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24. Culpabilidad

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La furia y los restos de matalobos que tenía en sangre provocaron que perdiese el control y que me transformase sin poder hacer nada por evitarlo. La incrédula mirada de Dante se deslizó por mi cuerpo animal y, sabiendo que no podía quedarme allí durante más tiempo, eché a correr antes de hacer algo de lo que pudiese arrepentirme.

El alfa intentó detenerme pero no fue lo suficientemente rápido, ya que me colé por la puerta del balcón y salté por las escaleras hasta que sentí la hierba bajo mis patas.

«África, espera, déjame explicarte» —suplicó en mi mente.

Una nueva oleada de ira sacudió mi cuerpo con fuerza. Mi pecho vibró por la furia que me invadía y decidí utilizarla como combustible para correr entre los árboles a toda velocidad. Sabía que Dante corría detrás de mí y forcé mi organismo al máximo. Sentí el dolor y la quemazón que provocaba el acónito en mi interior, pero los ignoré para no sucumbir a los instintos violentos que amenazaban con apoderarse de mi cordura.

«Áfri-»

Me concentré en crear una barrera mental para evitar que Dante se pudiese comunicar conmigo y apreté el paso. No me podía creer que me hubiese marcado sin mi consentimiento, y más en aquella situación tan cargada de ira y violencia. De mi pecho brotó un gruñido que no pude controlar y tuve que poner todo de mi parte para no dar media vuelta y arrancarle la carne del pescuezo.

Percibí que alguien más corría tras nosotros, pero ignoré los estímulos que recibía del exterior y me centré en el sonido del agua que murmuraba a mi alrededor. El bosque se desdibujaba mientras avanzaba a toda velocidad entre los árboles, y a pesar de que podía sentir que la oscuridad empezaba apoderarse de mi mente por el efecto del acónito, sabía que tan solo había una forma de calmarme.

«¡Valiente desgraciado!»

¿Cómo se atrevía a marcarme sin mi permiso?

Gruñí al ser incapaz de controlar la furia que sacudió mi cuerpo en cuanto pensé en lo que me había hecho, y mi organismo se resintió por el agotamiento. ¿Primero me mentía y luego consideraba que tenía el derecho de tocarme? Una nueva oleada de ira y dolor me sacudió con intensidad y salté en el aire antes de aterrizar en la fría masa de agua del río.

El puro hielo que se escondía en su corriente acuchilló mis músculos y contrarrestó el fuego que ardía en mi interior. Mi cuerpo se sacudió con violencia segundos después, y el pánico me invadió cuando me di cuenta de que no podía recuperar mi forma humana por el nivel de matalobos que tenía en sangre.

Me revolví con angustia, sorprendida por haber perdido el control de aquella manera, y la corriente me arrastró, pues estaba demasiado débil por todo lo ocurrido. De mi pecho brotó un gruñido que no pude contener y tuve que esforzarme para mantener el hocico cerrado y no ahogarme.

«Respira hondo, concéntrate y asegura tu supervivencia».

Las palabras de mi hermano resonaron en mi mente y traté de apoyar las patas contra una roca para detenerme. Mi lomo chocó contra la dura superficie de la piedra y necesité de todo mi autocontrol para no gemir por el dolor y expulsar el aire que había en mis pulmones.

A pesar de que las mujeres y hombres lobo teníamos una fuerza superior a la de ambas razas, estaba tan cansada que no logré combatir la presión de la corriente. Me concentré en el murmullo del agua para liberarme del pánico que sentía y recuperar el control, pero la desesperación se aferró a mi pecho como la humedad a las gotas de lluvia.

La quemazón que provocaba el acónito en mi cuerpo se redujo en cuanto mi ritmo cardíaco se estabilizó y me entraron ganas de llorar cuando mi cuerpo dejó de convulsionar. ¿Cuánto matalobos me habrían inyectado para seguir sufriendo las consecuencias tantos días después?

La rabia que había despertado en mí el comportamiento de Dante parecía ponzoña en mis. Estaba tan furiosa que quería que viniese a buscarme al río para poder ahogarlo con mis propias manos.

Me había mentido a la cara. Les había preguntado una y otra vez cuál era su manada y no habían tenido el valor suficiente para confesarlo. Me revolví al sentir que me hervía la sangre y que mi corazón se aceleraba de nuevo, pero estaba tan furiosa que ya no podía controlarlo. ¿Cómo se atrevían a ocultarme algo tan importante?

La fama de la Manada de las Montañas Nevadas había cruzado fronteras, pues era conocida por atacar a sus propios hermanos y conspirar con nuestros enemigos, por hacer tratos con aberrantes y saquear y matar a manadas vecinas para aumentar su territorio y poder.

Mi pecho se encogió cuando pensé en lo mucho que habían sufrido los lobos por las acciones de aquella maldita manada, y enloquecí por la rabia al ser incapaz de creer que me lo hubiesen ocultado. Negué con la cabeza cuando recordé el momento en el que los dientes de Dante atravesaron mi carne y activaron parte de nuestro vínculo astral por la fuerza.

Me sentía traicionada. ¿Quién se creía que era para forzar su presencia en mi mente? ¡Quería matarlo!

Mi loba se sacudió por la falta de oxígeno, pero me apreté contra las rocas y traté de serenarme. No tenía la fuerza necesaria para luchar contra la corriente en aquel momento, y si lo intentaba mi ritmo cardíaco se aceleraría, lo que provocaría que perdiese el conocimiento y el control sobre mis actos.

La expresión de miedo y frustración de Dante cuando ignoré sus intentos de comunicación envió una dolorosa punzada a mi pecho.

«Solo quiero poder hablar contigo», había dicho.

El problema era que yo no quería hablar con él y me había obligado a tener que escucharlo por la fuerza. ¿Cómo se atrevía?

Me estremecí cuando recordé el momento en el que mis garras se hundieron en su piel y negué con la cabeza con tristeza. No me podía creer que lo hubiese atacado. ¿Cómo podía haber perdido el control hasta el punto de agredir a mi astro?

La culpabilidad me golpeó con fuerza y se me formó un nudo en la garganta. Mi mente reprodujo las imágenes de Dante tratando de comunicarse conmigo y vi el dolor que se reflejó en su rostro cuando me negué a escucharlo. El daño que sentía en la pata tras el puñetazo que había lanzado a su mandíbula todavía estaba latente.

Lo peor era que me sentía culpable por sentirme culpable. Él me había engañado, me había llevado a las montañas sin molestarse en explicarme qué era lo que estaba ocurriendo, ¡y me había marcado, por la Diosa de la Luna! Y a pesar de todo, seguía sintiendo que parte de lo ocurrido era culpa mía. Si no lo hubiese atacado, su lobo no habría perdido el control de aquella manera, pero si él no me hubiese mentido, yo no me habría puesto como una fiera.

Podía sentir, en lo más profundo de mi mente, las emociones que lo envolvían en aquel momento. Tras haberme marcado se había activado parte del vínculo en mi cuerpo, y gracias a él, podía sentir el dolor y el sufrimiento que se latían en su pecho.

Algo cambió en mi interior y mi cuerpo se tensó al instante. Me vi obligada a expulsar el aire que había en mis pulmones cuando mi cuerpo comenzó a transformarse sin mi consentimiento. El efecto del acónito hizo que aquella transformación fuese una de las más dolorosas que había experimentado a lo largo de mi vida, y me retorcí desesperada.

Me sacudí con fuerza bajo el agua. La angustia inundó mi pecho y el dolor se extendió por cada centímetro de mi cuerpo. La quemazón provocada por el acónito convirtió en fuego la sangre que fluía por mis venas, y convulsioné con agonía y desesperación, incapaz de encontrar una salida.

«Respira hondo, concéntrate y asegura tu supervivencia».

Mis patas delanteras desaparecieron y me agarré a una roca con las manos para evitar que me llevase la corriente. Esperé a que mi cuerpo recuperase su forma humana, y cuando emergí a la superficie y mis pulmones se llenaron de un aire que me quemó por dentro, sentí que mis músculos se relajaban automáticamente.

Lo primero que percibí fue el sonido de la lluvia, que caía con fuerza sobre todo lo que me rodeaba. La tormenta se había desatado sobre las montañas y la fuerza del temporal azotaba todo lo que encontraba a su paso, al igual que el fuego que se prendió en mi interior en cuanto mis ojos se encontraron con la mirada de Dante.

El alfa estaba sentado sobre un tronco, con la mirada perdida y el rostro serio. El agua de la lluvia se deslizaba por su cuerpo, empapando su ropa y limpiando las heridas que habían dejado mis garras en su rostro, pero él parecía ajeno a su presencia. Sus ojos se iluminaron con el poderoso color del oro en cuanto me vio y percibí que un lobo se alejaba entre los árboles.

En aquel momento entendí por qué Dante no me había obligado a salir del agua y sentí un gran agradecimiento hacia su beta, ya que estaba segura de que había sido él quién le había pedido un poco de tiempo.

—No quiero hablar contigo —dije casi en un gruñido.

El rostro de Dante se torció por el dolor que le provocaron mis palabras, algo que pude sentir gracias al maldito vínculo astral.

«Déjame explicarme» —suplicó en mi mente.

—¿Cómo vas a explicarme que me has marcado por la fuerza?

El alfa apretó los puños mientras sacaba una manta de una bolsa y me la tendía.

«No seas necia» —dijo al ver que me debatía entre cogerla o no.

Mis ojos centellearon con ira, pero arranqué la tela de sus manos y me envolví en ella, agradeciendo su cálido abrigo sobre mis músculos.

«Fue un mordisco muy superficial, desaparecerá en unos días. Además el vínculo astral no estará completo hasta que tú me hayas marcado a mí, no es tan importante».

—¿¡Que no es tan importante!? —bramé en la tranquilidad del bosque—. ¿¿Cómo no va a ser importante que me hayas mordido de esa manera?? ¡Valiente gilipollas! ¿Qué te parecería a ti que llegase un día y te estampase contra la pared para marcarte?

Los ojos de Dante brillaron en la oscuridad de la noche y su rostro se tiñó con una calidez que me dejó completamente desconcertada.

«Eres mi astro» —dijo como si fuese evidente que aquella distinción me concedía el derecho a hacer con él lo que me diese la gana.

Solté un resoplido con frustración y empecé a caminar hacia la casa de la manada para refugiarme de la tormenta.

«Espera, África, lo siento».

—¡No, no lo sientes! —exclamé dándome la vuelta para enfrentarlo—. Me has marcado, ¿recuerdas? Sé qué es lo que sientes en este momento. Estás dolido y enfadado, pero no sientes ni una pizca de arrepentimiento porque al parecer no eres capaz de entenderlo, ¡¡así que no tengas el valor de mentirme a la cara!!

Bueno, bueno, bueno... 👀

Mamá loba está rabiosa.

¿Qué haríais vosotras de estar en la situación de África?

¿Qué creéis que va a pasar ahora? Honestamente no lo recuerdo, así que vuestras teorías son tan buenas como las mías 😂

¡Espero que os esté gustando!

zobeida14717 me ha sugerido que hiciese un maratón, y yo le he dicho que como el viernes es Navidad, quizá suba doble capítulo de regalo...🎁

¿Hay ganas?

Biquiñooos ❤

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