25. El regreso
CUANDO LOS RAYOS DEL SOL SE COLARON POR las gruesas cortinas color gris de la habitación, no significaba que fuese temprano, sino todo lo contrario. Eran sobre las once del medio día y era cuando los rayos fuertes se sentían. La chica rubia y pálida, se removió en la cama, costándole despertar. Separó sus labios para dejar salir un cansado y largo suspiro.
Estaba cansada, demasiado para ser verdad. No sabía si se trataba del tiempo que estuvieron en casa de Dakota y los sucesos de la noche anterior o, simplemente, no había dormido lo suficiente en las pasadas noches. Pensar en todo lo que estaba ocurriendo en su vida no la dejaba pegar ojo en las noches y solo se la pasaba dando vueltas en la cama, mirando el techo.
Escuchó el sonido del agua correr, proveniente del baño y volvió a girar en la cama para notar que estaba sola, relativamente. Se sentó en la cama, tomándose su tiempo para estirar los músculos de su cuerpo, y acto seguido, se puso de pie. Alcanzó su ropa, las cuales estaban a un lado, y se vistió con lentitud. Luego salió un breve instante para usar el baño del pasillo.
Minutos luego, cuando ya estaba vestida, la puerta del baño se abrio. James salió con solo unos pantalones de chándal y una toalla en las manos. Su cabello estaba mojado y gotas de agua rodaban por su cuello, yendo hacia su espalda y perdiéndose en el borde de su pantalón.
—Despertaste —comentó él, resaltando lo obvio—. El baño estaba abierto, ¿sabes?
Agatha sonrió un poco y negó, arrugando ligeramente la nariz. Cuando hacía ese gesto se parecía mucho a su madre, pero con las características de su padre. Sí, ella era la mezcla perfecta entre sus progenitores y ahora que todos lo sabían, era más notorio.
—Utilicé el del pasillo —dijo, encogiendo los hombros.
James asintió y relamió sus labios de una manera leve. Dejó la toalla en el borde de una silla que estaba en el cuarto y se dirigió hacia ella, depositando un beso en su frente de manera cariñosa. Luego se dirigió a las gavetas, sacó una camisa blanca, sin diseño y se la puso.
—Vamos a comer algo. No comes desde hace mucho tiempo y no es bueno —mencionó, agarrando su mano para ayudarla a ponerse de pie. No era que ella lo necesitara, sino que le gustaba comportarse con ella. Después de todo, ella era su chica y él la quería.
—No te pongas en modo sanador conmigo, Potter —advirtió.
James solo dejó salir una ronca risa por lo bajo y rodó los ojos, todavía sosteniendo la mano de ella con delicadeza. La observó fijamente y mordió su labio para no reír cuando captó algo. Se inclinó hacia ella, colocando sus manos en las caderas de ella y rozó sus labios contra la oreja de Agatha.
—Tienes una marca en el cuello —susurró.
Agatha abrio sus ojos como platos y corrio al espejo para mirarse el cuello. Efectivamente, tenía una pequeña, pero visible marca morada. Giró sobre sus talones, empujando el interior de su mejilla con su lengua. Él sabía cómo ella se sentía respecto a ese tipo de marcas y aun así lo hacía.
—Tienes que dejar de hacer eso —dictaminó, su tono era frío, pero James seguía con la misma sonrisa que antes. Arqueó una ceja y cruzó sus brazos—. No te rías, James Potter.
Él levantó sus manos en señal de paz y se aproximó hacia ella poniendo una expresión de inocencia pura. Levantó ambas cejas y volvió a sonreír, encogiendo sus hombros. La vio rodar sus ojos y una sonrisa también se asomó en el rostro de ella.
—No te enojes, amore —pidió, apoyando su frente en la de ella. Sacó su varita y murmuró un hechizo, haciendo que la marca desapareciera de la piel nívea de ella—. Ya está.
—Bien.
James rodó los ojos y presionó sus labios contra los de ella. Una milésima de segundo luego, ella le respondió el beso.
—Te amo —susurró él y ella sonrió.
—Lo sé —comentó guiñándole un ojo, todavía sonreía—. Si te sirve de consuelo, yo también te amo.
Se sonrieron mutuamente y salieron de la habitación al mismo tiempo que alguien abrio la puerta principal. James hubiese fruncido el ceño, pero suponía que era Harper. Era el apartamento de ella también, así que era lo más lógico. Sin embargo, lo que no se esperó fue ver a su compañera y amiga parada en la sala observando a Raven con los ojos entrecerrados.
—¿Qué haces aquí? —espetó, analizándola con la mirada.
En otro momento, Raven hubiese reído ante la pregunta de Harper. De hecho, le parecía tonto con la altura y cuerpo de Harper quien era sumamente delgada y de baja estatura. Eso no significaba que no tuviese la fuerza necesaria para sacarla a patadas de su apartamento.
—Yo solo...—fingió como si tuviese el miedo, jugueteando con sus dedos en el proceso.
—¿Quién demonios es ella? —preguntó Harper, volteándose para mirar a James. Tenía los brazos cruzados y parecía molesta con Raven en el apartamento—. Responde.
James metió sus manos en los bolsillos de su pantalón, arqueando una ceja en el proceso. Agatha, a su lado, frunció el ceño por la actitud de Harper, quien le hizo una seña a James para que hablaran alejados de Raven. La rubia se quedó en la sala, examinando a Raven con sus ojos grises.
—¿Qué sucedió aquí antes? —preguntó Agatha.
Raven miró a Agatha con ojos nerviosos, aunque solo estaba fingiendo. Era muy buena actriz cuando quería. Quizás por eso era la mano derecha de su jefe. Siempre era la que terminaba cumpliendo las tareas especiales como esa.
—Yo...no lo sé. Estaba a-aquí y ella...ella...—sollozó.
Agatha hizo un gesto de horror. Ella no podía consolarla, a duras penas podía consolarse a sí misma. De hecho, una vez trató de consolar a Lía y terminó acariciándole la espalda, con un cepillo de lavar el inodoro. Suspiró y trató de forzar una sonrisa.
—Yo voy a ir a ver qué está sucediendo allá —comentó antes de girarse y caminar hacia el lugar donde Harper y James se habían ido.
Abrio la puerta como Juan por su casa y pudo ver cómo James rodaba los ojos cuando Harper hablaba. Ella reconocía esa expresión de su novio, era esa que decía 'No me interesa, al final siempre haré lo que yo quiera'. Cuánto odiaba cuando él se ponía de esa forma.
—¡No la quiero aquí! —exclamó Harper, sus mejillas estaban rojas del coraje y respiraba irregularmente.
James volvió a rodar los ojos por enésima vez en lo que llevaban discutiendo la situación, lo cual no era mucho tiempo tampoco. Pasó una mano por su rostro, para mostrar su frustración y resopló.
—Harper, el apartamento es de ambos —comentó él, tratando de sonar calmado, pero no lo estaba. De hecho, estaba todo lo contrario a estar calmado. Estaba furioso ante la actitud de su compañera.
—Tú llevas casi un año sin vivir aquí —espetó Harper, cada vez su voz sonaba un tanto más chillona, producto del coraje—. Lo repetiré: no la quiero aquí.
—¿Por qué no?
Harper se quedó unos segundos en silencio, debatiéndose entre qué argumento podría utilizar. Tenía varios, pero ninguno que pudiera explicar de momento. Odiaba esa situación donde quería decirle tantas cosas, pero nada salía de sus labios. Era como si sus cuerdas vocales no funcionaran y se estuviese ahogando entre tantas palabras que quería decir y no las podía sacar de su sistema.
Solo pudo emitir un gruñido de frustración y apretó sus puños hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Tenía una vena marcada en su frente y su cara parecía estar más roja que un tomate.
—No tengo un buen presentimiento. No me da buena espina. Vas a tener que confiarme en esta, pero ella no es quién parece ser —dijo finalmente.
Agatha apretó sus labios en una fina línea. Estaba de espectadora en la discusión, sí, pero eso no significaba que no quisiera participar. Ninguno de ellos conocía verdaderamente a Raven y hubiese sido mejor que lo hicieran.
—Yo no puedo dejarme llevar en eso. Ni siquiera tienes un buen argumento para convencerme. Llevas largos minutos solo repitiendo lo mismo, Harper —mencionó él. Suspiró y se alejó de ella, encaminándose a la puerta donde estaba Agatha. Antes de salir, se giró hacia Harper—. Puedes estar tranquila, nosotros nos vamos.
Harper exhaló el aire retenido en sus pulmones con desgana, mirando cómo él se marchaba. Su mirada se dirigió a Agatha, quien tenía una ligera mueca en su rostro.
—Tú sabes que yo no me refería a eso, ¿cierto? —preguntó, esperanzada, sintiéndose mal por la forma en la que le había hablado a su compañero y amigo. Agatha encogió los hombros—. Yo solo la quería a ella fuera de mi apartamento, no me refería a todos.
Agatha arrugó la nariz.
—A él se le pasará. Siempre es una diva cuando se molesta y bastante cabezota para comprender lo que sea que esté sucediendo. Luego de tantos años conociéndolo sé que es así —explicó. La otra chica asintió, captando lo que Agatha le acababa de decir—. Nos veremos pronto, Harper.
Dicho esto, Agatha salió del lugar hacia la habitación de James y frunció el ceño cuando vio a Raven parada en medio del pasillo. Verla de esa manera era escalofriante, así que solo la ignoró y siguió su camino, sintiendo la mirada de Raven sobre ella todo el tiempo. Tan pronto como llegó a la habitación, cerró la puerta detrás de ella.
James se estaba cambiando de ropa. Ya no tenía el pantalón de chándal y estaba buscando una chaqueta en el armario. Se veía, por la manera en la que buscaba la ropa, que seguía molesto.
Agatha caminó, con cautela, hacia él y lo abrazó por la espalda. Lo sintió relajarse un poco bajo su tacto y sonrió un poco. Apoyó su barbilla en su hombro y él giró su cabeza para poder mirarla de reojo.
—¿Deberíamos irnos? —preguntó.
—Podríamos hacerlo —respondió ella—. Aunque tal vez tengamos que dejarla en un psiquiátrico —murmuró refiriéndose a Raven.
James casi suelta una carcajada ante el comentario de Agatha. A veces su falta de tacto al hablar le resultaba gracioso, siempre y cuando no fuera con él que lo utilizara. Si eso sucedía, lo odiaba como si su vida dependiese de ello.
—Hablo en serio —habló él.
Agatha sonrió.
—Lo sé —susurró—. Ahora, llévame a casa, ¿sí?
Volvieron a salir de la habitación y se detuvieron en la sala, para dirigirse a Raven.
—Nos vamos —dictaminó James.
Los tres salieron del apartamento para poder transportarse a la mansión Malfoy por el medio de aparición. Agatha fue la que tomó la mano de Raven, evitando que esta tocase a James. A pesar de que Raven era mayor que ellos, no le gustaba en lo absoluto. Era como si Harper le hubiese abierto los ojos con respecto a la mujer.
Una vez estuvieron alejados de los previos del apartamento, desaparecieron y aparecieron cerca de la mansión. Con eso de que tenían tantos medios de seguridad, tenían que caminar lo suficiente para poder llegar a la puerta principal. Eso era agotador.
Agatha fue la que abrio la puerta principal y notó la mansión demasiado silenciosa para ser verdad. Ella esperaba que su padre saliera de la nada diciéndole que no volvería a salir hasta que cumpliese cuarenta años. Quizás esperaba escuchar a sus hermanos menores corretear por el lugar, sabiendo que su abuelo se los había prohibido. Sin embargo, no tuvo nada de eso.
En su estómago se formó un nudo y repentinamente se sintió nerviosa. No podía ser que todos estuviesen fuera al mismo tiempo, eso nunca ocurría. Ni siquiera Trinky había ido a recibirlos y eso siempre sucedía.
—James —susurró, apretando su mano con fuerza—, hay algo que no está bien.
Él hundió el entrecejo y sus ojos recorrieron el lugar, tratando de examinar hasta el más minúsculo detalle. No obstante, no pudo percibir nada fuera de lo ordinario. Claro está, él no vivía allí para saber qué faltaba y qué no.
Agatha soltó su mano y caminó hacia uno de los pasillos. Sus pasos eran seguros, aunque en el interior sentía que estaba al borde de un colapso si no encontraba a alguien conocido en los próximos dos minutos. Comenzó a escuchar murmullos en uno de los despachos y su corazón se aceleró de una manera que nunca imaginó. Latía con fuerza, como si quisiera salir de su pecho. De hecho, estaba casi al punto de hacerlo.
Se aproximó al picaporte y lo hizo girar, decidida a entrar al lugar. Iba con una gran sonrisa, la cual se borró cuando abrio la puerta y vio quién estaba allí. Su corazón se detuvo de golpe, al igual que ella. No podía dar crédito a lo que sus ojos veían. Parecía mentira.
Todos los que estaban en el despacho se giraron hacia ella, en especial esa persona, quien estaba siendo interrogada por todos. Se puso de pie y esbozó una débil sonrisa.
—Ha pasado mucho tiempo, Agatha.
La rubia todavía estaba sin poder creerlo. Había pasado años desde la última vez, demasiado tiempo si lo contabas en horas y minutos. Sintió la calidez de James a sus espaldas y supo que él se quedó de la misma forma que ella por un momento. Simplemente, no lo creía. No creía que él había vuelto después de todo.
—Matt —fue lo único que fue capaz de pronunciar en silencio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro