El Último Paradero
Mikhael observó un poco más los papeles, había un título que llamó su atención "Áurlatha y el Sangre Albina." miró de reojo la investigación que tenía relación con algo, el nombre clave era Bermejón, y algo sobre que "Salpicar y Rebotar". Al mover los papeles notó otro adicional, no terminó de leer para ver lo que seguía.
Al tomar la nota, estaba inscrito una dirección y un nombre, el nombre de un bar, le sonaba que lo había visto cuando caminaba hacia donde vivía Desiré, el "Psicodelyka". Fue cuando vino a su mente, era ese bar, donde tuvo la sensación de depredación tan aberrante.
Johana debió ir hacia allí pero ¿Por qué? Levantó la vista y caminó hasta la habitación donde vio el nombre del bar escrito en una pizarra, hilado como una investigación detectives. Parecía que alguien importante comandaba el bar, alguien a quien Johana le seguía la pista.
Notó un papel arrugado tirado en el suelo, se arrodilló y lo recogió notando que llevaba prisa y preocupación. Al abrirlo y leerlo se dio cuenta que hablaba de que alguien la perseguía.
"Me siguen, ya se dieron cuenta de que estoy aquí y algo quieren de mí, o en el peor de los casos, ya saben que sé de su existencia, a esos degenerados no les gustan los extranjeros. Empezaré a moverme por la alcantarilla del callejón, y saldré por la ventana..."
Mikhael entonces se apresuró a mirar por la ventana, si bien estaba junta permanecía cerrada. La abrió y bajó por una escalera de incendios que había allí, cerrando la ventana. Ya sabía a donde ir, al salir, no tuvo la sensación de que lo observaban, entonces dedujo que ellos no sabían que Johana vivía allí.
Tomó una chaqueta de Johana, quien gustaba de la ropa grande y se cambió. Bajó hasta el callejón y salió caminando tapándose el rostro con una bufanda, como dedujo, no sabían que era él.
Pronto, movido por la curiosidad llegó hasta el punto prometido, y una vez allí tuvo nuevamente esa sensación. El aire era denso y pesado, y parecía que de fondo se escuchaban jadeos de hambre y morbosidades abominables. De fondo, casi sutilmente creyó escuchar un grito y alguien pidiendo ayuda.
No se dejó amedrentar, venía preparado para lo que fuera y se acercó al hombre que atendía sirviendo bebidas, el bartender.
Mikhael sacó su celular, y le preguntó al hombre.
"Quiero saber si no has visto a esta mujer antes por aquí."
Le mostró la fotografía de su celular, el hombre la miró y Mikhael notó que su párpado saltó por un instante, y luego lo negó con la cabeza.
"Jamás he visto a esa mujer, pero puedes preguntar si alguien más la ha visto."
Su dedo apuntó sutilmente puesto sobre la mesa hacia un pasillo del fondo.
"Gracias."
Contestó, y se levantó para caminar hacia allí. Inquieto y preocupado su respiración se cortó, el olor a cigarro y su humo apenas y ocultaban el hedor que había allí, uno que él reconocía, era el hedor de la sangre.
Su corazón se aceleró, y mientras caminaba notó a una mujer moviendo una moneda de color rojizo, era idéntica a la que había encontrado en el parque. Esta vez la dejó en el departamento de Johana, pero le daba un muy mal presentimiento.
Se acercó a una mujer que estaba sentada sola, bebiendo un vino espeso y oscuro en su brillo resplandeciente y escarlata.
"Señorita, disculpa las molestias pero estoy buscando a esta mujer."
Mikhael le mostró la fotografía a la mujer, y ella extendió su mano, los ojos de ella los había visto en otra parte, había tenido la misma sensación al mirarla, esa sensación en otro lugar pero ¿Dónde?
Sus ojos parecían haber sido despojados de algo profundo dentro de ella, y una degenerada depravación maquiavélica se mantenía detras de ese semblante tan blanco como la nieve. Mikhael empezó a sentirse nervioso, y por accidente se le resbaló el celular de la mano.
Él intentó tomarlo en el aire y le tocó la mano a la mujer. Sintió un hielo desolador en su piel, algo que él podría decir solo había sentido en un momento, al tocar a los cadáveres en la guerra.
La imagen de los cuerpos muertos en los campos de guerra pasó por sus ojos, sus pupilas se volvieron más pequeñas del solo horror pero debía contenerse. Todo dentro de él parecía hacer presión de pura angustia.
"Lo lamento."
Se disculpó Mikhael, ella le sonrió con una malicia inusitada.
"No te preocupes, no he visto a esa mujer, lamento no poder ayudarte."
Mikhael entonces siguió caminando, cuando sintió que algo lo golpeó por la espalda.
Él cayó al piso aturdido, y poco a poco perdió el conocimiento hasta caer totalmente desvanecido.
De fondo, escuchó una voz que le sonaba familiar.
"Ha sido demasiado, él es mío."
La voz de una mujer, ¿de dónde era? No estaba seguro, no lo sabía a ciencia cierta.
Entre sus sueños miró una fina capa que flotaba sobre algo difícil de explicar. La cosa se arrastraba y entonaba una voz: en un idioma que él jamás había escuchado. De hecho, la voz dudosamente podía decirse que era audible, apelaba a algo que se arrastraba en su interior.
Al mirar lo que parecía un inmenso y basto mar de una sustancia turquesa, observó líneas que se distorsionaban encajándose dentro de sí mismas, pastosas y maltrechas de ángulos no imaginables. Si sus ojos no hubiesen presenciado tal acto, jamás hubiera imaginado lo que estaba viendo, y es que de hecho, ni siquiera su imaginación era capaz de sostener tales formas tan estrambóticas.
Cuando se observó a sí mismo, flotando sobre el infinito de la capa misma, en un cálculo sin sentido, se notó torcido y deformado. Una parte de su consciencia había sido deshilachada y enredada, mientras oscilaba al ritmo de una danza y una canción entonadas por la voz insustancial, pero no sonaba como nada humano. Sus palabras se grababan en su cerebro, marcando un dolor horrendo de quemadura al rojo vivo, pronto iba a despertar.
Abrió los ojos cuando escuchó la voz de un hombre que le hablaba, parecía que intentaba despertarlo.
"¿Estás bien? ¿Qué pasó?"
Cuando miró bien, era el Caballero Cazador y la Clérigo que parecían intentar auxiliarlo. Él intentó ponerse de pie y se sintió mareado, un dolor punzante vino a él en su hombro y se llevó la mano hacia allí.
No sabía que había ocurrido. Se sentía muy desorientado y débil, apenas podía mantenerse.
"Estaba en un bar, y de repente alguien me golpeó, no sé que pasó después."
El Caballero Cazador lo ayudó a ponerse de pie.
"Está bien, soy Gabriel, tranquilo, estamos aquí para ayudarte ¿Cómo te llamas?"
"Soy Mikhael, gracias por la ayuda Gabriel, no sé que pasó."
Gabriel miró a su compañera.
"Sariel, revisa sus bolsillos, ve que tenga todas sus pertenecias, llevémoslo a un hospital para ver que esté todo bien."
Sariel lo revisó, tenía todas sus cosas, no parecía que le hubieran quitado nada. Ella le levantó la polera, no tenía ningún tipo de marcas o heridas, todo parecía en su lugar.
Aun así, y con todo ello Mikhael se sentía débil, no se podía sostener bien. Gabriel pensó que quizá le habían inyectado algún tipo de droga, se encaminaron al hospital.
Gabriel se detuvo antes de salir, y volteó la mirada hacia atrás. Su rostro cambió por completo, sus ojos eran los ojos de un Cazador que estaba mirando a su presa, a la presa que se ocultaba en la oscuridad.
Sariel se dio cuenta y volteó la vista.
"Están allí, puedo sentir su asquerosa mirada desde la oscuridad."
Mencionó ella, y Gabriel le contestó.
"Sí, y no voy a permitir más víctimas, voy a darles caza hasta su extinción."
Tras ello se volteó caminando hacia su siguiente destino.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro