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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:

εïз) Roland x lectora. 

εïз ) Tiene poquito +18.

εïз)¡Espero que les guste mucho!

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"El secreto de Roland"

Querer un descanso cuando se es la pareja de aquel cazador risueño y olvidadizo es casi como pedir un milagro. Se debe estar atenta a él casi las 24 horas, pero la noche se vuelve aún más divertida.

Roland la había recibido en el pecho compartido atrapandola en su cuerpo, con sus brazos y existencia prectectora. Nadie pensaría que después de unos besos y palabras hermosas, el rubio tomaría una personalidad más atrevida, callada y demandante.

La sonrisa de Roland se apagó esa noche, su voz se volvió más pesada y su cuerpo entero la dominó.  Los recuerdos de su unión despertaron al rubio, con la luz de la luna filtrándose por la ventana.

Un par de golpes llamaron a la puerta y aquel que siempre tenía una sonrisa, formó una mueca de reproche. Se rascó los ojos y atendió para encontrarse a Oliver con su expresión de siempre.

—¿Ocupado? —preguntó el azabache al ver las marcas en el pecho y cuello de Roland. Se había envuelto la cadera en una simple sabana.

Roland reaccionó con prontitud y sonrió de oreja a oreja.

—Algo así —tuvo el valor de responder y dejar a Oliver con los ojos en blanco—. Pero, ¿No es muy tarde para tu visita? Todavía no amanece.

El de cabello oscuro gruñó y se acarició las frente en repuesta. Había comenzado a arrepentirse por ser la tapadera de una situación así.

—Solo vengo a pedirte dos cosas —dijo con las obvia intención de arrancarle la cabeza a Roland—. ¡No hagan tanto ruido! Son muy obvios.

Roland se echó a reír. Caso curioso, pues esta vez habían tomado sus precauciones.

—Y segundo, necesito que mañana surtan esta lista en el mercado —le pasó la lista a Roland, quién la tomó y dejó caer en la habitación.

Después de un intercambio más de palabras y amenazas que Roland recibió con la mirada muerta, despidió a su amigo con una enorme sonrisa. Tras cerrar la puerta y darse media vuelta la encontró, esa castaña que había atrapado no solo su curiosidad por su naturaleza, sino su corazón por su vida, estaba desnuda frente a él recostada.

—¿Volvió a molestarse? —preguntó la castaña en un tono divertido y el rubio asintió corriendo a arrojarse a sus brazos—. Por cierto, Roland, ¿Por qué no me habías dicho que tenías pecas en la espalda?

—¿Uhm? ¿No te gustan? —respondió a la vez que le marcó un beso en el cuello y poco a poco fue bajando hasta sus pechos—. No creo que estés en posición de decirme algo así.

La castaña rió en un suspiro provocado por las caricias en su punto débil. Sus pecas que tenía en secreto le encantaron porque compartían un mismo sentido en la vida de Roland. Comenzó a jugar y formar figuras en la espalda del rubio, quién comenzó por atreverse a morder sus pezones y masajear su intimidad; entonces los ojos de la castaña se encendieron y sus caninos hicieron acto de presencia.

—Touché —respondió ella, resignandose a que habría una ronda más esa noche—. Pobre de Oliver.

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