27. Doce horas y un traidor lleno de mentiras
TODOS SE MIRARON LOS UNOS A LOS OTROS, examinándose entre ellos, tratando de adivinar quién de ellos sería el traidor. James había agarrado la mano de Agatha y la había ocultado detrás de su espalda, protegiéndola de cualquiera que fuese a atacar. Si había un traidor no podían confiar en nadie, ni siquiera en sus propias sombras.
Draco, al ver el movimiento de James, sacó su varita y lo apuntó, dispuesto a atacar. Si bien James no confiaba en nadie, él tampoco lo haría. Dos segundos luego, Lucius apuntó a Draco y Hermione apuntó al mayor de los Malfoy. Narcissa apuntó a Hermione y Skylar apuntó a Narcissa. Scorpius apuntó a Skylar y Albus a Scorpius. Lysander apuntó a Scorpius y Lily a Lysander. Era algo sucesivo, una secuencia peligrosa.
De una cosa estaban seguros: nadie confiaba en nadie.
—James, no lo hagas —pidió Agatha cuando vio a su novio sostener su varita dispuesto a atacar a cualquiera.
James tragó y sus ojos no se despegaron en ningún momento de la escena frente a él. Seguía protegiendo a Agatha, pero también estaba en posición de ataque.
—No. No sabemos quién es el traidor, cualquiera puede estar utilizando una poción multijugos haciéndose pasar por uno de ellos —susurró para que solo ella lo escuchara.
En parte, James tenía toda la razón del mundo. Alguien podía estar haciéndose pasar por alguno de ellos, esperando a que bajaran la guardia para atacar. ¿Qué podían hacer para saberlo? Nada, porque en esos momentos todos estaban dejándose dominar por la desconfianza.
—¿Y si no hay tal traidor? —inquirio Agatha—. ¿Y si solo pusieron eso para confundirnos y que nos ataquemos entre nosotros?
Y en esa parte, Agatha tenía razón. Ellos desconocían lo que esa persona podía llegar a hacer solo para que dejaran a Agatha sola y así tomar ventajas. Lo único que sabían era que jugaba con las mentes de las personas y en esos momentos podía estar sucediendo eso. Nada era predecible y tenían que estar alerta para lo que iba a ocurrir.
—No más 'Y si...', Agatha. No nos podemos dejar llevar por las probabilidades cuando eres tú la que está en juego. Yo no estoy dispuesto a perderte por eso.
Agatha gimoteó, sin saber qué hacer. Comprendía el punto de vista de James, pero tampoco quería que las personas que amaba resultaran heridas. Estaba entre la espada y la pared. Podía dejar que se atacaran entre ellos o podían averiguaran si había tal traidor. De hecho, ninguno se había puesto a pensar en el resto del mensaje, solo en la primera parte.
Aquel que sobreviva el amanecer...
Agatha abrio sus ojos como platos cuando la realidad la azotó. Estaban en un juego, un juego manejado por el enemigo y tendrían doce horas para que terminara todo. Sus ojos grises recorrieron las personas que estaban presentes: Draco, Lucius, Narcissa, Hermione, Scorpius, Lily, Skylar, Albus, Lía, Lysander, James y ella.
Doce personas. Doce horas. Un juego.
—James, para. Esto es un juego, su juego. Durará doce horas y acabará cuando salga el sol —explicó Agatha. Volvió a mirar el mensaje. Ese será—. En dos horas comenzarán a desaparecer las personas.
—¿Cuál es el drama del juego si todos estamos en un solo sitio? —preguntó James en un susurro.
Se escucharon diferentes aullidos en la mansión y fue cuando comprendieron lo que iba a suceder.
—Tal vez no vamos a estar todos juntos —murmuró Agatha.
Todos habían dejado de apuntarse los unos a los otros para enfocarse en los aullidos que se aproximaban. ¿Cómo era que habían entrado a los previos de la mansión? Era casi imposible que eso sucediera, estaban protegidos. Se suponía que nada fuera de lo común entrara, pero eso no estaba ocurriendo.
—Rompieron la barrera —anunció Lucius.
—¡Corran! —exclamó Agatha cuando comenzaron a escuchar los aullidos dentro de la mansión.
James agarró la mano de Agatha y la condujo lejos de los demás. La mansión era inmensa y era por eso por lo que tardarían tanto tiempo en desaparecer todas las personas. Agatha tragó en seco cuando se dio cuenta de que faltaba una persona que había ido con ellos a la mansión.
—Raven —dijo.
—¿Qué? —preguntó James.
—Raven rompió la barrera —vociferó—. Harper tenía razón.
James hizo una mueca cuando escuchó lo último. Pasó su mano libre por su rostro y se detuvo un segundo.
—Ahora tengo que disculparme con ella —comentó—. Perfecto.
Los aullidos sonaban lejanos. Era como si estuviesen persiguiendo a los demás, menos a ellos. Quizás esa era la parte del juego, dejarlos a ellos para lo último.
—James, tengo una idea —anunció Agatha, recordando algo.
—¿Cuál? —interrogó.
Agatha sonrió un poco. Sí, esa idea era brillante si funcionaba porque nadie había pensado en eso o simplemente no lo recordaban. Quizá habían estado más ocupados con los acontecimientos anteriores como para pensar en eso.
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Tercera hora
Scorpius corrio junto a Lily escaleras arriba. Estaban agitados y un poco asustados con lo que estaba sucediendo. Eso de tener que desconfiar de todos les resultaba inquietante. Solo estaban seguros de que eran el uno y el otro. Por eso habían llegado a comprender la actitud protectora de James con Agatha.
—¿Qué va a suceder ahora, Scor? —preguntó Lily—. ¿Nos atraparán y ya está? No es como quiero que terminen las cosas. Así no es como se supone que terminen las cosas.
Scorpius no sabía qué decirle a la pelirroja porque él también estaba igual de desesperado que ella. Llevaban dos horas ocultándose, tratando de cubrir su olor con diferentes hechizos, bloqueando los lugares por donde pasaban. Sin embargo, ahora sí estaban atrapados. Estaban en un pequeño armario y lo que los separaba de los lobos era la puerta de madera y unos cuantos hechizos.
—Vamos a salir de aquí —dijo Scorpius, tratando de sonar convincente y seguro de ello.
Lily sacudió su cabeza en un gesto negativo y le dio la espalda a su novio. No quería mirarlo a los ojos en esos momentos porque sabía que sus ojos grises no le iban a brindar la seguridad que necesitaba en esos momentos.
—Eso no va a suceder. Tú y yo lo sabemos más que nadie en estos momentos. No trates de hacerme creer que todo está bien cuando no lo está —farfulló. Pasó ambas manos por su rostro y sintió sus ojos escocer por unos segundos, pero se tranquilizó. De nada servía ponerse a la defensiva con la única persona que estaba con ella en esos momentos—. Lo siento.
Scorpius la rodeó con sus brazos y escondió su rostro en la curva de su cuello. No sabían si era una despedida o si eran los pocos minutos que les quedaban juntos antes de que vinieran por ellos. Escucharon la puerta quebrarse y no les dio tiempo de reaccionar porque quedaron inconscientes.
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Quinta hora
—Tengo un mal presentimiento, Al —confesó Skylar.
Estaban rodeados de oscuridad, estando cerca de la media noche. Habían pasado cinco horas desde que se dividieron en la mansión y desde entonces no habían tenido contacto con ninguno de los demás. La mansión era un lugar enorme, demasiado para sus gustos. Quizás por eso el enemigo había decidido que ese fuese el lugar donde se realizara ese juego.
—¿Sobre?
Skylar resopló al mismo tiempo que una risa amarga salía de sus labios. Esto parecía algo irreal como si no creyeran que estuviese sucediendo.
—He estado viviendo con una persona a la que llamamos 'amigo' durante meses y resulta que es un traidor. Una persona con la que contabas, pero solo estaba sacando información para hundirnos. ¿Cómo se debe sentir? ¿Ah? Saber que una persona de confianza será la que te hará desaparecer —dijo, su voz sonaba neutral, pero estaba dolida.
Albus suspiró y trató de exhortarla a seguir escondiéndose, pero ella no quiso. Ya estaba cansada de estar huyendo de algo que iba a suceder tarde o temprano, ¿no? Si era un juego, tendría que acabar de una forma u otra y solo tendrían hasta el amanecer. Ella no esperaría hasta el amanecer.
—Quiero ver su cara, Al —dijo—. Quiero mirar a esa persona a los ojos antes de que haga lo que tenga que hacer. Si tiene que deshacerse de nosotros, bien. Que lo haga, pero yo no voy a seguir huyendo.
Su novio hizo una mueca y la besó. Él entendía su punto de vista y la apoyaba porque eso era lo que hacían las parejas, ¿no? Apoyarse aun cuando las cosas se pusieran feas. Se separaron y voltearon a ver a la persona que ahora estaba frente a ellos sosteniendo una varita en su mano derecha.
—Espero que te pudras en el infierno —espetó Skylar.
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Séptima hora
Agatha tiró todas las cosas que estaban sobre la mesa y expandió unos planos que encontró en el sótano; eran de la mansión. Tanto James como ella se quedaron sorprendidos por la magnitud de la mansión porque había partes que ni siquiera conocían.
—Él me va a matar luego de esto —murmuró Agatha, refiriéndose a su abuelo, mientras destapaba el marcador rojo. Trazó una gran X en la sala y en el recibidor. También en los lugares más obvios donde podrían encontrarlos con facilidad. Todavía quedaba más de la mitad de la mansión por tachar; eran los lugares donde pensaban que ya el traidor había recorrido.
James murmuró algo incomprensible y maldijo por lo bajo. Apoyó ambas manos en la mesa y resopló. Ya estaban cansados, más bien, exhaustos.
Ya estaban de madrugada y faltaban aproximadamente cinco horas para el amanecer. Estaban en cuenta regresiva, si tan solo pudieran sobrevivir hasta el amanecer sin problemas estaría mejor. De hecho, hubiese estado mejor que los demás estuviesen con ellos en la sala de entrenamiento, pero seguían sin confiar en ellos. Al menos hasta el amanecer cuando se supiera quién era el traidor.
—Este lugar es inmenso —dijo James, señalando todas las partes en blanco. Hasta había pasadizos secretos de los que, probablemente, solo Lucius conocía su existencia—. ¿Cómo es que esto va a acabar al amanecer? ¡Quedan horas y no sabemos dónde están los demás!
Agatha masajeó su cuello con su mano y suspiró. Cerró sus ojos con fuerza, tratando de mantenerse estable. Quería que de una vez todo terminara y no que estuvieran con todo ese juego que los estaba haciendo perder la mente poco a poco. ¿Acaso esas personas no comprendían que ella no quería formar parte de eso? ¿Acaso no podían comprender que ella no eligió tener esos poderes y, que si fuese por ella, se los daría solo para que la dejaran en paz?
—Esto no va a terminar al amanecer —masculló—. Esto va a terminar cuando solo quedemos el traidor y yo. Simple.
James apretó su mandíbula y golpeó la mesa con furia, moviéndola unas cuantas pulgadas de donde estaba originalmente. Si uno de ellos iba a perder el control primero, parecía ser James, el que solía tener más control en situaciones así. Quizá había guardado muchos sentimientos dentro de su ser y ahora no podía guardar más. Tenían que salir, al igual que sus miedos e inseguridades.
—¡Eso no va a suceder! —gritó y a pesar de que estaba gritando, sonaba ronca, ahogada, como si estuviera tratando de controlarse.
—Va a suceder, James. Ya no es lo que nosotros queremos, sino lo que ellos quieren. Estamos jugando su juego y no va a haber una forma de ganarlo. Tenemos que aceptarlo —susurró lo último, ya dispuesta a darse por vencida, aun cuando quedaban horas para que el sol comenzara a calentar el mundo con sus rayos.
¿Eso era lo que el enemigo quería? ¿Quería que ambos se dieran por vencidos y así se les haría más sencillo acabar con ellos o simplemente quería que todos perdieran la cabeza? Porque no encontraban una razón lógica para todo eso. De hecho, no había una razón que justificara todo el sufrimiento por el que los hacían pasar.
—Yo no quiero aceptarlo. No puedo aceptarlo porque eso sería dejarlos ganar. ¿Crees que dejarlos ganar es lo correcto? —preguntó, más Agatha no respondió a su pregunta, solo se quedó con la mirada hacia el suelo, sintiendo cómo quería rendirse, pero no la dejaban. James respiró profundo y se calmó un poco. Se acercó a ella y levantó su mentón con delicadeza, obligándola a mirarlo—. ¿Vas a rendirte tan fácil? ¿Sin dar una batalla justa?
—James...
—No, vamos a pelear. Darnos por vencidos no es una opción. No acabo de recuperarte para perderte de nuevo.
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Novena hora
Lucius caminó junto a su esposa por uno de los pasadizos secretos que tenía la mansión. Llevaban horas caminando de pasadizo en pasadizo, buscando aquel que los llevaría fuera de la mansión. Si al menos uno llegaba a salir de la mansión sería suficiente como para pedir ayuda. Sería lo suficiente como para montar un plan y ayudar a sus seres queridos.
Él siempre tenía un plan. No había cosa que Lucius hiciera que no estuviese fríamente calculada. Si se trataba de negocios él tenía un plan para predecir lo que pasaría hasta en un periodo de diez años. Si se trataba de su familia él haría todo lo que estuviese en sus manos para mantenerla a salvo. Quizás por eso, después de la segunda guerra, él trató de mantener su hogar como un lugar seguro; un lugar donde pudieran refugiarse.
Narcissa, al igual que su marido, era una mujer que le gustaba mantener todo en control. Nada podía haberse hecho sin antes haberlo planificado con anticipación. Por eso ella era tan buena en organizar eventos, no había nadie mejor que ella en ese campo. Sin embargo, saber de control y planes no les ayudaba en nada con esas situaciones que estaban teniendo. Vivían en constante peligro, su hogar, aquel que tanto se habían preocupado en mantenerlo seguro, ya no lo era.
—Tenemos que apresurarnos —dijo Narcissa, observando su reloj de muñeca. Ya solo quedan tres horas para el amanecer. ¿Les daría el tiempo suficiente como para salir de los pasadizos y llegar al mundo mágico para buscar ayuda?
—Ya estamos llegando —anunció Lucius.
Narcissa asintió, aunque eso no aminoraba el nudo que estaba sintiendo en su estómago. Estaba preocupada, muy preocupada, pero ¿qué madre y abuela no lo estaría cuando su hijo y sus nietos estaban en peligro?
—Van a estar bien —murmuró para sí misma antes de seguir el camino.
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Penúltima hora
Draco se había ido junto con Hermione en busca de su hija. Ellos sabían que ninguno de ellos dos era el traidor, pero no estaban seguros de los demás. No obstante, pensaban que la persona que fuese el traidor iba a atacar a Agatha. En esos momentos ambos agradecían que Rose se hubiese llevado a Phoenix y a Hermes para pasar un día de campo.
—Draco, vamos a desaparecer, ¿no?
Él detuvo sus pasos y volteó a verla. Sí, sabía que eso sucedería, estaba consciente de ello, pero no quería que se dijera en voz alta porque entonces se haría real. Eso no era como los tiempos de Voldemort o los tiempos de Lyra. Ellos eran diferentes a su forma. A este enemigo le gustaba jugar, le gustaba verlos perder la cabeza para protegerse los unos a los otros.
—Tal vez no —trató de sonar convincente, pero no funcionó—. No lo sé, no sé lo que vaya a suceder, pero tampoco quiero pensar mucho en ello todavía.
—Tenemos una hora, Draco, una. Ya ha dejado de ser un juego, esa persona que es el traidor va a llegar en cualquier momento y va a herirla. Yo no quiero eso —dijo Hermione.
Ella no quería que hirieran a su hija más de lo que lo habían hecho en el pasado. Era doloroso tener que ver a su hija sufrir por algo que ella no tenía la culpa. Solo era una maldición.
Draco no dijo ni una sola palabra, solo quedó con la vista fija detrás de ella. Sus dedos rodearon su varita y en menos de lo que se decía 'quidditch' había lanzado un hechizo. El hechizo chocó en la pared porque la persona lo esquivó con agilidad.
Hermione se giró inmediatamente y jadeó con sorpresa al ver a la persona que los había traicionado. Vio un rayo cruzar el lugar y golpeó al traidor, mas solo le hizo un pequeña herida en la frente, la cual comenzó a sangrar. El traidor metió la mano en su bolsillo y mantuvo el puño hasta ponerlo frente sus labios, abrio la mano y sopló los polvos de color violeta. En pocos segundos tanto Hermione como Draco quedaron inconscientes en el suelo.
—Esto es por un bien mayor —murmuró.
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La última hora
Agatha se aferró a James mientras caminaban hacia atrás lentamente, huyéndole a los lobos que estaban frente a ellos acechándolos. Miraron por las ventanas y vieron cómo el amanecer se estaba acercando. Los lobos solo los estaban distrayendo de la persona que esperaba escondida para lanzar un hechizo. Este golpeó a James, dejándolo inconsciente, dándole a entender a Agatha que ese era el final del juego. Ahora solo estaba la persona que los traicionó y ella.
—Sal, solo estamos nosotros, ¿cierto? ¿No era ese el punto de todo este estúpido juego? —preguntó Agatha—. ¡Sal!
Lentamente, casi con miedo, la persona salió de su escondite. Estaba cubierta por la oscuridad y poco a poco caminó hacia la poca luz que se colaba por las ventanas. Su cuerpo era pequeño, el de una mujer, y sostenía en su mano derecha una varita. Agatha identificó su tez pálida y tuvo que ahogar un sollozo que amenazaba por escapar de sus labios al ver quién era.
Amelia se encontraba de pie frente a ella, luciendo inexpresiva, como si tratara de evitar verse débil al ver Agatha de ese modo.
Lo que más le dolía a Agatha de saber quién era la persona que la había estado traicionando era que no se lo había esperado porque confió en ella. Fue una puñalada por la espalda que la tomó por sorpresa. Aquella a la que le prestó su hogar, la refugió y la trató como si fuese alguien más de su familia. ¡Maldita sea, era su amiga!
—Esto es por un bien mayor —le dijo, casi avergonzada de estar frente a ella.
Agatha la miró como si no creyera que le estuviese diciendo eso. ¿Acaso estaba loca?
—¡Estás jodidamente loca! —vociferó Agatha—. ¿Por un bien mayor? Bien mayor mi trasero. Te traté como si fueras de mi familia, maldita sea. Confié en ti, confié en una maldita perra de doble vida que solo le ha hecho daño a mi familia.
—¡Tú no sabes nada! —exclamó Amelia, desesperada.
—Yo solo sé que te odio con todo lo que tengo, Amelia —pronunció su nombre con asco, como si no tuviese valor. Fue pronunciado con veneno.
La chica de cabellos castaños soltó un gruñido de exasperación y se dobló un poco en el proceso. Haló su cabello un poco y miró a Agatha con furia.
—Mi nombre no es Amelia. Tú no me conoces. ¿En serio pensaste que era una simple muggle? —inquirio—. Yo supe quién eras desde el momento en el que te conocí. Todo tendría que ser diferente, pero tú...tú llegaste esa noche temprano a arruinarlo todo.
Ese fue el momento en el que la realidad golpeó a Agatha y su mente comenzó a unir todas las piezas del rompecabezas. La noche del cinco de junio salió unos minutos más temprano para poder llegar con su compañera de piso, por ende llegó minutos antes a su casa. Amelia fue la única que estaba en el lugar, había estado hablando con el enemigo cuando Agatha llegó y tuvieron que improvisar.
—¿Quién eres entonces? Porque para mí solo eres una mentira andante.
—Mi nombre es Keira Griffin, soy una bruja mestiza y estudié en Las Brujas de Salem —dijo, esta vez pronunció todo en su acento real: el americano.
Agatha apretó sus labios en una fina línea al recordar un detalle.
—¿Era necesario tanta mentira? ¿Era necesario arrastrar a Lysander a tus mentiras y hacerle creer que realmente te sentías atraída por él? Él es un gran chico y tú solo eres una perra sin corazón —Amelia o, mejor dicho, Keira bajó la cabeza y sus ojos se cristalizaron levemente—. Oh, ya comprendo. Dime, ¿cómo fue la expresión de él al ver que eras una vil traidora?
—¡Cállate, cállate, cállate! —gritó.
Levantó su varita y trató de atacar a Agatha, pero no contaba en que la rubia se la arrebatara sin esfuerzo. Estaba enojada, por ende, sus poderes estaban al máximo. Keira utilizó su último recurso, los polvos, para ganar un poco de tiempo. Solo aturdió un poco a Agatha y alcanzó su varita para conjurar un encantamiento.
—Tú hubieras hecho lo mismo que yo si estuvieras en mi lugar. Tienen a mi familia —acotó Keira, colocándose a un lado de la rubia—. Somos muy parecidas, Agatha Christina.
Agatha rio amargamente, dejando su esfuerzo en esa acción.
—Hay una gran diferencia —murmuró—, mientras tú prefieres dar la vida de 'tu amiga' por tu familia, yo hubiese dado mi vida por mi familia.
Eso le sentó a Keira como una patada en el estómago.
—Tú solo no lo entenderás —susurró, antes de que Agatha quedara inconsciente al igual que los demás.
Fue en el preciso momento en el que el reloj sonó, anunciando que eran las seis de la mañana y ya había amanecido. Tal y como lo decía la nota: aquel que sobreviva al amanecer, ese será. Ya había amanecido y la única que quedaba en la mansión era ella.
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