Etapa V
Tara
—¡Esto no puede ser cierto! —se dijo a si misma—. Tiene que ser una pesadilla. Tengo que salir de aquí ahora mismo de lo contrario me volveré loca. ¡Maldita sea mi suerte!
En su desesperación por abandonar la mansión, Tara no se percató que había sido la siguiente en caer en el abismo del aquel ritual macabro al igual que Galier, que aun seguía perdido. Fue cuando giró sobre sus pasos y se dio cuenta que los demás no estaban. Era como si habían desaparecidos. Solo divisó aterrorizada los gemidos aterradores de las almas que se encontraban en el salón en solemne celebración al maligno. En veloz carrera se adentró en el interior de aquel recinto del mal, pero solo consiguió una y otra vez salir al mismo espacio donde las gemelas reían y cantaban.
—¿Qué pasa? —gritó confundida—. Estoy dando vuelta en círculos o acaso no me he movido de lugar.
De nuevo, intentó escapar. Esta vez fue a dar a una habitación que era distinta a resto de la mansión, tan distinta que no era posible lo que veía. Un escalofrío la invadió al descubrir y reconocer el decorado de la habitación. Su angustia creció no solo por el sitio sino el cuando, era una habitación de su niñez, la habitación de Julian.
—¡Dios mío! ¿Qué es esto?
En aquella habitación decorada con diseños infantiles se encontraba una enorme cuna de madera. En la misma un bebé lloraba con desesperación. Tara no lograba soportar el llanto. Se tapó los oídos mientras él lloraba. De repente el llanto cesó. Trató de salir, pero algo se lo impidió. De nuevo el llanto dio comienzo esta vez tan fuerte que sus oídos parecían que iban a reventar.
—¡Calla! —suplicó—. ¡Callate de una maldita vez! ¡No quiero oírte llorar más!
Una enorme sombra se aproximó a la cuna. El bebé comenzó a reír como si reconociera aquella figura espectral que se acercaba hacia él. Fue como si aquello le despertó algo horriblemente olvidado. De inmediato, Tara trató de acercarse. Quería evitar lo inevitable. Pero estaba petrificada, no podía moverse. De nuevo el llanto. La sombra se posó sobre el bebe que hacía extraños movimientos, como si estuviese poseído. Lágrimas recorrieron el rostro de Tara que cayó de rodillas implorando que se alejara del aquel niño que ella conocía muy bien.
—¡Lo siento! —Lloró de impotencia—. ¡Lo siento tanto, hermanito. Perdóname, por favor. Perdóname, Julián.
Aquella sombra se fue disipando hasta solo quedar la figura de una niña de unos cinco años. Estaba montada en el barandal de madera de la cuna. Ya para entonces el bebe había dejado de llorar, parecía dormido. La niña estaba feliz, en su mano sujetaba la almohada que había logrado silenciar el llanto de aquel hermoso bebe. El pecado había salido de la sombra de una pequeña asesina de su indefenso hermanito.
Tara era culpable y la mansión lo había descubierto. Al igual que Galier, se había sido manifestado su pecado. Había sido su turno.
Palabras: 499
Continuará, eso espero.
Saludos y feliz noche.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro