Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7: El viaje

Karen aún no podía creer el lío en el que estaba. Toda su vida había cambiado de un día para otro, había conocido a varias personas extrañas, sin mencionar que eran muy hot.

......

—Hoshi, ¿estás narrando tú?

—Eh, sí, ¿por qué? Creí que querrías saber qué hacen los demás mientras tú no ves. Pero si quieres...

—No, no, no, sigue, sigue.

......

Después de salir de esa fiesta, empezó la discusión sobre quién era el indicado para guardar las esposas esa noche.

—Es obvio que debo ser yo —aseguró Manuel.

—Olvídalo —refutó Harry—. ¿Para que te las pongas y vayas a violar a Karen? ¡En tus sueños, nene! Lo haré yo.

—Sí, claro. ¿Para que te las pongas y vayas a violar a Karen?

La chica en cuestión los miró indignada a los dos.

—Oigan, oigan —los separó Adam—. Que se las lleve cualquiera, aun así yo dormiré con Karen para cuidarla.

Los tres se agarraron a forcejeos. Karen se dio un palmazo en la frente. Paul y Edgar se pusieron a su lado.

—Puedes darnos las esposas a alguno de nosotros, creo que somos lo más normal que hay por aquí —dijo Paul.

—Gracias, chicos, pero creo que mejor se las doy a una mujer.

—Oh, esa también es buena idea. —Edgar se encogió de hombros.

—Alba. —Ella se acercó enseguida junto con Daniela—. Bueno, confío en ustedes —les dio las esposas.

Alba enseguida quiso imaginar las posibilidades.

—Ah, te estaré vigilando —advirtió Daniela.

—Listo, asunto arreglado —les avisó Paul a los tres que aún se debatían en su lucha de forcejeos.

Los chicos se detuvieron e hicieron ademán de decepción.

—Paul, ¿podrías cuidar de las chicas? Solo por si acaso —pidió Karen. Él asintió. Llegaba la hora de contarles todo para que entendieran—. Necesito que todos me escuchen atentos —Los reunió a su alrededor—. Todo esto nos pasa por mi culpa. Manuel —lo miró—, eres en verdad el chico más dulce que conozco y ahora eres un loco. Daniela, tú no eres pelirroja, pero te sienta el color. Alba, tú tampoco eres así, tus ojos no son azules. Omar, tú no eres rubio... Paul, Edgar, Adam, ustedes son nuevos. Harry... No, Harry está igual...

—Bueno, bueno —se quejó él—. ¿Qué tiene que ver todo esto?

—Verán, somos parte de alguna loca historia y somos los personajes cliché, o algo así.

Manuel se acercó campante y la abrazó.

—¿Ya ven? Somos la pareja principal.

Karen lo apartó.

—Por favor, esto es serio. Debemos llevar esas esposas a la capital y seguramente con eso terminará y mi vida volverá a ser normal.

—Pero nuestras vidas siempre han sido normales —refutó Daniela.

—Bueno, como sea —interrumpió Manuel—. ¿Les parece?

—Sí, esto será divertido —dijo María.

Todos la miraron.

—¿Y a ti quién te invitó?

Negaron y se apartaron, dejándola sola. Karen no podía creer lo fácil que había sido hacer que accedieran a todo. Se dirigió al auto de Manuel, pero Adam la atajó.

—Somos vecinos, vamos juntos —le pidió con amabilidad.

—Oye, oye —se interpuso Manuel—, deja que yo decida eso.

Eso indignó a la castaña, su amigo no podía entender que ella no era de su propiedad. No dejaría que se saliera con la suya, lo apartó enfadada y se fue con Adam ante su estupefacta mirada. El chico sonrió triunfal y Manuel apretó los puños, otra vez el muy maldito se quedaba con su chica. Ella había sido suya desde que la vio, pero ya le haría pagar por querer robársela. Notó que Harry lo miraba con burla.

—Tú no te rías —renegó.

—Perdiste.

—No.

—Sí.

—¡NO!

—¡SÍ!

—Ya, niños, no peleen —los detuvo Paul—. Vayamos ya a casa, mañana va a ser un largo día.


***

Paul y Edgar se dirigieron con Daniela y Alba a su casa. Ellas tenían las esposas malignas, pero no querían decir quién de las dos las había guardado. Una vez que se acomodaron para dormir, Alba las sacó de su bolsillo, junto con las llaves que también les habían dado. Las observó, eran muy bonitas, tenían ese color plateado especial.

—Mis preciosas —susurró.

Rio en silencio y mordió su labio inferior. Dejó las llaves sobre su velador, quería algo de diversión.

El bonito castaño con cara de tragedia necesitaba una forma de desfogar su energía y rabia acumulada y ella lo sabía. Tan solo esperó a que todos se durmieran en las otras habitaciones y se escabulló hasta la de Edgar.

No esperó encontrarlo despierto, pero lo estaba. Volteó a verla casi sorprendido. Su plan de ella era ponerle las esposas y despertarlo. Los ojos del muchacho se dirigieron al objeto y se espantó.

—Suéltalas —dijo con cautela—, te están influenciando...

Ella soltó una traviesa risa.

—Nop. Yo siempre soy así. ¡Ven a mí!

—¡Ay Dios cuya existencia dudo! —Salió disparado de la cama esquivando a la chica que cayó sobre el colchón.

Se sentó y observó su antebrazo. Una de las esposas se le había cerrado en su muñeca.

—Oh, oh.

—Oh, Dios, ¡sí! —soltó eufórica.

—¡Mamá que no conozco! ¡Ayuda! —Forcejeó con la puerta, pero no se abría.

Alba lo acorraló contra esta, lo besó de pronto con pasión y le hizo dar un respingo cuando su mano pasó a tocarle todo el "asunto". Tuvo que contenerse una grosería.

La puerta se abrió y cayeron.

Edgar se puso de pie como pudo y se ocultó tras Paul que estaba estupefacto.

—¡Ella me va a violar!

—No hagas drama, no se puede violar a un hombre.

—¡Por supuesto que sí, ignorante!

Alba los miraba a los dos de forma lasciva. Paul sonrió de lado y empezó a desabrochar su camisa ante la mirada de horror de Edgar.

—Hereje.

—Ay, calla...

—¡QUÉ PASA AQUÍ! —Daniela se puso entre ellos y su amiga.

—Que quiere que le den, y yo estoy por darle —se excusó Paul.

—¡Aquí ninguno le va a dar a nadie, so calenturientos! ¡Aléjense de mi amiga! ¡¿No ven que está loca?!

Los dos se miraron y se encogieron de hombros. Daniela había tomado las llaves y liberó a Alba de las esposas. Ella reaccionó y se tapó la boca.

—Fue genial, lo tienes que intentar...

—Claro que no —se quejó la pelirroja, horrorizada.

Ella siempre había tenido buen autocontrol, pero Alba sabía que era porque no conocía aún a un buen macho de cabello largo como vikingo, brazos de leñador, lomo plateado, pelo en pecho, y con olor a madera, que la atrajera...

......

—Hoshi, Daniela estaba con Jorge, ¿ya no recuerdas?

—¡Ah, verdad!

—Uch...

......

Excepto Jorge. No era el escultural hombre que ella buscaba, pero siempre había sido su amigo, y aunque sentía que su relación era más amistad que amor, se sentía muy a gusto.

Mandó a todos a sus habitaciones con voz de mando y se encargó de guardar las esposas el resto de la noche. Era consciente de que el viaje que les esperaba iba a ser dificultoso con un objeto que influenciara como ese, y que hiciera cambiar de actitudes.


***

"A despertar, dormilones. Hoy tenemos una noticia excelente, ¿Verdad que sí?

Oh, ya lo creo. Se estrenará la primera película de las crónicas de Niarna: el ratón, la caja y el cordero.

Y en otras noticias menos importantes, pero nos pagan por decirlas: las esposas endemoniadas a las que acusaban de tener poderes malignos han desaparecido."


Karen apagó el despertador y soltó un gruñido. Otro día en la pesadilla. Le dio de comer a su loro, fiel mascota, hermoso como él solo, extraordinario y poderoso...

Eh, bueno.

Tomó una ducha y trató de llamar a sus padres. Hacía días que habían desaparecido y no se habían comunicado, eso era preocupante, empezaba a sentirse abandonada. Se habían ido apenas empezada esta historia y no daban señales de volver a aparecer. Buscó al gato que le había regalado Manuel y tampoco estaba.

Por su parte, Manuel movilizaba a sus guardaespaldas en la mansión Roquefeler. Se paseaba de un lado a otro con sus jeans, camisa blanca y zapatillas Nike, sport para poder estar cómodo y reluciente. Quería organizar todo para que nada saliera mal.

—Necesito provisiones para unos tres días. O mejor una semana. Viajaré con unos amigos y será en una miniván que acabo de comprar, de seguro nos detendremos a dormir, no pienso conducir todo el día y toda la noche. Aprovecharé además en dormir con Karen en una habitación —se frotó las manos—. Oh sí.

—Señor, ¿apunto eso último que dijo?

—Por mi madre. ¡No!

—Mil disculpas, señor. Eh —revisó sus notas—, disculpe, pero ¿podría repetir? Apunté tan deprisa que no me entiendo.

Manuel lo fulminó con sus ojos grises, el tipo le mostró sus notas con una gota de sudor corriendo por su pulcra frente. La letra de un médico quedaba decente al lado de eso.

—¡¿Acaso es mi problema?! ¡Si no lo entiendes, léelo al revés, inútil! —El hombre pidió perdón repetidas veces mientras se inclinaba—. ¡Debo recoger a todos antes de las once, muevan sus traseros y traigan todo lo que pido! —les ordenó a los hombres.

Corrieron cada uno a una tienda distinta. María entró aprovechando que todos salían.

—¿En verdad no me llevarás, bombón? —se quejó haciendo puchero.

—No. Este viaje me servirá para conquistar a Karen de una buena vez por todas.

—¿No me darás mi regalito de despedida? —Jugueteó con uno de sus rubios rizos.

Manuel sintió el impulso de ceder a lo que la chica pedía, un encuentro más en un rincón de su habitación no estaba de más, pero no, no. Ahora Karen se la había puesto difícil, y estar rodeada de cuatro tipos más que la querían lo había complicado. No podía darse el lujo de distraerse.

Sobre todo, debía ver cómo encargarse del de ojos verdes que se hacía el tan "buenito", y de Harry, que aunque se habían hecho amigos, no pensaba dejar que tocara a su chica.

—Ya no más, María. Se acabó.

El mundo de la rubia se le derrumbó mientras él daba media vuelta. La había rechazado, pero no se quedaría así. Apretó los dientes, se limpió las lágrimas y salió con la cabeza en alto.

—Señor —uno de los guardaespaldas le entregó un papel—, estos son los gastos totales.

El muchacho abrió los ojos demasiado al ver la cantidad de números.

—¡¿Por qué tanto?! ¡¿Acaso me han traído elefantes del África?!

—Es... es por la miniván, señor.

—Qué... ¡¿Qué?! ¡¿Acaso sus asientos están forrados con piel de zorro?! ¡¿El volante es de oro?!

Los hombres solo podían aguantar sus gritos sin decir nada.


***

Adam miró hacia su ventana, esperando ver a la chica que le interesaba desde hacía un tiempo. La pobre siempre miraba todo con algo de susto y se asombraba como si nunca lo hubiera visto, pero después de lo que había contado ya no le era tan extraño. Parecía tenerle mucho cariño a ese amigo ingrato que la vigilaba, no entendía cómo podía sentir algo por aquel pedante.

Ella no estaba, eso le hizo suponer que estaría en su sala, quizá comiendo algo. Le era divertido cuando la había visto vestirse y desvestirse, sin recordar que él podía verla. Si no la conociera siquiera un poco, hubiera jurado que lo hacía apropósito, pero ella no era así.

Ya tenía todo listo para el viaje, apenas una mochila con cosas personales, supuestamente Manuel llevaría comida y lo que hiciera falta. La cargó a la espalda y salió.

Fue directo a casa de su loquita vecina y tocó la puerta. La chica abrió, y al verlo, ese leve rubor que adoraba apareció.

—A-Adam, hola.

—¿Puedo pasar?

—Eh... claro.

Karen se había hecho un remolino al verlo, no entendía por qué, si ella quería a Manuel. Era consciente, sin embargo, del cambio del muchacho, y que ahora Adam reunía las características de su chico ideal. Al menos en parte.

—¿Manuel te ha avisado algo?

—No, nada, pero él no es impuntual —le aseguró sonriente.

A Adam no le agradaba mucho esa sonrisa que ponía si hablaba del odioso ese.

—No falta mucho para las once, y debemos ver al sujeto raro en el bar.

—¿Crees que tenga algo importante que decir?

—De seguro sí. —Se le acercó—. Oye, Karen. Antes de partir quiero decirte algo...

Ella quedó un poco perdida. Sus ojos verdes, el cabello marrón bastante oscuro, los labios que a su parecer estaban muy mordibles.

Sacudió la cabeza.

—Dime —pidió nerviosa.

Se sobresaltó cuando él la tomó de la cintura, retrocedió, pero él avanzó con ella hasta quedar contra la pared. "Maldita pared", pensó ella, pero su mente voló cuando la nariz de él rozó la suya.

Un estallido de humo y música los hizo separarse de un salto, asustados. Harry apareció de un salto.

—¡Ajá! Llegó por quien llorabas, ¡nena!

Los dos lo miraban pasmados. Los guardaespaldas encendieron ventiladores para dispersar el humo, uno de ellos apagó el equipo de sonido y lo sacó de la casa, otro se acercó y le dio su mochila a Harry con sus cosas para luego irse también.

—Buen viaje, señor.

—Argh, por lo menos avisa cuando vayas a aparecer —renegó Adam.

—Que, ¿acaso el humo y la música no son suficientes para ti? —respondió acomodando su mochila en su espalda.

Escucharon un auto venir frenando y quemando neumáticos desde media cuadra atrás, se detuvo afuera y tocó la bocina como loco.

—Ese debe ser Manuel —avisó Karen. Cargó su mochila—. Vamos, Hoshi.

El loro voló a su hombro. Ya dejaba bastante comida para el gato que por más que había buscado no había encontrado. Al salir se encontraron con Manuel en la miniván, Daniela, Alba, Omar, Jorge, Edgar, Paul, y toda la marca negra de las llantas en el asfalto que venía desde el bloque anterior.

—¡He perdido tiempo yendo a buscarte, Harry, para la próxima avisa que no vas a estar en tu casa!

—¡Soy un hombre independiente que no necesita que lo vayan a recoger, hago mis cosas solo! —Se sacó la mochila y se la dio a Paul—. Ponla atrás por favor. Y si puedes me buscas mi botella de agua para tomar en el camino. —Volvió a dirigirse a Manuel—. ¡Y para que sepas, a mí no me vienes a gritar, nene!

—¿Podemos subir ya? —preguntó Adam con impaciencia.

—Karen, tú vienes adelante conmigo —dijo Manuel.

Antes de que ella le pudiera reclamar por darle órdenes, Adam intervino.

—Atrás ya no caben más, iré adelante también.

Subió ante la mirada ofendida y llena de rabia de Manuel. Prefería aguantar el viaje al lado de aquel altanero, que dejar que Karen fuera a su lado. Con esto, la chica tuvo que subir después, quedando para el lado de la puerta.

—No cantes victoria —murmuró Manuel—. El viaje aún no inicia, hay que ir a ver al viejo loco.

Movió la palanca de cambio de la van y aceleró de golpe, ocasionando otra quemada de neumáticos.

Y así fueron directo al bar, a encontrarse con su destino. El viaje prometía ser divertido, pero esa incauta tropa de raros no sabía lo que le esperaba.

......

—Hoshi, ¿cómo que no sabemos lo que nos espera?

—¿Eh? No sé quién eres.

—¡¿Cómo que...?! ¡Oye, ven aquí!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro