1: Inicia la diversión
Conversamos durante lo que quedaba de la pequeña reunión con mis amigos: Manuel, Alba, Daniela, Omar y Jorge. Jorge y Daniela eran novios. De Omar teníamos sospechas sobre su sexualidad, pero queríamos que tuviera la confianza de decirnos, y era un gran amigo. Alba era mi amiga desde el colegio, la única, pero ella ya había terminado su carrera y trabajaba. Una genio en matemáticas.
Hablamos un poco de todo. No fuimos a bailar ni nada porque no me gustaba. Era una rara. Aunque sí había ido a discotecas un par de veces, mis padres me recogían máximo una y media de la mañana.
¿Olvidaba decir que tenía veinte años?
Mis amigos salieron de mi casa. Manuel volteó y sonrió como despedida. Sí, él era mi amigo y me gustaba, típico. Buen estudiante, atento, tranquilo. Su cuerpo no era escultural, su cabello y sus ojos no eran claros, pero no me importaba. Así con bonita sonrisa estaba bien para mí.
Cerré la puerta. Al dirigirme a la sala encontré a mi loro metiéndole pico al pastel. Mi madre pronto bajó a hacer preguntas que respondí con generalidades. Atendí a mi loro para que durmiera y lo metí en su jaula de dormir en mi cuarto.
***
"Y en las noticias de hoy. La taquillera película 'Cincuenta azotes de Ray' se hará libro, así es señores...". Callé al móvil de un golpe y lo pospuse cinco minutos más.
***
"Y ahora los Two directions vendrán a la ciudad y las chicas están como pulgas en panza de perro. El alcalde quiere dar su mensaje para esta ocasión...
—Damas, caballeros, madres solteras, adolescentes descarriladas, delincuentes, por favor presten atención... Son las nueve de la madrugada y debería estar recién despertando..."
Me levanté de golpe al escuchar y ser consciente de la hora. ¡Se me iba el tiempo!
Destapé la jaula del loro para que espabilara y entré al baño con mis cosas. Al final me vestí con lo que encontré, una blusa Marquis y unos jeans Calvin Klein. Tomé mi reloj Guess, que me gustaba usar a pesar de que no veía la hora en él sino en el móvil.
Miré de reojo mi ventana y logré ver a un muchacho en la casa de al lado.
Woh, alto ahí.
Se me hizo extraño. Nunca me di cuenta de esa ventana en esa casa, ni mucho menos de ese vecino. Traté de no quedarme prendida viendo su tan bien formada espalda mientras se sacaba la camiseta. Retiré la vista y tomé mi mochila Tommy Hilfiger.
Un momento, ¿desde cuándo mencionaba las marcas de lo que usaba? No me habían pagado para que les hiciera publicidad en mi mente. Ni que mis pensamientos salieran en la televisión.
¡¿Y desde cuándo usaba Calvin Klein y esas otras?!
—Buen día —escuché decir a una voz un tanto aguda y dulce.
¡Espanto!
Quedé quieta y giré con lentitud. La vocecita vino desde el lado de donde estaba mi loro, que me miraba atento, pero él no hablaba. De pronto ladeó la cabeza.
—Cruak, buen día.
Grité como loca, como si hubiera visto a una araña gigante o peor. Me escondí detrás de mi cama.
—Oye, no tengas miedo, soy Hoshi.
—¡¿Desde cuándo hablas?! —pregunté histérica. Entonces mi cerebro volvió a conectar. Si hablara, de todos modos, no entendería que me había asustado por él. Estaba razonando más de la cuenta para ser un loro.
—Desde que pediste tu deseo a las velas, yo estaba muy cerca. —Me asomé y lo vi salir de su jaula, moviendo su puertita con el pico. Eso era normal, yo le había enseñado, y adoraba a ese animal, pero escucharlo hablar era inaudito—. Activaste mi poder, y ahora vivirás tu propio cliché —anunció orgulloso.
Suspiré. ¿Mi cliché? Quizá esto era un sueño o alucinación. Salí de mi escondite y lo hice subir a mi dedo para llevarlo a su jaula en el jardín e irme.
Vi mi jardín más grande de lo que recordaba. Mi casa también. Encontré a mi madre tomando desayuno, estaba vestida elegante y parecía apurada. Eso era raro, pues no trabajaba ni nada. Me saludó apenas sin verme, eso tampoco era habitual. Fernando estaba sentado en su silla, como mismo ángel bajado del cielo, ya bañado y comiendo solo sin hacer desastre.
Crucé la extraña escena y fui a dejar al loro en su jaula. Le dediqué una larga mirada.
—Qué —murmuró.
—Ok, ¿qué has hecho? Esto no es normal.
—Es lo que querías. —Podía jurar que se encogió de hombros, si tuviera brazos y no alas.
Un extraño sentimiento me embargó. Mi antigua familia no estaba, es decir, estaban, pero no eran como eran. ¿Debía revertir mi deseo? Podría disfrutar unos días, quizá, y muy probable, era que esto era un sueño sin duda. Pero y si no... Me daba un poco de pena y preocupación, sentía que ya los extrañaba, a pesar de lo odiosos que a veces se ponían.
Ummm... Naaaah.
—Bien, veré qué tal me parece todo esto —respondí decidida—. Esto tiene que ser una locura.
—Apareceré a tu lado cuando guste, así me vea la gente a nadie le importará —avisó feliz.
Tomé desayuno y al rato escuché un auto afuera. Salí a ver, y mi boca cayó abierta.
Un muchacho con chaqueta negra, buen cuerpo, jeans y lentes oscuros. Apoyado contra un convertible rojo. Reconocí su cabello marrón y su sonrisa.
—Ma-Manuel —solté con un hilo de voz.
—Hola, nena. —Se acercó y me abrazó para luego darme un beso en la coronilla—. ¿Vamos?
Aproveché en palpar sus brazos. Oooh sí. Sonreí. No podía creerlo, estaba hecho todo un adonis, pero él rara vez me había dicho nena, solo cuando habíamos estado bromeándonos o similar.
—Mamá, ya me voy —avisé.
—Claro, ve.
Pensé unos segundos y decidí probar suerte.
—Luego de clases iré con los chicos a una pijamada mixta.
—Claro. Puedes hacerla aquí. —Eso me hizo dejar de sonreír—. Tu padre ha viajado y yo también lo haré más tarde, así que estarás sola un par de días. Espero que no te moleste.
Felicidad.
—Ah, no, normal, puedo estar sola. —Cerré la puerta llena de gozo y chillé en silencio.
Subí al auto aún sin poder creerlo y bendiciendo a mi loro. Manuel tampoco tenía un auto, pero este rojo convertible era otro de mis sueños hecho realidad. Partimos y me percaté recién de la camioneta negra que partía también y empezaba a seguirnos.
—Ah... Ma-Manuel.
—Son mis guardaespaldas, ¿ya los olvidaste?
—¿Y desde cuándo? Es decir... Ni que te persiguieran terroristas.
—Podrían, uno nunca sabe. Es culpa de mi pasado supertormentoso del que no puedes saber aún —se lamentó a modo de víctima, drama king, o algo así.
Quedé unos segundos con la boca abierta. Asentí aún sin poder creerlo, luego preguntaría. Me entretuve viéndolo conducir, y no tardé en volver a reaccionar.
¡¿Qué jodidos demonios les había pasado a las calles?!
Miré espantada. Estaban anchas, las casas eran otras. Hoshi apareció sobre mis piernas y chillé. Manuel me miró y luego a él, sonrió y volvió a ver al frente.
—¿Dónde demonios estoy? —le pregunté horrorizada al loro.
—Pues en América del norte. ¿Dónde más creías?
—¿Y por qué? ¿Por qué no en América del sur? ¿Y mis amigos, y mi universidad?
—No puede ser un buen cliché si no es en norte América. Tranquila, están todos aquí, tu universidad también.
Suspiré y terminé aceptándolo, era un nuevo mundo por descubrir. Una nueva aventura, esperaba no morir en el intento. Además, si era un sueño no podía morir. Me entretuve viendo la enorme diferencia de todo. Los lugares, las tiendas, hasta que entramos al campus de la enorme universidad, que no podía creer para nada que era una especie de análoga de la que era en mi país.
—Te veré más tarde, nena —dijo Manuel luego de estacionar el auto.
Se sacó los lentes oscuros y otra vez no pude creer lo que veía. Me le acerqué mucho para ver sus ojos. Grises. ¡¿Por qué?!
—¡¿Por qué tus ojos son grises?! ¡Eran marrones!
—B-bueno —se apartó asustado—, siempre han sido grises. Además, está de moda —se jactó. Sonrió y le brotó un brillo de los dientes como comercial de pasta dentífrica.
Quedé a cuadros.
Bajé. Lo vi alejarse y volví a entrar en pánico. ¿Por qué se iba, acaso no estudiaba conmigo? Miré a mi alrededor, completamente erizada como animal asustado. Estaba sola en una universidad que en realidad no conocía. Caminé y entré a la edificación abrazando a mi mochila. Alguien chocó conmigo con fuerza y me quejé. Eso dolió.
—¡Cuidado! —reclamé.
El chico me dio mis cosas y quedé asombrada otra vez. Me rodeaban los guapos, eso jamás, jamás había sido así. Sonrió. Este era rubio y de ojos azules. Eso tampoco, jamás, había pasado.
—Perdón, Karen, llevo prisa.
Entonces lo reconocí.
—¡¿Omar?! —chillé—. ¡Ay por mi madre! —Le palpé el rostro. Era él, pero estaba diferente.
—Sí, soy yo, tranquila.
Di un paso atrás y sonreí a modo de disculpas. Una chica venía y también la reconocí, era Alba. Se le unió una pareja, sin duda Jorge y Daniela. Todos los mismos y absolutamente distintos. Alba tenía el cabello negro y ojos marrones. Ahora lo tenía negro aún, pero le caía en ondas hasta los hombros y sus ojos estaban azules. Daniela tenía el cabello castaño y sus ojos también eran marrones, ahora era pelirroja de ojos verdes. Jorge era igual a ella y ahora su cabello seguía castaño, pero sus ojos eran como un raro color miel.
Seguía a cuadros. ¿Y cuál era el problema con los ojos marrones, Hoshi?
Me saludaron y traté de sonreír y parecer normal sin poner gestos extraños. No me había detenido a verme a mí misma, así que luego de escucharlos comentar sobre "Cincuenta azotes de Ray", dejarlos irse, y verificar que mi horario seguía siendo el mismo que conocía, fui al baño.
Otra vez quedé perpleja. Estaba más delgada, mi cabello seguía castaño pero más claro y con raros destellos. Mis ojos también se habían hecho como color miel o algo así. Quería llorar y no sabía si era de felicidad por estar delgada, o si era de tristeza porque no era "tan yo" después de todo.
—Hoshi —susurré. Enseguida apareció parado en el lavado—. ¿Cuál es tu fetiche con los ojos claros?
—Ninguno, no puede ser un buen cliché si...
—Sí, sí, ya, ya lo has dicho. Ahora, si estamos en norte América, ¿por qué no hablo inglés?
—¿Y en qué clase de cliché los personajes dejan de entenderse? Pero si quieres nos vamos a China o Japón, ahí te hablarán en inglés.
—Oooh no, no, no. No gracias.
Salí. Me dirigí al laboratorio y tomé asiento al lado de un chico de cabello marrón claro y un poco rizado, tenía rasgos italianos. ¡Espera, yo no sabía cómo rayos eran los italianos!
Hubiera jurado que le incomodé, pero le resté importancia. Todo parecía no suponer problema, mi vida podría seguir así, era lo que siempre había soñado. Ser libre de mis padres, hacer lo que quisiera. Sin embargo, no dejaba de sentirme como una extraña. Este no era mi hogar, no podía sentirlo como tal.
Alguien tocó la puerta y alcé la vista. Un muchacho muy apuesto, como casi todos, esperaba poder entrar. Me sorprendí, sus ojos no eran claros, al contrario, eran negros como la noche. Su cabello también. Tenía rasgos asiáticos, eso me sorprendió porque era el primer chino o japonés guapo que veía y me agradaba, parecía un muy bonito anime de carne y hueso.
Entrecerré los ojos. Me percaté de que no reconocía a mis compañeros. Salvo por un par. El de lentes de la primera carpeta de seguro era el estudioso de Marcos. La de la esquina, la rubia de canelones debía ser la loca de María. Me pregunté si al estar en un cliché, se habría vuelto más loca de lo que era. Y de hecho, todos.
—Harán trabajos en grupo —anunció el profesor.
—Debería ponerme con mi amiga Karen —dijo María. Me sorprendió, ella nunca había sido mi amiga.
—Ya, como sea —aceptó el maestro. Quedé atónita con lo poco que le importó—. De paso se unen con los dos nuevos.
Sentí dos miradas fijas en mí. El chico de mi costado y el de ojos negros. Ambos me miraban con el ceño fruncido. Me sentí diminuta. María hacía señales de victoria a dos chicas. No entendí qué ocurría.
***
Una vez que terminó la clase, María se me acercó haciendo que sus rubios canelones rebotaran, y sus otros atributos también. Los otros dos señores amargados también se acercaron. Quería gritarles cuál era su problema, pero nunca fui tan valiente.
—Bien. Podemos reunirnos en mi casa si gustan... —En eso recordé que mi madre era una despreocupada ahora y no habría problema si iba a otra casa.
—Hay qué reunirnos en la casa de Manuel —sugirió María.
—Pe-pero él no está en esta clase...
—Ay, pero irá a verte a nuestras reuniones, ¿verdad? —preguntó casi desesperada.
Esta quería algo con mi amigo, lo debí sospechar. Pero no dejaría que pasara lo de los libros, no, no. Aunque pensándolo bien. Él nunca le haría caso a esa loca, él no era de esos chicos, y eso me alivió. Sonreí satisfecha.
—Bueno. Decidan de una vez —renegó el castaño.
—Ya, en mi casa mañana entonces —dijo María—. Aquí les doy mi dirección, y en especial tú, Karen, para que se la des a la personita que te va a dejar y recoger.
La tomé haciendo una mueca de fastidio y la guardé.
Salí casi huyendo del aula y fui a paso ligero hacia el estacionamiento. Venía mucho ruido desde ahí. Vi un escenario armado y un montón de chicas chillando como locas. Sin embargo, primero corrí a abrazar a mi sonriente mejor amigo. Divisé a la camioneta negra un poco lejos con sus guardaespaldas. Uno de los sujetos usó binoculares, seguro para verme.
—¿Cómo te fue?
—Bien, excepto que tendré que hacer un trabajo grupal con la loca María y un par de raros nuevos.
—Raros nuevos, ¿eh? Bueno, iré a dejarte y recogerte, no quiero que crean que mi chica es accesible. —Tomó mi mentón con delicadeza mientras le sonreía con ilusión por lo que había dicho.
—¡Amiga! —Alba vino corriendo y tomó mi brazo. Recién era consciente de que ella ya había terminado su carrera y no debería estar aquí, pero, aunque estaba distinta, me alegraba que estuviera—. ¡Vamos a ver el show!
Tiró de mí y yo jalé a Manuel también de la mano para que no se quedara. Apenas asimilaba que fuera el mismo, por cómo se portaba, quería volverlo a conocer si eso era posible.
Llegamos hasta el gentío y nos empezamos a hacer espacio hacia la parte delantera. En mi anterior universidad nunca hubo espectáculos como estos. Terminamos en primera fila y vi a los que cantaban. Los reconocí, eran los de esa bandita para adolescentes, algo de Two directions o algo así. Nunca los escuché, pero estando en norte América, asumía que no era raro que parasen por aquí.
Uno de los chicos, el de cabello alborotado, dejó de cantar y se acercó hacia mi lado.
—¡Oh por dios! —exclamó—. ¡Acabo de verte y ya te amo! —Bajó de un salto y todas chillaron y lloraron. Se acercó. Yo estaba atónita—. ¡Sé mi novia, por favor!
¡¿Pero qué?!
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