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14. Frío

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Sabía que había alguien caminando a escasos metros de distancia, siguiendo cada uno de mis movimientos y asegurándose de que no me escapaba del territorio de la manada de Dante. Me encantaría poder decir que estaba molesta porque me estuviesen vigilando, pero lo cierto era que su presencia me aportaba bastante alivio, ya que si perdía el conocimiento, al menos habría alguien cerca para ayudarme.

Podía sentir cómo el matalobos debilitaba mi cuerpo y nublaba mi pensamiento, y sus efectos no hacían más que empeorar cada vez que se aceleraba el ritmo de mi corazón, algo que pasaba muy a menudo gracias al imbécil de Dante. «Eres mi luna». ¡Estúpidos alfas y estúpidos vínculos astrales!

Me apoyé contra el tronco de un árbol al percibir que me debilitaba otra vez. Aquello era insufrible. No podía ni pensar sin que el maldito acónito hiciese de las suyas. No podía correr ni transformarme, y mucho menos analizar la situación en la que me encontraba, porque un breve repaso a lo que había ocurrido aquel día era suficiente para dejarme inconsciente durante horas gracias a la fuerza de mi ira.

Suspiré con resignación y eché un vistazo a mi alrededor, sonriendo inconscientemente al apreciar la belleza del entorno natural en el que se encontraba el asentamiento de la manada de Dante. Llevaba varias horas caminando y por la posición del sol estimaba que debía ser la hora de comer, pero por desgracia no había llegado muy lejos.

Avanzaba a un ritmo tan lento que estaba segura de que si pasaba una tortuga por aquel camino, terminaría ganando la carrera. La persona a la que le habían ordenado que me siguiese tenía que estar muriéndose del aburrimiento, pero por mucho que lo intentase, no lograba caminar mas rápido.

Cada vez que daba diez pasos tenía que detenerme para recuperar el aliento e intentar que mi ritmo cardíaco no se descontrolase, porque si lo hacía, mi estado no haría más que empeorar. El matalobos era una de las peores armas que se podían utilizar contra un lobo y no podía dejar de preguntarme por qué me lo habían inyectado a mí, y más en aquella situación.

Dante me había dicho que había pasado dos días inconsciente y todos se mostraron muy sorprendidos al descubrir que estaba despierta. En la enfermería, Ceylán detuvo sus palabras antes de explicarme qué era lo que había ocurrido, y por el estado en el que me encontraba en aquel momento, intuía que la dosis había sido descomunal, ¿pero por qué?

El sonido del agua se hacía más fuerte con cada paso que daba y no pude evitar acelerar el ritmo al sentir que la humedad del ambiente aumentaba a mi alrededor. Me dolía el pecho y sentía que mi corazón se estaba acelerando, pero no me detuve hasta que mis ojos encontraron el lugar del que provenía aquel maravilloso sonido.

Cuando atravesé la última línea de árboles, abrí la boca por la sorpresa al descubrir uno de los ríos más bonitos que había visto nunca. Su caudal parecía ser bastante profundo y sus aguas cristalinas invitaban a sumergirse en ellas al instante. Al fondo, en la distancia, se erigían las montañas de cumbres nevadas de las que provenían, y solté un suave jadeo al hundir la mano en la corriente y sentir lo fría que estaba.

El bosque lo rodeaba a ambos lados, provocando que las copas de los árboles se reflejasen en su superficie, y a pesar de que había alguna que otra roca, el discurso del río transcurría sin impedimentos.

Me senté en uno de los pequeños parches de hierba que había en la orilla, percibiendo su natural olor nada más tocarla, y me descalcé para sumergir los pies en el agua, mordiéndome el interior de la mejilla para no gemir al sentir lo fría que estaba.

Sonreí al percibir el silencio y la paz que me rodeaban, y dejé que el murmullo del agua se deshiciese del incansable ruido que invadía mi mente. Me sentía muy agradecida por haberme topado con aquella maravilla de la naturaleza. Necesitaba calmarme y dejar de pensar para que mi corazón no se saturase con el acónito que había en mi cuerpo, y el mejor lugar en que podía hacerlo era debajo del agua.

Esperé a que mi cuerpo se adaptase a su baja temperatura, permitiendo que se acostumbrase a ella al ir sumergiendo los pies en el río, y cerré los ojos para despejar mi mente y concentrarme en llenar de aire mis pulmones. Cuando consideré que estaba preparada, me deshice de la ropa que tenía puesta y me lancé al agua sin pensármelo dos veces.

Me mordí la lengua para evitar soltar un grito al sentir flechas de puro hielo clavándose en mis músculos y me centré en controlar los escalofríos que sacudían mi cuerpo con violencia. Segundos después sentí que comenzaba a relajarme y solté la rama a la que me había agarrado para encontrar un hueco entre las rocas del fondo que me protegiese de la corriente del agua.

En cuanto me apoyé en una de las piedras, mi pelo comenzó a flotar en todas las direcciones y tuve que hacer un esfuerzo para no reírme. Cuando encontré la posición perfecta, cerré los ojos para dejar de sentir la presión del agua sobre ellos y mi cuerpo se relajó automáticamente.

El murmullo del agua amortiguó tanto los sonidos del exterior como los que vivían en mi interior y mi mente se apagó por completo, permitiendo que disfrutase de la plenitud de aquel momento. No sabía cuántos minutos habían pasado porque no tenía mi cronómetro conmigo, pero podía sentir cómo mi corazón se iba ralentizando poco a poco.

El intervalo entre mis latidos aumentaba cada vez más y tuve que esforzarme para no sonreír al sentir que me encontraba mucho mejor. Apoyé el cuello contra la roca que había a mi espalda, liberándolo de la presión, y me dejé existir en paz.

Era consciente del paso del tiempo porque me empezaba a costar mantener el aire que había en mis pulmones, pero todavía quedaban varios minutos antes de que necesitase salir del agua, así que cambié de posición para evitar que se me durmiesen los brazos.

Fruncí el ceño al percibir un cambio a mi alrededor y abrí los ojos de golpe al sentir que algo se hundía en el agua frente a mí. Unas cálidas manos me agarraron por la cintura y me sacaron del río a toda prisa, depositándome con violencia sobre la hierba.

Abrí la boca para coger aire tratando de procesar lo que acababa de ocurrir, y mi ceño se frunció todavía más al ver al beta de la manada empapado a mi lado, esforzándose por calmar su respiración. Sus ojos se encontraron con los míos y la preocupación que había en ellos fue sustituida por confusión antes de que cogiese la camiseta que había dejado en la orilla y me la tirase en un arrebato de ira.

—¿¡Se puede saber qué crees que estás haciendo!? —bramó como un energúmeno.

—¿Se puede saber qué haces tú?

—Dante no deja de atormentarse, ¿y tú te estás bañando? —Sus ojos brillaron con el poderoso naranja de su lobo y me mordí el interior de la mejilla al sentir que el latido de mi corazón se aceleraba de nuevo.

—¡Volvemos a la cuestión de que no tengo por qué justificar mis actos ante ti! —grité con una furia que me hizo daño físicamente.

Del pecho del beta brotó un gruñido que me tuve que esforzar por no corresponder y sus ojos brillaron con intensidad mientras se acercaba a mí. Me puse de pie para enfrentarlo, preparada para hundir mis garras en su carne, y escuché que un quad se acercaba a nosotros a toda velocidad.

—Se merece a alguien mejor que tú —sentenció con voz venenosa antes de desaparecer entre los árboles.

Oy, oy, oy... ¿Qué pasa con Hugo? 😮😮

¿Cómo van esas teorías? 

Hoy me he acordado de que era martes... Queredme un poquito 😇😇

Nos leemos! Biquiños ❤

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