03. Propuesta.
Mientras tanto con Astrid
Era una mañana fresca en Vargheim, y el sol comenzaba a alzar su luz sobre las colinas, tiñendo de dorado el horizonte. En la pequeña casa de los Hofferson, todo estaba en orden. El aire estaba lleno del bullicio y las risas que acompañaban los preparativos para el viaje hacia el pueblo. Sin embargo, había una mezcla de sentimientos en el ambiente: Alegría por las oportunidades que ofrecía el mercado de Berk, y preocupación por lo incierto de lo que vendría.
—Bueno, parece que todo está listo, papá. Solo espero que no se olviden de tener cuidado,y asegúrese de ganar— Astrid mencionó con una ligera sonrisa, mientras se ajustaba el delantal.
—No te preocupes, Astrid. ¡Ganaremos ese oro!.—Jake tenía fe en ellos, tenía que tenerla si no quería preocuparse por... Viggo.
Astrid observó a su familia con una mezcla de cariño y preocupación. Este viaje al mercado de Berk era importante, pero no podía dejar de sentir que algo iba a salir mal. Se acercó a ellos y les dio un beso en la mejilla a ambos, intentando mantener la calma.
—Voy a extrañarlos. Recuerden que no importa lo que pase, siempre con cuidado. Berk no es un lugar tan tranquilo como parece.— Astrid les recordó, con una sonrisa triste, abrazando a su padre y hermano.
—Te lo prometo, hija. El mercado puede ser caótico, pero no vamos a hacer nada que nos ponga en peligro. Además, siempre hemos tenido suerte, ¿verdad?.— Ben la abrazo una última vez, mientras la hablaba con un tono suave y protector haciéndole saber de alguna manera que todo estaría bien, aunque no sería así...
—¡Claro que sí! Y si algo sale mal, estaré listo para solucionarlo... o por lo menos intentarlo, como siempre.—Jake sonrió haciendo una mueca y abrazando a Astrid.
—Lo que Jake quiere decir es que nos cuidaremos, Astrid. Todo saldrá bien. Solo tienes que mantener la calma y estar atenta. Los aldeanos te necesitan, y tú eres muy buena para ayudarles.— Dijo por último Ben con una sonrisa de lado mirando a Astrid.
—Está bien. Solo... por favor, cuídense.— les recordó Astrid.
—Siempre hemos hecho esto juntos, hija. No te preocupes. Volveremos pronto, con ese dinero talvez pueda traerte el reloj que deseas, un rubí o lo que tú desees hija, incluso una flor de tus favoritas hija mia. Y mientras tanto, cuida de todo por aquí.— Ben le recordó, para que Astrid se calmara.
— No es necesario que gastes en mi papá, con una rosa linda que encuentres en el bosque estaría bien, no gastes el dinero en un regalo, solo con eso estoy más que bien.— Mencionó Astrid preocupada de que gastarán en ella, sabía que necesitaban ese dinero para sus problemas, no para gastarlos dn regalos.
— Así será entonces hija, cuidate— Y diciendo esto Jake se despidió y emprendió marcha junto a Jake.
Astrid les observó mientras se alejaban, sintiendo el vacío de su partida. Aunque sabía que era necesario, había algo en su interior que le decía que esta vez las cosas no serían tan simples. Con una última mirada, Astrid se despidió de ellos, mientras el viento levantaba su cabello rubio, llevándose consigo una sensación de incertidumbre que no podía ignorar...
Mientras Astrid lidiaba con la amenaza de Viggo, en la salida del pueblo, Jake y su padre se encontraban rumbo al bosque hacia berk, la densa niebla y la maleza del lugar los preocupaba, el miedo y la preocupación comenzaban a hacer mella en ambos.
Hasta que antes de salir del pueblo, Viggo los interceptó preocupando a estos...
— ¿Se van sin despedirse?— Pregunto Viggo mirando a Jake.
—¿Que quieres Viggo?— Pregunto Ben.
—Solo venía darle un informe a tu hijo.— Contesto, Jake se quedó helado... Sabía de que se trataba, pero ese era tema de el nada más, no quería que su padre se enterará.
— Recuerda Jake, cuando regreses del viaje me pagas todo lo que me debes, más un poco más, yo diré si está bien o no, conoces la suma, o si no ¡me casaré con tu hermana a la fuerza!— advirtió Viggo a Jake, mientras Ben lo veía asombrado... ¿A que deuda se refería? Sin duda su hijo le debía muchas explicaciones.
— Bueno eso es todo señor Hofferson, no se preocupe yo cuidare de Astrid por ustedes, pueden irse en paz— Menciono Viggo por último, obteniendo una mirada de odio por parte de Ben y Jake.
— ¡No te atrevas a hacerle nada a mi hermana me oíste!— advirtió Jake.
—Buen viaje— Se burlo Viggo, mientras veía como se iba su futura familia.
Sin duda sin ellos convencería a Astrid de ser su esposa.
La tormenta azotaba el bosque con fuerza, cubriendo todo con un manto blanco mientras la nieve caía incesantemente. Ben, avanzaba con dificultad a través del espeso manto de nieve, las patas del caballo hundiéndose en la capa helada mientras intentaba mantener el rumbo del carruaje hacia Berk. A su lado, Jake Hofferson, su hijo, avanzaba a su propio ritmo, preocupado y visiblemente nervioso. Las tensiones entre ambos habían aumentado en los últimos días, especialmente después de la revelación inesperada.
Hasta que Ben decidió hablar y romper el silencio incómodo.
—¡Jake, ¿qué has hecho?!— dijo Ben con frustración, sin poder ocultar su malestar.
—Fue por ustedes, no me heches la culpa, no podiamos morir y ahora yo soy el malo?— Jake lo miró, con el rostro tenso y preocupado
—No soy yo quien tiene deudas con Viggo, ¡Es tu culpa! Ahora tenemos que resolverlo o las consecuencias serán graves para todos.— Recordó Ben a Jake.
—Es solo una deuda, Padre. Si llegamos a Berk con los inventos, todo se solucionará. No te preocupes tanto.— Trato de calmarlo Jake.
Pero antes de que pudieran avanzar mucho más, un ruido extraño resonó entre los árboles, haciendo que ambos se detuvieran. Sin previo aviso, varias figuras aparecieron entre la nieve, observándolos con ojos que brillaban en la oscuridad.
Los animales salvajes que eran como demonios los empezaron a perseguir. Eran linces, pero estos no eran normales, eran oscuros y con ojos rojos... Dios y realmente no eran amigables, si no escapaban pronto no contarían el resto.
—¡Nos tienen rodeados! —exclamó Ben, dándose cuenta de inmediato.
Jake, asustado, miró a su padre.
—¡Padre, tenemos que irnos de regreso! ¡Nos atraparán!— Jake advirtió con cierta preocupación.
—¡No! Tú vuelve con tu hermana. Yo me encargaré de esto.— Ben dijo y lo miro con determinación.
Sin más palabras, Ben empujó a Jake hacia el otro lado haciendo que el caballo se fuera con Jake, mientras él se quedaba a enfrentarse a los animales.
—¡Corre, Jake! ¡No te detengas!— Advirtió.
Jake miró a su padre, sintiendo que lo debía, pero su corazón se llenó de incertidumbre. Finalmente, obedeció y se internó en el bosque buscando un camino más seguro.
Mientras tanto, Ben se encontraba rodeado por aquellos extraños animales. El viento helado hacía más difícil ver, pero Ben se mantenía firme, buscando alguna oportunidad para escapar. Sin embargo, al intentar girarse para enfrentar a los atacantes, resbaló con el hielo y cayó al suelo. Cuando levantó la vista, vio a esos extraños animales acercándose lentamente, sus ojos brillando en la oscuridad.
—¡Deseo poder salvar a mi hija si salgo de esto por favor, Con toda mi alma! —gritó Ben, invocando que el castillo de Hiccup fuera revelado, en un destello de luz que lo rodeó, y de repente, todo a su alrededor desapareció.
Ben se desvaneció, cayendo en un mundo desconocido. Era un lugar vasto y sombrío, lleno de ecos y una sensación de poder antiguo.
Mientras tanto, en el hogar de los Hofferson
Era un día radiante en Vargheim, Astrid caminaba por las calles de Berk, habiendo ya terminado su jornada en la panadería decidió ir a devolver el libro que estaba leyendo aunque algo le decía que ese no seria su dia, pero el ambiente estaba cargado de tensión.
—Oye Felicidades Astrid— Le felicito La señora Hilda con un cara feliz, ¿Pero porque?
Cuando se percató, todos los aldeanos se habían reunido en la plaza central para presenciar lo que parecía un desfile, pero no era una celebración alegre. Era una manifestación de poder.
Viggo, el hombre influyente y despiadado que había estado cortejando a Astrid por semanas como si no fueran suficientes rechazos ya , ahora había decidido que era el momento de formalizar su proposición, y para añadir más control, lo iba a hacer frente a todo el pueblo, como si la palabra "No" ni si quiera existiera en su vocabulario, lo cual era cierto, ni su hermano ni padre podrían defenderla está vez... Y aparentemente todos eran parte de esa "sorpresa".
Astrid, su rostro marcado por la incomodidad. No quería estar allí, pero no podía evitarlo. El pueblo entero estaba alineado a ambos lados de la calle, había música, tambores y una multitud que vitoreaba y el desfile liderado por Viggo y su caballo empezó, todos los aldeanos observando y aplaudiendo el paso de Viggo y su séquito. Pero la escena no era una fiesta, era una exhibición de poder. Cada paso de Viggo era una declaración de lo que él quería: Astrid como su esposa.
Viggo, montado en un caballo negro adornado con tela dorada, avanzaba por el pueblo rodeado de sus guardias, y con la mirada fija en Astrid,
—Oh por Dios, tragame tierra y escupe me lo más lejos de aquí te lo suplico— pensaba Astrid para si mientras se encontraba en la plaza central observando aquel desfile con una mezcla de repulsión y desafío. Los aldeanos murmuraban entre sí, algunos asintiendo con respeto hacia Viggo, otros claramente incómodos, como sus amantes quienes solo despreciaban a Astrid.
—Astrid Hofferson, lo has hecho bien en esperar, pero hoy será testigo de lo que es tu destino. El destino de ti y de mí.— Dijo Viggo sonriendo victorioso, mientras se bajaba de su caballo y empezaba a acercarse a Astrid.
Astrid no podía evitar dar un paso atrás cada que esté caminaba hacia ella. El viento soplaba suavemente, pero ella sentía el peso de su mirada encima, como una jaula invisible.
—Hoy, te ofrezco lo que es tuyo por derecho. He venido a pedir tu mano en matrimonio. Tu familia y tu estarán protegidos bajo mi poder. Será un matrimonio seguro, Astrid. Conmigo, no tendrás que preocuparte nunca más. Yo te daré todo lo que necesites.— Dijo Viggo con arrogancia tomando su mano con firmeza.
—No quiero nada de ti, Viggo. No estoy interesada en tu poder, ni en tus promesas vacías. No soy tu propiedad, y nunca lo seré.— Respondió Astrid firme de sus palabras mientras se sacaba del agarre de Viggo, la expresión de su rostro mostraba la repulsión que ella sentía.
La multitud quedó en silencio, mirando expectante la confrontación entre los dos. Viggo, aunque sorprendido por el rechazo, ya que había pensado que en público le importaría el que dirán y al menos diría que lo pensaria, no mostró ni una pizca de vergüenza. En lugar de eso, su expresión se endureció, y su voz se hizo más grave, más amenazante, tenía un plan en mente.
—No sabes lo que dices, Astrid. Tal vez crees que puedes rechazarme ahora, pero me temo que no tienes otra opción. Tu me necesitas, y tú familia necesita un futuro mejor, ciertamente eso depende de ti, es decir el bienestar de tu familia, Si no aceptas mi oferta, entonces todos pagarán las consecuencias.— Le advirtió Viggo, ciertamente le dolió el rechazo.
—No. Mi vida es mía, y yo decido lo que quiero. No necesito tu protección, ni tu amenaza. Acepto mi destino, pero no el tuyo. Mi futuro no se compra con riquezas ni poder. No soy una moneda que puedas usar para tus propios fines, ni puedes comprarme a mi, mi familia jamás lo aceptará y yo no lo dejaré, así que ¡todos pueden irse, no hay nada que mirar!.— Respondió Astrid firmemente.
—Tienes coraje, eso te lo reconozco. Pero no te equivoques. La vida siempre te ofrece un camino, Astrid, y este es el único que tiene sentido. Si crees que puedes evitarlo, estás equivocada. No importa cuántas veces me rechaces. Volveré por ti, y entonces no tendrás más opción que aceptarme.—Viggo la amenazó con una risa fría y se fue, alejándose lentamente en su caballo sin dejar de mirarla.
Para todo esto todos los aldeanos se fueron de la plaza, Astrid se quedó allí, en la plaza, con la cabeza en alto, mientras el viento soplaba nuevamente en su rostro. Astrid se quedó unos momentos más en la plaza, sola, mientras el pueblo comenzaba a retomar su normalidad. Sin embargo, la amenaza de Viggo flotaba sobre ella como una sombra. El futuro que había planeado parecía desmoronarse, pero su determinación era más fuerte que nunca.
No importaba lo que él dijera. Astrid sabía que su destino no sería decidido por otro hombre. Ella sería la que decidiría su camino, aunque Viggo regresara. Y si él volvía, estaría lista para enfrentarlo, ella solo se quedaría con aquel hombre que ella de verdad amará.
Pero ahora había algo más en su mente, algo que no podía apartar: ¿Qué estaría sucediendo con su padre y hermano en el bosque?
Continuará...
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