Noé Archiviste
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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:
εïз) Noé x lectora.
εïз)No tiene +18.
εïз)¡Espero que les guste mucho!
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El destino no escrito.
A la inconsciencia revolvió las memorias en donde Noé guardaba el recuerdo de una chica que al dio de hoy duerme plácidamente en su corazón.
Ella se despertó y a la par los recuerdo que le asfixiaron al moreno. Después del altercado al llegar a París de una forma abrupta, lo último que recordó fue haber vuelto por sus pertenecías y Murr.
Ah, Murr.
Pronto su sonrisa dijo adiós. Sus labios eran de un color naranja otoñal, siempre dulces y amables, aún en los días más oscuros. Adoraba escucharla llamar a Murr y por muy extraño que parezca, el gato la adoraba tanto que pronto iba a sus pies y ronroneaba hasta dormirse en su regazo.
La imagen era dulce.
El cine de las memorias de Noé se encendió. Los sentimientos llenaron las butacas y como aperitivos las lágrimas de pérdida del vampiro no se hicieron esperar. Al canto del cuervo la tarde iluminó un sitio oscuro en su conciencia.
A lo lejos le pareció escuchar una voz muy molesta. Creyó que era un hombre en extremo ruidoso y burlón diciendo su nombre, pero le prestó tan poca atención cuando los rayos de la tarde lo aturdieron.
Un grupo de pájaros cruzó el cielo que iba siendo el manto perfecto para el baile de las estrellas nocturnas. Pero todo era tan bello porque ella estaba a su lado, en todo el mundo había encontrado los brazos y labios correctos; como lo había soñado un día.
—Noé —escuchó una voz impregnada de paz y eterno amor. Y llevó su mirada a la ventana, donde tras ella estaba la fémina de cabellos castaños bien definidos, piel de durazno y ojos oscuros como el fondo de sus recuerdos—. ¿Qué haces ahí parado? ¿Estás bien?
Por un momento estuvo por dejarse llevar. Ella le extendió los brazos con una sonrisa que iluminó su rostro de forma dolorosa para Noé y Murr que estaba en su regazo saltó. Noé caminó unos pasos y como un príncipe se arrodilló y tomó su diestra para plantar dos besos en sus nudillos.
—¿Por qué de pronto tan romántico? —preguntó ella, y Noé calló—. ¿El ratón te comió la lengua?
El albino negó. Arrodillado colocó por inercia su cabeza sobre el regazo de su amada y se inundó de su dulce perfume a mil girasoles y el calor que solo nace de un verdadero amor. Pero había algo que lo seguía incomodando, algo que creía haber olvidado.
Frunció el entrecejo y no entendió aún lo que sucedía.
La castaña emitió una sutil risa. Comenzó a acariciar su cabello blanco como el Marfil, dejando de poco a poco sutiles golpecitos en sus mejillas como signo de aprecio.
—Oye, Noé —dijo la castaña y Noé sintió que su voz se perdía como el color del alba—. ¿Te acuerdas cuando nos conocimos?
Noé asintió. El pecho le dolió y sin explicación las lágrimas le cruzaron el rostro uniéndose en un lago cristalino a los pies de la fémina.
—Sí, éramos muy niños y yo recién había llegado a la mansión de mi maestro —mencionó Noé, sin olvidar a esa pequeña niña desastrosa y buscapleitos—. Me hiciste llorar más de una vez.
La castaña rio.
—Eras muy tierno, no podía contenerme —se explicó ella surcando con su dedo el contorno de la oreja de Noé. Él sintió la piel de gallina y sus labios poco a poco formaron un puchero, no quería hacerlo, pero poco a poco comenzó a gemir.
El dolor que Noé sentía de pronto era tan doloroso que su rostro lo expresó. En el silencio que ella dejó, él se llevó su diestra al pecho, sobre su corazón y la habitación en la que creía que estaban seguros, desapareció a la par que Murr.
La noche se hizo eternidad y los llantos formaron árboles de hierro en la cabeza de Noé. Era tan doloroso, tan triste y mortificante que pronto un dulce sueño se volvió como una pesadilla sobre un destino no escrito y olvidado.
—Pero nos prometimos amarnos, ¿recuerdas? —se alzó la voz de la castaña y Noé recordó.
De un salto se alejó de ella. Sintió que el estómago le había dado una vuelta y que su alma quería escapar de él; cuando había prometido amarse fue un par de días antes de que ella desarrollara la maldición de Vanitas.
Pronto llegaron a él retazos de su muerte. De su cabeza saltar sobre sus hombros, seguida por el río de sangre bochornosa. Entonces se sintió sólo y adolorido. Ella había muerto hacia tantos años, lo recordó, pero seguía frente a él con una sonrisa.
—Ya lo recordaste bien —le dijo sin levantarse de su asiento con la ventana a su lado a medio pintar—. Seguramente quieres que despierte y vuelva contigo, o al menos así lo sentiste cuando morí. Pero sabes Noé, aun así te sigo amando.
El ruido de los pensamientos de Noé se intensificó de pronto, haciendo imposible escucharla correctamente. Su corazón latía formando la realidad que pronto volvería a nadar en sus manos en forma de cuna.
—Siempre pensé que eras muy dulce —confesó la castaña y Noé sintió todo un peñasco separarlos—. Te entregué mi corazón la noche en que cerré los ojos. Noé, acelera tu amanecer y vuelve a amar.
Esa noche ante la soledad repentina, los recuerdos de la castaña se perdieron en sus balbuceos y jadeos. Los rayos de la mañana perturbaron a Noé y cuando abrió los ojos con la esperanza de encontrarla, solo se topó a un hombre que se hacía llamar vanitas.
La desilusión lo albergó, pero disimuló en cuanto Vanitas abrió el pico. Bajó la mirada mientras escuchaba los pasos del peli azul dentro de la celda como león enjaulado.
—Y a todo esto, Noé —dijo Vanitas con las manos sobre las caderas—. ¿Quién es la chica de la que tanto decías su nombre? Parecía que tenías una pesadilla.
Noé tomó aire, sacudió la cabeza y recordó con aprecio la figura de la castaña.
—Era la vida corta de una rosa que amé.
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