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Etapa IV


-¡¿Vieron...eso?!

-Hay que seguir adelante -dijo Canela sin responderle a Tara-. ¿No le parece, Padre? A fin de cuenta debemos proseguir con lo planeado.

-Pero... Y ¿Qué haremos sin Galier?

-Escucha, hija -hablo el sacerdote tratando de apaciguar a Tara que estaba al borde del colapso-. Trata de mantenerte firme y no dejes que esto quebrante tu espíritu. Aferrate a tu fe y sigamos.

-No creo que pueda -susurro con un hilo de voz-, creí que podría, pero esto...

-Haz lo que quiera -reprochó Canela-. A fin de cuenta. Solo eres un estorbo... Siempre lo has sido no veo porque seria distinto esta vez.

Continuaron adelante pese a que Galier había desaparecido. Ir por aquella lúgubre escalera ya no era una opción. El recinto iluminado denotaba un aura espeluznante desprovista de toda humanidad corpórea o al menos así lo sentían en lo más profundo de sus huesos.
-¡Huelen eso! -volvió a hablar Tara -. Es... Es sangre. ¡Tengo que salir de aquí! Debo buscarlo y salir de aquí.

De repente se quedó en silencio al sentir la mirada fija de Canela. Una mirada que sufrió en lo más profundo de su ser al notar que no estaba dirigida a ella sino a un rincón del salón principal. Se volteó tan lentamente que le pareció un martirio lo que le aguardaba. Para cuando pudo reaccionar sus angustiados ojos se habían posado en las almas malditas que habitaban la casa.

Un desfile del mismo averno que se disponían a celebrar festín de carne y sangre, pero también de pecados secretos. Sin siquiera respirar, los improvisados testigos se deslizaron detrás de las columnas. Sin embargo, el terror se había apoderado de Tara. Seguía con la idea de buscar a Galier y huir del espantoso lugar. El sacerdote trató de persuadirla a la vez que sujetaba su brazo con fuerza, pero le fue imposible. Sin pensar en un imprudente acto de escapada, Tara emprendió veloz carrera como si con ello todo desaparecería. No fue así. Las malditos espectro fijaron su atención en ella y sin poder evitarlo, se dirigió hasta donde estaba el altar. Una enorme sombra la cubrió en halo de oscuridad y ante la vista de Canela y el Sacerdote. Desapareció. Gritos y graznidos ensordecieron el gran salón. Unas niñas corrían alrededor del altar.

Ataviados con túnicas negras. Unas endemoniadas criaturas se disponían a repetir por enésima vez, el ritual que arrancó la pureza de las gemelas arrojándolas al abismo de los perdidos. Aunque su mayor deleite era ser recolectoras de pecadores y Tara lo para su infortunio lo era...

Nota: Espero sea de su agrado. Llegué en la raya del limite del tiempo. En estos momentos atravieso un bloqueo, no se me ocurría nada. Mucho éxito y a seguir el sendero del terror de la Maldicion Escalante.




























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