Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5: Se pone peor

Después del largo día que pasó rapidísimo, lo cual era inusual, llegó la hora de ir a casa de Alba. Nuevo problema: no sabía dónde rayos quedaba. Asumía que, si seguía quizá las mismas rutas que seguía en mi antigua ciudad, a pesar de la diferencia en cuanto a morfología de las calles, llegaría. 

Sin embargo, Manuel apareció, esta vez en un Porsche blanco.

—No creas que no me he enterado de la fiesta de Alba —dijo.

Rodé los ojos.

—Ah, espera... ya vuelvo. —Había recordado algo.

Hoshi apareció en la entrada de mi casa.

—¿Qué pasa?

—¿Qué pasa? Que no he ido al baño —renegué en susurro.

—Pero si ya te has bañado...

—¡No he hecho lo otro! Eso es contra la salud.

—Bah, ya no lo necesitas.

No le hice caso y entré.

***

Al llegar estaba, aparte de la bulla, todos los conocidos y desconocidos de la universidad. La casa no era pequeña, aunque tal y como lo había supuesto, hubiera podido llegar siguiendo las mismas rutas.

Alba vino con Daniela y me abrazaron. Estaban muy bien vestidas, con vestidos altos y ceñidos al cuerpo. Eran de diseñador sin duda, no como yo que estaba con sport elegante, o dizque elegante. Saludé a mi amiga por su cumpleaños y saqué un pequeño regalo de mi bolsillo.  Se fue a guardarlo feliz y Daniela me miró con diversión.

—He preparado algo genial, ya verás —susurró. 

Se alejó.

Me fui a sentar al sofá y María vino a sentarse a mi lado. Resopló cansada, pues había estado bailando por ahí.

—¿Si olfateo la comida, engordo? —preguntó. 

Fruncí el ceño. 

—No.

—Genial. Iré a olerla. —Se fue hacia las mesas con comida.

Daniela sacó a bailar a Paul, asumí que era por parecer tan rock star. Alba volvió y sacó a Edgar. Me dirigí a buscar a Manuel, sin embargo, pude verlo otra vez con María, muy pegados mientras ella le tocaba el pecho.

La sangre me hirvió. ¿Cómo podía hacerme eso?

Di media vuelta sintiendo el retorcer de mi estómago y choqué con alguien. 

—Rayos, perdón. 

—Tranquila, Karen. —Alcé la vista al reconocer su voz, era Adam.

—Ah, viniste.

—Claro. —Mostró una bonita sonrisa traviesa, tiró con suavidad de mi mano y me llevó a bailar.

Pero rayos, yo casi no sabía bailar, y este chico me ponía terriblemente nerviosa de pronto, eso no lo planeaba. Empezó a moverse y lo hacía muy bien. Tomo mi cintura y no me quedó opción más que apoyar mis manos en sus hombros. Estábamos muy juntos ahora, Daniela y Alba miraron y se hicieron señales. Sabía que luego molestarían.

Adam, hasta su nombre era uno de los más sexis. Se inclinó. Abrí mucho los ojos cuando noté que me besaría, se me escarapeló todo el cuerpo y el estómago se removió con bichos, animales, etc.

Me aclaré la garganta y me aparté.

—Perdón —susurré—. No puedo.

Me fui, dejándolo confundido.  Alba y Daniela me siguieron. Terminé cerca de las mamparas que daban al jardín. 

—¿Pero qué pasó? —quiso saber la pelirroja.

—Sabes que me gusta Manuel —dije con pesar.

—Oye —refutó Alba—, Manuel se porta mal contigo. Yo no alejaría a ese nene.

—¡Shh! —la callé, pero ya era tarde.

Hubo un estallido de luces y música. El suelo del jardín se abrió en dos y surgió un escenario mientras el humo invadía. Las mujeres que estaban presentes empezaron a chillar y gritar de emoción.  

Harry salió de entre el humo del escenario y bajó de un salto. Acercándose. María apareció gritando y chillando también.

—¡Por Dios, eres Harry Stails!

—Zafe, perra —la empujó—, yo he venido a ver a mi novia.

Sacó un ramo de flores de la nada y me lo dio.

Yo estaba a cuadros otra vez, con uno de mis parpados temblando por el estrés. María se fue llorando. 

—Ah... gracias por eso —murmuré. 

Al menos este desconocido me ponía primero que otras a pesar de que no era nada de él.

—Todo sea por mi amada. —Las chicas empezaron a llorar y a retirarse.

—Oye, eh... Aprecio que me aprecies, pero... no somos novios, ni siquiera me conoces.

—Eso se puede arreglar —dijo con ánimo.

—Podemos ser amigos primero, ¿no crees?

—Está bien, pero no me voy a rendir si eso crees.

Escuché un alboroto al interior. Alba vino corriendo.

—¡Karen! ¡Manuel y Adam!

Me espanté. Corrimos al interior y me abrí paso entre el túmulo de gente. Ambos se estaban dando golpes. 

—¡Manuel! —grité.

Él detuvo su puño en el aire mientras sostenía a Adam de su camisa. Se soltaron y separaron. No podía creerlo, sentía mucha rabia. Caminé hacia él y lo jalé con fuerza para llevarlo al baño. Lo senté sobre la tapa del inodoro y quedé mirándolo con dolor y tristeza.

—¿Quién eres? —le pregunté. Y es que ese no era el Manuel que conocía, era un loco.

Pero era mi culpa, yo había deseado esto, yo lo había convertido en eso. Resoplé y pasé mis manos por mi cabeza, completamente frustrada, al borde del llanto.

—Ese se te pegó mucho —se excusó. 

—¡No tienes por qué reclamar si tú te le pegas a María! ¡Ya te he dicho que no te pertenezco!

Mi grito lo dejó asustado y con sus cabellos en punta. Gruñí porque la comedía seguía ahí.

—Y podría ponerse peor —habló Hoshi de pronto, espantándonos.

—¿A qué se refiere? —quiso saber Manuel.

¡¿Le preocupaba lo que había dicho en vez de preocuparse porque el loro había dicho algo?!

—Digo que esto de por sí es una especie de comedia, que a pesar de que intentas darle la contraria, sigue su rumbo. Si esto deja de ser una sátira de romance y pasa a ser de comedia, las cosas serían tremendas.

—No voy a dejar que eso pase, a ti más te vale que tampoco dejes que pase —amenacé.

Levantó las alas.

—Ok, ok, pero no te enojes —se quejó. 

Tomé una pequeña toalla y limpié algo de sangre del labio de mi loco Manuel. No se habían lastimado mucho aun. La toalla se me cayó justo en su entrepierna. Chasqueé los dientes.

—No importa, vamos ya.

Se puso de pie y la toalla le quedó colgando. Tiró de ella y no salió. Resoplé, me acerqué a ayudarle. 

Tiré del odioso trapo, gruñí, giramos como tontos y nada. Se había atorado en su bragueta.

Me arrodillé para ver cómo sacarla. Era ridículo. 

—Oye, nena... —Entró Harry de golpe y nos vio.

Manuel de espaldas a él, y yo de rodillas frente a su entrepierna. Abrí los ojos como platos y me puse de pie de un salto.

—Ay. ¡No es lo que parece! —advertí extendiendo las manos.

—¿En serio? Porque parece que eso se ha atorado en su bragueta.

—Ah... b-bah eh... Entonces sí, je, je... je, je.

Harry se acercó a ayudarle.

Una música sexi empezó a sonar y el griterío de las chicas también. Salimos a ver. 

Quedé con la boca abierta. Strippers danzaban sobre el escenario. Tenían chaquetas manga cero y jeans vaqueros. Unos cuerpazos espectaculares. Alba subió con ellos y dos se le pegaron a bailarle. No desaprovechó y le tocó el trasero al que estaba frente a frente sobándose con ella, el otro se le restregaba por atrás. Manuel se puso a mi lado y me cerró la mandíbula. 

Esa era la sorpresa de la que había hablado Daniela.

Un sujeto apareció y se llevó a Manuel a pesar de su renuencia. Lo subió al escenario y yo rogaba porque no lo hiciera hacer numeritos con alguna chica, me matarían los celos otra vez.

Sacaron unas esposas y se las mostraron a todos mientras las chicas gritaban eufóricas. 

Se las pusieron a Manuel en una mano, pidiéndole que eligiera a otra chica para atarla a él con la parte libre de las esposas.

Respiró hondo. Lo vi diferente. Me miró, sus ojos se clavaron en los míos. De gris a caramelo. Sacudí la cabeza, ya ni recordaba de qué color eran mis nuevos ojos. 

Bajó de un salto y vino.

—Dios, nena, por favor únete a mí —rogó casi sin aliento.

Me tomó con fuerza de la cintura. Harry intentó apartarlo mientras le reclamaba, pero Manuel le dio su empujón y me apretó contra sí.

—Manuel, me lastimas.

—Rrrayos, no sabes cómo quiero hacerte mía aquí y ahora —gruñó contra mi oído.

Lamió mi oreja y me estremecí quejándome. Traté de empujarlo, llena de miedo. ¿Qué le estaba pasando?

—¡Te está diciendo que la sueltes! —Harry volvió a tirar de sus hombros para atrás.

Adam se le unió.

—¡Ustedes lárguense! —gritó Manuel aferrándose a mí—. ¡¿No ven que es mía, que la deseo?!

Paul y Edgar aparecieron y los cuatro tiraron de él. Me liberaron, aunque mi cuerpo quedó latiendo con algo de dolor por la presión de sus brazos. Quería llorar otra vez.

—¡Cálmate, idiota! —escuché que le gritaban mientras forcejeaban.

Los strippers se habían ido. Los invitados asustados.

—¡Son las esposas! —avisó una chica—. ¡Las esposas mágicas!

¿Mágicas?

Recordé haber escuchado las noticias sobre el incidente de alguien que acusaba a unas esposas por haber actuado como en la película Cincuenta azotes de Ray.

¿Qué demonios significaba?

—¡Las esposas son mágicas, te ponen lujurioso como si no hubiera un mañana!

Me espanté.

Paul, Edgar y Adam sostenían a Manuel mientras Harry y sus guardaespaldas trabajaban en las esposas.

—Amiga, vamos —pidió Daniela.

Alba también intentó jalarme, pero me negué. Las personas se estaban yendo, pronto no quedaría nada.

—No, brother, no me la saques —rogaba Manuel con desesperación—. ¡La tengo dura, déjame desfogar primero, por favor!

Arrugué la cara ente eso.

—Ya caaasi —lo calmaba Harry mientras maniobraba con un alambre.

Los guardaespaldas le iluminaban con linternas a pesar de que las luces ya habían sido encendidas. 

—¿Por qué no las destruimos o cortamos y ya? —quiso saber Adam.

Un sujeto al fondo del salón rio. Volteamos a verlo, estaba sentado al borde de un sofá, en el lado oscuro y poco iluminado.

—Listo —anunció Harry.

Los otros respiraron aliviados mientras soltaban a Manuel. Uno de los guardaespaldas sostuvo las esposas. 

—Ese objeto del mal los ha elegido —dijo el sujeto raro—. No puede ser destruido ni cortado en pedazos, solo el fuego de la fábrica en donde fue construida puede.

—Ay, no me venga con eso —renegó Paul.

—Deberán llevarla a la capital, y hacer que se funda en el fuego...

—No puede ser —se quejó Edgar.

Yo estaba a cuadros. Esa historia se me hacía conocida. Manuel vino y me abrazó.

—Perdóname, mi chiquita —susurró—, perdóname.

Pude ver sobre su hombro la expresión de Adam. Estaba serio, pero había algo más.

—Véanme mañana al mediodía en "El borrachoso", el bar frente a su universidad. —Dicho esto, desapareció.

Nos miramos por varios minutos.

—No sé qué pensar —dijo Adam.

No sabía si se refería a lo de las esposas, o a mí con Manuel. ¿Pero por qué me preocupaba lo que pensara sobre eso último?

—No queda otra que hacerle caso al tipo creepy —dijo Paul encogiéndose de hombros.

—¿Tú le crees esas pavadas? —reclamó Edgar.

—¡¿Acaso no acabas de ver lo que pasó?!

—¡Pues no creo si no lo compruebo! —Se cruzó de brazos.

—Idiota.

—Ya no peleen, de nada sirve —los detuvo Adam—. Todos hemos visto lo que pasó, el objeto tiene magia.

¿Cómo podían aceptarlo así de fácil? Yo estaba con ganas de gritar, pero sabiendo que desde ya, todo este cuento era por un deseo que había pedido, estaba obligada a creerlo. Y ahora creía algo.

Habíamos entrado en la fantasía.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro