Capítulo 30
/Narra el autor/
Los chicos, luego de cuidar de los niños, intentaron hacer todo lo posible para revertir el hechizo. Investigaron los pergaminos de Hipo, el cristal, las notas de Astrid y a los mismos niños. Lo único que pudieron tener claro fue el hecho de que no sabían nada. Todo esto los confundía y los asustaba. No sabían que más hacer y se quedaron sin ideas e información. Los gemelos y Patán estudiaron hasta cansarse mientras que Patapez seguía leyendo todo lo que veía.
Hipo y los demás jugaban lloraban y reían ya que no podían hacer otra cosa. Sus dragones también hacian lo mismo. Astrid e Hipo junto con sus dragones comenzaron a jugar a perseguirse mientras que los otros dormían o miraban a Patapez.
Patapez: Hipo, Astrid, Chimuelo, Tormenta... por favor deténgase - Ve a su dragón y le pide ayuda - Albóndiga, por favor cuidalos.
La presión que sentía por tratar de devolver a la normalidad a sus amigos lo consumía. Estaba tenso, no dejaba de leer y hasta había perdido dos kilos por no comer y mantenerse fijo a la mesa leyendo.
Albóndiga y sus amigos estaban preocupados por él pero no podían hacer nada. Solo le pudieron llevar un plato de comida mientras que ellos se encargaban de los niños y sus travesuras.
Ya habían pasado dos días desde el accidente y todavía la situación seguía igual.
Ese día, Meghan y Freya jugaban entre ellas mientras que Mely estaba con Alex y Angur. Ren jugaba con las crías de dragones mientras que Hipo y Astrid caminaban tomados de la mano. A pesar de su corta edad, los niños se habían organizado en grupos. Patán y los gemelos quedaron atónitos por lo que veían. Se sorprendieron de su inteligencia, pero aún así seguían tratando de cuidarlos.
Brutacio: ¿Se imaginan que en realidad sus conciencias siguen intactas pero dormidas bajo la influencia de la magia?
Patán: Brutacio, menos charla y más atención.
Los chicos volvieron a sud tareas sin saber de que los niños los escucharon y los entendieron. Pero aunque entendieron sus palabras, no sabían a que se referían, así que les dio lo mismo.
Mientras los cuidaban, los jóvenes empezaron a creer que sus amigos jamás volverían a la normalidad. Eso los hizo rendirse y recostarse mientras acariciaban a las crías como si fueran corderos o bebes Yaks.
Mientras los más adultos se desplomaron en el suelo, el cuarteto de Hipo, Astrid y sus dragones, se dirigieron hacia donde estaba Patapez leyendo. Fueron hacia él y lo veían con curiosidad.
Mientras él estaba atento a los escritos, su dragona, quien siempre permanecía a su lado, vio a los pequeñines y trató de alejarlos. Cuando estaba por hacerlo, vio como los niños permanecían paciente observándolo con curiosidad. Eso fue más que suficiente para dejarlos tranquilos y volver a recostarse.
Patapez estaba al borde del colapso y no podía mantenerse despierto más tiempo. Estaba a punto de desmayarse hasta que el Hipo infantil lo tocó.
Patapez: *Frustrado* Lo siento... les fallé... les falle a todos.
El niño lo vio y trató de calmarlo. Cuando llamó su atención, le señaló el cristal pero el regordete no entendió. El niño parecía querer comunicarse pero él seguía sin entender. El niño se desesperó y agarro el cristal por la fuerza mientras llevaba a su amiga y a los cachorros a la fuerza.
Patapez lo siguió tratando de detenerlo pero seguía muy débil.
Hipo llegó con los demás y llamó a todos a reunirse. Todos lo hicieron y fue ahí cuando llego Patapez. El infante tiro el cristal en medio de la ronda y este comenzó a brillar. La luz se expandió por casi toda la isla. Cuando esta cesó, todos trataron de ver lo que había pasado y quedaron sorprendidos.
Hipo y los demás, incluyendo los dragones, habían vuelto a la normalidad.
Hipo: Volvimos.
Todos se emocionaron y comenzaron a celebrar.
Patapez, al ver esto, se acerco lentamente a su amigo con lagrimas en los ojos.
Patapez: Hipo... tu... tu...
Hipo: Intenté decírtelo pero no entendías.
Patapaez: Entonces tu...
Hipo: *Lo abraza* Ya puedes descansar. Te esforzarte mucho por nosotros. Gracias.
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