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60. Matías

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La atmósfera cambió. Las sensaciones que llegaban con la brisa de la montaña amenazaron con erizarme la piel, pero estaba tan perdida en el momento que no me importó que hubiese quince lobos deseando acabar con mi vida. No podía apartar la mirada del rostro de Matías y mi corazón latió más deprisa cuando volví a escuchar aullidos que provenían del bosque.

Hugo emitió un gruñido que fue imitado por el resto de lobos y mi sonrisa se ensanchó cuando Matías me guiñó un ojo con complicidad. Me sentía liberada tras confesar que su manada había acabado con la vida de mis seres queridos, y el dolor y el odio que llegaron a mí se reflejaron en las emociones que habitaban mi pecho.

—¿Ha sido todo una mentira? —me preguntó Hugo con furia—. Lo teníais todo pensado desde el principio, ¿verdad? Desde que llegaste no has hecho más que fingir para entrar poco a poco en nuestras vidas y conseguir la información que necesitabas.

El veneno se apoderó de la voz del beta y Dante emitió un gruñido que resonó en la inmensidad, pero Matías me dio un apretón que me calentó el pecho y que consiguió que mis ojos brillasen con alegría.

—No estabas en aquel callejón por casualidad —continuó Hugo con rabia—. Ahora entiendo por qué sobreviviste a lo imposible y por qué tú fuiste la única que logró levantarse cuando los aberrantes nos tendieron una emboscada. Querías que confiásemos en ti y que nos sintiésemos agradecidos —dijo con ponzoña en la voz—. Fuiste tú quien encontró los restos de los lobos mutilados que nos llevaron al acónito mejorado y lograste percibir a los aberrantes que atacaban a Dante porque ya conocías su olor.

El rugido que brotó del pecho de Hugo logró erizarme la piel de la nuca y los gammas arrugaron el hocico y me mostraron los colmillos con inquina, preparados para atacar en cuanto recibiesen la orden. Los ojos de Dante reflejaron que algo se rompió en su interior y Matías se movió para posicionarse frente a mí y protegerme.

—¡No te atrevas a hablarle así! —bramó, lo que provocó que los ojos de Hugo se transformasen para mostrarle su lado más salvaje.

—Tranquilo, Mati, no es la primera vez que me acusan de ser una traidora —dije mientras me posicionaba junto a él con calma para que los lobos no interpretasen mi movimiento como un ataque.

Hugo emitió otro gruñido que resonó en el claro y Matías lo imitó. Los gammas continuaron mostrándonos los colmillos y los guerreros se removieron con rabia. Dante me miró como si fuese un fantasma, sumido en sus pensamientos y con la piel pálida y el rostro ausente.

—Será mejor que nos calmemos —dije con voz conciliadora.

—¡No me digas que me calme! —exclamó Hugo con los puños apretados y la voz ronca.

—¡Y tú no me grites! Desde que he llegado no he hecho más que ayudar y ser lo más comprensiva que he podido. No os he dado motivos para desconfiar en ningún momento, así que vamos a calmarnos y a hablar como personas civilizadas —dije algo más serena.

¿Qué hace él aquí? —me preguntó Dante con una expresión que me desgarró por dentro. Ladeé la cabeza, pues desconocía la respuesta a su pregunta, y me volví hacia Matías con el ceño fruncido.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté.

—Nos enteramos de que estabas vinculada al alfa de la manada que asesinó a nuestros hermanos y hermanas. Como comprenderás, no nos íbamos a quedar de brazos cruzados. —El dolor que cargó sus palabras sorprendió a los lobos que nos rodeaban y los ojos de Matías se transformaron para mostrar un poderoso brillo naranja que me desconcertó.

—¿Eres un beta? —le pregunté con alegría. El joven me sonrió, pero antes de que pudiese responderme, fue interrumpido por un gruñido de Hugo.

—¿Y ellos qué hacen aquí? —nos preguntó con furia mientras me tendía un teléfono móvil para que viese una imagen del bosque.

—¿Has puesto las cámaras? —le pregunté con una sonrisa que no pude contener.

La mirada de Hugo se encargó de eliminar la calidez que se había apoderado de mi pecho y la autoridad que desprendió me obligó a mirar la fotografía que brillaba en la pantalla. En ella vi que en algún lugar del bosque, en la frontera del territorio, había dos mujeres, un hombre y un muchacho esperando recibir órdenes. Mi corazón se retorció y posé una mano en el brazo de Matías como si necesitase ayuda para comprender lo que veían mis ojos. El lobo asintió y me llevé una mano a la boca para controlar el gemido que amenazó con escapar de mis labios.

Dante y Hugo fruncieron el ceño y los lobos se miraron los unos a los otros con confusión. Mis ojos se encontraron con los del alfa, que recogían tantas emociones que lograron formarme un nudo en la garganta.

—No les hagáis daño, no han venido aquí a crear problemas.

—¿Entonces a qué han venido? —me preguntó Hugo más alto de lo necesario, lo que provocó que Matías le dedicase un gruñido que me hizo sonreír.

—Hay ciertas cosas que debería contaros.

—¿Ahora te sientes generosa? —escupió el beta con furia. Mis ojos se transformaron al instante y apreté los puños mientras me esforzaba por contener la ira que se despertó en mi interior.

—No tengo por qué daros explicaciones, y no vengas a echarme en cara que hay cosas que no os he contado, ¡cuando vosotros me habéis ocultado la verdad desde un principio! —El eco de mi voz resonó en la inmensidad del bosque y Matías se rio entre dientes antes de que le gruñese para pedir silencio.

—¡Alfa! —exclamó una voz a mi espalda.

Me volví para encontrarme con los cuatro rostros que brillaban en la imagen que me había mostrado Hugo. Los lobos caminaban con cautela entre los guerreros que los escoltaban y mi mirada se detuvo en el joven muchacho que avanzaba con ellos. Tendría unos dieciséis años y sus iris centellearon antes de que echase a correr en mi dirección.

—¡No!

Mi corazón se aceleró y salté para transformarme el aire e interponerme entre Adrián y Víctor y Virginia, que corrían en su dirección con los colmillos preparados para atacar. Mi presencia los sorprendió, pero no tanto como el poderoso gruñido que brotó de mi pecho y que provocó que se detuviesen al instante.

Adrián se ocultó detrás de mí y sus piernas rozaron el pelaje de mi lomo. El ambiente se cargó de miedo, pues los lobos habían malinterpretado las intenciones del muchacho. Reafirmé mi posición ante el joven, oculté los dientes y mostré una expresión cauta y pacifica. No quería luchar contra los gammas, pero no dudaría en hacerlo si era necesario, algo que logré transmitir con mi lenguaje corporal.

La tía de Adrián se posicionó junto al joven, preparada para defenderlo con uñas y dientes. Raúl y Margarita hicieron lo mismo y Matías se preparó para saltar en cualquier momento. Hugo y Dante se miraron con un desconcierto que me dio ganas de reírme, pero me mantuve firme mientras analizaba los posibles escenarios que se podrían desarrollar ante nuestros ojos en los próximos segundos.

—Perdón —susurró Adrián—, no quería hacerle daño a nadie.

Dante observó a las personas que había a mi espalda antes de que nuestras miradas se encontrasen, y cuando vi las emociones que reflejaban sus iris, supe que lo peor ya había pasado. Los ojos del alfa se desenfocaron y los gammas desaparecieron al instante, cumpliendo sus órdenes. Los guerreros se alejaron para permitir que respirásemos más tranquilos y los músculos de Adrián se relajaron contra mi lomo.

—Hablemos.

La situa está tensa...

Mis lectoras piden un maratón y yo escucho sus plegarias.

Hoy subiré doble capítulo, pero el siguiente lo actualizaré dentro de unas horas porque si no con el ansia os olvidáis de votar y comentar en este y me dejáis sin sonrisas 😇

Luego nos vemooos ❤

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