudando a los elfos en las cocinas —comentó, metiendo sus manos en el bolsillo.

Phoenix sonrió y Draco la miró con los ojos entrecerrados.

—¿Cuándo llegaron? —preguntó Phoenix, tratando de distraer a su padre, pero nada funcionaba.

—¿Quién es? —espetó, mirando a Dexter, que no sabía ni dónde meterse.

Dexter dio un paso al frente y extendió su mano mientras se presentaba ante Draco. Hermione sonrió al ver esa escena y le hizo una seña a su hija que solo hizo que se sonrojara más.

—Entonces, ¿son novios? —cuestionó Hermione.

Tanto Phoenix como Dexter negaron. Ellos no eran pareja, solo habían compartido un beso, uno muy apasionado que querían repetir.

—¿Qué demonios hacían si no son pareja? —Draco estaba a punto de estrangular al pobre Dexter con sus propias manos.

Él se había atrevido a profanar a su pequeña princesa. Le había tomado largos años aceptar que James había profanado a Agatha, ahora tenía que lidiar con Dexter. ¿Acaso el mundo lo odiaba?

—Dice el que tuvo un hijo del cuerno...—murmuró Phoenix—. Agatha es buena informante, ¿sabes?

—Traidora que es.

Draco gruñó y Hermione le pasó una mano por el cuello para tranquilizarlo. Le susurró que debían irse y se despidieron de sus hijos. Antes de irse, Draco le dijo algo a Dexter por lo bajo, pero se sabía que había sido alguna amenaza.

Hermes rio y agitó su mano, despidiéndose de ellos para dirigirse a su sala común en Hufflepuff. Mientras que Dexter todavía se encontraba incómodo.

—Gran forma de conocer a tu padre —comentó Dex, con evidente sarcasmo.

Phoenix soltó una larga y fuerte carcajada. Dexter la miró ofendido por eso.

—Debiste haber visto tu cara —dijo, burlándose de él.

Dexter la miró con los ojos entrecerrados y antes de que Phoenix pudiera volver a burlarse, la besó. Al contrario del beso anterior, este no fue apresurado ni deseoso. Fue lento, suave y delicado.

—Podría acostumbrarme a ser callada de esta forma —confesó Lux en medio del beso.

Dexter sonrió.

—Yo podría acostumbrarme a callarte de esta forma.

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