Extra: Never
Explicación parcial: este extra sería lo que hubiera pasado si Hermione no hubiera dado en adopción a Agatha.
2004
HERMIONE SINTIÓ SUS MANOS TEMBLAR y las cerró en fuertes puños para evitar que fuera muy notorio. Su mente era un lío en esos momentos y se preguntó cómo haría para solucionar todo lo que estaba sucediendo en esos momentos. No era una situación fácil, pero tenía que hacerlo, empezando por confirmar aquello que le había salido en la prueba muggle de embarazo.
Entró al consultorio de su médico y llenó los papeles necesarios para atenderla en su cita. Su corazón latía como loco y tenía un nudo en su garganta desde hacía aproximadamente dos días. No había dormido prácticamente y hacía todo lo posible por lucir lo más calmada que podía. Era imposible.
Terminó de llenar los documentos y se los entregó a la secretaria del médico. Solo le quedaba esperar su turno para poder ser llamada.
—Hermione Granger —escuchó que la llamaron al cabo de veinte minutos de espera.
Con cierto miedo, se puso de pie y caminó hacia la oficina del médico, quien la estaba esperando en su escritorio. Hermione se sentó en una de las sillas que se encontraban frente al mismo y esperó a que el doctor terminara de firmar unas recetas.
—Dígame, Granger, ¿qué la trae por aquí?
Hermione comenzó a relatarle sus síntomas y también los resultados de su prueba de embarazo, pero quería corroborar que no fuera un falso positivo, lo cual solía ocurrir muy seguido. El médico asentía ocasionalmente y unía en su mente los síntomas para llegar a un diagnóstico.
—Bueno, a mi parecer con solo escuchar sus síntomas puedo decir que está embarazada. Sin embargo, eso lo podemos corroborar en cuestión de minutos.
El médico se levantó de la silla y le señaló a Hermione la camilla. Ella obedeció y levantó su camisa, por órdenes del médico. Sintió algo frío en su vientre al mismo tiempo que pasaban un objeto por él. Entonces lo escuchó, los pequeños latidos del bebé que estaba creciendo en su vientre. Escuchar eso hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas y el doctor pensó que eran de alegría.
—Felicidades para usted y su esposo —dijo el doctor, sin saber que ese bebé que ella estaba cargando en su vientre no era de su marido, sino de alguien más.
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La razón por la que Hermione sabía que ese bebé no era de su marido era porque ellos se estaban tomando un tiempo desde que sucedió lo del baile, aunque él no supiera exactamente lo que estaba pasando. Hermione dijo que necesitaba un tiempo para que entre ambos se calmaran las cosas —las discusiones constantes que tenían— y Ron aceptó, aunque le costó bastante. Así que no había más que decir.
—No sé qué hacer —murmuró para sí misma mientras tomaba un zumo de naranja en la cafetería muggle.
El día estaba lluvioso y por alguna razón la hacía sentir melancólica con todo lo que estaba ocurriendo en su vida en ese momento. Ya ni tenía la osadía de hacer lo que tenía pensado, pero no pudo retractarse cuando lo vio entrar al lugar con el ceño fruncido por la confusión. Él se sentó en la silla que estaba frente a ella y la observó.
—¿Sobre qué querías hablar? —preguntó en un tono monótono.
Hermione sintió que su voz estaba atrapada en medio de su garganta y lo único que pudo hacer fue sacar el documento que hacía mención de su estado. Draco frunció su ceño aún más cuando leyó el documento. No entendía nada.
—¿Me citaste para decirme que estás embarazada de tu marido? —inquirio arqueando una ceja, dado a que no le veía el punto a eso.
Fue entonces donde Hermione supo que tenía que reunir toda su valentía Gryffindor para responder la pregunta.
—Es porque el bebé no es de Ron, sino tuyo —confesó en voz baja, sintiéndose avergonzada de ella misma.
La carcajada de Draco vibró en sus oídos. Estaba claro que esa iba a ser su reacción, pero no esperó que fuera tan...así. Fue una pura carcajada de burla.
—Ya, Granger, deja de soñar —comentó entre dientes—. Yo no me acercaría a ti ni con una escoba de tres metros.
Hermione sabía que él diría eso, así que sacó un pequeño frasco de su bolso y lo dejó sobre la mesa al mismo tiempo que se ponía de pie.
—Cuando termines de analizar la situación y decidas qué hacer con tu nueva paternidad, me hablas —dijo antes de irse, dejando a Draco confundido con un frasco lleno de los recuerdos de esa noche; sus recuerdos.
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Hermione se encontraba en la habitación de hotel donde se estaba quedando desde que le pidió el tiempo a Ron. Se sentía extraño dormir en una cama vacía donde probablemente muchísimas personas más habían dormido antes. Ni siquiera sabía la razón por la que estaba pensando en las personas que habían estado antes, pero pensó que era una buena forma de despejarse. Definitivamente se estaba volviendo loca.
Escuchó que tocaron su puerta y frunció el ceño porque en primera, no había pedido nada y segundo, nadie sabía que ella se estaba quedando en ese lugar. Ni siquiera sus padres porque sabía que eran lo suficientemente inocentes como para decirle a Ron su paradero y ella no iba a ser capaz de verlo a la cara sin poder pensar en lo que hizo.
Abrio la puerta sin mirar y se sorprendió al ver quién estaba parado frente a su puerta.
—¿Cómo sabías dónde encontrarme? —preguntó y solo pudo apreciar una sonrisa ladeada de su parte antes de entrar a la habitación—. ¿Que si puedes pasar? ¡Claro, adelante! —comentó con evidente sarcasmo.
Él rio un poco.
—Esa lengua, Granger —le dijo.
Hermione cerró la puerta y lo observó. Llevaba ropa bastante muggle para ser verdad, pero lucía bien. Le quedaba el estilo que estaba utilizando, aunque fuera prácticamente todo negro. ¿Acaso él había escuchado que había más colores?
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
Draco giró a mirarla al mismo tiempo que metía sus manos dentro de su abrigo negro.
—Dijiste que te hablara cuando decidiera qué hacer con mi paternidad —habló—. Pero tenemos que aclarar unas cosas antes —se acercó a la mesa del cuarto y señaló la silla—. ¿Puedo?
Hermione asintió.
—Adelante —murmuró haciendo un ademán y se sentó en el borde de la cama, pasando las manos por su pantalón—. ¿Qué deseas aclarar?
Draco dejó salir el aire retenido en sus pulmones e hizo una mueca. Él definitivamente no estaba esperando ese suceso y no podía sacar el recuerdo de su mente por más que lo intentara. Ni siquiera podía dormir bien porque él sí recordaba todo lo que sucedió en la noche. Hermione le había entregado sus recuerdos sin saber que él no estaba tan borracho como para olvidar todo en la mañana y no eran los mismos que los de ella.
—¿Cómo puedo estar tan seguro de que el bebé no es de tu marido? —interrogó.
Hermione soltó una carcajada llena de sorna y miró el techo.
—¿Por qué mentiría de ser así? Ni se te ocurra a decir que por dinero, lujos o siquiera el estatus de sangre. De hecho, mi dignidad en estos momentos está por el suelo —espetó.
Ahí ella tenía un punto, pero él también necesitaba estar seguro de ello porque lo que sucedería si el bebé llegaba a ser suyo probablemente revolucionaría a todo el mundo mágico.
—¿Ninguna posibilidad? —cuestionó. Hermione negó. La mínima posibilidad que tenía no cuadraba con el tiempo que el bebé tenía, así que con eso sabía—. Te haré una pregunta seria: ¿alguna vez ustedes llegaron a acostarse? Y no me refiero a dormir precisamente. Lo digo porque si yo tuviera esposa lo menos que haríamos en la noche sería dormir.
Hermione rodó los ojos, expresando su molestia.
—¿Alguna vez te puedes tomar algo en serio? —preguntó.
Draco apretó sus labios en una fina línea para evitar decir la respuesta a esa pregunta. ¿Cómo podía tomarse en serio que la Comadreja ni se hiciera cargo de su mujer? Ella no era fea, sino todo lo contrario. Quizá por eso no pudo controlarse en esa noche.
—Lo siento, Granger. Esto es difícil de asimilar —murmuró.
Hermione sintió sus ojos escocer y quiso pegarse mentalmente por estar tan sensible. Era a causa de las hormonas y su estado, pero odiaba estar llorando por todo como si nunca fuera a deshidratarse por más que pensara que iba a hacerlo. ¿Es que acaso las lágrimas no se le acababan?
—¿Difícil de asimilar? Lo siento, pero tú no eres quien está embarazada, está arruinando su matrimonio y terminará siendo la zorra que engañó a su marido —espetó con amargura.
Era cierto. Tan pronto las personas se enteraran la tacharían de zorra sin siquiera saber lo que ocurrio. Así siempre ocurría con las mujeres. Los hombres podían pegarle cuernos a todas sus novias y seguían siendo machos alfas. No obstante, una mujer cometía un error y la reputación de ella terminaría siendo las primeras seis letras de esa palabra.
—¿Perdona? —pronunció Draco en medio de la impresión—. No sé si recuerdas, pero yo también tengo una relación. Se supone que me case en un mes.
Hermione resopló.
—Nunca dije que no te casaras, Malfoy. Tú puedes continuar con tu vida si te parece. Al igual que tampoco tienes que formar parte de esto si no quieres. Solo pensé que deberías saberlo, no quería que mi hija creciera pensando que no conoció a su padre porque yo no se lo permití —explicó, abriendo la puerta para que él se marchara.
Ambos tenían mucho que asimilar y era mejor que aclararan sus mentes bien antes de tomar una decisión que terminara siendo un error. Además, como Hermione dijo, ella no le estaba pidiendo que no se casara. Un hijo no ataba a nadie, así que ambos podían continuar con sus vidas.
—¿Cómo siquiera sabes que será niña? —preguntó Draco antes de irse.
Hermione encogió sus hombros.
—Instinto, quizá —murmuró.
Draco negó.
—Lo dudo —replicó y justo antes de girarse decidió aclararle la duda a Hermione—. Los Malfoy solo tienen un hijo y es varón.
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—¡Hermione, cariño! —exclamó Jane, su madre, antes de envolverla en un cálido y maternal abrazo, haciendo que la castaña se sintiera en casa. Jane se apartó de Hermione y miró detrás del hombro de su hija, como si buscara a alguien—. ¿Y Ronald?
Hermione tragó, sintiendo que el nudo de su garganta se hacía presente y esta vez tenía más fuerza que nunca.
—¿Dónde está papá? —preguntó, evadiendo el tema.
Jane frunció su ceño, escudriñando a su hija con sus ojos color café. Había algo en ella que no le cuadraba.
—Está en la oficina, cielo —respondió—. ¿Quieres una taza de té? Así hablamos mejor.
Ambas mujeres se dirigieron a la cocina y Jane puso el agua a hervir. Hermione se sentó en la mesa mientras observaba a su progenitora moverse en la cocina.
—Cuéntame, ¿por qué evadiste mi pregunta anterior?
Hermione suspiró, mirando sus manos al mismo tiempo que jugueteaba con sus dedos para evitar mirar a su madre a los ojos. La vergüenza era demasiada como para poder responderle mirándola fijamente.
—Nosotros... eh... Nos estamos tomando un tiempo —murmuró.
Jane hundió el entrecejo.
—¿Cómo así? ¿Por qué? —interrogó rápidamente.
—Mamá, estoy embarazada.
Su madre la abrazó con emoción y eso fue una daga al corazón de Hermione. Había sido su error y ya nada podía remediarlo.
—¡Eso es maravilloso, Herms! ¿Por qué deberían tomarse un tiempo cuando un bebé es la bendición más grande de un matrimonio?
La barbilla de Hermione tembló cuando Hermione trató de retener el llanto que se estaba aproximando.
—Porque no es de Ron —susurró y los ojos de su madre se abrieron por la impresión.
—Hermione, no lo entiendo —pronunció Jane.
Hermione suspiró y le contó todo lo ocurrido a su madre, sacándose ese secreto del pecho porque la estaba ahogando. Soltó una que otra lágrima mientras relataba lo sucedido, desde las frecuentes discusiones que tenía con su marido hasta la noche del baile. También lo ocurrido con Draco en el hotel unos días atrás.
—Mamá, ¿qué debo hacer? Porque no lo sé. Esta situación es más grande de lo que he podido manejar antes y siento que me estoy ahogando cada vez que trato de respirar —manifestó.
Jane miró a su hija con ternura y la abrazó, brindándole el apoyo que ella necesitaba en ese momento. Sabía que su hija se encontraba en una situación difícil y que se volvería peor si lo seguía manteniendo en secreto.
—¿Ron lo sabe? —Hermione negó—. Empieza por ahí. No será fácil, pero no puedes dejar que él se entere por segundos o terceros. Es la mejor forma de comenzar.
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Draco desanudó su corbata, sintiendo que la misma lo estaba ahorcando.
Habían pasado un par de semanas desde que Hermione le dijo que él podía casarse y continuar su vida. Estaba tratando de hacer eso, de tomar la salida fácil en todo el asunto, pero al estar parado allí con la túnica que utilizaría ese mismo día en su boda le hizo entrar en pánico.
¿Realmente iba a casarse y dejarle toda la responsabilidad a Granger? Iba a ser su hijo, su primogénito y estaría echándolo todo a perder si se casaba con Astoria. Ella era una buena mujer y no merecía eso, no merecía tal engaño.
Salió de su habitación, vestido solo con el esmoquin que había llevado bajo la túnica. Soltó los botones de su gabán y quitó los gemelos. Abrio la puerta donde su prometida se estaría preparando para la boda y entró sin pedir permiso.
—¡Draco! —exclamó su madre.
—Necesito hablar con Astoria —avisó en un tono frío para que supieran que era algo que necesitaba cumplirse en ese momento.
Todas las personas que estaban presentes ayudando a Astoria abandonaron la habitación, excepto Narcissa quién miraba a su hijo con severidad.
—Espero que sepas lo que estás haciendo, Draco —le dijo antes de marcharse y cerrar la puerta.
Astoria era una mujer atractiva y muy hermosa. Tenía brillantes ojos verdes, largo y sedoso cabello castaño que caía en cascada hasta su cintura. Sin embargo, en ese momento su belleza era admirable mientras estaba envuelta en ese vestido blanco que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel.
A Draco le gustaba Astoria, quizá hasta la quería, pero no podía saberlo con certeza porque nunca había experimentado mucho de ese sentimiento. De una forma u otra, él se sentía culpable de lo que sucedió con Hermione y no podía permitirse que Astoria también sufriera a cuenta de sus errores.
—Draco, ¿qué sucede? —preguntó Astoria, acercándose a su prometido con el ceño fruncido.
—As, no puedo hacerlo —dijo—. Lo siento, no puedo casarme contigo.
Astoria no comprendía las palabras de Draco. Mejor dicho, no comprendía la razón detrás de las palabras de él. Entonces lo vio, Draco estaba evitando su mirada a toda costa porque sabía que ella podría ver a través de sus ojos y descubrir lo que había mal.
—¿Qué hiciste, Draco? —cuestionó en un tono suave.
Agarró su mano y ambos se sentaron en el borde de la cama, esperando a que él hablara. Draco estaba tenso y tampoco sabía cómo confesarle a Astoria que había embarazado a otra mujer.
—Lo siento mucho, As —murmuró antes de comenzar a decirle un pequeño resumen de por qué no podía casarse con ella.
Astoria escuchó cada palabra que Draco dijo tratando de procesarlas con cuidado. Cuando te decían ese tipo de cosas lo mejor era masticar cuidadosamente la información, para después comenzar el proceso de digestión.
Miró su mano izquierda donde el anillo de compromiso adornaba su dedo anular. Tragó y lo quitó de su mano, devolviéndoselo a Draco.
—No estoy contenta con todo esto —comenzó a decir—, pero lo entiendo y soy consciente de que tienes que asumir era paternidad. Es tu hijo y, aunque no me hace feliz esto, es lo correcto. Ve, búscala y déjale saber que vas a estar ahí, porque está sola en este momento —aconsejó, pasando una mano por la mejilla de él.
Draco frunció su ceño, confundido.
—¿Sola? —cuestionó.
Astoria rodó sus ojos. ¿Dónde había estado metido este hombre que no se enteraba del gran chisme que estaba corriendo por todo el mundo mágico?
—Está divorciada. Lo anunciaron hace una semana y media, por Merlín. ¿Acaso el rubio te ha quebrado las neuronas? —preguntó dándole un leve golpe en la cabeza—. Ahora, ve. Yo estaré bien, superaré esto y me encargaré de ser lo más discreta posible.
Draco le sonrió a Astoria y le dio un beso en la frente que duró unos segundos.
—Eres una magnífica mujer, As. Vas a encontrar alguien que te ame como lo mereces —susurró lo suficientemente fuerte como para que ella lo escuchara.
Se alejó de ella y salió de la habitación, encontrándose con sus dos mejores amigos.
—¿Por qué no estás vestido? ¿No se supone que tienes una boda a la que atender en cinco minutos? —preguntó Theo, mirando su reloj de bolsillo.
—La boda se cancela —anunció Draco—. Explicaré todo luego.
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—Por Salazar, Potter, llevo tratando de localizarla por un mes —vociferó, persiguiendo al Elegido por el pasillo del ministerio.
Ambos entraron al elevador y las puertas se cerraron detrás de ellos.
—No me trago tu cuento —comentó Harry encogiendo sus hombros—. Además, ¿por qué debería ayudarte? Prácticamente la dejaste sola desde el momento en el que te dijo que estaba embarazada.
Draco rodó los ojos.
Sí, Potter tenía un buen punto ahí, pero él estaba tratando de remendar sus errores. De hacer todo lo posible por hacer las cosas bien y lo estaba intentando. Inclusive estaba trabajando turnos dobles en San Mungo para poder reunir su propio dinero sin ayuda de sus padres, los cuales ya estaban lo suficiente molestos desde que canceló la boda. ¡Hasta buscó un apartamento! Se le hizo difícil acostumbrarse, pero Theo, Blaise, Pansy y Astoria lo ayudaban de vez en cuando.
—Bien, bien. Cometí un error y fui un idiota...—Harry lo interrumpió.
—¿Fuiste? —inquirio arqueando una ceja.
El rubio volvió a rodar los ojos y resopló con exasperación.
—Bien, tal vez lo sigo siendo...
—¿Tal vez?
—¡Cállate y déjame hablar! —exclamó y Harry hizo silencio—. Gracias. Como iba diciendo, fui un idiota, pero estoy tratando de arreglarlo. Es por eso por lo que no me casé...
Harry frunció el ceño.
—¿No te casaste?
Draco soltó un gruñido.
—¿Siquiera me estás escuchando? —preguntó.
Harry alzó sus manos en señal de inocencia.
—Lo siento, continúa.
—¿Sabes qué? Estas cosas deberían de decírselas a ella. No te voy a decir nada hasta que me digas dónde estás —dijo, cruzando los brazos para mirar las puertas del elevador.
Quizá si hacía ese berrinche podría sacarle la información necesaria para saber dónde demonios estaba Hermione, quien parecía haber desaparecido de la faz de la Tierra.
—Está en el mundo muggle. Trabaja en una librería en Bristol y eso es todo lo que te voy a decir. Si realmente quieres encontrarla, búscala —manifestó antes de salir del elevador.
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Hermione terminó de acomodar los nuevos libros que acababan de llegar a la librería y se dispuso a recoger sus cosas para irse a su casa, ya que su turno acababa de terminar. Escuchó la campana que anunciaba que una persona había llegado y no se concentró en ello porque Greg podía encargarse.
—Hermione, te están buscando —anunció Greg con el rostro serio.
No era ningún secreto que Greg se gustaba de Hermione porque él mismo se lo había confesado. Era extraño e incómodo porque ella lo rechazó, pero terminaron en buenos términos.
—Eh, gracias por avisarme —mencionó Hermione dirigiéndose al área frontal con una sonrisa, la cual se borró en cuanto vio quién estaba buscándola—. ¿Qué estás haciendo aquí, Malfoy?
—¿Así me recibes? —preguntó arqueando una ceja—. ¿Sabes cuántas librerías hay en Bristol? —Hermione frunció el ceño sin comprender a lo que se refería—. Oh, no sabes. Te he estado buscando por casi un mes y medio.
—¿Eso no es un poco exagerado? —cuestionó—. Creo que si hubieras preguntado se te hubiera hecho más fácil.
Draco resopló.
—Granger, fui a casa de tus padres donde por poco muero a causa de un disparo, tu amiga pelirroja solo estuvo quince minutos haciéndome preguntas indecorosas acerca de la noche en la que concebimos nuestro bebé y tu amiguito Potter solo me dijo que trabajabas en una librería en Bristol —concluyó—. ¿Sabes cuántas librerías hay en Bristol?
Hermione negó, tratando de evitar que una risa escapara de sus labios.
—¿Cuántas?
Draco encogió sus hombros.
—No lo sé, esta es la segunda a la que voy —respondió, haciéndola reír—. ¿Podemos hablar? Y antes de que me respondas con un comentario de '¿no es eso lo que estamos haciendo?' me refiero a hablar en privado.
Hermione iba a responder cuando Greg apareció, interrumpiendo la conversación que ellos estaban teniendo.
—¿Te está molestando, Hermione? —preguntó.
Draco lo observó de pies a cabeza. ¿Y ese quién se creía para intervenir en su conversación?
—¿Parece como que la estoy molestando? —interrogó Draco arrastrando las palabras.
—Greg, está bien. Será mejor que me vaya —dijo Hermione, agarrando su abrigo y saliendo del mostrador.
Fue en ese preciso momento en el que Draco pudo ver cómo la camisa de Hermione se adhería a su cuerpo, remarcando su vientre de dieciocho semanas de gestación. Era pequeño, pero fue suficiente para que un nudo se posara en su garganta. Allí, en su vientre, estaba creciendo su bebé.
—Déjame ayudarte —habló Draco, ayudándola a ponerse el abrigo.
—Gracias —murmuró Hermione—. Podemos hablar en mi casa, está solo a unas calles.
Ambos salieron de la librería y caminaron en silencio hacia la casa de Hermione. Era pequeña, pero acogedora y cálida. Entraron y Draco se quedó en la sala, luego de haber colgado su abrigo en el perchero.
Observó las fotos que Hermione había colgado en las paredes, todas muggles porque ninguna se movía. Una de ellas llamó su atención y supo que fue por lo reciente que era. En la foto se podía ver a Hermione con una mano sobre su vientre mientras veía el atardecer.
—¿Quieres algo de tomar? —ofreció Hermione y Draco negó—. ¿Seguro?
—Sí —aseguró—. ¿Cuándo tomaste esta? —preguntó, señalando la foto que llamó su atención.
—Hace una semana en el puente colgante de Clifton —respondió, metiendo sus manos en los bolsillos traseros de su pantalón.
—Es linda —mencionó.
Hermione sonrió en agradecimiento y un silencio incómodo los rodeó.
—¿Sobre qué querías hablar —preguntó Hermione, haciendo un además para que Draco se sentara en uno de los sillones. Ella se sentó en el otro para guardar la distancia entre ellos.
Draco suspiró.
—No quiero que las cosas sean así —comenzó a decir—. No quiero que tú cargues con toda la responsabilidad porque sigue siendo mi hijo. Quiero ser parte de esto y no te voy a dejar sola.
Hermione apretó sus labios en una fina línea. ¿Él estaba hablando en serio? ¿Quería ser parte de ello?
—¿Qué opina tu esposa de esto? —preguntó Hermione.
Draco arqueó sus cejas.
—No me casé —informó—. Pero como amiga me apoya, si es lo que quieres saber.
Ella asintió.
—¿Y tus padres?
Draco encogió sus hombros.
—No vivo con ellos, ni dependo de ellos para que puedan decirme qué hacer —respondió—. No le busques la quinta para al dragón, por favor. Voy a hacerlo y no va a haber nada que me lo impida —aseguró.
Hermione asintió, dejándole saber que estaba de acuerdo. Eso no significaba que fueran a ser una pareja o que se fueran a casar, sino que tratarían de llevarse bien por el bebé de ambos, por su hijo.
ϟ
2005
—Malfoy te está observando —comentó Ginny, señalando discretamente al rubio que sostenía a la bebé de un año.
Hermione bajó la mirada sintiendo que sus mejillas adquirían un color carmín. Mordió su labio inferior y trató de reprimir el recuerdo de la noche anterior donde los labios de él habían tocado los suyos, aunque hubiera sido tan solo por unos segundos.
—Ginny, déjate de cosas —masculló, colocándole la tapa al pastel.
La pelirroja arqueó una ceja.
—¿De qué me he perdido? Estás como tomate, Herms —dijo.
—Nada —mintió en el momento justo porque había llegado Blaise del brazo de su novia, quien sostenía un regalo en la mano izquierda.
—¡Granger! —exclamó Blaise, jalándola para envolverla en un amistoso abrazo.
Si no lo conociera, hubiera pensado que era extraño, pero ya era lo más normal del universo. Blaise Zabini siempre era de esa forma con las personas.
—Me alegra verlos a ambos —dijo Hermione dedicándoles una amplia sonrisa.
—¿Dónde está mi dulce ahijada? —preguntó.
Hermione señaló a Draco quien hablaba con Theo y Blaise salió casi disparado para poder ver a la bebé. Era normal verlos pelearse por la niña. Cuando Hermione entró en labor de parto Blaise casi entró en pánico diciendo que no estaba preparado para ser padre y Theo tuvo que decirle que él no sería padre, sino Draco. El moreno solo dijo que ese bebé sería de todos.
—¡Yo quiero cargarla! —exclamó Blaise cuando Draco le dijo que no.
Hermione rodó los ojos y se acercó al grupo de hombres que peleaban como si se tratara de un nuevo modelo de escoba. Agarró a su hija y vio que los dos dejaron de pelear.
—Dejen a Agatha quieta, Merlín. Es una bebé, no un juguete —los regañó.
Blaise hizo un puchero fingido cuando Hermione se dio la vuelta aun cargando a Agatha.
—...lo entiendo, hermano. Te gusta que te ordenen. Casi puedo asegurar que ella es la dominante y tú...—Draco lo obligó a callarse antes de que Hermione pudiera escuchar algo más.
Hermione se dirigió dentro de la casa para buscar unos vasos que faltaban cuando escuchó que tocaron la puerta principal. Al abrirla no pudo evitar que la sonrisa se borrara de su rostro.
—Greg —murmuró tratando de no sonar hostil.
Ella había dejado de trabajar en la librería un mes después de haber dado a luz a Agatha luego de una enorme discusión que tuvo con él. Primero quiso besarla a la fuerza y al ella golpearlo, Greg le dijo que era una zorra y que estaba cometiendo un gran error al no estar con él.
—Hermione, ¿podemos hablar?
—Estamos hablando, pero realmente no tengo tiempo —manifestó.
Greg frunció el ceño.
—¿No tienes tiempo en verdad o no tienes tiempo para mí? —cuestionó.
—Ambas —replicó.
—¿Todo bien, Hermione?
Hermione giró un poco y pudo ver el rostro serio de Draco al ver que Greg estaba frente a la puerta.
—¡No puedo creerlo! —exclamó Greg con amargura—. ¿Me rechazaste a mí para irte con este? Pensé que sabías más, Hermione, pero solo terminaste siendo igual de zorra que...
Y no terminó de completar su pensamiento porque Draco ya había dado el primer golpe.
ϟ
—Estás molesta —mencionó Draco viendo a Hermione sacar el botiquín del baño.
Dejó las cosas al lado de él y lo miró fijamente, examinando sus heridas.
—Ni idea de por qué piensas eso —comentó, fingiendo no estarlo.
—Porque puedes curarme con magia, pero lo haces al estilo muggle para hacerme sufrir un rato —explicó.
Hermione suspiró y relamió sus labios.
—¿Era necesario enredarte a golpes con Greg en la fiesta de cumpleaños de tu hija? —preguntó.
Él hizo una mueca. Para él sí era necesario porque Greg le había faltado el respeto a Hermione solo porque ella no quería estar con él. ¿Qué clase de imbécil hace eso? Fácil, él.
—Sí —respondió.
—¿Por qué?
Draco pudo ver cómo Hermione evitaba fijar su mirada en sus ojos desde que se habían besado la noche anterior. Merlín, todos notaban la tensión que existía entre ambos desde que hicieron aquella tregua el día en que Draco fue a buscarla a la librería. Solo la aumentaban con el tiempo, dificultándoles la vida por el simple hecho de que ella no lo admitía.
—Tú sabes la razón —habló. Hermione dejó de curarle las heridas y dio un paso hacia atrás, huyendo de la misma forma que había hecho la noche anterior. Sin embargo, él no la dejó escaparse de la habitación—. No sigas escapando de mí, Jean.
Hermione no pudo responder porque Draco ya la había besado y esa vez, ella decidió no huir.
—¡Qué melosos son! —exclamó Brett haciendo una mueca de asco al escuchar la historia de sus abuelos.
Hermione rio, acariciándole el cabello a su nieto.
—Eso es porque no has escuchado la de tus padres —le dijo, guiñándole un ojo.
—Te estoy escuchando, mamá. Estoy justo al lado tuyo —comentó la rubia rodando los ojos.
—Oh, yo quiero escucharla —comentó Cece, emocionada—. Abuela, ¿cómo se llamará esta historia que nos contarás?
Hermione miró a su hija y sonrió.
—Se llamará: La hija de Draco Malfoy y Hermione Granger.
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