04. Deuda
Dentro del castillo de Hiccup.
Ben se levantó, atónito, y se encontró rodeado por figuras que lo observaban con curiosidad. Un sirviente se acercó a él a verlo de cerca
—¿Estara muerto?—Pregunto Ruffnut asombrada.
— Un muerto no habré los ojos o si?— Heather respondió. —Ademas está despertando Eret ven a verlo.— Dijo Heather.
—Bienvenido, señor —dijo con una profunda reverencia—. El Rey Hiccup lo espera.
—¿Hiccup? ¿Quién es Hiccup? —preguntó Ben, aún confundido.
El sirviente Eret hizo una pausa.
—El Rey Hiccup es quien gobierna este reino... y quien puede ayudarlo. ¿Desea que le hagan un favor?— Pregunto Eret.
Ben no comprendía del todo, pero sabía que debía encontrar una solución. El poder mágico que había utilizado para llegar hasta allí lo desconcertaba, pero no podía quedarse sin hacer nada.
—Mi familia está en peligro. Si no regreso, sufrirán. Necesito que me ayuden— dijo Ben, con un rostro que reflejaba urgencia.
Los sirvientes se miraron entre sí, como si discutieran en silencio lo que debían hacer.
—El Maestro Hiccup le ofrecerá su ayuda.— dijo Heather. —Pero debe saber que en este lugar, todo tiene un precio.— Advirtió.
Ben asintió, sin entender completamente a qué se referían. Fue guiado hasta una gran sala, donde finalmente Hiccup hablo, en la oscuridad, el dragón, con su cuerpo majestuoso cubierto de escamas negras, lo observaba atentamente, sin dejarse ver...
—Dejenme a solas.— Ordeno Hiccup.
Hiccup habló, su voz profunda y poderosa le impuso miedo.
—¿Qué deseas, mortal?— habló Hiccup con su mirada intensa sobre Ben.
Ben, con determinación, explicó su necesidad.
—Necesito dinero, mucho para salvar a mi familia de una deuda, y para evitar que mi hija se case sin amor... Hay un hombre que la desea y la quiere para el y está utilizando la deuda de mi hijo para amenazarla, no quiero que tenga que casarse por eso. Necesito salvarlos— confesó.— Haré lo que desees si me prestas ese dinero, lo pagaré con creces y te serviré si eso es lo que quieres— Le rogó Ben, con cierto miedo en su voz.
—Esta bien, sígueme.— Le dijo Hiccup convertido en un dragón. Sabía que no lo podía ver por la oscuridad pero entendía la idea, que siguiera su voz.
Lo dirigio a un lugar lleno de gemas y piedras preciosas.
—Puedes ver todas estas gemas— Pregunto Hiccup en una esquina.
— Así es su majestad, ¿Porque me a traído aquí?— Dijo Ben confundido.
—Puedes tomar una e irte— Confesó Hiccup esperando que pasará la prueba.
—Señor no puedo, estoy vale mucho, yo no puedo aceptarlo, esto es mucho.— Dijo Ben apenado.
Hiccuo lo pensó bien, el había encontrado un rubí cuando era joven, le dijeron que era muy valioso y cuando llegó al castillo lo guardo ahí, sabía que valía mucho, pero sin duda no tenía poder ni valor como las otras, solo el sentimental...
—Puedes ver el rubí rojo en aquel vidrio, tómalo es tuyo, solo recuerda nuestro trato, no le dirás a nadie de esto, no me viste y no sabes quién soy, regresaras a pagar tu deuda pero primero salva a tu hija...— Hiccup se detuvo en esa parte, aún no conocía el nombre de esa doncella a la que salvaría, aunque sin duda si el lo ayudaba significaría que podría pedirle el favor de presentarle una joven más tarde.
—Astrid, ese es su nombre, la salvaré y regresaré a devolverle todo señor en cuánto la deuda con Viggo quede saldada.— Menciono Ben con la voz llena de alegría y agradecimiento.
Hiccup se quedó asombrado... Astrid, el nombre que tanto aparecía en sus sueños era real al fin... ¿Podría ser ella? Sin pensarlo tanto decidió que ayudarle con su hija era lo mejor, incluso si no era ella... Eso significaba talvez que su hechizo pronto se iría, esa era su señal de esperanza.
—De acuerdo, además no querrás no cumplir con tu trato si sabes las consecuencias, puedes retirarte, y no te olvides de no decirle a nadie sobre este lugar.— Advirtió Hiccup y así lo dejo ir.
—Asi lo haré su majestad, le agradezco tanto.— Ben dió su último agradecimiento llendo se a la entrada donde fue escoltado por Eret.
Todos los sirvientes lo despidieron, y cuando estaba apunto de irse, Eret fue por su espada porque le ayudaría a pasar desapercibido por esos animales de la entrada, y en su descuido Ben observo un campo de rosas y entro...
Que más daba si tomaba una rosa para Astrid, así ella sería feliz, al fin su familia estaría a salvó, llevaría esa rosa para regarla a su hija. recordó las palabras de su hija que no quería nada material, y pensó en llevársela ya que le encantaban las rosas, no dudó más, con rapidez, tomó la rosa y la guardó.
Hiccup, al darse cuenta de lo que había sucedido, lo miró con una mirada fulminante y corrió hacia el sin importarle que este lo viera como un dragón.
—Has cometido un gran error.— Le dijo Hiccup con su tono más severo.— Nadie toma algo mío sin consecuencias, ya tenías lo que querías, ¿Porque tomaste eso sin mi permiso? Ahora no podrás salvar a tu familia— le dijo Hiccup en un tono burlón.
Ben, con el corazón acelerado, trató de razonar.
—Por favor, déjame ir. Mi familia está en peligro. Si no regreso, todo estará perdido. Te lo pido, dame una oportunidad.— Le suplico Ben con los ojos llenos de miedo y lágrimas, un rostro que le recordó mucho al de su abuela... Y así este tuvo piedad.
Hiccup lo observó, su mirada fría, pero parecía considerar sus palabras.
—Puedes regresar, pero si no cumples tu promesa, las consecuencias para tu familia serán graves, y ahora solo llevas el rubí a tu familia y regresas, serás mi esclavo, y si no regresas tu familia lo sufrirá. Recuerda bien lo que has hecho aquí.—Advirtio Hiccup por última vez.
Ben asintió, agradecido pero preocupado.
—Lo haré. Regresaré, y serviré por la eternidad si así lo quieres.— Ben sabía que si no regresaba, Hiccup mataría a sus hijos y a él... Más ahora que sabía que era un dragón... Una bestia peligrosa...
Y sin más emprendió camino en un carruaje de el palacio, y Hiccup les dijo a los sirvientes que le ayudarán con esas bestias que miraban afuera del castillo, por las que entro en primer lugar...
Mientras con los Hofferson.
Jake regresó a casa, ato a su caballo y se sentó en la entrada agotado y preocupado. Pero lo peor aún estaba por llegar.
Viggo, el pretendiente de Astrid, esperaba en la entrada, con una sonrisa fría en su rostro.
—Jake ¿Regresaste tan pronto?, sabes que tienes una deuda con nosotros. Pero ya sabes, si no tienes el dinero... Tienes que convencer a tu hermana de que se case conmigo. Si no lo haces, las cosas se pondrán muy difíciles para todos.
Jake lo miró, sintiendo una mezcla de rabia y desesperación.
—No te atrevas a amenazarme, Viggo.— advirtió Jake.
Viggo simplemente sonrió, sin inmutarse.
—No es una amenaza, es una advertencia. No olvides lo que está en juego.— Recordó Viggo y sonriendo se alejo.
Astrid, al escuchar la conversación detras de la puerta al fin se atrevió a abrir, se preguntaba donde estaba su papá, se acercó, su rostro lleno de angustia.
—¿Qué está pasando, Jake?— Preguntó Astrid, con su voz quebrada—. ¿Por qué no me habías contado nada?— Le pregunto ayudandolo a entrar a la casa.
Jake, con el corazón lleno de pesar, le explicó la deuda que tenía con Viggo, y porque ella tenía que casarse si no tenían el dinero...
—No quería que sufrieras, pero ahora las cosas están mal. Si no te casas con él, Viggo hará que nuestra familia sufra mucho, además papá... no sé si vendrá, el me mando para solucionar esto pero de dónde sacaré tanto dinero...— Jake estaba notablemente aflijido.
Astrid se quedó en silencio, reflexionando. Un pensamiento doloroso la invadió: la muerte de su madre, de alguna manera, sentía que había sido culpa suya. Si hubiera prestado más atención, tal vez podría haber evitado su partida.
Finalmente, Astrid, con el corazón pesado, habló.
—Jake, lo haré. Me casaré con Viggo... pero necesito tiempo para pensar, necesito entender todo esto, y no te atrevas a decir que papá no vendrá... Se que el es fuerte y regresará.— Dijo Astrid, estaba decidida a sacrificarse...
En ese momento, la puerta se abrió. Ben, agotado pero con una mirada decidida, entró en la casa. Astrid lo miró, sorprendida.
—¡Padre! —exclamó Astrid, corriendo hacia él.
Ben sonrió, aunque su rostro reflejaba la fatiga del viaje.
—Estoy aquí, hija... pero esto no ha terminado....
Continuará...
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