30. El final de un nuevo comienzo
LAS LÁGRIMAS SALIERON DE LOS OJOS GRISES DE AGATHA sin poder contenerlas. Estaba segura de que si hubiese estado de pie estaría tirada en el suelo revolcándose de dolor. La cabeza le latía y sentía como si miles de cuchillos se clavaran en su cuerpo a la vez. Era parecido al dolor que sufría con Lyra, solo que este comenzaba en su cabeza y se esparcía por su cuerpo con rapidez. Sí, solo con ese dolor podía ser comparado lo que estaba sintiendo en esos momentos.
Los minutos se hacían eternos y poco a poco se estaba quedando sin voz. Había llegado a gritar de dolor porque no podía hacer nada para detenerlo. Solo se quedaba recibiéndolo y aumentaba con cada minuto que pasaba. Sentía como si drenara todas sus energías.
Connor se detuvo unos segundos y sonrió de una manera sádica. Disfrutaba de su dolor. No era una satisfacción de esas que podía correr por su cuerpo y hacerlo sentir pleno, no. Era una satisfacción por el simple hecho de poderla ver indefensa. Era enfermo pensar eso.
—Me detendré por ahora —anunció, poniéndose en cuclillas para quedar a la altura de Agatha. Estiró una mano y acarició la mejilla de Agatha, aunque esta quiso apartarse de inmediato—. Sé que tienes muchas dudas rondando en esa cabecita tuya, ¿no?
Agatha mantuvo su vista en alto, aun cuando le dolía cada parte de su cuerpo. No iba a dejarse ver absolutamente débil ante él. Todavía le quedaba su orgullo y para que ese se fuera, tenía que surgir algo grande.
—No —mintió.
Claro que tenía dudas acerca de todo, pero no quería que solo se detuviera a decir una historia que, probablemente, heriría a Skylar. Sí, él no había tocado para nada a la pelirroja, pero ella estaba adolorida también. Era más el dolor emocional que físico.
—Oh, vamos. Todos aquí sabemos que quieres saber lo que realmente ocurrio en mi vida. Casi puedo escuchar la vocecita en sus cabezas diciendo: ¿cómo puede ser? ¿cómo hizo para ser así? ¿qué le hicieron para que se convirtiera en eso? —hizo un fallido intento de imitar una voz femenina.
—Eres realmente ególatra para creer que solo nos enfocamos en ti —dijo Skylar, hablando por primera vez desde que comenzó la tortura.
La sonrisa de Connor desapareció por una milésima de segundo, pero volvió con más fuerza que nunca. Se puso de pie y caminó hacia Skylar sin dejar de sonreír. Pasó una mano por las ondas pelirrojas de la chica y ella lo observó con asco. Él le causaba repugnancia.
—¿Quién diría que mi propia hija se iría en mi contra? —preguntó retóricamente. Él no buscaba una respuesta a eso, solamente lo decía con burla—. Es una lástima.
—Lo que es una lástima es tener tu sangre corriendo por mis venas —espetó Sky.
Connor borró su sonrisa y levantó su mano, dejándola caer con fuerza en el rostro de la pelirroja. La mejilla de Skylar adquirio un color rojizo y la sangre brotó de su labio partido.
Agatha gimoteó al presenciar ese acto de violencia. Podía sentir que a pesar del dolor de su cuerpo, la ira estaba comenzando a tomar posesión de él. Sentía el leve cosquilleo en sus manos y esta vez no planeaba aminorarlo. Lo dejaría fluir como nunca lo había hecho.
—Creo que es tiempo de comenzar con el relato, ¿no creen?
Levantó su mano hasta la altura de sus labios y sopló el polvo violeta que tenía en ella. El polvo entró por las fosas nasales de Agatha, asfixiándola por unos segundos y haciéndola toser. Escuchó un fuerte chillido en su mente y quiso poner sus manos en sus orejas para aminorarlo, pero no pudo.
Para el momento en el que Agatha dejó de sentir el chillido, ya no se encontraba atada a la silla, sino que se encontraba de pie en un callejón oscuro y vacío. Se podía ver el agua estancada en los rotos del suelo. Estaba sucia al igual que el resto del callejón. ¿Dónde estaba? No lo sabía.
Escuchó cómo abrieron una puerta y giró sobre sus talones para ver qué estaba sucediendo. Estaba un hombre arrastrando a un niño de unos nueve años fuera del bar. El niño era pelirrojo y tenía los ojos azules. Era idéntico a...
—¡Ya verás, maldito renacuajo! —exclamó el hombre tirando al pequeño.
Agatha quiso ayudar, realmente quiso, pero traspasó la escena. Ella no formaba parte del recuerdo de algo que ocurrio en el pasado. El hombre golpeó al niño y le arrebató una rebanada de pan de las manos.
—¡Que sea la última vez que vienes a robarme! —gritó antes de entrar y cerrar la puerta, dejando al niño en el callejón, abrazando sus rodillas mientras lloraba.
Había comenzado a llover y el niño no trató de refugiarse porque simplemente no tenía a dónde ir. Agatha dio dos pasos y cuando iba a acercare al niño, cayó por un abismo, desapareciendo de ese recuerdo. El que le siguió fue aún peor que el primero.
No podía respirar y se encontraba luchando por salir del agua. Nadó hasta llegar a la superficie y tosió por la falta de oxígeno mientras estuvo bajo el agua. Allí pudo ver al mismo niño, solo que esta vez parecía tener unos doce o trece años. Estaba siendo acorralado por un grupo de chicos que aparentaban ser unos tres años mayor que él.
—¡Déjenme! —gritó cuando lo dejaron salir del agua. Tosió y trató de quedarse a flote—. O los haré irse a la fuerza.
—¡Patético! —le gritaron antes de irse.
Agatha subió al muelle que había y observó al chico subir a la madera. Tenía varias marcas en su cuerpo. Parecía que había estado en constantes peleas a lo largo de su vida.
Los ojos grises de ella trataron de asimilar lo que había ocurrido. Estaba tratando de armar todas las piezas en su mente. Ella había pasado malas experiencias durante su niñez, pero nunca la trataron de ahogar. Quizá ella era más ruda de lo que había llegado a pensar.
—Me las van a pagar —masculló el chico con rabia.
Agatha sintió que volvía a caer por otro abismo y esta vez se encontró en una habitación. Solo que algo no le cuadraba del todo porque había estado viendo los recuerdos de un chico y estaba en una habitación de chica. Parecía de buena familia porque todo era fino y sofisticado.
De repente la puerta del cuarto se abrio revelando a una pareja besándose. Agatha pudo reconocer al chico. Esta vez parecía estar entre sus dieciocho o diecinueve años. La chica tenía el cabello oscuro y parecía más o menos de la edad de él. En el ambiente se podía sentir la pasión que tenían. Eso incomodó a Agatha.
—Connor —susurró ella, separándose de él—. ¿Me amas?
Agatha pudo notar la sonrisa de él, pero no fue una que demostraba adoración como la de ella. Se podía ver el brillo de malicia en sus ojos azules. Agatha podía reconocerlo porque ya la había esto, pero para la chica pasó desapercibido.
—Claro que lo hago, Violet Avery —dijo, volviendo a unir sus labios con los de ella.
La chica negó y arrugó su nariz. Connor arqueó una ceja, observándola fijamente.
—Sabes que ese no es mi nombre completo —acotó con un toque de diversión.
Connor depositó otro beso en los labios de ella y acercó sus dedos hasta los botones de su blusa, desabrochándolos con agilidad.
—Sabes que me gusta más Violet —murmuró.
Agatha volvió a caer por un abismo y esta vez se encontraba en un bosque espeso y oscuro. El frío estaba calando sus huesos y tembló. Miró a su alrededor y no pudo percibir nada fuera de lo normal. ¿Qué estaba haciendo ella allí?
Dio unos cuantos pasos y pudo escuchar algo caer unos metros lejos de ella. Corrio hacia el ruido y pudo ver a Connor tirado en el suelo, inconsciente. A su lado había un enorme agujero y al otro estaba parado un chico mayor que él. Agatha lo reconoció como uno de los que estaba tratando de ahogar a Connor en el recuerdo.
—Esto es lo que te ganas por meterte con mi hermana —farfulló.
Ahora ella pudo comprender el brillo de malicia en los ojos de Connor. Se había metido con la madre de Skylar para cobrar una cuenta vieja con el hermano de esta. Había sido un juego sucio, sí, pero Connor supo manejar sus cartas desde el primer momento. Sabía que vengarse del chico Avery hiriéndolo a él mismo no le dolería igual que herir a su hermana.
El chico Avery tiró el cuerpo de Connor al agujero e hizo un hechizo para que un fino cristal lo cubriera.
—Desde aquí no vas a poder tocarla nunca más —manifestó, marchándose, sin saber que su hermana estaba en su casa sosteniendo una prueba de embarazo positiva.
Agatha pudo sentir el tiempo pasar, pero se quedó en el mismo lugar. No sabía ni cuánto tiempo había pasado porque transcurrio con rapidez. Miró a su alrededor cuando el tiempo dejó de pasar. Podía escuchar personas corriendo, pero no se alejó mucho del lugar en donde Connor estaba enterrado.
—Son vampiros —escuchó su misma voz en el bosque.
Su corazón se aceleró al saber en qué año estaban. Era para los tiempos en los que Lyra ya estaba de vuelta y estaban buscando el medallón. Quiso correr hacia donde los demás, mas en cambio se acercó al lugar donde Connor estaba enterrado. No había querido hacerlo porque pensó que ya tendría que estar muerto. La oscuridad había comenzado a rodearlos, así que aprovechó la poca luz para ver dentro.
Connor seguía casi intacto. Había envejecido y su cabello había cambiado a oscuro. Escuchó ramas romperse y miró atrás. Lyra estaba caminando hacia el lugar junto a uno de los vampiros.
—¿Aquí es donde dices que viste algo extraño, Seshat? —preguntó.
El vampiro asintió y Lyra se acercó al agujero, pero no vio nada extraño. Solo un cuerpo enterrado. Movió su mano y rompió la barrera que Avery había hecho. No ocurrio nada, así que se marchó sin darle importancia. Ella no le hacía caso a los muertos.
Agatha se sentó en el suelo al ver que todavía no terminaba. Al parecer el bosque era un lugar importante. No pasó mucho tiempo cuando comenzó a ver varios lobos rodear el agujero donde Connor estaba. Su respiración aumentó y se quedó inmóvil.
Los lobos se sentaron alrededor del agujero y miraron a la luna que se posaba en el firmamento. El más grande comenzó a aullar y los demás le siguieron a coro. Agatha pudo ver la luz de la luna intensificarse y se puso de pie para ver lo que estaba ocurriendo.
Justo cuando se puso a ver dentro del agujero, Connor tomó una gran bocanada de aire y abrio los ojos de golpe. Estaban rojos como la sangre.
Ese fue el momento en el que Agatha volvió a caer por el abismo y cuando se detuvo estaba en una mansión. La misma en la que la tenían retenida, pero sabía que seguía siendo parte del recuerdo.
Connor estaba arreglando su vestimenta desde lo alto de la escalera y al pie de esta estaba una mujer de rodillas. Agatha la identificó como Raven.
—Has vuelto, querida —habló, bajando los escalones.
Raven se puso de pie con una sonrisa tétrica.
—Te traigo noticias que están corriendo por los callejones oscuros —dijo, su sonrisa se hizo más grande—. Dicen que hay un ancla rondando en la tierra.
—¿Un ancla? —Connor levantó su vista a la parte del techo que estaba hecha de cristal—. ¿Sabes lo que significa eso, Raven? —Ella asintió—. ¿Qué entonces?
—Podríamos tener de nuestro lado a cualquiera. Jamás moriríamos porque el ancla lo impediría —respondió.
—Exacto, querida —Connor se acercó a Raven y la pegó a sí mismo. Acercó su rostro al oído de ella—. Seríamos invencibles. ¿Quieres eso? ¿Ser invencible?
—Sí, señor.
Connor sonrió malévolamente.
—Necesito un nombre y seremos invencibles —dijo.
Raven sonrió.
—Agatha Malfoy.
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James se agachó para que no lo vieran por la ventana. Los demás hicieron lo mismo y se preparaban para cualquier cosa que fueran a encontrarse. Podían sentir el edificio temblar y James sabía lo que eso significaba. Su marca también se lo decía porque estaba ardiendo como si no hubiera mañana.
—Juro que nunca había visto a la mansión temblar de esta manera —aseguró Keira, la cual estaba esperando el momento perfecto para poder entrar.
—Créeme yo he visto a Hogwarts temblar. Ya no hay nada que me sorprenda —dijo James, tratando de sonar más relajado.
La verdad era que había un nudo en su estómago que no podía explicar. No sabía lo que iba a ocurrir una vez entraran y tampoco sabía cómo iban a defenderse contra Connor Dumbledore, pero estaba seguro de que eran suficientes como para dar una buena batalla. Podían ganarle si se lo proponían.
—¡Ahora! —exclamó Keira, empujando la ventana y los demás imitaron su acto. Entrar a la mansión no era difícil cuando sabías las debilidades de la arquitectura y también les ayudaba que la mansión se estuviera moviendo tanto.
Inmediatamente los lobos se pusieron en alerta y comenzaron a rodearlos. Keira metió su mano en un bolso y rápidamente sopló el polvo en la cara de los lobos. Los demás hicieron lo mismo con las porciones que ella les había dado.
Los lobos sacudieron sus narices y trataron de calmar la transformación que estaban teniendo, pero no funcionó. Los polvos servían para muchas cosas según cómo los manipularas y en ese momento Keira los había alterado para contrarrestar el hechizo que Connor había puesto sobre ellos. Estaba cambiando su lealtad.
—Esto es sorprendente —murmuró Lily, viendo cómo los lobos estaban cambiando.
Keira volteó a verla y sonrió un poco. Este acto evitó que ella viera la daga que le habían lanzado y que le hizo una herida en el brazo. Estaba claro que la persona había fallado en su tiro, pero fue suficiente para ponerlos en alerta.
Raven se encontraba en lo algo de la escalera, observándolos con odio.
—¡Son unos intrusos! —gritó.
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Agatha volvió en sí y Skylar también. Ambas vieron lo mismo, pero no se pudieron ver la una a la otra. Pudo ver a Connor de pie frente a ellas.
Ellas sabían un poco más de lo que había pasado con él. Entendían parte de su odio hacia el mundo, pero no podían comprender cómo era que él había terminado en la calle. Terminó siendo humillado por magos sangre pura y por eso planeó una venganza que hirio más a su hija que a nadie más.
—Creo que quedó claro que yo no tenía una buena relación con mi cuñado —comentó con burla. No le afectaba porque eso lo llevó a tener ese poder que tenía ahora—. Aunque bueno, ahora lo puedes culpar a él por nunca haber sabido de tu existencia —dijo mirando a Skylar.
La pelirroja no se inmutó ante el comentario de su progenitor, sino que sacó su lado Slytherin y mantuvo su frente en alto.
—¿Tú realmente piensas que voy a hacer lo que quieras? —inquirio Agatha, cambiando el tema. El hecho de que él pensara que teniéndola a ella sería invencible era algo enfermizo.
—Oh, lo harás —aseguró—. Por eso traje a mi querida primogénita aquí. Te convencerá —añadió.
Puso una mano en la cabeza de Skylar y la cara de ella se comenzó a poner roja. Una mueca de dolor se posó en el rostro de ella y pocos segundos después gritó. Agatha sintió el grito de Skylar en lo más profundo de su ser. Así estuvo unos segundos hasta que Connor se detuvo. Las lágrimas mojaban las mejillas de Sky.
—¿Todavía no te convenzo? —preguntó Connor.
—Agatha no lo hagas —ordenó la pelirroja.
La rubia mordió su labio y cerró sus ojos cuando volvió a escuchar a Skylar gritar. Estaba sintiendo el cosquilleo de sus manos hacerse más pronunciado que nunca. Toda la arquitectura de la mansión se estaba moviendo y no quería controlarlo.
Connor iba a hablar nuevamente cuando escuchó un estruendo fuera de la habitación en la que estaban. Inmediatamente volteó hacia la puerta y luego miró a Agatha con furia. No esperaba que la encontraran tan rápido y mucho menos que hubieran podido entrar tan rápido.
El corazón de Agatha se aceleró al saber que su familia estaba allá abajo y que venían por ella. Ahora más que nunca estaba segura de que podían vencer a Connor con agilidad. Quizá no sabía de todo lo que era capaz de hacer con sus poderes, pero no tenía miedo.
—¿Qué hacen ellos aquí? —interrogó con furia.
Agatha sonrió por primera vez desde que comenzó la tortura y eso desconcertó a Connor en formas que nunca pudo imaginar.
—Nunca olvides la lealtad que tiene un Malfoy por su familia —contestó Agatha de manera tranquila.
Connor soltó un gruñido. Soltó a Skylar y se volteó para comenzar a caminar hacia la puerta dando grandes zancadas. Agatha hizo una mueca y logró mover un poco su mano, logrando que la puerta se quedara trabada y él no pudiera salir. Eso les daría un poco de tiempo a su familia.
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Raven trataba de luchar contra todos al mismo tiempo, pero la única ventaja que tenía era que ellos no tiraban a matar, ella sí. Lo había hecho antes y no sentía ningún remordimiento. Podía acostarse a dormir como bebé luego de quitarle la vida a alguien. Quizá por eso personas como Keira solían temerle.
—Miren la traidora de traidoras —dijo, mirando a Keira con una sonrisa enorme.
Keira se tensó un poco cuando la llamó traidora. Sabía que tenía que tenerlo tatuado en la frente y odiaba eso. Era como una mancha que no podía quitarse por más que intentara.
—¿Por qué no te buscas una vida, Raven? —espetó.
—Oh, habla —comento con burla.
Keira se dio cuenta de que por primera vez no tenía miedo de lo que Raven pudiera hacer por el simple hecho de que su hijo estaba sano y salvo. Ya no tenían con qué amenazarla y se sentía libre por primera vez en años. Era libre de Raven, de Connor, de la cuenta de su exnovio. Simplemente libre.
—Sí, lo hago. Por eso no me interesa decirte que eres una maldita perra que merece ser arrastrada al fondo del infierno —dijo, encogiendo los hombros.
Raven bajó par de escalones sin dejar de mirar Keira con una sonrisa. Ella no se inmutó y tampoco bajó la mirada.
—Ahora te crees tan valiente porque estás rodeada de personas, ¿no? —la agarró por el cabello con fuerza—. ¿Por qué no me dices cuál de esos chicos es por el que te mueres? Si no me lo dices tendré que averiguarlo por mí misma.
Keira empujó a Raven, haciendo que ambas cayeran por el resto de las escaleras sin dejar de forcejear entre ellas. Estaban peleando a lo muggle y no les importaba en lo absoluto. Raven cayó sobre Keira y llevó sus manos al cuello de la otra, tratando de asfixiarla. Keira logró sacársela de encima y empujó su cabeza contra el suelo.
—Perra —masculló Raven.
—Tú.
Raven logró atrapar a Keira y volvió a tratar de asfixiarla. Keira sabía que los demás habían tomado la distracción para subir por Agatha y lo entendía. Ella quizá merecía que la dejaran atrás como estaban haciendo. Ahora solo quedaba ella luchando por quitar el peso que Raven estaba ejerciendo sobre ella.
Sentía que el aire le faltaba y sus pulmones se encontraban gritando por el oxígeno que no llegaba. De repente escuchó cómo rompían algo en la cabeza de Raven y cayó como peso muerto sobre ella. Keira se la sacó de encima y tosió, buscando aire.
—¿Estás bien?
Su voz le causó escalofríos como siempre hacía. Lo miró a los ojos y sonrió un poco. Él le sonrió de vuelta, haciendo que los hoyuelos se marcaran en sus mejillas de esa manera que ella adoraba.
—Estoy viva, ¿eso cuenta?
Lysander asintió y la ayudó a ponerse de pie. Iban más atrás de los demás, pero no importaba porque al menos tendrían un factor sorpresa en la multitud.
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—¡Déjame salir, perra! —exigió Connor.
Sus ojos volvieron a adquirir ese color rojo sangre. Quizá eso sucedía cuando se alteraba o se enojaba y en esos momentos estaba bastante enfadado. Estaba rabioso por lo que Agatha hizo. En especial porque ya no tenía ni idea de lo que estaba pasando allá afuera.
—No —articuló Agatha lentamente, pronunciando cada letra pausadamente.
Eso solo hizo que Connor se enfadara más de lo que ya estaba. La ira crecía a cada segundo y se le notaba de lejos. Se acercó a ella dando grandes zancadas y sacó su varita. Recitó un hechizo y la silla de Agatha salió volando hasta chocar con la pared del fondo. El impacto rompió la silla y Agatha cayó al suelo.
Le dolía la espalda en esos momentos y estaba segura de que varias astillas se habían clavado en sus brazos. ¿El lado positivo? Al Connor hacer eso rompió el hechizo que la mantenía casi inmóvil y ahora podía enfrentarlo cara a cara.
—¿Crees que eres muy astuta? —inquirio Connor.
Agatha se puso de pie y emitió un pequeño quejido de dolor. Limpió las mangas de su camisa, las cuales se habían llenado de polvo y habían pasado de ser negras a ser grises.
—No lo creo —dijo—, lo soy.
Connor soltó un gruñido y lanzó un hechizo sin esperar que Agatha lo detuviera con su mano. Creó una barrera con el aire e impidió que llegara a ella. De todos sus poderes, estaba segura de que sabía manejar mejor el aire porque siempre iba a rodearla. No tenía que invocarlo como el fuego y tampoco tenía que imaginarlo moviendo en su mente como la madera, el agua y el metal.
—Miren quién está aprendiendo a utilizar sus poderes —comentó con burla—. Que yo recuerde en la casa de... ¿cómo se llama? Ah, Dakota —sonrió—. Allí no parecía que supieras utilizarlos. Con aquellas llamas tan débiles podía jurar que parecían de una vela.
La única diferencia era que en aquel momento Agatha no estaba enfadada ni sentía el cosquilleo en sus manos indicando que sus poderes estaban al máximo. Por eso, Agatha tomó ventaja en ese momento y encendió la manga de Connor en fuego. Él rápidamente conjuró un Aguamenti y lo apagó, pero supo que provocarla no haría nada bueno. Le gustaba más cuando ella estaba indefensa en la silla y no de pie frente a él.
—¿Decías?
Connor movió su varita y el cuerpo de Agatha salió disparado hacia el fondo de la pared, creando un pequeño agujero. Aparentemente esa pared había sido de madera y no de ladrillo como las demás.
—¿Sabes? Siempre estuve fascinado por tu antepasado, Lyra. Era una mujer muy, muy astuta. Siempre se ocultó en esta mansión y luego de pasar un tiempo aquí comprendí la razón. Los muros están hechos de una piedra que absorbe la luz de la luna y eso la hacía fuerte —explicó—. ¿Sabes qué me hace fuerte? La luz de la luna.
Miró al techo y se podía ver un área hecha de cristal, permitiendo que la luz de la luna pasara por él. Connor cerró los ojos y comenzó a dejar que la luz lo bañara.
Agatha aprovechó ese momento para abrir las puertas de golpe. Sus ojos grises miraron el área donde estaba el cristal, buscando una manera para impedir que Connor siguiera absorbiendo la luz de la luna. No sabía lo que ocurriría si llegaba a absorberla en su totalidad y no quería saberlo. Pudo reconocer unos pequeños bordes de metal y vio su oportunidad.
No tenía mucha experiencia con el metal, pero tenía que intentarlo. Probablemente no bloquearía la luz, pero sí impediría que Connor siguiera de pie en ese lugar. Logró enfocarse en la estructura del metal y movió sus manos, haciendo que se aflojaran de su lugar. El cristal cayó en su totalidad y varios pedazos se incrustaron en la piel de Connor.
Connor se movió con rapidez y se acercó a Agatha, tirándola al suelo. Rodeó el cuello de ella con una sola mano y ejerció presión, la suficiente como para impedir que el oxígeno pasara por sus vías respiratorias.
—¡Agatha!
Connor giró su cabeza y los ojos de Agatha se abrieron con pánico. Lo siguiente ninguno de los dos lo vio venir. Una flecha se clavó en el pecho de Connor sin que él pudiera evitarlo. Inmediatamente el agarre del cuello se aflojó y Agatha se arrastró para impedir que Connor cayera sobre ella.
Su respiración era irregular y dejó de mirar el cuerpo de Connor para mirar a su familia. Estaba buscando a la persona que disparó la flecha porque no vino del lugar en el que los demás estaban, sino del contrario. Giró su cabeza y vio a Keira sosteniendo un arco con Lysander detrás de ella.
De todas las personas que estaban allí, jamás se esperó que hubiera sido Keira quien disparara la flecha. Fue inesperado y se dio cuenta de que a pesar de lo que Keira hizo, ella también hubiera hecho lo mismo por ella.
Agatha, abrumada con todos sus sentimientos en ese momento, no pudo evitar soltar un sollozo. Ocultó su cara entre sus manos y lloró sin saber exactamente porqué lloraba. Quizás era porque su pesadilla había terminado con una flecha o porque otra vez estuvo cerca de la muerta y la habían salvado.
¿Qué sería ella sin su familia? Probablemente no hubiera llegado a ningún lado. Quizá, como mucho hubiera llegado a sus quince años.
Sintió que unos fuertes brazos la rodearon y Agatha se aferró a él como si su vida dependiera de ello. Ocultó su cabeza en la curva de su cuello y aspiró su olor.
—¿Estás bien? —le preguntó a ella.
Agatha asintió.
—¿Lo estás tú? —preguntó sin despegarse de él.
—Estoy bien —respondió James.
Agatha se sintió aliviada al escuchar su respuesta.
—Entonces yo también —dijo.
Se apartó un poco de él y James limpió sus lágrimas con sus pulgares para acto seguido depositar un beso en su frente. La ayudó a ponerse de pie y Agatha le sonrió a su familia. Ellos le sonrieron de vuelta, aliviados de que ella estuviera en perfectas condiciones.
Ya todos estaban casi celebrando que todo había terminado. Siempre se debe celebrar que algo malo terminó, ¿cierto? Es lo lógico porque todos estaban bien y nada malo había ocurrido fuera de las torturas.
—¡Agatha! —la voz de Keira sonó alarmada y llena de pánico.
Lo que ocurrio después pasó en cámara lenta frente a los ojos de todos. Raven lanzó una daga que iba directo a la rubia, pero no se clavó en ella, sino en la persona que se puso en medio. Keira lanzó una flecha hacia Raven y esta cayó al suelo, teniendo el mismo destino que Connor.
Agatha estaba casi entrando en pánico cuando se dio cuenta de lo que había ocurrido, en especial cuando vio dónde se clavó la daga. James se había puesto entre Agatha y la daga, provocando que se clavara en él.
—¡James! —gritó, tirándose al suelo con él—. ¿Por qué hiciste eso? —preguntó y soltó un sollozo.
James sonrió a pesar del dolor que sentía en su abdomen. Agatha acarició su mejilla y acomodó la cabeza de su novio en su falda. Deseaba en esos momentos saber cómo podía utilizar sus poderes de ancla. ¿Por qué nadie le dijo cómo hacerlo? No entendía por qué no lo sabía si en esos momentos era lo que más necesitaba.
—Lo hubiera hecho mil veces si hubiera sido necesario —murmuró.
Agatha apoyó su frente con la de él y volvió a sollozar. El dolor se estaba clavando en su alma ante tal sentimiento.
—No sé cómo salvarte —susurró entre lágrimas.
—Está bien, amore.
Ella negó. No iba a aceptar que estaba bien. Claro que no lo estaba y no iba a dejar que él tratara de decirle lo contrario. Ella no quería que el fuera a irse de su lado. No, no lo dejaría irse de su lado porque ella era lo suficientemente egoísta como para quererlo con ella siempre. No le importaba ser egoísta por él si eso significaba que él nunca se iba a apartar de su lado.
—No, no lo está, James. Yo no quiero que te vayas...—su voz se quebró a mitad de la oración—. ¿Soy egoísta por eso? ¿Soy egoísta por quererte por siempre conmigo? ¿Soy egoísta por amarte de la forma en la que lo hago?
—Te amo, Agatha Malfoy.
Agatha dejó salir otro sollozo que le quemó la garganta.
—Y yo a ti, James Potter.
Ambos se besaron. Se besaron porque no sabían si ese sería el último momento que compartirían juntos y si lo fuera, querían que valiera la pena. Ambos eran dos egoístas que no se querían separar todavía porque sus almas estaban destinadas a estar juntas. Él siempre sería su guardián y no le importaría tener que dar la vida por ella.
¿Qué pasaría después? No sabían. No sabían si Agatha encontraría la forma de salvarlo o si él se iría con la muerte. Solo de una cosa estaban seguros: ese no podía ser el final porque si nada terminaba bien, entonces no era el final.
Agatha acarició el cabello de James, mientras lágrimas silenciosas bajaban por sus mejillas. Nadie dijo nada o simplemente ella no podía escucharlos porque estaba encerrada en su burbuja. Tenía miedo de que si salía de ella podría sentir el dolor del que estaba huyendo. Sabía que si él llegaba a irse jamás podría soportarlo. Ella no podría vivir como Matt lo hizo sin Dakota. Eso no era vida.
De repente sintió algo dentro de ella y se apartó un poco del cuerpo de su novio. Los demás la estaban mirando sin poder creerlo, todos sin ninguna excepción. Entonces Agatha miró hacia abajo y dejó de respirar.
—¿James?
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